NÚMERO 12 | Marzo, 2015

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Síntesis de la Tesis de Maestría en Psicoanálisis: Implicancias subjetivas del uso de redes sociales de Internet | Ana Victoria Garis

Síntesis de la tesis de Maestría en Psicoanálisis, Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG) en convenio con la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), defendida en mayo de 2015. Directora de tesis: Sandra Valdettaro. Codirectora: Isabel Szpigiel. Jurado: Perla Albaya; Patricia Álvarez; Eduardo Mandet.

Tal como se plantea en el paradigmático texto lacaniano La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano la articulación entre la ciencia y el sujeto plantea una cuestión paradojal: la ciencia, por principio, excluye al sujeto. La subjetividad resulta impropia como objeto científico siendo un objeto a eliminar cualquier rastro que se vincule con ella. Actualmente observamos un escenario donde es claro el avance en el campo de la salud mental de técnicas terapéuticas que se atribuyen un linaje científico incompatible con el que podría sostener una praxis que se soporta en la inclusión del sujeto en su seno. En ese panorama emerge una concepción donde la subjetividad funcionaria según los principios de las máquinas, de este modo son la cibernética y la química las ciencias que habilitan proyectos de cura basados en esos preceptos.

Si bien es cierto que en épocas en que se han enfrentado la razón científica y la cuestión humana algo irreductible de la subjetividad retorna de un modo implacable, es legítimo preguntarse por el estatuto del sujeto para el psicoanálisis en esta época donde ciencia, técnica y mercado parecieran reducir cualquier lugar para la aparición de la subjetividad.
Por otra parte, el cruce de palabra, imagen y velocidad que produce el Siglo XX ha sofisticado las comunicaciones y el modo en que el sujeto se relaciona con el mundo. La vida cotidiana está atravesada por ese devenir y podríamos decir que a pesar de su nombre, las nuevas tecnologías son un fenómeno social antes que tecnológico. Así, el ingreso a una “sociedad conexionista” pone en juego algo más que un modo de funcionamiento social, sino que pone en duda un modo de estar en el mundo que tiene una tradición milenaria. Ahora bien ¿cómo superar el asombro y los prejuicios para pasar a pensar la “naturaleza” de las redes sociales y los fenómenos que se producen alrededor de las nuevas tecnologías?

Existe el riesgo de demonizar al medio, de unificar al sujeto de Internet. Por el contrario el desafío de esta investigación consiste en diferenciar la subjetividad de la época de la subjetividad de cada sujeto puesto en juego. Sin embargo la peculiaridad de este estilo de conexión, la mutación de los vínculos interpersonales a través de la mediación del ciberespacio en la época actual, merece ser analizada en el aspecto que toca justamente a la estructuración psíquica del sujeto. La existencia de las redes sociales en Internet modificaron radicalmente los vínculos interpersonales ya que los cuerpos no son el soporte del encuentro e indudablemente esto modifica la cuestión. La esencia de la red es que todo existe de modo contemporáneo y se hace visible cuando se lo convoca. Por lo tanto, si un medio destinado inicialmente a la transmisión de información se convierte en un modo de comunicación privilegiada y un espacio propicio para las relaciones amorosas y amistosas es que hay algo primordial del sujeto puesto allí.

Si bien por el tono de este trabajo y la continua modificación de los aspectos tecnológicos de la sociedad resulta dificultoso arribar a conclusiones acabadas, podemos sin embargo ensayar algunas respuestas. ¿Podemos responder a qué se debe el suceso de una red social como Facebook, así como su creciente presencia tanto en las sesiones analíticas como en la vida cotidiana de los sujetos?

En primer lugar debemos recordar el fenómeno denominado como “mediatización” no es un fenómeno de la modernidad tardía sino un proceso que lleva varios millones de años. Lo que aporta de novedoso Internet se halla en la mutación en las condiciones de acceso de los sujetos a la discursividad mediática, produciendo transformaciones inéditas en las condiciones de circulación (Verón, 2012). En la medida en que el dispositivo de Internet permite a cualquier usuario producir contenidos y teniendo en cuenta que por primera vez éste tiene control del “switch” entre lo público y lo privado, podemos empezar a hacernos la idea de la profundidad de los cambios en curso. Se puede decir que hasta el momento los dos grandes tipos de usos ya estabilizados en Internet son usos de búsqueda y usos relacionales que plantean, respectivamente dos cuestiones cruciales: la relación al conocimiento y la relación al Otro. Por un lado Internet pone en el centro de la escena el inmenso tema de la relación del sujeto con el conocimiento humano y por otro las redes sociales reactivan la pregunta sobre el vínculo social. A partir de aquí podemos señalar algunas cuestiones.

Si pensamos en un sujeto que posee como una de sus características la imposibilidad de ser representado en su totalidad por los significantes que lo instituyen, podemos pensar tal como lo plantea Alemán (2012) que su soledad es radical en la medida que ninguna relación intersubjetiva puede cancelar en forma definitiva ese lugar vacío y excepcional. Este vacío surge como el resultado de la desustancialización del sujeto efectuada en la enseñanza de Lacan cuyo agente principal es el Lenguaje. Dicha operación en el álgebra lacaniana toma la forma de una escritura tachada ($). De allí surge también el carácter excepcional del sujeto quien nunca puede ser representado en su totalidad por ningún significante. Ese lugar vacío está destinado a ser colmado por aquellos significantes que lo representan, lo identifican o lo fijan a determinados ideales según las distintas operaciones, pero siempre de modo fallido. En tanto producto inestable, una marca invisible presta a ocultarse (pero también revelarse) tras diversas formas en enmascaramiento: el significado, el yo, el Ideal, el fantasma. Estas son las respuestas que velan lo propio de la respuesta a la pregunta: ¿Qué soy yo? Así el sujeto es cifrable en un significante vacío que interpela al individuo a transformarse en sujeto tachado dirigiéndole el llamado al Otro de un cierto significante que lo nombre.

Este sujeto sin sustancia es convocado sin embargo a imaginar una posible “completud” a través de distintas estrategias fantasmáticas que tienen como propósito velar ese vacío estructural. Es aquí donde podemos pensar a Facebook como un espacio donde el sujeto se encuentra invitado a mostrarse como un todo “acabado”. Claro que es una invitación que tiende a la frustración ya que de modo inmediato queda sancionada la incompletud del sujeto en el primer desencuentro con el Otro que no “gusta” de él tanto como el sujeto anhela. Por ello lo que promete Facebook en tanto plataforma que permitiría al sujeto “mostrarse tal cual es” y “ser visto” tal como se presenta es irrealizable.

Sin embargo el fenómeno de Facebook da cuenta de que el sujeto sigue creyendo en la posible completud solipcista que se puede reflejar en la pantalla y que desde allí es posible relacionarse de un modo “transparente” con los demás. Pero el sujeto es inconcebible sin su relación al Otro que lo precede lógicamente. En efecto en la enseñanza de Lacan el Otro, el orden simbólico correspondiente a la estructura del lenguaje, siempre precede lógicamente al sujeto. Es necesario destacar que, si bien el sujeto se constituye en el campo del Otro, su modo de emergencia se realiza de manera tal que es imposible que pueda establecer una relación estable y definitiva respecto al Otro. La soledad del sujeto lacaniano es equivalente a su dependencia estructural con respecto al lugar del Otro, con el cual no puede establecer un fundamento ontológico común. Sobre esta base podemos pensar que una de las vertientes del suceso de Facebook se encuentra en que esta red social permite escenificar cuestiones muy caras al sujeto: identidad y relación con el Otro. Podríamos decir entonces que Facebook se presenta como un espacio que promete la unidad identitaria de cada quien, en donde a través de los perfiles los otros pueden acceder al sujeto con la promesa de que conocerse y conocer al Otro es posible, negando brecha ontológica constituida por la ausencia de relación con el Otro. Es decir que Facebook propone un escenario imposible donde es viable la “transparencia” en las relaciones humanas. Decimos imposible ya que toda relación intersubjetiva es una relación entre dos seres hablantes, entre dos sujetos de deseo cuyas identidades de pensamiento se integran en el malentendido de la lengua. De no otra cosa trata la “no relación sexual” que postula Lacan, ese encuentro imposible que causa el deseo y que posibilita el anhelo de un nuevo encuentro y un horizonte siempre a renovar.

Ahora bien Facebook no escapa a las generalidades planteadas en cualquier tipo de vínculo social. Esto es así ya que tenemos por un lado el carácter estrictamente singular del advenimiento del sujeto a la existencia hablante, sexuada y mortal, y por otro, tal como el mismo Lacan lo demuestra, esta singularidad sólo puede volverse inteligible en una lógica colectiva que designa con distintos nombres a lo largo de su enseñanza. Desde el campo del Otro referido siempre al orden simbólico hasta su teoría de los Discursos, se presentan como instancias que exhiben una estructura donde se co-implican en una lógica paradojal elementos tan heterogéneos como los significantes y las pulsiones. Dicha estructura es transindividual porque nunca surge a partir del acto reflexivo de una conciencia sino por el poder constituyente de los significantes Amos, las identificaciones, las instancias superyóicas que asumen una forma colectiva entendida no como un fenómeno cuantitativo sino como la matriz a partir de la cual se construyen los vínculos sociales. Resulta interesante retomar el planteo Alemán (2012) quien considera que el “común” es la imposibilidad de la relación que impone que se responda a dicha imposibilidad con la invención de un suplemento constituido por el vínculo social. Desde esta pendiente, los nombres del común surgen del “no hay”: no hay relación sexual, no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro. Estos tres no hay que hacen de obstáculo a que el común sea idéntico a un todo son el imposible constitutivo que engendran un común siempre sintomático y abierto a las contingencias que intentan realizar alguna respuesta a la “brecha ontológica” (Alemán, 2012:19). Podemos arriesgar entonces que ante estos “no hay”, una tentativa de solución se encuentra en la red social, que funciona en ocasiones a modo de oráculo donde se intenta encontrar respuesta a los enigmas del deseo.

La mirada de los otros

Facebook se estructura a través de la mirada y dependerá de los posicionamientos subjetivos la aparición de los diversos usos. Hallamos aquí vicisitudes que emergen de un instrumento tecnológico impensado para tal fin. En este sentido pareciera haber una tendencia a utilizar al tipo de comunicación propiciada por la red social no como un instrumento para el desarrollo de la comunicación sino un oráculo para dar con la clave “del secreto de lo que soy”.

En la investigación nos hemos acercado a fenómenos propiciados por Facebook donde el sujeto más allá de la hipótesis que tenga sobre su propia imagen, delega esa confirmación al Otro. Esta pregunta representa saber si es plausible de ser deseado, pudiendo encontrar aquí la fórmula del discurso histérico donde el sujeto interpela en un lazo social al significante amo esperando una respuesta sobre su ser.

En los fenómenos relatados en torno a los usos de la red social, hallamos también instancias que se encuentran vinculadas a la constitución subjetiva del yo en tanto fenómeno donde se implica invariablemente a la alteridad, lo cual tiene como modelo el estadio del espejo. Destacamos que este estadio no se concibe sólo como un momento del desarrollo del sujeto sino que representa una estructura permanente de la subjetividad. Por ello se puede tomar a Facebook también como un generador de sucesos vinculados al orden imaginario en el cual el sujeto es permanentemente captado y cautivado por su propia imagen, sin olvidar la dimensión simbólica representada en la figura de la red y de los otros que la sostienen. La inermidad humana aparece una y otra vez ante la necesidad de confirmarse como un sujeto integrado en una imagen que vele fragmentaciones e inconsistencias. Podemos pensar que la pantalla captura al sujeto del mismo modo que el espejo ya que se presenta como algo externo que reclama especial atención porque tiene el valor de integrar y dar sentido a lo fragmentado. Es aquí que podemos destacar el predominio imaginario de ciertos vínculos propiciados por Facebook ya que advertimos fenómenos de identificación narcisista donde el sujeto se encuentra fascinado por la imagen del otro que encarna una posición ideal de completud. Aquí vemos al yo ideal como el sinónimo de imagen especular representando al narcisismo sin fisuras, generando fantasías de eliminación de los otros y a la vez angustia y vergüenza por este sentimiento.

Esto nos lleva a la otra vertiente hallada en el uso de Facebook la cual se vincula a la función del ideal del yo en tanto referente simbólico que regula las identificaciones del yo con las imágenes. Por ello hallamos en las viñetas múltiples cuestiones que nos permiten pensar también a esta red social como espacio donde el sujeto aspira a encontrar aquel lugar simbólico desde donde se ve como susceptible de ser amado, en la medida que satisface las exigencias del ideal. Sin dejar de destacar que ninguna relación con la instancia simbólica del ideal anula el ámbito imaginario.

La clave de la fascinación por la imagen propia que hallamos en algunos casos tiene que ver con su cualidad de ocultar la falta, de hacer de “pantalla” allí donde se abre el enigma del deseo taponando la angustia de la castración. La imagen especular está inscripta en el orden fálico y cumple la misma función que tiene la construcción del fantasma, se presenta como una escena esencialmente visual estructurada en un relato simbólico que fija al sujeto en un lugar particular en relación a un Otro del cual pende. Esta posición determinante de la realidad psíquica es desde la cual se intentará detener la interrogación acerca de la expectativa indefinida del Otro, proponiendo el señuelo de un objeto, que resulta ser el sujeto mismo ofrecido al deseo del Otro. Podemos pensar a Facebook como una gran plataforma donde el sujeto se expone a ser mirado para ser reconocido de determinada manera, intentando colmar fantásticamente la expectativa del Otro.

Aquí aparece la cuestión de la mirada en tanto que ésta ya no se encuentra del lado del sujeto: es la mirada del Otro. Así, cuando el sujeto mira un objeto, éste está siempre ya devolviéndole la mirada, pero desde un punto en el cual el sujeto no puede verlo. Por lo tanto podríamos arriesgar que la mirada surge y se consuma en Facebook como acto a partir de una imagen que viene de la red social hacia el sujeto. Como un destello que mira al sujeto desde afuera, que en ocasiones enceguece al yo -supuesto “emperador” de Facebook – pero despierta movimientos inconscientes. Los fenómenos relatados en las viñetas ponen de manifiesto que no hay juntura entre el yo y el sujeto, que son líneas asintóticas que parecen juntarse en su recorrido pero que nunca llegan a tocarse. Cuando aparece el sujeto en tanto efecto del inconsciente, el yo tambalea. Por ello cada vez que alguien habla desde el yo en los perfiles, desconoce estructuralmente esa verdad que lo habita y que queda obturada por medio de la identificación en la imagen.

Por otra parte, la promesa de “comunicación total” que propone la red nos habla de la necesidad del sujeto de apuntar a una plenitud manteniendo la ilusión de que el re-encuentro del objeto añorado sería posible. Esto toda vez que pensemos al objeto desde el psicoanálisis, el cual es concebido como perdido desde el inicio, y que es el que habita el ser como un enigma innombrable, como vacío estructural, siendo a la vez la causa del movimiento deseante montado en palabras, imágenes, expectativas de amor, odios y equívocos. De este modo Facebook propone espacios imaginarios que se pueblan de representaciones simbólicas y que ocultan lo real descarnado y absoluto que acecha para retornar en forma siniestra denunciando que no todo puede ser simbolizado ni comprendido.

Vale resaltar por último que las particularidades halladas si bien responden a cierto malestar de la época, no deben tomarse como un fenómeno sin precedentes ya que la cultura ha ofrecido desde siempre objetos con los cuales soportar el vacío de lo real y el malestar que ella misma genera. Dado que la esencia del ser es la falta, lejos de ser incompatible con la subjetividad, es lo que permite su emergencia. Esa misma falta que marca la precariedad, constituye al sujeto en deseante y abierto a la creación y al vínculo social, aunque también lo ilusiona con llegar a colmar el vacío. Así en la relación con los Otros, la falta de complementariedad sexual es inexorable como el malestar en la cultura, el enigma sobre “¿Qué me quiere?” del sujeto es formulado a las figuras parentales y a la soledad del “sí mismo” hasta chocar con que no existe solución a la inquietud ni respuesta dada de antemano a ese intervalo significante entre la nada y la muerte que constituye la vida del sujeto. Es aquí que postulamos que Facebook visibiliza la parte del malestar actual que se relaciona con el redoble de la falta en tanto existe una promesa de colmarla lo cual genera la constante desilusión de comprobar que esto no es posible. Aunque prometa el vínculo y respuestas, la red social termina dado cuenta de que no hay goce del Otro, que los Otros no poseen nada que oriente al sujeto en el camino hacia la imposible completud.

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Ana Victoria Garis

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