NÚMERO 9 | Septiembre, 2013

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Ayer y Hoy

Experiencia en Perico: ¿cómo resignificar los mandatos ancestrales en los paradigmas del sufrimiento actual? | Teresita Bó; Angélica Casado Sastre; Elvecia Trigo

Ponencia presentada en la Mesa de Trabajos Libres del VII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis (FLAPPSIP): “Hacia un psicoanálisis lantinoamericano. Abuso, dolor, denuncia. Clínica ante la indignación”, Santiago de Chile, Chile, mayo 2013.

“En la vida anímica del individuo, el otro cuenta,
con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar,
como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo,
a psicología individual es simultáneamente psicología social”…
Psicología de las masas  (Freud, 1921)

 

A partir de la experiencia de talleres comunitarios orientados a las temáticas de género y de violencia que tuvieron lugar durante el 2012 en la localidad de Perico, situada a pocos kilómetros de la ciudad capital de Jujuy, Argentina, surgieron en nosotras una serie de interrogantes a los que intentamos dar respuestas a partir de nuestra experiencia clínica como psicoanalistas y apuntaladas en conceptos teóricos del psicoanálisis.

Perico es una pequeña comunidad con fuerte raigambre agrícola y tradicional. En los últimos años, la corriente migratoria de países vecinos (Paraguay y Bolivia) ha producido movimientos internos y dificultades en la integración.

La doctora Evangelina Ojeda, coordinadora del Departamento de la Mujer de la Municipalidad de Perico, estaba preocupada por las situaciones de violencia de género y bullying que se repetían, sin que alguien propusiera estrategias para abordarlas. Ella consideraba que las mujeres presentaban características de mucha pasividad frente a estos hechos. A partir de conocer a la licenciada Elvecia Trigo por sus salidas en el Canal 26 de televisión, se sintió fuertemente impulsada a promover actividades que produjeran modificaciones en dicha situación. Del intercambio entre ambas, surgió la realización de las Jornadas La mujer en la sociedad actual”, declaradas de interés municipal por dicha intendencia. Podemos pensar que para esta comunidad era necesaria una salida exogámica (psicóloga porteña mediática) para ir en busca de nuevos paradigmas que reinscribieran sus deseos y necesidades en contraposición a sus mandatos ancestrales que representan la imposición y no la libre elección.

Esta problemática se hizo presente desde el comienzo de la experiencia, que se manifestaba en la lucha de las nuevas generaciones que cuestionaban los mandatos ancestrales en relación a la insatisfacción de los roles asignados a hombres y mujeres dentro de la comunidad y de la familia. Estos mandatos entraban en colisión con los deseos y proyectos de muchas mujeres, constituyendo un conflicto entre la instancia superyoica, el yo y sus ideales.

Sabemos que cada conjunto social es producto de múltiples factores culturales, históricos, geopolíticos, económicos. También cada comunidad se consolida al generar sus propios imaginarios sociales que circulan a través del mito, del folklore y los tabúes y se cuelan en cada relato produciendo representaciones psíquicas, señalando lo que se espera de cada miembro. Al mismo tiempo, marcan el límite entre lo permitido y lo prohibido en relación al deseo. Las representaciones psíquicas no sólo operan sobre la cotidianeidad de las conductas, sino en el imaginario de cada uno, intrincándose con los deseos, los proyectos, la imagen futura de sí mismo. En este sentido, el gran desafío lo constituye el poder trabajar con estas representaciones sin atentar contra ese mundo fundante que constituye su cultura sino, más bien, generar un poder transformador vehiculizado por el deseo. Para que este proceso tenga lugar fue necesario que el grupo estuviera cohesionado a través de lazos libidinales afectivos que al decir de Freud en Psicología de las masas “promueven un poder irrestricto y un peligro insalvable. Por un momento el grupo reemplaza a la sociedad humana global, que es la portadora de la autoridad, cuyos castigos se temen y por amor a la cual se han impuesto tantas inhibiciones”. Es por ello que el grupo se siente seguro siguiendo los lineamientos de un coordinador exogámico a la comunidad.

“Lo que hacemos día a día nos define como sujetos” fue el slogan de uno de los talleres.

“Pensar el amar y el trabajar como formaciones de compromiso complejas que ponen en juego toda la subjetividad, exige considerar la constitución de dicha subjetividad en el hombre y en la mujer, así como los roles diferenciados que se atribuyen a cada uno y los conflictos específicos de cada género”, afirma Luis Hornstein en el libro Psicoanálisis y Género.

Ana María Fernández sostiene que si bien las actualizaciones del derecho van destutelarizando en lo jurídico a las mujeres, para muchas las marcas o cicatrices históricas/generacionales de situaciones de subordinación, dificultan los procesos de subjetivación. En ocasiones, como señala Gilou García Reinoso, para la mujer construir su autonomía es una amenaza a su posibilidad de amar. Paradojalmente, el ejercicio de la maternidad en forma solitaria, las lleva a situaciones laborales excesivas en las que el trabajo se convierte en una forma nueva de sujeción y resignación.

Por otra parte, la idealización y naturalización de ciertas características atribuidas a las mujeres, como la paciencia, la sumisión, la mayor capacidad de demostrar afecto, la fidelidad y enraizamiento en la familia, pueden producir represiones excesivas de las mociones pulsionales erótica/agresivas y dificultades en su tramitación. Hay una escisión psíquica, una excesiva valoración de la pasividad y una autocrítica feroz a cualquier manifestación de las pulsiones agresivas y eróticas. Entonces, es primordial en estos grupos trabajar en este aspecto, diferenciando la irrupción pulsional erótica/violenta de otras formas más adecuadas de tramitación.

Para muchas de las mujeres asistentes, el tema de la subjetividad se enlaza rápidamente a la pregunta de quién ser para satisfacer el deseo del otro. Hay una fuerte tendencia a atribuir al rol femenino todo lo vinculado a lo hogareño y a la crianza, produciendo una diferencia –muchas veces atrapante- entre el “adentro” y el “afuera”. El adentro se encuentra ligado a la intimidad y al silencio. Lo que ocurre dentro del espacio intrafamiliar es relegado a ese ámbito y sus problemáticas son silenciadas y hasta naturalizadas. Esto ocurre frecuentemente con la violencia doméstica, ejercida en la mayoría de los casos por los hombres en contra de mujeres y niños, y no siempre cuestionada por quienes la padecen. Uno de los objetivos de los talleres fue habilitar la palabra y la pregunta. Generar un camino posible de recorrer entre lo privado y lo público. Considerar que si bien la violencia puede aparecer en el ámbito de lo privado, es una problemática del orden de lo público, concerniente a la comunidad toda.

Las constantes alusiones a la violencia de los varones y la actitud pasiva que muchas veces se observa en las mujeres, llevan a preguntarnos qué elaboración hacen ellas de sus aspectos pulsionales erótico/agresivos. Podríamos pensar que los aspectos idealizados en relación al hombre, a ellas mismas y a los vínculos intrafamiliares, atentan contra la posibilidad de tramitar de manera más adecuada estos aspectos erótico/agresivos. La existencia de defensas rígidas, tales como la escisión y la negación, necesarias para sostenerlos, se convierten en obstáculos para reconocer y sentir su propia hostilidad.

Como parte del cierre y síntesis de las Jornadas, se confeccionaron por cada grupo de 10 integrantes, “collages”. En la puesta en común cada grupo expresó el contenido del mismo. Es notable observar cómo en la mayoría de los trabajos se repiten las figuras masculinas con ojos y orejas grandes. En los comentarios se advierte el reclamo de las mujeres a ser “miradas y escuchadas”, en una posición activa representada por el diálogo e intercambio mutuo.

Las menciones sobre esta temática de la “mirada” y la “escucha” nos llevaron a interrogarnos sobre las características que adquiere la constitución narcisística en comunidades con estas particularidades.

La mención a la mirada nos acerca a la posición narcisista, especialmente cuando aparece junto a alusiones directas a lo “visible” y a lo estético del cuerpo. (Ser miradas por los hombres que las acompañan, mantenerse “lindas” para ellos…)

Doble referencia, por un lado, al ser para el deseo del otro, donde la mirada garantiza la existencia. Por otro, hacerse agradable a la mirada del otro, asumiendo una posición activa que se diferencia del mandato ancestral y se acerca a lo que proponen los paradigmas de la modernidad que se expresan, en parte, a través de los medios de comunicación masivos, mirando otros modelos.

Por otro lado, la pérdida de la mirada del otro se halla ligada tempranamente al dolor de la separación (relativa a la pérdida del objeto materno).

Paul-Laurent Assoun afirma que el momento de la pérdida es verdaderamente el de la pérdida de la mirada y recuerda que la pérdida de vista hace estragos si coincide con el momento de la necesidad. Esto se repite en el devenir de la vida si cuando necesitamos al otro, éste se vuelve inhallable y enfrenta al sujeto con la angustia. Para evitar la angustia, la demanda de ser mirada como objeto de amor, se refuerza por el mandato superyoico: debes mirarme porque soy tu compañera.

En lo concerniente a la voz, la demanda por ser escuchadas coloca a la mujer, de inicio, en una posición activa ya que trae de suyo que ellas tienen algo que decir. Esto que aparece en todos los posters, se vincula a la posición que las mujeres de este grupo esperan que los hombres adopten: adultos, compañeros junto a los cuales poder desarrollar el proyecto familiar y social.

Freud vincula la formación del Yo ideal a la voz paterna y nos enseña que “La incitación a la formación del Yo ideal, de cuya guarda se encargó la conciencia, nació en efecto de la influencia crítica de los padres, mediada por la voz” (Freud, 1932). Es por la voz y por su interiorización como parte de la realidad psíquica que el Superyó se internaliza. Entonces, este reclamo a ser escuchadas se vincula con la expectativa de que estos hombres y mujeres puedan internalizar “nuevos mandatos” en relación a sus funciones parentales y maritales, en un contexto quizás novedoso y diferente de las funciones prescriptas por mandatos ancestrales.

Isidoro Berenstein sostiene que el sujeto tiene dos mecanismos constitutivos: la identificación y la imposición. En la identificación hay un deseo, desplegado en primer lugar desde los otros primordiales y luego asumido por el sujeto en constitución, deseo de “ser como el otro” o “poseer los atributos que el otro tiene”. En la imposición hay una constitución a partir de la inscripción a una pertenencia común a la relación. Según este autor, la imposición establece una marca independiente del deseo de quien la recibe, y se trataría del mecanismo constitutivo del vínculo. Imponer sería una acción instituyente, con carácter de obligatoriedad y su no tolerancia daría lugar a la violencia. Hace falta un verdadero trabajo de deconstrucción para poder analizar los elementos que componen la imposición, aceptando aquellos con los que hay identificaciones positivas, con procesos de diferenciación que impidan tanto la aparición de defensas muy rígidas como el arrasamiento masivo de todo aquello vinculado a los orígenes.

“La relación entre el sujeto y los otros, el sujeto y el mundo social, lleva a dos tareas: inscribir su pertenencia y, mediante la función de juicio, optar por su manera de pertenecer. Ello modela su subjetividad, afecta la relación con los otros y modifica el mundo que lo rodea”. (Berenstein, 2008; 138).

Es posible, mediante el trabajo interactivo vincular e intrapsíquico sustentado en la experiencia y la teoría psicoanalítica, acompañar y facilitar la aparición de nuevas representaciones para que lo pulsional erótico/violento, se exprese en una vertiente sublimatoria y satisfactoria.

A lo largo de las tres jornadas, el nivel de participación y compromiso fue haciéndose cada vez más fuerte y profundo. La posición psicoanalítica frente a un grupo habilita la palabra y la escucha mutua y posibilita la circulación de aspectos pulsionales. Desde la coordinación hubo una palabra con cadencia que facilitó una escucha y un decir sin prejuicios, censuras y moralinas. Una escucha benévola que generó un clima de tolerancia y comprensión. Todos estos elementos contribuyeron a que aparecieran y se expresaran los distintos tipos del conflicto que cada uno padecía.

Por último quisiéramos enfatizar que el incentivar este tipo de encuentros desde una posición psicoanalítica en una comunidad ávida de pensar, replantearse, volver a deconstruir y resignificar muchas de sus enseñanzas aprendidas durante años y transmitidas desde sus ancestros, no significaba renegar de ellas o desterrarlas por completo de sus vidas, lo cual les traía aparejada mucha culpa, más bien se trataba de poder contextualizar dichos preceptos incorporados inconscientemente a través de la tradición oral y en las enseñanzas de bisabuelas a abuelas, de abuelas a madres y de madres a hijas/hijos, sin que esto se oponga a encontrar un lugar en la vida vehiculizado por sus deseos. Vivimos tiempos de grandes transformaciones que colocan al psicoanálisis en una situación única de enormes desafíos creativos.

Resumen

Las jornadas llevadas a cabo en Perico fueron impulsadas a través de los medios masivos de comunicación. Nos impacta como psicoanalistas que una pequeña comunidad en su propio territorio no pudo ser mirada ni escuchada en sus conflictos interpersonales y generacionales. Un representante del grupo buscó un coordinador externo al mismo para resignificar los mandatos ancestrales imposibles de convivir con los nuevos paradigmas, entrando en contradicción con los deseos de mujeres, hombres, y jóvenes. Esta comunidad se prestó activa, sincera y respetuosamente a confrontar sus aspectos hostiles y amorosos logrando a través del trabajo grupal establecer lazos libidinales integrados, que facilitaron el punto de partida para nuevos modelos identificatorios que comienzan a alejarse de los impuestos endogámicamente por la cultura ancestral heredada.

Es un desafío para el pensamiento psicoanalítico que una comunidad tan alejada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires solicite ayuda para deconstruir un modelo ancestral, aceptar y animarse a reinscribirlo desde un lugar deseante. Esta actividad comunitaria realizada por una psicoanalista, nos interpela desde lo teórico/clínico y nos convoca a la búsqueda de nuevas y creativas estrategias para intervenciones psicoanalíticas en una comunidad.

Bibliografía

Anzieu, D.: Las envolturas psíquicas, Buenos Aires, Amorrortu, 1990.

Assoun, P. L: Lecciones psicoanalíticas sobre la mirada y la voz, Buenos Aires, Nueva Visión, 1995.

Berenstein, I.: Devenir otro con otros(s), Buenos Aires, Paidós, 2008.

Garcia Reinoso, G.: Debate posterior a la mesa redonda “Trabajar y amar en varones y mujeres”, “Foro de Psicoanálisis y género”, Buenos Aires, 1996.

Giberti, E.; Fernández, A. M.: La mujer y la violencia invisible, Buenos Aires, Sudamericana, 1989.

Fernández, A. M.: La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres,  Buenos Aires, Paidos, 1993.

Fernández, A. M.: “Autonomías y de-construcciones de poder” en Meler, I.; Tajer, D. (comps.): Psicoanálisis y Género. Debates en el foro, Buenos Aires, Lugar, 2000.

Hornstein, L.: “Amar y trabajar en mujeres y hombres” en Meler, I.; Tajer, D. (comps.): Psicoanálisis y Género. Debates en el foro, Buenos Aires, Lugar, 2000.

Meler, I.; Tajer, D. (comps.): Psicoanálisis y Género. Debates en el foro, Buenos Aires, Lugar, 2000.

Pachuk C.; Zadunaisky, A.: Psicoanálisis vincular. Curarse con otros, Buenos Aires, Lugar, 2010.

Freud, S. (1921): Psicología de las masas, A.E., XVIII.

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