NÚMERO 32 | Octubre 2025

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Crónica del Congreso Flappsip 2025. Lima, Perú. “Eros, Alteridad y Creatividad en Tiempos de Asombro”. Un paseo por el Congreso | Adriana Cabuli

Hace 10 años, en el año 2015, como integrante del comité editor de la Revista Digital, tuve el privilegio de realizar la crónica del Congreso Flappsip, que también se realizó en Lima. Era el Congreso número VIII. Eran otros tiempos y las características del evento eran diferentes. Dicho escrito fue publicado en el número 12 de la Revista. 

Diez años después, como Directora de la Revista, me propuse volver a realizar una crónica de un Congreso, el número XIII, que nuevamente transcurrió en Lima.  Este último Congreso creció en número de participantes latinoamericanos, y también en ponencias y presentación de actividades. El número de integrantes de la AEAPG que concurrió fue numeroso, habiendo sido convocados para Mesas Plenarias, Mesas Paralelas, Presentación de Talleres y Trabajos Libres. 

La organización de nuestra ida al congreso fue impecable. Fue realizada por nuestras delegadas de la AEAPG: Mónica Favelukes, quien también fue convocada como Panelista, y Silvia Schlafman quien integró una Mesa Paralela, como representante de la Asociación. 

Nora Rabinovich fue invitada a participar como Panelista, además de ser la responsable del Concurso Jorge Rosa, que consiste en la presentación de trabajos de alumnos que cursan diferentes carreras en las diferentes instituciones de la Federación. 

Se presentó la sección Investigación en Psicoanálisis dirigida por Marta De Giusti, acompañada por Marisa Federici, que convocó a diversos analistas que mostraron la tarea de investigación que se viene realizando desde hace varios años. 

Una actividad recreativa que transcurrió durante el evento, fue la obra de teatro denominada “El Último Cumpleaños de Freud”,  ambientada en Londres, e interpretada por queridos colegas con los que a lo largo de los años nos encontramos en los diferentes Congresos Flappsip. La actividad fue de un excelente nivel. Como público, los que participamos nos sentíamos presentes en ese jardín junto con Freud, Ana, y sus  amigos y contemporáneos de esa época, en las afueras de Londres en su exilio reciente. 

Fueron convocados a diferentes Mesas Paralelas, representando a la Asociación: 

Gloria Abadi 

Adriana Cabuli 

Silvina Ferreira Dos Santos 

Elsa Hecht 

Norberto LLoves 

Silvia Schlafman 

Numerosos colegas de la AEAPG presentaron trabajos libres y talleres y también la producción de sus libros que se difundieron entre colegas de otras latitudes. 

Fue un excelente Congreso con gran cantidad de concurrentes y de expositores, que nos permitió conocer y compartir el pensamiento latinoamericano de hoy. La Federación está compuesta por instituciones de diferentes países Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay. 

Algunos colegas de dichas instituciones fueron convocados para escribir en nuestra Revista, en este número y en los del año 2024: Lorena Biasson, Jorge Cantis, Luis Correa, Alicia Leone, Liliana Messina, Marcela Ramirez, Dunia Samame .

Todo esto fue acompañado de un clima afectivo y festivo que coronó la participación de todos y que generó la integración de los colegas que nunca habían participado en Flappsip, con el entusiasmo y la promesa de volver a nuclearnos en 2027 en San Pablo. 

La deliciosa gastronomía peruana estuvo presente a lo largo de todo el congreso, y en las reuniones recreativas, necesarias siempre para disfrutar de las largas jornadas de trabajo. 

Los temas giraron alrededor de cuestiones epocales y el psicoanálisis, como la posibilidad de restaurar los daños que la época promueve: ruptura de lazo social, dificultad para los vínculos, digitalización de la vida, predominancia del malestar en la vida de las poblaciones, sufrimiento de las infancias, disminución del pensamiento crítico, racismo.  

Participaron con un alto nivel en las ponencias diferentes miembros de nuestra Asociación 

Gloria Abadi, Fabian Actis Caporale, María Laura Arisnabarreta, Roxana Boso, Vanesa Bruni, Inés Burghi, Adriana Cabuli, Marta De Giusti, Monica Favelukes, Marisa Federici, Silvina Ferreira Dos Santos, Ileana Fischer, Elsa Hecht, Norberto LLoves, Veronica Luftman, Susana Mindez, Gabriela Nelli, Alejandra Pujol, Nora Rabinovich, Carina Rudinstein, Silvia Schlafman. 

Esperamos con ansias el próximo Congreso, y deseamos que cada vez más integrantes de la Asociación se sumen a compartir la valiosa experiencia. 

Adriana Cabuli 

Directora Editorial de la Revista Digital 

2025 

Acerca del autor

ACabuli

Adriana Cabuli

NÚMERO 32 | Octubre 2025

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Introducción al Número 32 «Escritura y Transmisión» | Adriana Cabuli

Cuando la humanidad pasó a organizarse en sociedades y desarrolló la cultura, se hizo necesario perpetuar el conocimiento adquirido. La memoria oral ya no era capaz de preservar todo lo que se sabía. Fue la creación de la escritura, hace más de 5000 años lo que nos permitió conocer nuestro pasado. La escritura y la lectura fueron durante mucho tiempo, un privilegio para pocos. Hoy tenemos acceso al conocimiento, a la transmisión de las ideas, experiencias, sentires. La palabra escrita es nuestra herramienta. El equipo que integra el comité editor ha trabajado arduamente y con plena satisfacción hemos logrado sumar entre el número 31 de la revista digital y este, el número 32, más de 90 analistas e integrantes de la cultura que nos han honrado con transmitir sus experiencias con trabajos de excelente calidad. Autores de habla hispana, argentinos y latinoamericanos de diferentes latitudes.

La revista está ilustrada por el artista Julián Pardo, quién por pedido nuestro, brindó su arte desplegando el tema que nos convoca.

Invito a todos aquellos que deseen enriquecer su saber sobre el arte de escribir y su relación con la tranmisión del psicoanálisis, a leer este número y revisar el anterior.

Lic. Adriana Cabuli

Directora de la Revista Digital 2025

Acerca del autor

ACabuli

Adriana Cabuli

NÚMERO 32 | Octubre 2025

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El paciente-escritor / O paciente -escritor | Paula Signorelli¹ ² ³

Trabajo presentado en el XIII Congreso de FLAPPSIP "Eros, alteridad y creatividaden tiempos de asombro. El Pulso actual del psicoanálisis", octubre de 2025, Lima, Perú, por una colega brasilera.  El artículo investiga los vínculos entre el psicoanálisis y la literatura, desde sus gestos inaugurales hasta sus repercusiones en lo contemporáneo. Desde muy pronto, la escritura se ha mostrado más que un registro: se ha vuelto un método, invención y otra vía de elaboración subjetiva. Los relatos oníricos se acercaron a la ficción, y el "relato del analizado" trajo a la escena la voz de aquel que escribe su propio análisis. En ese horizonte, Georges Perec surge como paradigma del paciente-escritor: en La escena de una estratagema, su escritura reescribe la ausencia y el trauma, vacilando entre el silencio y la memoria, y transformando lo indecible en narrativa literaria. O artigo investiga os vínculos entre psicanálise e literatura, desde seus gestos inaugurais até suas repercussões no contemporâneo. Desde cedo, a escrita mostrou-se mais que registro: tornou-se método, invenção e uma outra via elaboração subjetiva. Os relatos clínicos se aproximaram da ficção, e o relato do analisando” trouxe à cena a voz daquele que escreve sua própria análise. Nesse horizonte, Georges Perec surge como paradigma do paciente-escritor: em A cena de um estratagema, sua escrita reinscreve ausência e trauma, vacilando entre silêncio e memória, e transformando o indizível em narrativa literária.

(En español)

En El delirio y los sueños en la Gradiva, Freud (1907/2015) afirma que los escritores ocupan un lugar singular en el conocimiento del alma, saben “cosas del cielo y de la tierra” que la filosofía no se atrevió a soñar, y que la ciencia permanece incapaz de nombrar. Reconoce, no sin cierto deslumbramiento, que la literatura traspasó esas fronteras a través del lenguaje, creando imágenes y narrativas capaces de dar forma al deseo, la fantasía y el trauma, aquello que su teoría apenas comenzaba a nombrar y elaborar.

Para él, tanto los sueños como las creaciones literarias constituyen una vía para la expresión indirecta de deseos y conflictos inconscientes⁴, haciendo posibles formas de simbolización que no siempre encuentran lugar en el discurso del sujeto.  Al explorar metáforas, ambigüedades y tensiones estructurales, la literatura funciona como un verdadero laboratorio del lenguaje, un espacio en el que tanto el escritor como su lector pueden experimentar, imaginar, sentir y reflexionar sobre aquello que se dice.

Desde sus orígenes, el psicoanálisis se inventa en una interlocución con diferentes tradiciones literarias que le proporcionan imágenes, tramas y recursos del lenguaje⁵. La invención, en este sentido, no es sólo creación, sino también descubrimiento: encontrar en el territorio de la literatura aquello que no tenía nombre e inscribir en el campo psicoanalítico aquello que ya latía en la poesía, en la ficción, en la fabulación. Fantasía, deseo e inconsciente son palabras que, antes de convertirse en conceptos psicoanalíticos, ya habitaban la literatura y fueron reinscritas en el campo del psicoanálisis, sin perder la resonancia literaria que les dio origen.

En Freud, la literatura se insinúa en múltiples registros, como un hilo que atraviesa y entreteje diversas experiencias: en el estilo, que confiere a su escritura y a la construcción de sus casos clínicos una cadencia narrativa literaria; en la invención de su método, que encuentra en la libertad creadora de los poetas la matriz de la asociación libre⁶; y en la formulación de conceptos, muchos de ellos recogidos en los márgenes de la poesía y la ficción. El psicoanálisis nace, así, como una escritura en travesía.

En el presente, los acercamientos entre la literatura y el psicoanálisis siguen actualizándose, atestiguando la fuerza de su incidencia en el campo analítico. Este movimiento se produce en un contexto en el que el psicoanálisis, más allá de su espacio estrictamente clínico e institucional, también ha adquirido mayor presencia en el discurso social y cultural. La popularización de términos como inconsciente, pulsión, fantasía o trauma revela no solo la difusión de las ideas freudianas, sino también su inserción en el imaginario colectivo, en diálogo con la literatura, el cine, la filosofía y las artes. Lejos de cualquier intento de sistematización, se trata aquí de seguir algunos gestos de esta interlocución, concebidos como movimientos que se cruzan, se superponen y resuenan entre sí.

Un primer gesto se remonta a la forma en que Freud recurrió a la literatura desde los inicios del psicoanálisis: fuera para apoyar la formulación de conceptos o para encontrar imágenes capaces de dar cuerpo a lo que aún no tenía nombre. Este gesto inaugural sigue reverberando en el campo psicoanalítico, donde la literatura, así como otros lenguajes artísticos⁷, constituyen un material privilegiado para pensar las formas de construcción del lenguaje en su relación con la experiencia humana, ya sea descriptiva o subjetiva, poética o ficcional. Además, cabe recordar que en las últimas décadas, el campo literario ha ampliado el horizonte epistémico que contempla, en el sentido de reparar exclusiones históricas. Al incorporar perspectivas procedentes de las experiencias negras, indígenas, feministas y decoloniales, estas obras señalan una apertura del campo de las artes a otras formas de conocimiento, interpelando el discurso psicoanalítico y exigiendo de él nuevas lecturas ante los debates contemporáneos sobre raza, género y colonialidad⁸.

Si en ese primer movimiento la literatura nutría e instigaba al psicoanálisis, hay también un segundo gesto, que nos reconduce a su invención: más específicamente a la constitución de la escritura freudiana, que ya se insinuaba no sólo como lugar de formulación conceptual, sino también como espacio de elaboración subjetiva de quien escribe. Este gesto puede ser considerado constitutivo del método psicoanalítico, ya que hace resonar en la palabra escrita la propia experiencia clínica. En este sentido, la obra inaugural del psicoanálisis, La interpretación de los sueños (1900), ampliamente considerada como su autoanálisis, se revela como una experiencia histórica fundamental del acercamiento del psicoanálisis al lenguaje literario.

Freud compuso dicho libro como quien escribe literatura, imprimiendo un estilo narrativo singular al elaborar la trama conceptual a partir de sus propias vivencias. Al afirmar que el sueño sería la “vía real” de acceso al inconsciente, transformó sus experiencias oníricas en un verdadero laboratorio del lenguaje, haciendo de la escritura su método. A partir de entonces, al distanciarse de la narrativa médica de su época, centrada en la descripción de la enfermedad, el discurso freudiano pasó a orientarse hacia el sujeto y los impasses que lo atraviesan. Como observa Birman (2019, p. 183), a partir de esa obra, las narrativas clínicas de Freud comenzaron a leerse más como novelas que como monografías científicas — hecho reiterado por el propio autor cuando, en 1905, publicó su primer caso clínico, Fragmentos de un análisis de un caso de histeria, que se conocería como el Caso Dora.

Los relatos clínicos de Freud pasaron a organizarse mediante la narración de los acontecimientos y los síntomas de sus pacientes, articulados a la elucidación de la trama fantasmática que los estructuraba, abarcando tanto progresos como impasses y límites de la técnica psicoanalítica. En este recorrido, llegó a bautizar algunos de sus casos con los fantasmas de sus analizados — El hombre de las ratas y El hombre de los lobos —, convirtiendo experiencias singulares en registros de carácter literario sobre las construcciones psíquicas y ficticias de los sujetos analizados (BIRMAN, 2019, p. 121). La escritura freudiana se reveló, así, como un punto de encuentro entre la narración y la interpretación, dimensión constitutiva de la experiencia analítica, fundada en la relación del analizado con su universo fantasmático, lo que evidencia la proximidad entre el discurso clínico y la expresión literaria (BIRMAN, 2019, p. 183).

En la tradición psicoanalítica, los relatos de casos recibieron distintas denominaciones. Freud hablaba de historia clínica o fragmentos del análisis, subrayando tanto la herencia médica cuanto el carácter parcial de lo que se escribe; posteriormente, la noción de narrativa clínica pasó a acentuar la dimensión construida del caso, mientras que expresiones como viñeta o presentación de caso se hicieron habituales en contextos de enseñanza y supervisión. Autores contemporáneos añadieron términos como escritura clínica o construcción de caso, que resaltan el lugar del analista y la impronta de su subjetividad en la elaboración del relato.

En esta misma línea, y en sintonía con la mayor presencia del psicoanálisis en el imaginario cultural, la literatura, al dar forma a la experiencia subjetiva y a los límites de la simbolización, resuena también como una vía complementaria de elaboración. Se afirma como campo autónomo de producción subjetiva y como destino pulsional, en la acepción freudiana de la sublimación como modo de satisfacción pulsional en dirección a creaciones culturales (FREUD, 1905/2016; 1915/2010), permitiendo al sujeto-autor reencontrar y elaborar su historia, sus dilemas y su deseo. No es casualidad que formas literarias como la autoficción, que en las últimas décadas han vuelto a ocupar un lugar destacado⁹, ejemplifiquen este movimiento en el que la vida y la escritura se entrelazan como ejercicio de elaboración. En este sentido, el psicoanálisis y la literatura se aproximan no porque coincidan, sino porque comparten el gesto de transformar la experiencia en narrativa. Desde esta perspectiva, se inscriben varias tradiciones, como la literatura de duelo, la literatura testimonial y también los ensayos biográficos y las autoficciones.

Si, por una parte, la escritura freudiana inauguró una forma de narrarse a partir del análisis y, por la otra, la autoficción dio forma literaria al entrelazamiento de la vida y la ficción, existe aún otro gesto, menos conocido: el relato del analizado¹⁰. Se trata de textos en los que el propio sujeto escribe en primera persona el recorrido de su análisis, no para demostrar teorías o enseñar técnicas, sino para elaborar su experiencia singular. En estos relatos, la palabra se inscribe en la tensión entre memoria, invención y deseo, dejando entrever algo del proceso analítico que difícilmente se alcanza por otros medios — un campo aún poco explorado, pero que puede revelar mucho sobre las formas de narrar y de narrarse en análisis¹¹.

A diferencia del caso clínico tradicional, que organiza la experiencia a partir de la escucha y la escritura del analista, el relato del analizando parte de otra posición de enunciación: la de aquel que busca inscribir el recorrido y los restos de su propio análisis, desde el encuentro con el analista hasta la vivencia del dispositivo en la posición de quien se acostaba en el diván. Mientras el relato clínico supone recortes e interpretaciones del material, orientados a elucidar movimientos transferenciales o a sustentar formulaciones conceptuales, el relato del analizando ofrece al psicoanálisis una vía singular de reflexión sobre sus límites y posibilidades. Desde esta perspectiva, el análisis se revela desde dentro, permitiendo vislumbrar la experiencia subjetiva del tiempo, el espacio, los rituales y los silencios que configuran la escena analítica.

Un ejemplo paradigmático de este tipo de escritura es La scène de lestratagème, del francés Georges Perec¹². Escritor de profesión, Perec aborda con rara sensibilidad su experiencia de análisis en el consultorio de Jean-Bertrand Pontalis. Su escritura vacila entre el deseo de traducir el proceso en su concretitud y la conciencia de que siempre queda algo indecible. Por eso, se fija inicialmente en el espacio del consultorio, en el tiempo de las sesiones, en los silencios, gestos y rituales que estructuraban el discurso, como si en ellos pudiera vislumbrar lo indecible que se escapa. 

La trayectoria de Perec, marcada por el trauma de la Shoah y la pérdida prematura de sus padres, permea toda su producción literaria. Nacido en 1936, en una familia judía polaca, Perec elaboró en sus escritos el duelo y la ausencia que marcaron su historia personal. Como miembro de OuLiPo, grupo dedicado a reinventar la literatura mediante restricciones formales, desarrolló un modo singular de creación, indisociable de su experiencia de pérdida y memoria. Un ejemplo célebre es La Disparition (La desaparición), novela en la que toda la trama ficticia se construye prescindiendo del uso de la vocal “e”, obra que Pontalis interpretó como una alusión a la madre y al padre desaparecidos (La letra “e” es la vocal principal de la lengua francesa, así como la única presente en las palabras mère y père, “madre” y “padre”, respectivamente), al silencio de la historia y al trauma indescifrable que resiste a la representación plena. A partir de este gesto, se puede pensar en la escritura como un acto de llenar los vacíos de la memoria, dar forma al vacío y transfigurar lo irrepresentable en invención literaria. 

Tras un intento de suicidio, Perec buscó el análisis con Pontalis y, al final del proceso, se sintió «asaltado» por el deseo de escribir sobre la experiencia. El proceso de escritura se prolongó durante meses, entre borradores inacabados que parecían resonar las sesiones amorfas de la clínica. Perec comparaba el techo blanco y enmohecido del consultorio con la hoja en blanco a la espera de palabras que llenaran el vacío sin diluir la verdad de la experiencia. Se cuestionaba a sí mismo sobre el sentido y el destino de ese escrito —dudas que ilustran la dificultad de trasladar la experiencia subjetiva del análisis al lenguaje. Ante la imposibilidad de hablar de sí mismo sin reservas, de pensar su historia sin resistirse a los afectos, de experimentar la irracionalidad de sus sueños, el paciente, descrito por su analista como un “incansable investigador de los vestigios de la ausencia”, parecía presagiar que escribir era también su síntoma -nombrado por él, de manera aguda, como “estratagema”.

            En el texto, Perec afirma haber contado innumerables veces sus mismas historias, haciendo malabares verbales, agotando una por una todas las combinaciones posibles, creyendo que algún día podría llegar a la imagen que estaba buscando. Durante su análisis, temió perder la memoria, comenzó a anotar obsesivamente todo lo que hacía, archivaba y catalogaba objetos que comprobaban su existencia, componiendo así una especie de diario invertido, hecho no de confidencias íntimas, sino de registros objetivos de su existencia. Ese fue el ritmo del análisis: lento, repetitivo, hecho de rastros y acumulaciones.

            Para contar el desenlace de su análisis, Perec evoca el instante en que las barreras que lo resguardaban se derrumbaron: la escritura como caparazón, los recuerdos endurecidos y las racionalizaciones protectoras se deshicieron, abriendo una grieta por donde algo hasta entonces indecible pudo emerger. No era un contenido para ser relatado, sino una experiencia que se grabó como una marca y se perpetuó en su escritura. Este acontecimiento, repentino y sorprendente, hizo posible que, por primera vez, sus palabras se encontraran con él mismo y también con su analista.

            Esta dificultad para trasponer a la escritura la experiencia del análisis toca aspectos comunes a muchas vivencias clínicas: los tiempos muertos, las palabras vacías, las sesiones amorfas, los movimientos repentinos que desafían la linealidad. Frente a la catástrofe psíquica, podemos pensar que el dilema vivido por Perec entre el decir y el escribir revela la tensión inherente tanto al proceso analítico como a la creación literaria, mostrando cómo ambos lidian con la fragilidad y la resistencia del sujeto frente al deseo y al inconsciente.

            El texto de Perec es paradigmático para una discusión sobre los límites del lenguaje en los procesos de elaboración, ya sea por el análisis o por la escritura, justamente porque parte de alguien cuyo oficio era la escritura, es decir, un sujeto acostumbrado a manejar y controlar las palabras. En el análisis, esta familiaridad se convierte en un obstáculo: el deseo de dominar el proceso a través del discurso no produce nada, y recién cuando las defensas se disuelven irrumpe la experiencia y la palabra encuentra su verdadero efecto.

            Lo que se evidencia es que la escritura, cuando es atravesada por una experiencia de análisis, no se limita a registrar una experiencia ya vivida, sino que, aunque sea a posteriori, puede convertirse en parte del propio proceso de elaboración, ofreciendo al psicoanálisis una vía suplementaria para pensar los impasses del sujeto ante lo indecible. Deja de ser accesorio de la experiencia analítica para convertirse en una forma de prolongar su incesante búsqueda de sentido, de reescribir sus vacíos. Una vía diferente, no menos inventiva ni menos transformadora.

(En portugués)

Em O Delírio e os sonhos na Gradiva, Freud (1907/2015) afirma que os escritores ocupam um lugar singular no conhecimento da alma, sabemcoisas do céu e da terra” que a filosofia não ousou sonhar, e que a ciência permanece incapaz de nomear. Reconhece, não sem certo deslumbramento, que a literatura atravessou essas fronteiras por meio da linguagem, criando imagens e narrativas capazes de dar forma ao desejo, à fantasia e ao trauma, aquilo que sua teoria apenas começava a nomear e elaborar.
Para ele, tanto os sonhos quanto as criações literárias constituem uma via para a expressão indireta dos desejos e conflitos inconscientes, viabilizando formas de simbolização que nem sempre encontram lugar na fala do sujeito. Ao explorar metáforas, ambiguidades e tensões estruturais, a literatura funciona como um verdadeiro laboratório da linguagem, espaço em que tanto o escritor quanto seu leitor podem experimentar, imaginar, sentir e refletir sobre aquilo que se diz e também sobre o que permanece não dito.

Desde sua origem, a psicanálise se inventa numa interlocução com diferentes tradições literárias que lhe fornecem imagens, enredos e recursos de linguagem. A invenção, nesse sentido, não é apenas criação, mas também descoberta: encontrar no território da literatura aquilo que não tinha nome e inscrever no campo psicanalítico aquilo que já pulsava na poesia, na ficção, na fabulação. Fantasia, desejo e inconsciente são palavras que, antes de se tornarem conceitos psicanalíticos, já habitavam a literatura e foram reinscritas no campo da psicanálise, sem perder a ressonância literária que lhes deu origem.

Em Freud, a literatura se insinua em múltiplos registros, como um fio que atravessa e costura experiências diversas: no estilo, que confere à sua escrita e à construção de seus casos clínicos uma cadência narrativa literária; na invenção de seu método, que encontra na liberdade criadora dos poetas a matriz da associação livre; e na formulação de conceitos, muitos deles recolhidos nas margens da poesia e da ficção.  A psicanálise nasce, assim, como uma escrita em travessia.

No presente, as aproximações entre literatura e psicanálise seguem se reatualizando, atestando a força de sua incidência no campo analítico. Esse movimento ocorre num contexto em que a psicanálise, para além de seu espaço estritamente clínico e institucional, também se tornou mais presente no discurso social e cultural. A popularização de termos como inconsciente, pulsão, fantasia ou trauma atesta não apenas a difusão das ideias freudianas, mas também sua inserção no imaginário coletivo, em diálogo com a literatura, o cinema, a filosofia e as artes. Longe de qualquer tentativa de sistematização, trata-se aqui de seguir alguns gestos dessa interlocução, concebidos como movimentos que se cruzam, se sobrepõem e ressoam entre si.

Um primeiro gesto remonta o modo como Freud recorreu à literatura desde os primórdios da psicanálise: ora para apoiar a formulação de conceitos, ora para encontrar imagens capazes de dar corpo ao que ainda não tinha nome. Esse gesto inaugural continua a reverberar no campo psicanalítico, onde a literatura, assim como outras linguagens artísticas, constituem um material privilegiado para pensar as formas de construção da linguagem em sua relação com a experiência humana, seja ela descritiva ou subjetiva, poética ou ficcional. Além disso, vale lembrar que nas últimas décadas, o campo literário tem ampliado o horizonte epistêmico que contempla, no sentido de reparar exclusões históricas. Ao incorporar perspectivas oriundas das experiências negras, indígenas, feministas e decoloniais, essas obras sinalizam uma abertura do campo das artes para outras formas de conhecimento, interpelando o discurso psicanalítico e exigindo dele novas leituras diante dos debates contemporâneos sobre raça, gênero e colonialidade.

Se nesse primeiro movimento a literatura nutria e instigava a psicanálise, há também um segundo gesto, que nos reconduz à sua invenção: mais especificamente à constituição da escrita freudiana, que já se insinuava não apenas como lugar de formulação conceitual, mas também como espaço de elaboração subjetiva daquele que escreve. Esse gesto pode ser considerado constitutivo do método psicanalítico, pois faz ressoar na palavra escrita a própria experiência clínica. Nesse sentido, a obra inaugural da psicanálise, A Interpretação dos Sonhos (1900), amplamente tomada como sua autoanálise, revela-se como uma experiência histórica fundamental da aproximação da psicanálise com a linguagem literária.

Freud compôs esse livro como quem escreve literatura, imprimindo um estilo narrativo singular ao elaborar a trama conceitual a partir de suas próprias vivências. Ao afirmar que o sonho seria a via real” de acesso ao inconsciente, transformou suas experiências oníricas em um verdadeiro laboratório de linguagem, fazendo da escrita o seu método. A partir de então, ao se distanciar da narrativa médica de sua época, centrada na descrição da enfermidade, o discurso freudiano passou a voltar-se para o sujeito e para os impasses que o atravessam. Como observa Birman (2019, p. 183), a partir dessa obra as narrativas clínicas de Freud passaram a ser lidas mais como romances do que como monografias científicas — fato reiterado pelo próprio autor quando, em 1905, publicou seu primeiro caso clínico, Fragmentos da análise de um caso de histeria, que ficaria conhecido como o Caso Dora.

Os relatos clínicos de Freud passaram a organizar-se pela narração dos acontecimentos e dos sintomas de seus pacientes, articulados à elucidação da trama fantasmática que os estruturava, abarcando tanto progressos quanto impasses e limites da técnica psicanalítica. Nesse percurso, ele chegou a batizar alguns de seus casos com os fantasmas de seus analisantes — O Homem dos Ratos e O Homem dos Lobos —, convertendo experiências singulares em registros de caráter literário sobre as construções psíquicas e ficcionais dos sujeitos analisados (BIRMAN, 2019, p. 121). A escrita freudiana revelou-se, assim, como ponto de encontro entre narração e interpretação, dimensão constitutiva da experiência analítica, fundada na relação do analisando com seu universo fantasmático, o que evidencia a proximidade entre discurso clínico e expressão literária (BIRMAN, 2019, p. 183).

Na tradição psicanalítica, os relatos de casos receberam diferentes denominações. Freud falava em história clínica ou em fragmentos da análise, sublinhando tanto a herança médica quanto o caráter parcial do que se escreve; mais tarde, a noção de narrativa clínica passou a acentuar a dimensão construída do caso, enquanto expressões como vinheta ou apresentação de caso se tornaram correntes em contextos de ensino e supervisão. Autores contemporâneos acrescentaram ainda termos como escrita clínica ou construção de caso, que ressaltam o lugar do analista e a marca de sua subjetividade na elaboração do relato.

Neste mesmo caminho, e em sintonia com a presença ampliada da psicanálise no imaginário cultural, a literatura, ao dar forma à experiência subjetiva e aos limites da simbolização, ressoa também como via suplementar de elaboração. Afirma-se como campo autônomo de produção subjetiva e como destino pulsional, na acepção freudiana da sublimação como modo de satisfação pulsional em direção a criações culturais (FREUD, 1905/2016; 1915/2010), permitindo ao sujeito-autor reencontrar e elaborar sua história, seus impasses e seu desejo. Não por acaso, formas literárias como a autoficção, que nas últimas décadas voltaram a ocupar lugar de destaque, exemplificam esse movimento em que vida e escrita se entrelaçam como exercício de elaboração. Neste sentido, psicanálise e literatura se aproximam não por coincidirem, mas por compartilharem o gesto de transformar a experiência em narrativa. Sob essa perspectiva, inscrevem-se tradições diversas, como a literatura do luto, a literatura do testemunho e ainda ensaios biográficos e autoficções.

Se, por um lado, a escrita freudiana inaugurou um modo de narrar-se a partir da análise, e, por outro, a autoficção deu forma literária ao entrelaçamento de vida e da ficção, há ainda um outro gesto, menos conhecido: o relato do analisando. Trata-se de textos em que o próprio sujeito escreve em primeira pessoa o percurso de sua análise, não para comprovar teorias ou ensinar técnicas, mas para elaborar sua experiência singular. Nesses relatos, a palavra se inscreve na tensão entre memória, invenção e desejo, deixando entrever algo do processo analítico que dificilmente se alcança por outros meios — um campo ainda pouco explorado, mas que pode revelar muito sobre os modos de narrar e de se narrar em análise.

Diferentemente do caso clínico tradicional, que organiza a experiência a partir da escuta e da escrita do analista, o relato do analisando parte de outra posição de enunciação: a daquele que procura inscrever o percurso e os restos de sua própria análise, desde o encontro com o analista até a vivência do dispositivo na posição de quem se deitava no divã. Enquanto o relato clínico supõe recortes e interpretação do material, orientados a elucidar movimentos transferenciais ou a sustentar formulações conceituais, o relato do analisando oferece à psicanálise uma via singular de reflexão sobre seus limites e possibilidades. Nessa perspectiva, a análise se revela a partir de dentro, permitindo vislumbrar a experiência subjetiva do tempo, do espaço, dos rituais e dos silêncios que configuram a cena analítica.

Um exemplo paradigmático desse tipo de escrita é A Cena de um Estratagema, do francês Georges Perec. Escritor por ofício, Perec aborda com rara sensibilidade sua experiência de análise no consultório de Jean-Bertrand Pontalis. Sua escrita vacila entre a vontade de traduzir o processo em sua concretude e a consciência de que sempre resta um indizível. Por isso, fixa-se inicialmente no espaço do consultório, no tempo das sessões, nos silêncios, gestos e rituais que estruturavam a fala, como se neles pudesse entrever o indizível que escapa. 

A trajetória de Perec, marcada pelo trauma da Shoah e pela perda precoce dos pais, permeia toda a sua produção literária. Nascido em 1936, numa família judaica polonesa, Perec elaborou em seus escritos o luto e a ausência que marcaram sua história pessoal. Como integrante do OuLiPo, grupo dedicado a reinventar a literatura por meio de restrições formais, desenvolveu um modo singular de criação, indissociável de sua experiência de perda e de memória. Um exemplo célebre é La Disparition (O desaparecimento), romance em que toda a trama ficcional se constrói prescindindo do uso da vogal e” — obra que Pontalis leu como alusão à mãe e ao pai desaparecidos (a letra e” é a principal vogal da língua francesa, assim como a única presente nas palavras mère e père, mãe” e pai”, respectivamente) ao silêncio da história e ao trauma indecifrável que resiste à representação plena. A partir desse gesto, pode-se pensar a escrita como um ato de preencher lacunas da memória, dar forma ao vazio e transfigurar o irrepresentável em invenção literária.

Após uma tentativa de suicídio, Perec buscou análise com Pontalis e, ao final do processo, sentiu-se assaltado” pelo desejo de escrever sobre a experiência. O percurso dessa escrita se prolongou por meses, entre rascunhos inacabados que pareciam ecoar as sessões amorfas da clínica. Perec comparava o teto branco e mofado do consultório à folha em branco na espera de palavras que preenchessem o vazio sem diluir a verdade da experiência. Questionava a si próprio sobre o sentido e o destino daquela escrita — dúvidas que ilustram a dificuldade de transpor a experiência subjetiva da análise para a linguagem. Diante da impossibilidade de falar de si sem reservas, de pensar sua história sem resistir aos afetos, de experimentar a irracionalidade de seus sonhos, o paciente, dito por seu analista como um incansável pesquisador dos vestígios da ausência”, parecia pressentir que escrever era também o seu sintoma – nomeado por ele, de maneira arguta, como “estratagema”.

No texto Perec afirma ter contado inúmeras vezes suas mesmas histórias, fazia malabarismos verbais, esgotando uma por uma todas as possíveis combinações, acreditando que pudesse algum dia chegar à imagem que estava procurando. No decorrer de sua análise temeu perder a memória, passou a anotar obsessivamente tudo o que fazia, arquivava e catalogava objetos que comprovavam sua existência, compondo assim uma espécie de diário invertido, feito não de confidências íntimas, mas de registros objetivos de sua existência. Esse foi o ritmo da análise: lento, repetitivo, feito de rastros e acúmulos.

Para contar sobre o desfecho de sua análise, Perec evoca o instante em que as barreiras que o resguardavam desabaram: a escrita como carapaça, as memórias endurecidas e as racionalizações protetoras se desfizeram, abrindo uma fenda por onde algo até então indizível pôde emergir. Não era um conteúdo a ser relatado, mas uma experiência que se gravou como marca e se perpetuou em sua escrita. Esse acontecimento, súbito e surpreendente, tornou possível que, pela primeira vez, suas palavras encontrassem a si mesmo, e também a seu analista.

Essa dificuldade em transpor para a escrita a experiência da análise toca aspectos comuns a muitas vivências clínicas: os tempos mortos, as palavras vazias, as sessões amorfas, os movimentos repentinos que desafiam a linearidade. Diante da catástrofe psíquica, podemos pensar que o dilema vivido por Perec entre o dizer e o escrever revela a tensão inerente tanto ao processo analítico quanto à criação literária, mostrando como ambos lidam com a fragilidade e a resistência do sujeito diante do desejo e do inconsciente.

O texto de Perec é paradigmático para uma discussão sobre os limites da linguagem nos processos de elaboração, seja pela análise ou pela escrita, justamente porque parte de alguém cujo ofício era a escrita, ou seja, um sujeito habituado a manejar e controlar as palavras. Na análise, essa familiaridade converte-se em obstáculo: o desejo de dominar o processo pela via do discurso nada produz, e é apenas quando as defesas se desfazem que a experiência irrompe e a palavra encontra seu verdadeiro efeito.

O que se evidencia é que uma escrita sobre a própria analise, não se limita a registrar uma experiência já vivida, mas, ainda que a posteriori, pode se tornar parte do próprio processo de elaboração, oferecendo à psicanálise uma via suplementar para pensar os impasses do sujeito diante do indizível. Deixa de ser acessório da experiência analítica para tornar-se um modo de prolongar sua busca incessante de sentido, de reinscrever seus vazios. Uma outra via — não menos inventiva, nem menos transformadora.

Notas al pie

  1. email. paulasig@gmail.com/ cel. +55 11 981361384
  2. Instituto Sedes Sapientiae/ Instituto Gerar – São Paulo – Brasil
  3. Tradução para o espanhol: Celina Lagrutta
  4.  En un texto escrito al año siguiente, El creador literario y el fantaseo (1908), Freud nos presenta una teoría general sobre la creación literaria, articulándola con el jugar infantil y la producción del sueño diurno (el ensueño): «El escritor hace lo mismo que el niño cuando juega. Crea un mundo de fantasía que se toma muy en serio, es decir, en el que invierte una gran cantidad de emoción, mientras mantiene una separación nítida entre el mismo y la realidad». (FREUD, 1908, p. 327, traducción libre).
  5. Sobre el reconocimiento, aunque tardío, de la deuda de Freud con la literatura, así como sobre las relaciones entre el discurso psicoanalítico y el discurso literario, véase: BIRMAN, Joel. Cartografias do avesso.“A escrita e os destinos da psicanálise”, p. 113-157
  6.  Freud concibió el método psicoanalítico inspirándose en un modelo estético de creación — un manual literario sobre la composición poética — que fue transpuesto al dispositivo analítico. Cf. Ibidem, p. 251.
  7. Entre las interlocuciones del psicoanálisis con las artes, vale la pena recordar el estudio de Freud sobre Leonardo da Vinci, en el que reconoce en el paso de lo artístico a lo científico un paradigma de creación y conocimiento (FREUD, 1910/2013). Posteriormente, el propio campo psicoanalítico pasó a reconocer en el cine otra fuente privilegiada de diálogo, explorando el inconsciente, el sueño, la repetición, lo inquietante y otros aspectos de la subjetividad.
  8.  Obras recientes como Um defeito de cor, de Ana Maria Gonçalves, A queda do céu, de Davi Kopenawa y Bruce Albert, Torto Arado, de Itamar Vieira Junior, y las narrativas de Conceição Evaristo en Ponciá Vicêncio y Olhos d’água figuran entre aquellas que se han destacado en los últimos años por reescribir experiencias de trauma, memoria y resistencia en nuevos modos de subjetivación, un movimiento que viene interpelando al psicoanálisis a revisar conceptos, reformular lecturas y reconocer las transformaciones culturales y sociales de nuevas epistemes reflejadas en la literatura contemporánea.
  9.  Sólo por citar algunos ejemplos recientes que sitúan al lector, me refiero a títulos que tuvieron gran repercusión, como Mi lucha, de Karl Ove Knausgård, El acontecimiento y Los años, de Annie Ernaux, El fin de Eddy, de Édouard Louis, La resistencia, de Julián Fuks, El padre de la niña muerta, de Tiago Ferro, y Recovecos de la memoria, de Conceição Evaristo.
  10.  El llamado “relato del analizado” tiene precedentes en la tradición lacaniana, especialmente en la Escuela Freudiana de París, donde se concibió como un dispositivo de transmisión distinto del caso clínico elaborado por el analista. Esa práctica, dirigida particularmente a una comunidad psicoanalítica, pone en evidencia cómo la escritura o la palabra pueden convertirse en un vehículo de elaboración y transmisión. (LACAN, 2003).
  11.  Cabe mencionar también la reciente publicación de Análise (Zahar, 2025), de Vera Iaconelli, un ensayo memorialístico en el que la escritora-psicoanalista entrelaza episodios de su historia personal, a menudo revisitados en los análisis a los que se sometió. Con cierto toque de ficción, incorpora situaciones vividas en el presente — como un diario íntimo escrito en paralelo al libro — y articula reflexiones teórico-clínicas derivadas de sus propias elaboraciones psicoanalíticas sobre la narrativa. Se trata de una perspectiva singular, en la que una analista experimentada revisita sus experiencias de análisis y las elaboraciones que quedaron de ellas, ahora desde la posición de analizada, narrándolas en un registro literario.
  12. PEREC, Georges. La scène de l’estratagème. Cause Commune, Paris, n. 9, p. 5-14, 1977. En 1977, Perec fue invitado a escribir sobre la estratagema en la revista Cause Commune, vinculada al Partido Comunista en París. Aunque confesó haber sido “asaltado por el deseo de hablar, o más precisamente, de escribir sobre lo que había sucedido” justo después del final del análisis, fue recién ante esta invitación, con “contornos imprecisos y oblicuos”, que finalmente logró dar forma a la escritura sobre su experiencia analítica.

Bibliografía

Birman, J. (2019). Cartografias do avesso: Escritos de psicanálise. Civilização Brasileira.

Freud, S. (1900/2019). A interpretação dos sonhos (P. C. de Souza, Trad., Vol 4). Companhia das Letras.

Freud, S. (1905/2013). Análise fragmentária de uma histeria. In S. Freud, Três ensaios sobre a teoria da sexualidade, análise fragmentária de uma histeria e outros textos (1901–1905) (P. C. de Souza, Trad., Vol. 6, pp. 173–320). Companhia das Letras.

Freud, S. (1905/2016). Três ensaios sobre a teoria da sexualidade (P. C. de Souza, Trad., Vol 6). Companhia das Letras.

Freud, S. (1907/2015). O delírio e os sonhos na Gradiva. In S. Freud, Gradiva de Jensen e outros trabalhos (1906–1908) (P. C. de Souza, Trad., Vol. 8, pp. 11–118). Companhia das Letras.

Freud, S. (1908/2015). Escritores criativos e devaneios. In S. Freud, Gradiva de Jensen e outros trabalhos (1906–1908)(P. C. de Souza, Trad., Vol. 8, pp. 129–141). Companhia das Letras.

Freud, S. (1910/2013). Uma recordação de infância de Leonardo da Vinci. In S. Freud, Observações sobre um caso de neurose obsessiva (O homem dos ratos”): Escritos sobre a técnica e outros textos (1909–1910) (P. C. de Souza, Trad., Vol. 9, pp. 221–294). Companhia das Letras.

Freud, S. (1915/2010). Pulsões e seus destinos. In S. Freud, Introdução ao narcisismo: Ensaios de metapsicologia e outros textos (1914–1916) (P. C. de Souza, Trad., Vol. 12, pp. 13–44). Companhia das Letras.

Freud, S. (1920/2010). Além do princípio do prazer. In S. Freud, História de uma neurose infantil (O homem dos lobos”): Além do princípio do prazer e outros textos (1917–1920) (P. C. de Souza, Trad., Vol. 14, pp. 123–198). Companhia das Letras.

Iaconelli, V. (2025). Análise. Zahar.

Lacan, J. (2003). Proposição de 9 de outubro de 1967 sobre o psicanalista da Escola. In J. Lacan, Outros escritos (pp. 248–264). Jorge Zahar.

Perec, G. (1969). La disparition. Gallimard.

Perec, G. (2005). A cena de um estratagema (A. C. Carvalho & F. R. Belo, Trads.). Psychê, 9(15), 13–21. Recuperado em 31 de agosto de 2025, de https://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1415-11382005000100002 (Trabalho original publicado em 1977 na revista Cause Commune [Les lieux dune ruse”], 1, 77–88, col. 10–18, n. 1143)

Pontalis, J.-B. (1991). A força de atração (L. Magalhães, Trad.). Jorge Zahar.

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Paula Signorelli

Paula Signorelli

NÚMERO 32 | Octubre 2025

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Entrevista a Sonia Becce | Adriana Cabuli y Marita Auruccio

Se realizó una rica entrevista a Sonia Becce, curadora de arte, quien desde hace muchos años acompaña al artista Guillermo Kuitca y cuya obra se presentó este año 2025 en el museo de arte Latinoamericano MALBA. Nos contó qué significa ser curadora de arte hoy, y nos habló de su experiencia con artistas jóvenes, y del descubrimiento de nuevos artistas. Excelente entrevista que sugerimos mirar. Por Adriana Cabuli y Marita Auruccio.

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Entrevista a Sandra Vorobechik | Laura Carrió y Federico D’Onofrio

Entrevistamos a Sandra Vorobechik, actual Presidente de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, profesional de extenso recorrido y profundo compromiso con la institución, cuyas valiosas reflexiones compartimos en este número de la Revista Digital. 

 

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Psicoanalistas dixit

  • Esa es la tesis central del psicoanálisis: hay otra escena en la vida de los sujetos, ajena a su vida diurna y que la determina en buena medida. El sujeto tiene un doble vasallaje: esa escena que el psicoanálisis intenta recuperar y una realidad que es instituida, no es normal, es obra del accionar humano. Por lo tanto, es arbitraria. El principio de realidad que orienta a los sujetos para que estos no caigan en el abismo de lo real es una creación colectiva. Quien se apropie de dicho principio domina a la sociedad.  Yago Franco. 
  • Mi idea es que la práctica del psicoanálisis es un modo privilegiado de recuperación de la experiencia personal y también social, posibilitando reintegrar en una narración aquello que fue silenciado matando al mensajero. Luis Miguelez
  • La escritura, entonces, no es solo técnica ni estética. Es una forma de subjetivación y de cuidado, una vía de elaboración, pero también un acto político. Miguel Tollo
  • El escrito en psicoanálisis siempre implica en su trabajo de duelo un esfuerzo y un forcejeo entre la teoría y la clínica, entre la resistencia de los dedos inertes en el teclado a su bailoteo inspirado. Para luego leer con incertidumbre aquello que la inspiración dictó a los dedos, y volver al tema del duelo, ¿esto es atinado, coherente, se entiende? Desandamos los pasos, teclado hacia atrás, revisamos, reescribimos…Cynthia Chantrill
  • Es como si nuestro aparato psíquico –y también nuestro cuerpo- recibiera las palabras y vivencias del paciente y las inscribiera en un cuaderno inconsciente, siempre disponible para ser usado, consultado, asociado en una nueva sesión. Así, para trabajar analíticamente no parece necesaria la escritura literal.  Marcela Ramirez
  • La trasmisión del psicoanálisis se caracteriza por ser una trasmisión bajo transferencia y supone que para devenir analista habrá que reconocer la filiación, los dones recibidos de aquellos analistas que nos transmitieron la práctica analítica. Osvaldo Maltz
  • El crecimiento de la capacidad narrativa compartida parece darle esa cualidad vital que alimenta al psicoanálisis día a día. Está en la riqueza de nuestra escucha la posibilidad de sostener el interés, la pasión y la belleza para hallar en cada paciente ese modo personal de relatar e ir al encuentro de su propia escritura. Veronica Ginocchio
  • Descartada la posibilidad de que la lectura sobre cualquier tema de interés sea un ejercicio meramente intelectual, los analistas sin embargo deben reflexionar sus procesos transferenciales en relación a los textos (psicoanalíticos o no), a los autores, y a las mediaciones intersubjetivas en las que se genera la circulación de la escritura, ya sean sociales, institucionales o clínicas. Luis Correa
  • La escritura abre una temporo-espacialidad diferente. Despliega otra espesura, otra temporalidad subjetivante.  Construye lazo entre escritor, texto y lector. Exige pausa, reflexividad, pensamiento allí donde se impone lo vertiginoso de la aceleración, del tiempo evanescente y efímero que se desliza sin dejar huella, rastro, memoria, historicidad productora de lazo colectivo. Silvia Schlafman
  • Consideramos que el psicoanálisis supone, como nódulo central de su técnica, la lectura de lo escrito, y a partir de ella, la interpretación y la construcción. Atiende así a la fundamental inconsistencia semántica de la palabra, a su multivocidad, a la pluralidad de sentidos que la habitan. Cuando desde la lectura de la insistencia significante una diferencia puede ser inscripta, cuando se puede fijar lo imposible de representar para ese significante, entonces decimos que algo quedó “escrito” en tanto letra. Inés Burghi
  • La medicina narrativa es un enfoque que busca humanizar la práctica médica al integrar la narración de historias tanto de pacientes como de profesionales de la salud. A través de la escucha activa y la comprensión de las historias de los pacientes, se enfatiza la importancia de la narración como herramienta para comprender la experiencia del paciente, así como la propia experiencia del profesional de la salud. Sandra Vorobechik. 
  • Por eso, la escritura testimonial no tiene que limitarse a describir el dolor, sino que debe ocurrir algo más para que no se convierta en retraumatización, debe haber una  resignificación, una integración de la experiencia en una narrativa vital. Maria Casariego de Gainza

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Mariana Salamone

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Arte y estética | Gabriela Goldstein y Carlos Weiss

"Gabriela Goldstein y Carlos Weisse, dos prestigiosos y avezados psicoanalistas, intentan en este amplio y profundo escrito, acercar una vez más el psicoanálisis al arte, siguiendo la estela de muchos ilustres: Freud, Klein, Lacan... La lectura de este libro nos animará tal vez a pensar que analizando y analista son dos artistas trabajando juntos en la construcción de una obra inédita, a la que llamamos creación..." (Del prólogo, Jaime Szpilka)

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“In the mood of love”. Amar el amor | Marita Auruccio

…Explosión de lenguaje en el curso del cual el sujeto llega a anular al objeto amado bajo el peso del amor mismo…lo que sujeto ama es el amor y no el objeto.”¹

Roland Barthes

Sin caer en la traducción convencional, a mí me conmovió el estado anímico del amor que plantea esta película.

Intento describir las sensaciones que me produjo verla, también en otras de sus traducciones podemos leer: Con ánimo de sentir amor. 

La fotografía nos revela su belleza verdadera y metafórica, la transmisión lo que las imágenes sensibilizan con miradas, la escucha, estética, la memoria.

Me dejo llevar por lo envolvente, por momentos abigarrada con las tonalidades del diseño oriental de flores que adornan la ropa que visten las mujeres protagonistas, como también las escenas enteladas que cuelgan por las paredes. Telas que cubren, que abrigan.

Espacios pequeños, unidos por pasillos pequeños y angostos, recovecos investidos de erotismo y sublimados artísticamente.

La música que acompaña son solo tres canciones que se van repitiendo como en un loop, a medida que transcurre la trama aprovechando a describir aún más la intensidad de sus brevísimos diálogos, enlazando el recuerdo de unos ojos a los que no pudo besar, o la duda que no supieron resolver.

-Es un momento intranquilo, ella mantuvo la cabeza inclinada para que él se acercara.Pero él no pudo, por falta de valor. Ella da media vuelta y se aleja.-

Se compone de miradas y roces también estrechos como sus espacios, que conducen a encuentros con vecinos entre comidas y juegos armoniosos que propagan alegría entre las soledades. El comer hace lazo en el desamparo esencial de los personajes.

Me dejo llevar frente a lo que miro, son repetidas escenas demoradas, lentas, para apreciar la capacidad de sentir a partir de ojos que ven, de pisadas que llevan siempre a un mismo lugar. Puestas en escena las prendas de época, los calzados orientales modernizados en los años 60 y de los hitos por los que la historia de esta película transmite, Hong Kong, Francia de Charles De Gaulle, Cambodia.

Una historia que va descubriendo a ambos en un enamoramiento mutuo a partir de ensayar entre ellos el duelo de pérdida frente a la desilusión que cada uno tiene en sus respectivas parejas.

Compartiendo un lenguaje de sexualidad simbólica a través de la escritura.

Roland Barthes dice: “muéstrame a quien desear…El ser amado es deseado porque otro u otros han mostrado al sujeto que es deseable…el deseo amoroso se descubre por inducción”².

Sometidos a una cultura de época, la represión de sus sentimientos es inevitable.

Las lluvias nocturnas y permanentes de sus escenas a través de mínimas iluminaciones, parecen llorar a sus personajes que caminan y caminan en espacios reducidos como en un laberinto sin salida. 

-Él recuerda esa época pasada, como si mirara a través de un cristal cubierto de polvo, el pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto ve está borroso y confuso-.

Para finalmente quedar cada uno de ellos librado al desamparo del otro.

Ilusionaron proyectando sus propios sentimientos de ternura y de comprensión otorgados al otro como compañero posible del dolor.

Lacan dirá: el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no es.

Ilusión: voz derivada del verbo latino illudo, “divertirse”, “recrearse”.

 En castellano ilusionar. Fue un vocablo que fue evolucionando, desde causar una impresión engañosa, o suscitar la esperanza de algo deseable³.

Mientras elaboran el duelo por lo perdido, se van conociendo a través de encuentros breves, así entre miradas, se irá dando el diálogo entre ellos, el conocimiento en el otro, con el otro, a alguien con quien volver a ilusionarse.

Película de 2001

Coproducción Hong-Kong y Francia

Música Michael Galasso

Notas al pie

  1. pág 47 Barthes, Roland “Fragmentos de un discurso amoroso” Siglo XXI Editores
  2. pág 178 Barthes, Roland Fragmentos de un discurso amoroso Siglo XXI Editores 
  3. pág 281 El origen de las Palabras de Ricardo Soca. RN Editores

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Marita Auruccio

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Primera Infancia Ventanas de oportunidad | Graciela Jaimsky

Con la compilación de Graciela Jaimsky, diversos autores construyen aquí un diálogo esencial para quienes buscan una clínica de la primera infancia, destacando que en la urdimbre de estos vínculos, la ternura se revela como la más potente herramienta clínica. 

Poner el foco en la primera infancia emerge como una apuesta radical por el futuro. Sabemos que son tiempos de constitución, donde cada intervención no solo forja el desarrollo del niño y su familia, sino que reconfigura nuestra propia subjetividad. Este libro, más que una compilación, es una invitación a resignificar la práctica clínica en los momentos inaugurales del desarrollo humano.

Como psicoanalistas, no irrumpimos por la “puerta principal” del síntoma. Nuestra aproximación opera en el espacio de lo transicional, donde los “rodeos” abren “ventanas de oportunidad” para la creación de la alteridad. En esta visión, la interdisciplina no es solo una opción, sino la condición misma para un abordaje amplio y ético, un “ir y venir” constante entre conceptos y estrategias que nos permiten aprehender la riqueza de una experiencia que ninguna disciplina puede abarcar por sí sola.

Este volumen, comprometido con la niñez, aborda la tarea esencial de acompañar el crecimiento infantil y la búsqueda de formas saludables de expresión. Su estructura te guiará por tres secciones clave para una exploración profunda:

  • modos de entender el Desarrollo: psicosexual, psicomotriz, neurocognitivo y lúdico. 
  • modos de expresar la Subjetividad: explorando cómo la observación directa y mediadores expresivos —arteterapia, musicoterapia, educación y pantallas— revelan u obturan la subjetividad infantil.
  • modos de intervenir en la Clínica: con criterios para diagnósticos, abordaje de la discapacidad, parentalidad y psiquiatría perinatal.

Los autores esperamos así contribuir a una clínica de la primera infancia destacando que: en la urdimbre de estos vínculos esenciales, la ternura se revela como la más potente de las herramientas clínicas. Un diálogo esencial para los estudiosos del tema. 

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Graciela Jaimsky

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La narración en psicoanálisis. Transmisibilidad y resonancias | Luis Miguelez¹

El autor trabaja sobre la narración en análisis, lo dicho y lo omitido. A través de una viñeta clínica de Winnicott, aborda cuestiones técnicas sobre el decir y el cómo decir, qué resuena en el analista para la intervención. Qué transmite el paciente con su decir.

Walter Benjamin planteó que la narración concede a lo inolvidable un espacio de resonancia permanente. El concepto de lo inolvidable fue introducido por Benjamin en el prólogo a sus traducciones de los Tableaux parisiens de Baudelaire (1923) a partir de una paradoja que tiene su sesgo psicoanalítico: “… sería lícito hablar de una vida o de un instante inolvidable, aun cuando todos los hombres lo hubiesen olvidado”. Y me permito agregar, lo transmisible es la potencia que hace de un otro la posibilidad de continuar narrando.  

No todo es palabra en una historia de vida, pero lo que no llegó a serlo necesita expresarse. Buscará la manera de mostrarse ante un otro al que desconcierta, o lo que es más insólito, se manifestará en el otro. En la escena analítica se deberá poder hacer algo con esa afectación para convertirla en labor analítica. Si no, no habrá lugar para el análisis. 

Entonces, el asunto transcurre en un “entre”, ni totalmente en uno ni en otro. Es eso que retorna entre paciente y analista como cuerpo extraño, extranjero a lo dicho, insólito, que intenta un nuevo juego de lenguaje que le permita narrarse. Podemos decir que es una suerte de interferencia en el diálogo y que afectará a ambos, a paciente y analista, en tanto balbucea lo indecible. 

La idea de un yo como ejecutante del decir queda abolida. Se pone a rodar otra película que el paciente vivió pero que no podía referir, porque no se tuvieron o se suprimieron las palabras para contarla.

La narración analítica se construye entre lo que uno no acierta a comprender pero muestra y otro que lo recibe desde sus propias interferencias resonantes, posibilitando poner en juego aquellas cosas innombrables de una historia. Y en eso un analista queda afectado subjetivamente. Deberá arreglárselas con aquello que lo hace a uno estar analista, como le gustaba decir a Fernando Ulloa.

Me serviré de una viñeta clínica que comenta Winnicott en su libro Realidad y juego para desplegar lo que vengo formulando. Podemos nombrar a la viñeta como la del hombre que se sentía inauténtico.

El paciente había realizado varios análisis anteriores. Su queja era que, si bien en la vida no le había ido mal, sentía que las cosas se le presentaban carentes de realidad, consideraba que su vida era inauténtica.

En análisis anteriores, lo mismo que en el que emprende con Winnicott, comenta un hecho que fue muy significativo en su vida. Se refiere a que su madre esperaba tener una nena en vez de un varón. Deseo de tal intensidad en la madre, que lleva a que de niño fuese tratado y hasta vestido como una nena.

Si bien esto había sido analizado no había producido demasiados cambios en sus sentimientos de inautenticidad. 

En una sesión Winnicott interviene de la manera siguiente: 

W: Estoy escuchando a una mujer hablando sobre la envidia al pene

Paciente: Si le hablase a alguien sobre esa mujer, me dirían que estoy loco 

W: Soy yo el que ve y escucha a una mujer cuando en mi diván hay un hombre. El loco soy yo.

La intervención de Winnicott muestra algo diferente, escondido, inconfesable. El objeto del deseo loco de la madre introyectado en el paciente y celosamente conservado en tanto manera de satisfacer secretamente a la madre. 

La intervención del analista pone al descubierto ese deseo loco materno y su sostén y perpetuación: lo inconfesable del goce de y con la mujer que guarda en él.

Esta intervención marca un antes y un después en el análisis de este paciente. Por primera vez accede a algo que le resulta verdadero.

Entiendo que nada hubiese sido lo mismo si el analista le hubiese dicho: “Usted a pesar de que es un hombre se siente mujer porque su madre lo quería como mujer”. Por el contrario, la intervención de Winnicott tiene una estructura lúdica y dramática en el sentido en que pone en juego y en acto distintos personajes, habilita por primera vez la emergencia de esa mujer en el paciente. Las interpretaciones referidas al deseo de la madre de que quería que su hijo hubiese sido mujer tenían un efecto de comprensión intelectual pero no producían efecto alguno sobre su sentimiento de inautenticidad. Solo cuando esa madre loca fue escuchada hablando en él se tocó el punto guardado celosamente. La preservación de un goce descomedido. Tocó finalmente el cuerpo.

Uno intuye que el analista quedó sorprendido por lo que acababa de decir. “El loco soy yo”. Seguramente le debió haber surgido cierta extrañeza. Una sensación de que algo habló en él.  

El miedo del paciente a la propia locura era consecuencia de ese goce encapsulado, encriptado, que lo poseía. Su naturaleza era imposible porque amenazaba a la coherencia de su psiquismo. La intervención pone de manifiesto tanto el deseo loco de la madre como el objeto bizarro en el que se aliena el hijo. Entiendo que no se trata de una identificación, sino de un objeto mixto introyectado con el que se satisfacía solitariamente. El analista da a ver a partir de su intervención la dimensión de lo desmesurado y loco de ese goce que lo habitaba. 

El sentimiento de inautenticidad del paciente era consecuente con esta imposibilidad de reconocer la realización velada del deseo loco materno.

No pocas veces cierta interpretación puede convertirse en una forma de legitimar lo conocido, lo sabido consensuado. Un modo ingenioso de descubrir lo previamente aceptado. Entonces se convierte en palabra vacía de significación y de fuerza transformadora. Un baile de sordos con música de mudos. 

Para el psicoanálisis la interpretación es una práctica de nuevo cuño, distinta de cualquier hermenéutica, posee carácter performativo en tanto que realiza algo. Propicia el encuentro de la palabra con lo impensado, con lo inaudito y procura hacer oír las voces de la memoria en su dimensión más amplia. Resonancias con lo real que importan a un sujeto. “Una interpretación correcta y oportuna es una especie de contacto físico”, decía Winnicott y ponía a la palabra en correspondencia con el cuerpo. Corporizando al decir.

Sumo ahora un ejemplo literario en el camino de seguir planteando una posibilidad de narrativa que corporice experiencia, que haga de lo inaudito algo posible de ser dicho. 

En su obra más conocida En busca del tiempo perdido más específicamente en El mundo de Guermantes, Proust relata un suceso que tiene resonancias psicoanalíticas.

El narrador de esta obra literaria, volviendo a su casa de un viaje, ve a su abuela sin ser visto por ella y por un momento no la reconoce.

“No había allí más que el testigo, el observador, con sombrero y gabán de viaje; el extraño que no es de la casa, el fotógrafo que viene a tomar un clisé de unos lugares que no volverán a verse. Lo que, mecánicamente, se produjo en aquel momento en mis ojos cuando vi a mi abuela fue una fotografía…. Por vez primera y sólo por un instante, pues desapareció bien pronto, distinguí en el canapé, bajo la lámpara, colorada, pesada y vulgar, enferma, soñando, paseando por un libro unos ojos extraviados, a una vieja consumida, desconocida para mí.”

En el relato de Proust el narrador repentinamente descubre algo que el velo de su amor por su abuela ocultaba. Lo que el velo le impedía ver era que su abuela estaba por morir. La calavera detrás del rostro. Ver en este instante el cadáver lo dejó atónito. En estado de extrañamiento diríamos psicoanalíticamente. Sabía que se trataba de su abuela, pero por un instante la desconoce.

Lo que ve está más allá de su mirada. Es un encuentro no programado que desestabiliza por un instante su certeza. Quién es esa mujer se pregunta el narrador sorprendido.

Seguramente este breve relato traerá a vuestra memoria aquel bello texto de Freud “Sobre un trastorno de la memoria en la Acrópolis”. 

La comparación entre la mirada extraviada del narrador de la novela de Proust que lo lleva por un instante a desconocer a su abuela y el fallo de memoria frente a la Acrópolis que tuvo Freud se sustentan en un mismo mecanismo. El rechazo a lo que no se puede reconocer. En un caso, el cadáver que asoma en la imagen de la amada anciana, en el caso de Freud sabemos que es la muerte de su padre y la prohibición fantasmática de ir más allá del mismo lo que se interpone entre la mirada de la Acrópolis y la duda sobre su existencia.

“Me parecía –confiesa Freud- estar más allá de los límites posibles a los que yo pudiera llegar. Viajar tan lejos, que yo llegara tan lejos”

Inquietante extrañeza que embarga al viajero Freud en el momento en que su paso ya no sigue otras huellas, sino que dibuja las propias.

Momento crucial en que la mirada se extravía. ¿Ante que zozobra la mirada de Freud en Atenas?

“De modo que todo esto realmente existe” se asombra como si en el pasado hubiese dudado de la existencia de la Acrópolis.

Una otra verdad se revela en el campo escópico y conmueve sobremanera al sujeto que mira.

La Acrópolis es el mensajero.

Como el rey Boabdil- nos comenta Freud- cuando le anuncian la caída de la Alhambra, mata al mensajero. Freud al dudar de la existencia de la Acrópolis podemos decir que comete Acropolicidio.  Si bien coloca esa duda en el pasado no deja de advertir lo extraño de ese pensamiento. Es que la vista de la Acrópolis le anunciaba que había ido más allá de su padre muerto. Y como nos deja enigmáticamente formulado al final del texto “Pareciera que lo esencial del éxito consistiera en llegar más lejos que el propio padre y que tratar de superar al padre fuera aún algo prohibido”.

En ambos casos lo que prevalece es el desconcierto, el extrañamiento ante aquello que no puede ser reconocido, lo innombrable. El psicoanálisis apunta a poder hacer de eso una narrativa. Convertir en narración transmisible lo que aparece en la dimensión de lo siniestro, esto es de lo familiar que se convirtió en extraño. 

Comenta Walter Benjamin que “con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que desde entonces no ha llegado a detenerse. ¿No se advirtió que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?

“No más rica, sino más pobre en experiencia comunicable”.

Benjamin fue el primero en ocuparse del empobrecimiento y de la pérdida de la experiencia. A partir del ocaso de la figura del narrador relaciona esta pérdida con la ausencia de un relato capaz de incluir la experiencia vívida como núcleo del mismo. Benjamin le señala a Adorno en una carta que la “metódica destrucción de la experiencia” es uno de los indicadores del estado de barbarie de la modernidad.  

Giorgio Agambem más tarde abordó la misma cuestión. En “Infancia e historia” propone que el hombre contemporáneo fue expropiado de su biografía, de su capacidad de hacer y transmitir experiencia.

Mi idea es que la práctica del psicoanálisis es un modo privilegiado de recuperación de la experiencia personal y también social, posibilitando reintegrar en una narración aquello que fue silenciado matando al mensajero.

Narración de nuevo cuño que se constituye en un diálogo inesperado, donde la aparición de lo inadmisible y su reconocimiento posibilita un decir verdadero. 

Notas al pie

  1. lvmiguelez@gmail.com

Bibliografía

Agambem, G. (1979). Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Cap. I Adriana Hidalgo Editora

Benjamin, W. (1923). La tarea del traductor . Ediciones UACH

Benjamin, W. (1936) El narrador en Iluminaciones. Taurus

Freud, S. (1936) Sobre un trastorno de memoria en la Acrópolis. O.C. Editorial Biblioteca Nueva.

Proust, M. (1920-1921). En busca del tiempo perdido. Libro III El mundo de Guermantes. C,S. Ediciones

Winnicott, D. (1972). Realidad y juego. Capítulo V. Editorial Gedisa

Acerca del autor

Luis Miguelez

Luis Miguelez