Curso Superior de Psicosomática Psicoanalítica Teoría – Clínica – Técnica Coordinadora: Dra. Lydia G. Storti

Hace algunos años, el Dr..R Dalvia me invitó a continuar con la coordinación del Curso Superior de Psicosomática Psicoanalítica. Desde entonces, cada ciclo lectivo ha sido una experiencia transformadora. Acompañar la formación de analistas provenientes de distintas latitudes —del tras-país, con sus múltiples culturas y miradas— ha dado lugar a una práctica docente que no deja de sorprenderme, y que invita a revisar, año tras año, nuestra escucha clínica y nuestro posicionamiento teórico.

Este espacio de formación se sostiene en un eje fundamental: la clínica como punto de partida. Desde allí, se abren nuevas articulaciones conceptuales que encuentran su anclaje en los fundamentos metapsicológicos de Freud. La psicosomática, en este marco, no se reduce al estudio de síntomas corporales aislados, sino que se entiende como una vía para pensar los modos de funcionamiento psíquico, en función de una dominancia estructural —ya sea neurótica o restitutiva. La vulnerabilidad psicosomática y la calidad de vida como un modo de prevención. 

No concebimos al sujeto desde una estructura cerrada o fija. Muy por el contrario: el aparato psíquico está abierto a lo real, y su organización es, por definición, compleja y fronteriza. Coexisten en él formas de funcionamiento que pueden alternar o superponerse, según la historia del trauma, los duelos no elaborados, las injurias narcisistas vividas. Estas marcas, que actúan como verdaderas “bombas”, producen tanto somatizaciones como desorganizaciones en el plano del narcisismo.

Cada vez con mayor frecuencia, los analistas recibimos en el consultorio a sujetos derivados por médicos especialistas. Consultan por afecciones orgánicas —cáncer, enfermedades autoinmunes, úlceras— o por dolencias más difusas —raquialgias, jaquecas, estados de fatiga crónica, depresiones, apatía o stress sostenido—. Más allá de la diversidad clínica, encontramos un común denominador: el sufrimiento, en sus múltiples formas. Sufrimiento físico o psíquico, siempre atravesado por una dimensión subjetiva que exige ser escuchada. Y ese dolor, en tanto “auto-informante”, nos habla del intento del sujeto por reorganizar su entorno y su propia economía libidinal.

En este sentido, los trastornos psicosomáticos no respetan edades. Pueden irrumpir en la infancia, en la adolescencia o en la adultez. Siempre implican un movimiento que toca de lleno el sentimiento del sí-mismo, y con ello, una herida narcisista. ¿Cómo intervenir entonces como analistas?

Aquí se abre el campo a la creatividad clínica. Lejos de aplicar fórmulas técnicas rígidas, el abordaje de estas patologías —que suelen alojar aspectos deficitarios del aparato psíquico— requiere de una intervención flexible y empática. El encuadre, la transferencia, contratransfrerencia,las construcciones, y la interpretación: todos son los instrumentos de nuestra clínica que  adaptamos al sufrimiento particular de cada sujeto. La contención, el holding y la comprensión empática se vuelven ejes esenciales para acompañar el proceso de integración psíquica.

Para finalizar, la integración psicosomática es un trabajo de metabolización emocional y  simbólica representacional Un trabajo que comienza“con el primer sorbo de leche, en el encuentro con el otro humano”, y que continúa a lo largo de toda la vida, en el entretejido de afectos, sentimientos  y pensamientos que dan forma al acontecer psíquico.

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