NÚMERO 9 | Septiembre, 2013

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Algunas reflexiones sobre lo contemporáneo en relación al cuerpo | Adriana Cabuli

Ponencia de la Mesa “Algunas Reflexiones sobre lo contemporáneo” presentada en el VII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis de FLAPPSIP: “Hacia un psicoanálisis latinoamericano. Abuso, dolor, denuncia. Clínica ante la indignación”, Santiago de Chile, Chile, mayo 2013.

Giorgio Agamben, en su definición de lo contemporáneo, plantea que es una relación particular con el propio tiempo y nos dice que contemporáneo es aquel que mantiene su mirada fija en su tiempo para percibir, no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es quien sabe ver esa sombra.

El descubrimiento freudiano logró echar luz sobre aquello que permanecía oculto para la mayoría, si bien se esbozaba en el pensamiento de la época. Fue el interés por comprender el origen de los síntomas que aquejaban el cuerpo de sus pacientes lo que llevó a Freud a teorizar sobre el psiquismo. Según su lectura, dichos síntomas consistían en una forma de respuesta a las restricciones que la moral reinante promovía. Una moral incorporada en cada sujeto a través de una instancia psíquica determinada que denominó superyó. Desestimó así la hipótesis vigente en aquel entonces, que suponía a la patología mental como producto de procesos biológicos degenerativos hereditarios. El hecho de dar lugar a la palabra del enfermo fue lo que posibilitó que la verdad dejase de estar sólo en manos del saber médico. Desde aquel entonces, la comprensión de lo humano se complejizó, se reformuló lo conocido hasta entonces sobre la infancia, la relación del sujeto con sus semejantes, lo femenino, lo masculino, lo pulsional, lo cultural.

Los cambios producidos desde la mitad del siglo XX en adelante, la presencia en la vida cotidiana de la tecnología, los avances en la medicina dieron lugar a una forma de vida muy diferente a la de aquel entonces. La publicidad y el marketing pasaron a ser los mecanismos a través de los cuales se comenzó a diseñar la forma del “buen vivir”. Esto comenzó a incidir en los hábitos cotidianos promoviendo qué tipo de alimentos ingerir, qué objetos poseer, qué lugares conocer, qué vestimenta usar y, también, la forma de financiar lo que todo eso demandaba . El cuerpo y las necesidades que se crearon a su alrededor también pasaron a ser objeto del mercado. Deleuze planteó que hemos pasado de la sociedad de disciplinamiento descripta por Foucault —la cual regulaba la forma en que había que vivir a través de sus instituciones—, a la sociedad de control. Sugiere que las instituciones, escuela, familia, fábrica fueron reemplazadas por las empresas, más dúctiles y anónimas que las otras. Nos habla también del control sobre el cuerpo a través de diferentes métodos. En los últimos años se fueron instalando entre nosotros diferentes maneras de intervención sobre el mismo.

Esto se hizo presente de maneras distintas:

1) Intervenciones que intentan transformar el cuerpo con el fin de embellecerlo, rejuvenecerlo o simplemente modificarlo a través de diferentes prácticas: implantes, cirugías estéticas, intervenciones sobre las formas reproductivas, cambio de sexo, tatuajes, remodelación de los rostros, cambios de color en la piel, rellenos, prótesis, etcétera.

2) Acción sobre los neurotrasmisores con el fin de regular las emociones con la oferta de obtener bienestar, tranquilidad, felicidad y disminución de la angustia haciendo extensiva esta oferta a los niños con supuestos trastornos de la conducta.

3) Difusión de todo tipo de productos alimenticios “indispensables” para gozar de buena salud y oferta de productos beneficiosos con el fin de adquirir una vida más saludable. También diferentes formas de actividad física con un fin estético para mejorar la salud o para evitar la enfermedad.

4) La propuesta de tener un cuerpo sano intentando hacer prevención sobre aquella patología que se supone que advendrá. Esto requiere de estudios cada vez más invasivos, lo que convierte al cuerpo en un campo de exploración.

Cualquier intento de un sujeto de oponerse a cumplir con aquello que le es indicado, es vivido por él mismo como falta de cuidado de sí y con cierto sentimiento de malestar por no “cumplir” con aquello que se ofrece para una vida plena. Es habitual escuchar a los pacientes hablar de estas situaciones trasmitiendo sus temores por los estudios que les son ordenados realizar, muchas veces temiendo por una enfermedad ahí donde fue requerido un estudio. Esto es habitual aún en sujetos en los que el cuerpo no fue motivo de angustia hasta entonces. Algunos médicos han comenzado a estudiar este fenómeno denominando a dichos pacientes “los nuevos enfermos”.

¿Cuáles serán los motivos por los cuales los grupos humanos son tan influenciables por aquello que la época promueve? ¿Por qué tanto malestar frente a esta oferta que propone que todo lo referente al cuerpo se puede solucionar? ¿Cuáles son los resquicios o las grietas que nos permiten a los psicoanalistas llevar adelante nuestra labor cuando un sujeto consulta? Me centraré en el cuerpo.

El cuerpo

¿Cómo pensamos al cuerpo desde el psicoanálisis? No es sólo la biología la que determina nuestro cuerpo. El cuerpo es aquel que portamos —junto con la imagen que del mismo poseemos—, cuerpo que portará las marcas de la historia libidinal, sus recorridos por el placer, el displacer, el dolor y el modo en que fue investido o no por aquellos que proveyeron los primeros cuidados. Cada época promueve un ideal de cuerpo: el cuerpo robusto del guerrero —necesario para luchar cuerpo a cuerpo en el imperio romano—, el cuerpo ampuloso de la mujer del renacimiento —para ser considerada saludable y apta para dar descendencia al hombre que la requiriese—, el cuerpo actual que debe mostrarse joven y bello para dar lugar al culto a la imagen que la época nos sugiere. Época que plantea la juventud como ideal y que suele dar como resultado excesos sometiéndolo a prácticas, a menudo disruptivas, con frecuencia difíciles de revertir.

La tecnología al servicio de la ciencia médica permitió conocer su interioridad. Esto posibilitó el aumento de la expectativa de vida, aunque no siempre la calidad, previniendo enfermedades diagnosticables aún mucho tiempo antes de que las mismas se presenten. La comunidad médica, impactada aún por las posibilidades que la tecnociencia propone, se maneja con protocolos internacionales, comunes a todos los sujetos del mundo occidental, sin diferenciar rasgos culturales, tipo de alimentación, ubicación en la escala social, ni tomar nota del caso singular, tan afín a la labor de los psicoanalistas. Esto garantiza, por un lado, la “buena praxis” (no lo decido yo, son los protocolos), pero que a la vez ubica a médicos y pacientes en situación de tener que operar y a menudo decidir por la posible patología por venir. La predisposición a padecer determinada enfermedad suele tratarse como si ésta fuera inminente, a menudo sin evaluar los riesgos emocionales de la intervención. Conocer la interioridad de los órganos no implica considerar al sujeto que los porta.

Gerard Wajcman, psicoanalista, en su libro “El Ojo Absoluto”, plantea que comenzando por el rastreo satelital hasta las imágenes corporales que la tecnología médica revela “el ojo absoluto es el dios de la religión moderna de la transparencia” y que “la edad de lo privado está terminada”; denomina “la ideología de la transparencia” al espacio amenazante que borra la diferenciación entre lo privado y lo público, aseverando que toda la verdad se extrae de la imagen.

Escuchemos a los pacientes:

  •  Marisa está embarazada, tiene 30 años, decide realizar un estudio genético para conocer el estado de su primer hijo. El examen indica la existencia de un gen que podría generar una malformación en un riñón. Con el fin de confirmar o descartar esa posibilidad, deben estudiar la genética de los padres del niño por venir y también la de los abuelos. Al momento de organizar la práctica de los estudios genéticos, el embarazo se pierde.
  • Luego de participar en una maratón un joven deportista de casi treinta años siente un dolor agudo en una pierna. Esto lo hace acudir a un médico especialista quien diagnostica un desgarro muscular, pero que propone realizar un estudio de mayor profundidad con el fin de confirmar el diagnóstico. En este estudio le encuentran un tumor en el fémur. Para continuar profundizando le proponen una punción, le anticipan una posible intervención quirúrgica y le sugieren una visita a un médico oncólogo quien examina y tranquiliza al joven aclarando que no hay nada por lo cual temer, que probablemente ese tumor estuvo siempre, es benigno y no hay intervención alguna que realizar.
  •  Ante la presencia de la tecnología que permite ver todo, ¿puede el primer médico consultado seguir confiando en su propio criterio y en su experiencia clínica o se sentirá amenazado por no cumplimentar todos los pasos requeridos para arribar al diagnóstico?

Así como se puede conocer el interior del cuerpo, también parecería que se lo puede modificar según el propio deseo. El anhelo de eterna juventud, fuente de investigaciones desde la antigüedad parecería, hoy, ilusoriamente posible de ser concretado. Es habitual observar sujetos que se someten a determinadas prácticas a las que llegan por el sólo hecho de desear alcanzar determinada imagen y que únicamente en el momento de la intervención toman noción de lo que esto les significa. Muchas de estas modificaciones perdurarán a lo largo del tiempo, más allá del deseo del sujeto consumidor de la misma de mantenerlas. A diferencia de los movimientos psíquicos en el plano simbólico, que todo sujeto en el transcurso de su vida atraviesa, los cambios promovidos en el cuerpo quedan allí, solo son pasibles de ser modificados a partir de una nueva intervención. Las modificaciones en el cuerpo promueven impactos en la imagen de sí, que no siempre van de la mano de la posibilidad del sujeto de asimilarlo en el psiquismo.

Sabrina consulta por dificultades para relacionarse en el trabajo con sus compañeros y clientes de la empresa en la cual trabaja. Siempre encuentra motivos para sentirse cuestionada en su desempeño profesional. Supone que sus compañeros la consideran tonta y fea. Quisiera ser más bella suponiendo que eso la haría sentir mejor. Después de las primeras tres entrevistas comenta que no va venir a la entrevista siguiente, porque se va a someter a una intervención quirúrgica. Se va a agregar prótesis en las mamas para aumentar el volumen de las mismas, situación deseada por ella desde hace muchos años y de la cual está “ totalmente” convencida.

Una vez realizada la intervención, pasado el tiempo de la recuperación, se encuentra desorientada en relación con su cuerpo. La muchacha se cubre con más ropa para que no se note la “gordura”. Comienza una estricta dieta bajando más kilos de los necesarios para su contextura. Ante una cirugía que en apariencia no trajo complicaciones de tipo médico, es tomada por una intensa angustia, situación que nos permite comenzar a trabajar sobre su real padecer.

¿A qué se debe tal acatamiento de aquello que promueve la época?

Freud en Psicología de las masas nos habla del efecto que produce lo que él define como ”formación de masa” a partir del cual los sujetos pierden toda posibilidad de crítica. Diferencia las masas que obedecen a un líder, el cual porta con el ideal del yo de los sujetos que la conforman, de las que no poseen un líder que las conduzca. Reconoce en los miembros de una masa el efecto de sugestionabilidad y su exteriorización, el contagio, afirmando que “…quien quiera influirla no necesita presentarle argumentos lógicos, tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo.”[1] El concepto de massmedia parecería tomar en cuenta esto ya que hace impacto en un punto de estructura de la condición humana, la necesidad de ligazón libidinal con el semejante. Los medios de comunicación masiva trasmiten anuncios que giran alrededor de la idea de que el éxito en la vida depende de la juventud, la belleza, la salud y de pertenecer al grupo de aquellos que poseen dichas atribuciones. No hay un líder encarnado en un sujeto, pero sí la posibilidad de ser reconocido por los pares a partir del proceso identificatorio. La  idea rectora parecería ser que todo aquello que fue siempre incontrolable ahora sí se podría controlar. Así, desde las manifestaciones del cuerpo, los afectos y hasta la muerte.

Una revista femenina brasilera, junto a la foto de una bella mujer de alrededor 35 años, tenía un texto que señalaba: “Ya has aprendido a cuidarte los senos a través de las mamografías, ahora debes aprender a cuidar tu corazón. Consulta a tu cardiólogo y hazte los estudios que corresponden para tu salud”, anuncio promovido por la asociación cardiológica brasilera.

Nikolas Rose, sociólogo, plantea que antes se recurría a las intervenciones especializadas para curar patologías, ahora los destinatarios de dichas intervenciones son consumidores sanos que deciden acceder a ellas, marcados por la cultura del consumo.

Julieta viene preocupada a la sesión porque recibió un llamado del instituto donde tiene almacenado el cordón umbilical de su hijo, el mismo le reclama una deuda. Cuando el niño nació, hace ocho años atrás, le sugirieron guardar el cordón con el fin de obtener así las células madre en caso de ser necesarias para el futuro adulto si surgiera alguna enfermedad. El costo de dicho almacenamiento es en moneda extranjera de por vida o, tal vez, hasta que la empresa desaparezca. Al traerlo a la sesión, preocupada por su “deuda”, la pregunta de la analista le permitió pensar qué significaba para ella tener el cordón a resguardo, su relación con ese niño, lo que la llevó además a investigar que no hay ningún tipo de regulación ni seguridad en relación con la preservación y cuidado de dicho material.

Siempre podemos encontrar alguna grieta, por donde podemos cumplir nuestra labor. Muchas de las consultas a los psicoanalistas, con frecuencia derivados por los médicos, son paradójicamente por síntomas que se presentan en el cuerpo: cefaleas, dificultades para conciliar el sueño, dificultades en la alimentación, dificultades para procrear, manifestaciones cardíacas sin lesión aparente, síndrome vertiginoso, inhibiciones en la vida sexual.

Para finalizar

Si bien pareciera que he puesto en plano de igualdad aquellas intervenciones que tienen que ver con lo que se supone para la salud o para evitar la enfermedad, de aquellas otras que tienen que ver con modas en el cuerpo, entiendo que, si bien se diferencian en algunos aspectos, pienso que, como nunca antes, la ciencia médica está atravesada por la difusión del consumo.

Cada momento histórico social promueve una determinada forma de estar en el mundo. También condicionará las representaciones sobre las cuales recaerá la represión y privilegiará determinados destinos pulsionales. Los analistas no estamos por fuera de este fenómeno, pero poseemos una herramienta que al menos nos permite advertirlo. Tenemos la posibilidad de instalar una pregunta allí donde hay una certeza. El sufrimiento psíquico podrá tomar diferentes formatos; conocer nuestra contemporaneidad nos permite descubrir lo singular de cada sujeto en lo general de la cultura, por la cual todos estamos atravesados. Si bien no nos podemos librar de la moral reinante, intentar al menos evitar ser siervos de los ideales culturales puede ser un camino posible. El psicoanálisis es subjetivante debido a que a partir de la pregunta puede facilitar que un sujeto pueda diferenciarse de la masa. Allí encontramos su potencia.

Notas al pie

1. Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo, A. E., XVIII.

Bibliografía

Agamben, G.: “¿Qué es ser contemporáneo?”, Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2011. [Ensayo original publicado en 2007 a partir del curso de filosofía que Giorgio Agamben dictó en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia].

De Giusti, M.: “Todos quieren” (Trabajo inédito).

Deleuze, G. y Guattari, F.: (). ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama, 2009.

Freud, S. (1930): El malestar en la cultura, A. E.,  XXI.

Freud, S. (1921): Psicología de las masas y análisis del yo, A. E.,  XVIII.

Mayer, M.: “Los discursos del cuerpo”. Entrevista a Nikolas Rose en Ñ, Revista de cultura, 4 de enero de 2013.

Sibila, P.: El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales, Buenos Aires, Fondo de cultura económica, 2009.

Wajcman, G.: El ojo absoluto, Buenos Aires, Manantial, 2011.

Acerca del autor

ACabuli

Adriana Cabuli

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