NÚMERO 7 | Septiembre, 2012

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Psicoanalistas Dixit

El olvido

En esta sección hacemos un recorte de textos de la obra de Sigmund Freud que nos parecieron pertinentes al tema de nuestro Congreso 2012: "La práctica psicoanalítica. Diversidad de Intervenciones y Contextos". Selección realizada por Graciela Cohan

El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un “bloqueo” de ellas. Cuando el paciente se refiere a este olvido, rara vez omite agregar: En verdad lo he sabido siempre, sólo que no me pasaba por la cabeza.

Freud, S. (1914): Recordar, Repetir y Reelaborar. (Nuevos Consejos sobre Técnica del Psicoanálisis, III). AE XII, pág. 150,151.

Y no es infrecuente que exteriorice su desengaño por no ocurrírsele bastantes cosas que pudiera reconocer como “olvidadas”, o sea, en las que nunca hubiera vuelto a pensar después que sucedieron. Sin embargo, también esta añoranza resulta satisfecha, sobre todo en las histerias de conversión. El “olvido” experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos encubridores, de tan universal presencia. En muchos casos he tenido la impresión de que la consabida amnesia infantil, tan sustantiva para nuestra teoría, está contrabalanceada  por los recuerdos encubridores. En estos no se conserva sólo algo esencial de la vida infantil, sino en verdad todo lo esencial. Sólo hace falta saber desarrollarlo desde ellos por medio del análisis. Representan {repräsentieren} tan acabadamente a los años infantiles olvidados como el contenido manifiesto del sueño a los pensamientos oníricos.

Los otros grupos de procesos psíquicos que como actos puramente internos uno puede oponer a las impresiones y vivencias- fantasías, procesos de referimiento, mociones de sentimiento, nexosdeben ser considerados separadamente en su relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, con particular frecuencia, que se “recuerde” algo que nunca pudo ser “olvidado” porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente; además, para el decurso psíquico no parece tener importancia  que uno de esos “nexos” fuera consciente y luego se olvidara, o no hubiera llegado  a la consciencia. El convencimiento que el enfermo adquiere en el curso del análisis es  independiente de cualquier recuerdo de esa índole.

En las diversas formas de la neurosis obsesiva, en particular, lo olvidado se limita las más de las veces a disolución de nexos, desconocimiento de consecuencias, aislamiento de recuerdos.

Para un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado inteligencia e interpretación con efecto retardado {nachträglich}, la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo.

Se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y los más probatorios motivos extraídos de la ensambladura de la neurosis lo fuerzan a uno a creer en ellas; hasta es posible convencerse de que el analizado, superadas sus resistencias, no aduce contra ese supuesto la falta del sentimiento de recuerdo (sensación de familiaridad). Como quiera que fuese, este tema exige tanta precaución crítica, y aporta tantas cosas nuevas y sorprendentes, que lo reservo para tratarlo en forma especial con materiales apropiados.

El vencimiento de la resistencia comienza, como se sabe, con el acto del médico de ponerla al  descubierto y comunicándosela al analizado, el cual, nunca la discierne. Ahora bien, parece que principiantes en el análisis se inclinan a confundir este comienzo con el análisis en su totalidad. A menudo me han llamado a consejo para casos en que el médico se quejaba de haber expuesto al enfermo su resistencia, a pesar de lo cual nada había cambiado o, peor, la resistencia había cobrado más fuerza y toda la situación se había vuelto aún menos transparente. La cura parecía no dar un paso adelante. Por regla general, la cura se encontraba en su mayor progreso; sólo que el médico había olvidado que nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia, no consabida para él; para reelaborarla {durcharbeiten}, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo en común con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. En esas circunstancias, el médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco apurado. Ateniéndose a esta intelección, se ahorrará a menudo el espejismo de haber fracasado cuando en verdad ha promovido el tratamiento siguiendo la línea correcta.

En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo.

Freud, S. (1914): Sobre la Iniciación del Tratamiento. (Nuevos Consejos sobre la Técnica del Psicoanálisis,I), AE XII, pág. 156,157.

En la vida anímica del individuo, el otro cuenta como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo. Por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo.

Freud, S. (1921): Psicología de las Masas y Análisis del Yo, AE XVIII,  pág. 67. 

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