NÚMERO 9 | Septiembre, 2013

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Nuestra Gente

Recordando | Liliana Horne de Ríos

En 1976, Rodolfo D’Alvia, Miguel Siniavsky y Juan Carlos Galand, me ofrecieron ser secretaria de la Escuela. Grace Horne estaba en ese lugar, pero también era directora de la “Escuela Del Sol”; y las dos escuelas crecían y crecían. La secretaría funcionaba en un pequeño lugar que nos había cedido esta generosa Institución y la que nunca nos cobró ni la luz que usábamos. Cierto es que muchos de sus fundadores enviaban sus hijos a esta colegio y era como una gran familia.

En ese lugar, con los bancos chiquitos de los alumnos, se hizo el primer Encuentro de Discusión con las biromes que por muchos años nos donó su inventor, Ladislao Biro.

Linda y querible palabra “Encuentro” sugerida por Tito Maladesky ya que no teníamos lugar de pertenencia y los seminarios se daban en los consultorios de los profesores.

Eran muchos los alumnos recién recibidos de psicólogos y médicos que se inscribían. Ellos hacían cola desde la noche anterior y había que hacer ¡la selección! Nos juntábamos en mi casa hasta las 2 ó 3 de la mañana durante varios días: D’Alvia, Siniavsky, Galand, Muntaabski, Maladesky, Dunayevich… linda época de generoso trabajo.

Cecilia Moise y Betty Korsunsky comenzaron a organizar el Departamento de Graduados; también se reunían en mi casa.

En realidad necesitábamos un lugar, no eran tiempos fáciles.

A partir de 1977, se comenzó a gestionar la Personería Jurídica lograda luego de un complejo trámite. Esto significó un importante crecimiento; ya no cabíamos en la Escuela Del Sol ni en mi casa, había que buscar un lugar… Y Susana Ferrer, socia fundadora, lo tenía. Era la casa de Aldo Ferrer, sólida y deshabitada durante tres años. Imaginen cómo estaba.

Tenía una escalera señorial, estaba llena de hojas secas que caían de esas casitas de vidrio que se hacían en las terrazas para que pase la luz, y éstas estaban rotas. Había que poner la casa en condiciones con el menor gasto posible. Se voltearon paredes, se pusieron sostenes para que no se caigan los techos… y nos mudamos; ahora sí podíamos crecer… Y crecieron los integrantes de Consejo Directivo y crecieron las comisiones. La actividad de la Asociación era tan pujante que hasta se presentaron dos listas.

Conseguimos que vengan a votar muchos socios honorarios y la Escuela siguió con una idea pluralista y la apertura que la caracteriza.

Llevó un tiempo lograr que Aldo Ferrer, por causas familiares, vendiera la casa que logró escriturarse en 1991.

¿Les cuento cómo fue ese período en que nos tuvimos que ir para que en ¡nueve meses! se haga semejante obra? Gracias a la valentía de Luis Córdoba y todo el Consejo Directivo que lo acompañó pudimos pensar cómo organizarnos: ¿a dónde ir? En esta misma cuadra existía un Círculo de Obreros Católicos; conseguimos que nos alquilaran tres enormes espacios donde trasladamos Secretaría, Tesorería y Biblioteca y, los teléfonos de la Asociación. En aquella época era la única forma de estar comunicados. Descubrí que el mate es la llave que abre puertas, conocí vecinos que sigo viendo, tomé mate, y nos permitieron pasar por los techos tres líneas de teléfono.

Durante la construcción, las clases volvieron a dictarse en las casas de los profesores como en los viejos tiempos.

Hoy tenemos un hermoso y cálido lugar, con aulas aireadas y un auditorio para 120 personas. Además, con muy buena onda, como dicen los que pasan y vuelven.

Después de 36 años, en este lugar que amo, agradezco con enorme respeto y admiración por su generosidad a los que tuvieron la valentía, hace 50 años, de fundar esta querida Escuela a la cual estuve ligada afectivamente desde su comienzo.

Y también agradezco a los que confiaron y con los que trabajé muy cerquita: Rodolfo D’Alvia, Juan Carlos Galand, Miguel Siniavsky, Mariano Dunayevich, Marcelo Muntaabski, Alfredo Maladesky, José Fischbein, Eduardo Mandet, Susana Bidolsky, Miguel Ángel Rubinstein, Perla Sawicki, Enrique Ascaso, Perla Albaya, Graciela Bar, Gabriel Dobner, Alicia Levín, y a todos los que siguen dando mucho… y ese “no sé qué” que sigue teniendo la Escuela.

Acerca del autor

Liliana Horne de Ríos

Liliana Horne de Ríos

Comentarios

  1. Qué comentario tan cálido y descriptivo! Como es Liliana, siempre atenta y cordial! Me encantó viajar un poquito a los “viejos tiempos” que me antecedieron en la escuela. Yo también he aprendido a amarla y a sentirme cada vez más perteneciente!

  2. Desde el comité de redacción agradecemos tan cálido comentario. Le transmitiremos a la autora.

  3. Siempre te tengo presenteLiliana y agradezco con tu comentario el haber reavivado tantos recuerdos de estos tiempos de tanto trabajo y tanto amor con el que nos brindamos a la escuela pero como tú, ninguna.
    Un gran abrazo
    Susana

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