NÚMERO 17 | Mayo, 2018

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A propósito de «Black Mirror» | Laura Gabriela Lorenzón

La licenciada Laura Gabriela Lorenzón se pregunta qué ocurre cuando el avance de la ciencia y la técnica, en conjunción con las leyes del mercado se ubica en el centro del lazo social. Para dar cuenta de un posible acercamiento a dicho interrogante, toma la ciencia ficción, más específicamente Black Mirror, como guía, y plantea que dicha serie desde un supuesto futuro nos interpela en el presente que habitamos. 

Una serie fuera de serie

Hay inquietudes que me acompañan desde hace muchos años. Si bien, tal vez, no formuladas cabalmente como interrogantes, están conmigo desde el momento menos feliz de la adolescencia. En ese tiempo, la literatura de ciencia ficción me permitió cierto tratamiento del palpable malestar en el lazo propio de esa época y me ofreció un camino para transformarlo en preguntas. Recurso simbólico que trocó inquietud por preguntas.

Hoy formularía así esas preguntas: ¿Qué ocurre cuando el avance de la ciencia y la técnica, en conjunción con las leyes del mercado, se ubican en el centro del lazo social? ¿De qué manera lo impactan? ¿Qué formas adquiere el malestar a consecuencia de ello? Y por último ¿qué efecto supone sobre los recursos para su tratamiento?

Me fui armando una idea sobre en qué radica la eficacia de la ciencia ficción. Crea una historia ficcionada con ropajes futuristas. Esto podría hacerla parecer fantástica. Lejos de ello, despojada la historia de tales ropajes, puede verse que es una interpretación de fenómenos que ocurren en el ahora. Son actuales. Con algo de atención, pueden leerse entre líneas. Es más, funciona como un après coup: desde un supuesto futuro nos interprela en el presente que habitamos. En el fondo creo esto: nos interprela como actores y lectores de nuestro tiempo.

En este sentido, di una gran bienvenida a Black mirror cuando llegó en el año 2011. [1] Cada capítulo es una unidad en sí misma, por lo que es una serie cuyo formato sale del actual tan en boga de series seriadas. La propuesta conlleva en sí misma su propia imposibilidad: no es posible el atracón de capítulos ya que, lejos de adormecer al interlocutor, lo despierta. Tal vez en exceso. Y eso no es fácilmente soportable. Esta serie fuera de serie.

Hay un eje central cuyo impacto se renueva cada vez: ¿qué escenarios son posibles cuando nada parece funcionar como límite?  Es decir, cuando todo es posible.

Cuando se pierde la frontera entre lo público y lo privado, dando lugar a la máxima exposición, ¿qué resulta de ello?

Cuando el cuerpo se vuelve territorio de implantación de dispositivos que impiden el olvido, ¿qué clase de vida es posible en una tormentosa memoria sin fisuras con una mirada que no se puede entornar?

¿Qué podría ocurrir si se traspasara el último límite: la muerte?

¿Y qué efectos tiene la disolución de la frontera entre realidad material y virtual? ¿La identificación absoluta de mente con cerebro?

¿A qué deriva conduce la realización del ideal del control parental para “proteger” a los hijos, sino al máximo descontrol y a la ruptura?

Este punto ilimitado está en el centro de lo que Black Mirror interpreta.

Soluciones fuera de serie

¿Qué pasa cuando un orden, el simbólico, regido por la metáfora paterna, declina? Cuando ya no es lo que era.[2]

Hace no tanto, los sujetos disponían de una solución no original, estándar, pero muy potente para organizar sus vidas: el complejo de Edipo y la ley del Padre. Esa simple, pero poderosa salida hace tiempo está en entredicho. Los avances de la ciencia y la técnica, impensados en otro tiempo, han sido cruciales en la producción de este estado de cosas. Alargada la esperanza de vida. Modificadas las condiciones de la reproducción. Desarrollada al máximo la industria de los medicamentos. La injerencia sobre los cuerpos nunca fue mayor. ¿Ha disminuido el malestar? O para formularlo de otra manera: ¿se han generado instrumentos tanto o más potentes para la gestión del mismo?

Creo que no.

La hipótesis es que se ha producido un aumento del malestar a la vez que se dispone de menos herramientas para gestionarlo. O, en otros términos, hay una preponderancia de artificios imaginarios en detrimento de recursos simbólicos, lo que quita estabilidad al tratamiento del malestar. Las soluciones tienden a ser más volátiles. Esta volatilidad hace que sea necesario renovarlas de modo continuo, llegando muchas veces a intervenciones sobre lo real de los cuerpos. Retomando el circuito: malestar-objeto (artificio para calmarlo) – apaciguamiento temporario – malestar renovado – oferta de nuevo objeto  – apaciguamiento…

Es necesario decir que este circuito es clave para el funcionamiento acorde al Mercado y se basa en abolir cualquier tipo de saber por parte de los sujetos: interrogantes, saberes intuitivos, transmitidos por otros. No hay lugar para el interrogante porque no hay lugar para la interrupción del circuito de consumo. Es necesario que no haya lugar ni tiempo para la invención de soluciones subjetivas al malestar, las que conocemos como síntomas. De allí que estemos en una época de ataque feroz al síntoma que es, o al menos así lo entendemos desde el psicoanálisis, la posibilidad de invención de una solución que permita estar con otros. Siendo a la vez una solución única, singular, basada en la diferencia más radical de cada quien. Una solución fuera de serie. Este ataque feroz al síntoma se ve bien en fenómenos como la patologización de los afectos, la psiquiatrización de la infancia.

Nuestra tarea se vuelve fundamental. Ofrecer la posibilidad de un corte de esta inercia que transforma todo en objeto de consumo. Comenzando por los “consumidores”. En una fuerte apuesta a que tomar la palabra restituye al sujeto y devuelve un lugar al saber del Inconciente.

Notas al pie

[1] Black Mirror es una serie que lleva ya 4 temporadas. Comenzó en el Channel 4 de Inglaterra en 2011. Cada capítulo es unitario. Disponible en Netflix.

[2] La Asociación Mundial del Psicoanálisis (AMP) dedicó un congreso bianual en el año 2012 para pensar estas cuestiones. “El orden simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era. ¿Qué consecuencias para la cura?”

Acerca del autor

Laura Lorenzón

Laura Lorenzón

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