NÚMERO 11 | Noviembre, 2014

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Las nenas con las nenas | Gabriel Trebliner

Trabajo presentado en la Mesa: «Presentaciones de la sexualidad. Las nenas con las nenas» perteneciente al Ciclo Científico 2014: «Psicoanálisis. Complejidades de su práctica», agosto 2014.

Una nueva ocasión para volver sobre un tema que no agotará su importancia y del que, a medida que el camino de la teoría y la clínica nos lo vaya proponiendo, seguirá mostrando sus avatares del que como sujetos, y analistas, no podremos obviar y alejarnos; me refiero al tema de la sexualidad y sus manifestaciones.

Ya es un tema ampliamente planteado (aunque, como dije, nunca agotado) el de las distintas formas que adopta la sexualidad en el ámbito de lo privado y, más recientemente —en el sentido, si se quiere, más general— en la esfera de lo público. Es a partir de aquí que quisiera aportar, en estas líneas, algunas de las reflexiones que la teoría y la clínica me van haciendo surgir a partir del trabajo, en la especificidad del tema que la mesa nos plantea.

Quiero retomar algunas ideas que G. Vattimo plantea en lo que él denomina pensamiento débil de la posmodernidad versus el así llamado pensamiento fuerte (ligado a lo que llamaríamos los fundamentalismos, es decir, donde las certezas ocupan un lugar preponderante y donde no hay lugar a conjeturas o dudas). Digamos, sintéticamente, que aludimos al concepto de pensamiento débil en el sentido de lo que el autor propone como estallido de las posibilidades. Es decir, una época en donde la idea (¿ilusión?) de que todo está al alcance de la mano, donde, como seguramente hemos escuchado una y mil veces en boca de los gurúes de esta idea, querer es poder, o dicho de otra manera, TÚ PUEDES.

No propongo llevar estas ideas al terreno de la crítica a la autoayuda u otras propuestas adyacentes a dicha esfera, pero sí lo menciono para poder referirme a la pregnancia que dicha postulación genera en cientos de personas que repiten en palabras y algunas en acto; ya veremos más adelante la impronta que este concepto freudiano tiene en el tema que nos ocupa. Volvamos entonces a la cuestión planteada. Las posibilidades están allí, todo está dispuesto a ser vivido, gozado, disfrutado, entonces… ¿por qué no? Pregunta que nos ubica en el lugar de una complejidad actual. Se puede todo, ¿hay algo que no se pueda?, y si no se puede… ¿quién lo dice?

Quisiera relatar algunas viñetas que pienso que serán de provecho para seguir avanzando en nuestro tema.

C. tiene 17 años y, como muchas jóvenes de su edad y su época, trae al consultorio sus cuestiones que pasan por la relación con sus padres, con sus pares, el futuro, lo que podríamos llamar la vocación y sus investigaciones personales que no son otras que cuestiones ligadas a su sexualidad.

C. ocasionalmente va al boliche (no le disgusta, pero tampoco —ella refiere— «soy una fanática» del boliche). Lo que sí aparece como novedoso es que, previa mediante, en las últimas ocasiones ella dice que «terminé bailando sobre uno de los parlantes y apretando con una chabona». Lo que a C. le llamó la atención (no se mostró muy afligida por el hecho) es que no le molestó en absoluto esta situación y que, además, se sintió cómoda en la circunstancia vivida y que no tiene ningún inconveniente con lo sucedido. A poco de continuar con esta práctica ocasional, C. trae relatos de episodios, situaciones más o menos parecidas, vividas por algunas amigas-compañeras de la escuela. C. es una joven virgen que no se plantea con ninguna premura la posibilidad de tener su primera experiencia de debut sexual, «todavía no apareció la persona indicada».

V. tiene 38 años y tiene una pareja homosexual estable desde hace aproximadamente 6 años con la que convive desde hace 3 años y con la que están pensando en tener un hijo.

Si bien este caso no se refiere estrictamente a la consigna planteada, lo traigo a consideración por la historia de esta paciente que sigo relatando. V. fue abusada de pequeña hasta los 12 años, aproximadamente, por el marido de su mamá. V. nunca lo mencionó como padrastro, y toda esta situación le produjo un impacto tal que desde el inicio de su vida sexual, a los 15 años, sus experiencias siempre fueron con mujeres y frente a algunos intentos con hombres, ella no se sintió en condiciones de llevar adelante lo que la situación proponía. Según ella plantea: «La relación con la mujer me resulta más llevadera, sé de lo que se trata». Vamos perfilando algo que como psicoanalistas sabemos, pero no está de más seguir aclarando: el caso por caso es lo que nos permite el abordaje de nuestra práctica sin la suposición de una generalización que banalice nuestra escucha y nos lleve por senderos que no son los propuestos por la escucha del caso por caso.

Ultima viñeta y volveremos, para finalizar, con algunas reflexiones que el tema me propone.

M. tiene 16 años; veo a esta joven desde hace 2 años, aproximadamente, y en el período de nuestro trabajo en común, el tema de la iniciación sexual fue ocupando un lugar (a medida que fue avanzando el tratamiento) cada vez más preponderante. M. arma teorías, conjeturas, imagina situaciones. En la escuela donde ella concurre, en otro curso, hay un chico del que M. dice «estar enamorada. No sabés, es muy lindo, me enteré además que toca el bajo en una banda. El mes que viene en el colegio va a haber un festival y me dijeron que va a tocar. ¡Va a estar buenísimo!».

Por supuesto que el muchacho del que M. está enamorada no tiene ni idea de todo este torbellino emocional que él provoca en ella y, como dice la paciente «me muero si él se entera». Sus amigas y algunos amigos le han propuesto estrategias para que «casualmente» ellos se encuentren y puedan empezar a hablar y conocerse y ver «qué onda», pero ella, en ocasiones con buen humor y otras con enojo, resiste toda posibilidad, teme quedar expuesta al rechazo o al desinterés del joven.

M. tiene una amiga con la que comparte muchas horas ya que no sólo van al colegio juntas, sino que, además, siguen en contacto más allá del horario escolar; son lo que podríamos llamar íntimas amigas. En algunos de los momentos en que se han quedado a solas, empezó un juego entre ambas donde casi imperceptiblemente, según M. relata, comenzó un acercamiento que incluyó-incluye todo tipo de caricias y situaciones en extremo íntimas que M. vive con algo de ambivalencia y sin ninguna angustia. Es decir, que para ella, en apariencia, no se trata de una experiencia perturbadora, sino de algo «que se da entre amigas».

Para M., que como ya dijimos, el tema de la iniciación sexual es una cuestión de suma importancia, la experiencia con su amiga no forma parte de dicha iniciación, sino de algo que no roza en absoluto con la cuestión.

Podría ser llamativa esta cuestión, casi se diría que, tal vez, estamos en presencia de una disociación en relación a lo acontecido. Sin embargo, pienso que no es una conducta disociada lo que está en juego, sino una de las formas en que la sexualidad asoma y manifiesta en M. Sexualidad que no sólo es enigmática, es una presencia con otros ropajes, es el modo que una época marca. Porque vale la aclaración, no es que M. suponga que estos juegos son ajenos a la sexualidad, sino que no tienen relación alguna con su iniciación que ella anhela y espera con ansiedad.

Retomando a Vattimo, entonces, lo múltiple del pensamiento posmoderno es la marca de época de la que hablamos. Situaciones, conductas, avatares de lo que algunos autores han llamado Neo-sexualidad y, a mi criterio, no hay tal Neo-sexualidad. Porque no hay cambios en la pulsión es que no pienso en términos de Neo. Ahora bien, lo que si encontramos son cambios en su modo de inscripción y eso depende de la época, de la cultura. Un horizonte cultural en donde, como ya dijimos todo es posible, y se instala al estilo de un imperativo kantiano la obligatoriedad del goce-disfrute, en una voz que dice «Tú Puedes», en síntesis, hay una suposición del disfrute sin ningún tipo de límite o dique. Lo que redunda en nuevas presentaciones de la estructura.

Aclaración: no estoy planteando que haya nuevas estructuras, insisto, nuevas presentaciones de la estructura.

Algunos autores, en este sentido, plantean que la cultura, como imperativo al goce, propicia la desmentida; hay una obligación a gozar, a hacer, dicho de otro modo, hablan dichos autores de un goce no castrado en alusión a lo infinito de lo posible para gozar.

En esta propuesta imperativa aparecen, entonces, algunas de las cuestiones que detallamos en la viñetas precedentes. No es que todas refieran a lo mismo, pero alguna de ellas ponen en juego esto de lo que estamos hablando.

Un pequeño párrafo, acercándonos a la conclusión de estas líneas, con relación a la ligazón madre. Ya harto estudiada, sobre todo en lo que llamamos las patologías del acto y de la bulimia y anorexia, entre otras. Quiero aludir, si se me permite, conjeturalmente, a la posibilidad de un incremento en esta ligazón madre y las consecuencias en el plano de la inscripción de lo pulsional (como señalé más arriba) en los nuevos modos de presentación de la sexualidad; me estoy refiriendo al efecto de inscripción a expensas de lo que llamamos lo alicaído de la función paterna. Lo planteo a modo conjetural ya que la clínica del caso por caso impone la posibilidad de pensar en el avatar que propongo. Desde la presentación freudiana del caso de la joven homosexual, que derivó en la consideración de la problemática de lo que Freud denominó el Agieren, la figura-función del padre de la joven y del padre en términos generales, formó, forma parte de un eje teórico de suma importancia, que en la actualidad se encuentra, como sabemos, en cuestión y cuestionado por lo que llamamos un decaimiento en su propuesta reguladora, con consecuencias en el plano de lo subjetivo y por ende en el de la sexualidad.

Finalizando, en el desarrollo de esta presentación intentamos hacer un recorrido por algunas reflexiones teóricas que nos permitan pensar la clínica desde un lugar que pueda ser trabajado, sin la atadura que implica pensar a la homosexualidad o sus apariciones sólo como una conducta derivada de una estructura perversa, por supuesto que puede o no serlo. Ya Piera Auglanier planteaba algunas de estas cuestiones como ligadas a un aspecto de desafío. Qué cuestión, si no es el desafío, podríamos plantear como típicamente adolescente. Cuánto de lo escuchado, trabajado con pacientes adolescentes circula por este andarivel, recordándonos lo que Freud planteaba en Tres ensayos sobre teoría sexual. Se crece desafiando a la generación precedente y es el territorio de lo íntimo un campo propicio para dicho desafío.

Por último, la dirección planteada en este trabajo va en el sentido de señalar que la sexualidad humana es un hecho de significación.

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Gabriel Trebliner

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