Impacto subjetivo del confinamiento

Area Pensando desde Winnicott (Presentación en la mesa de intercambio de la Jornada de Interáreas de AEAPG, 2020)

 

Impacto subjetivo del confinamiento

 

Lic. Fabián Actis Caporale,

Lic. Marita Auruccio,

Lic. Nora Cassinelli,

Lic. Federico D´Onofrio.

En principio quisiéramos resaltar el valor de estos encuentros para compartir las diferentes perspectivas de las Áreas en un mundo actual complejo y conmocionante al que abordaremos centrándonos en la pandemia y en el confinamiento que atravesamos.

Algunos problemas

 De la experiencia clínica durante este tiempo, quisiéramos abordar algunas  dificultades con que la nueva situación nos confronta. Una de las que insiste es la de los padres y niños, su cotidianeidad y actividad escolar. En la prepandemia, los padres para desarrollar su trabajo, solían delegar en otros —abuelos, niñeras, tíos y escuela— gran parte de la cotidianeidad de sus hijos. Esta dinámica evidentemente cambió y las familias no cuentan ya con estos recursos. El cambio generó en algunos una oportunidad de mejorar la vinculación. Y en otros, cierta impulsividad que —lejos de establecer una pausa reflexiva para resolver las tensiones— incrementó la ansiedad y variados reclamos dirigidos, por ejemplo, hacia la escuela. También nos encontramos con que una frágil asimetría generacional dejó paso a la simetría entre padres e hijos. Simetría  relacional producto de la fragilidad yoica de los padres quienes, con  severas dificultades en el modo de acompañar a sus hijos, a veces tampoco logran la winnicottiana sobrevivencia a la agresividad de los mismos.

Asimismo, en los adultos, las nuevas condiciones laborales pueden redundar tanto en una sobrecarga como en situaciones de angustia por el riesgo de pérdida del trabajo.

También se ven alterados eventos tales como los nacimientos, fallecimientos y  ritos de duelo de los familiares. A esto se agrega la ralentización general que impacta en la urgencia vital de los adolescentes con el consiguiente acotamiento de su actividad exploratoria.

Muchos frentes y estos, desde luego, son sólo algunos. Y muchas, las incertidumbres.

¿Cuáles interrogantes nos pueden ayudar?

Inicialmente, se trata entonces de registrar el impacto anonadante de la pandemia. De lograr acceder a vivenciar la indefensión y el desamparo en que nos sume. E intentar que las tendencias a la reacción, winnicottianamente  entendida como falta de elaboración creativa frente a la “insultante” realidad, no ocupen el centro de la escena. Que los aspectos negadores y depresivos puedan lentamente ser conjurados mediante el sostenimiento terapéutico y el pensamiento. Se trata sobre todo de no minimizar la dimensión del problema con que nos enfrentamos. Por tanto, ¿cuáles son y serán los efectos subjetivos y sociales de la pandemia? Y, ¿cuáles son las diferentes situaciones afectivas, vitales y sociales en las que ella nos encuentra? ¿Cuáles los distintos posicionamientos para narrarla? ¿La podremos concebir como traumatismo y que, entonces —a pesar del daño— sea posible una restauración del orden previo? ¿O como acontecimiento que por tanto daría lugar a reglas y pautas nuevas? ¿O tal vez como una catástrofe que generaría sustracción del ser, sin dar lugar a lógicas nuevas que desarrollarían sólo un vacío representacional?

Ante la sorpresiva irrupción de un virus invisible y desconocido, ¿cuáles son los núcleos patológicos que un medioambiente —hostil en este punto— puede llegar a desencadenar? ¿Y de qué manera podremos rastrear antecedentes en los registros subjetivos e históricos que nos posibiliten iniciar la construcción de una historia significativa, un relato con cierta unidad? ¿Serán la poliomielitis y tal vez alguna época caracterizada por el terror de Estado algunas de las situaciones en las que el aislamiento campeó en nuestra sociedad? ¿Cuál es el lugar que ocupa la transmisión generacional ante estas? ¿La sensación de opresión y el condicionamiento extremo de los movimientos corporales y de los intercambios sociales ligados al contacto físico serán el precio a pagar por vivir en comunidades con cercanía corporal? ¿Y cómo considerar a las diferentes medidas de los gobiernos para enfrentar la pandemia? Tal vez puedan ser vivenciadas como arbitrarias y conllevar sentimientos de injusticia, impotencia y conducir a acciones de rebeldía riesgosas. Inversamente, si se vivencian como cuidado, ¿se podrán considerar como protección ante un peligro?

Sin duda debemos ser muy cuidadosos en su consideración porque se trata de situaciones  abarcativas, riesgosas, súbitas y extensas en el tiempo que ponen en juego nuestra supervivencia biológica y equilibrio psíquico.

Nuestra práctica y nuestra teoría

En la práctica analítica así como antes el paciente venía a nuestro consultorio, ahora nosotros llegamos hasta la propia intimidad de sus hogares, recurriendo a veces a la creatividad del paciente para poder tener la sesión. Reemplazamos nuestro consultorios por una construcción producto de la articulación de espacios físicos diversos —hogares, automóviles, la mediación de dispositivos electrónicos y plataformas con sus inestabilidades—. Por otro lado, desde el trabajo en el Área, contamos con las nociones y la práctica winnicottiana que nos amparan y constituyen nuestro equipaje analítico. En ese sentido consideramos que la noción de marco, en tanto encuadre internalizado, resulta valioso para esta travesía. El marco —basado en la disponibilidad y plasticidad del terapeuta— presentifica la ética analítica en tanto hacernos eco del sufrimiento de quienes nos consultan. Alude a que juntos —paciente y analista— habitemos un ámbito común en el que hacer experiencia. Experiencia en tanto tránsito por una situación de peligro que implica una búsqueda y una mutua transformación subjetiva. Experiencia en tanto logro a alcanzar, en tanto construcción psíquica de la presencia de una conflictividad interna que dé lugar a la creación de un “entre”. A un espacio de juego “entre” lo conocido y lo desconocido, “entre” el caos y el orden, “entre” aquel que nos consulta y aquellos que apostamos a la responsabilidad de dar continuidad a la travesía. Al hablar del marco, recordamos que no se trata solo del sillón, del diván y de los muros, sino del tono de voz, del gesto y la “presencia” que denota una mirada esperanzada. Rescatamos así el saber que aún contamos mediante la tecnología a distancia con aquello que puede ir dando paso a la creatividad y al deslizamiento metafórico en busca de la continuidad representacional y, por tanto, de la vida psíquica. Apostando —en aquellos casos que sea necesario— a sostener las regresiones que posibiliten posteriores integraciones. Y dejándonos guiar por nuestros pacientes, por las resonancias de sus vivencias en nuestro  inconsciente. Y también por las elaboraciones conjuntas en nuestros espacios institucionales que nos sostienen en los duros y a la vez placenteros avatares de nuestra práctica.

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