NÚMERO 7 | Septiembre, 2012

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Analistas en formación

Cuando el sufrimiento es intolerable | Marcela A. Zagara

Trabajo distinguido en la Jornada de monografías de alumnos de los posgrados de Especialización y Maestría y del Curso superior en psicoanálisis con niños y adolescentes, AEAPG, octubre de 2011.

Los primeros comentarios que recibo de Franco aún sin conocerlo, me llegan a través de la Coordinadora del Gabinete Central de Educación Especial, quien es convocada por la directora de la escuela a la que asiste el niño: “en Agosto cumple siete años, está en primer grado. Es un nene con tantas posibilidades… pero en la escuela ya no saben que hacer con él, nunca han visto un caso así. Lee y escribe desde los cuatro años, pero se escapa todo el tiempo del aula poniéndose en riesgo, no se relaciona con otros nenes. Actualmente sólo asiste dos horas por día a la escuela, y su permanencia corre riesgos.”

Algunas viñetas de su historia

Así se presenta la madre de Franco: “yo soy viuda, pensionada; estamos desconcertados, desorientados. En el colegio se escapa, se esconde, no sé que está buscando. Con él es todo más complicado.

Yo estoy sola, desde que falleció el papá de Franco no rehice mi vida. Él se drogaba… Se ponía agresivo.

Un día me fui de casa con el bebé y lo puesto. Dejé ropa, libros, fotos que nunca más recuperé. Recuerdos de diez años. Dos meses después murió de un disparo en la cabeza. Suicidio o asesinato, no se supo.

No se asuste, yo sé que esta historia asusta.”, comenta casi al final de la primer entrevista.

Me encuentro con una mamá asustada, con un intenso sentimiento de desamparo y desorientada.

Me pregunto ¿de qué escapa este niño?, ¿de qué se esconde?, ¿qué está buscando?, preguntas que una y otra vez resuenan en mí.

La brusquedad de la separación, en un intento de preservarse.

La pérdida de valiosos objetos personales, testigos de un tramo de sus historias.

La discontinuidad de experiencias rutinarias y subjetivantes.

La violenta, imprevisible, muerte del padre.

La ruptura del contrato narcisista de este niño, “sostenido” por una madre quebrada por la angustia.

Elementos todos estos que tengo presentes en el momento de conocer a Franco.

Al conocerlo descubro un niño atento, vivaz, y muy movedizo.

Agarra un camión de bomberos junto con un auto que trae de su casa.

Los hace andar por un sillón, al caer el auto pregunta ¿y mamá donde está?

– ¿A lo mejor te asustás cuando no la ves?

Toma un plato,una taza y comenta algo de su mamá. Le digo entonces que sé que a su mamá le gusta cocinar. Rápidamente contesta: y mi papá se murió ¿sabias?

F: Se golpeó la cabeza, yo también. Y me muestra una cicatriz en la suya.

Me interrogan algunas cuestiones:

¿Qué le sucede cuando no ve a su mamá? ¿Qué marcas ha dejado en él la desgarradora muerte de su papá?

Cuando el sufrimiento es intolerable

Durante algunos largos minutos de los primeros encuentros, una tarea infructuosa lo toma por completo: subir y bajar la persiana, asomar la cabeza, subir y bajar la cortina, sacar la mano. Me angustio. Hace bajar la persiana hasta que ésta toca su cabeza…

Pienso en su cabeza ya marcada por una cicatriz, en la muerte de su papá por un golpe en la cabeza. Le digo entonces si él no me querrá contar lo impactado que está por la muerte de su papá. Me mira… se calma, juega, reúne autos alrededor de una estación de servicio. Su papá era camionero.

De repente se interrumpe y dice: Escuché un ring tone.

Abruptamente sale del consultorio y mirando por la ventana de otra habitación

F: “mirá el pajarito, se asustó, se fue”

A: A lo mejor vos también te asustaste.

En otro momento dice: ¿escuchaste un ruidito?, esperá.

Y rápidamente sale a darle un beso a la mamá.

A: ¿A lo mejor en la escuela cuando salís corriendo del aula es porque estás preocupado por mamá?

Entonces me sorprendo con esta respuesta: “un día estaba en la escuela y pensé que a mamá la habían matado.”

¿Escuchaste? pregunta interrumpiendo su juego y muy preocupado.

A: Es el ruido del viento.

F: ¿Tenés teléfono? Si hay una emergencia hay que llamar a los bomberos, o a la policía. ¿Bajamos a buscar a mamá? Para ver si está bien o se perdió. (Mientras tanto el agua que estaba usando para lavar autitos en el lavatorio del baño comienza a desbordar, tanto como su angustia).

¿Qué tipo de angustia inunda a Franco? ¿Angustia señal? ¿Angustia automática? ¿Angustia no ligada?

“…Distingo entre la angustia como reacción directa y automática frente a un trauma y la angustia como señal de peligro que anuncia la inminencia de ese trauma…” “…el factor determinante de la angustia automática es una situación traumática, y ésta es esencialmente una vivencia de desvalimiento del yo frente a una acumulación de excitación, sea de origen externo o interno, que aquel no puede tramitar. La angustia señal es la respuesta del yo a la amenaza de una situación traumática, amenaza que constituye una situación de peligro” (Freud, 1926, Pág. 77).

Me encontraba frente a la irrupción de una angustia que se traducía en descarga motriz: salir, escapar de allí donde los ruidos se hacían insoportables, interrumpiendo su continuidad experiencial.

Podríamos pensar en el exceso, cantidad de angustia no cualificable, que lo instala en una situación de emergencia. Su frágil yo desespera, en lugar de esperar el tiempo de reencuentro con su mamá.

Dice Winnicott: “Cuando el pasado se instala en el consultorio, el pasado es el presente, así el analista se enfrenta al proceso primario, aquí y ahora es el desamparo”.

Varias teorías y autores coinciden en pensar que cuando el quantum de angustia al cual se enfrenta el sujeto en constitución, carece de lugar psíquico donde inscribirse, es el cuerpo quien responde. O bien, la amenaza es sentida en el presente como temor inexplicable, cuando se trata de algo ya sucedido, pero no recordado.

No es porque Franco se angustia que su cuerpo se dispara incontrolablemente. No puede registrar sus afectos, ligar afecto a representación. No hay allí sujeto capaz de cualificar aquello que lo invade desde su interior.

Los ruidos, lo asustan de tal manera que tiene que salir del consultorio, del aula. Las separaciones de su madre o un tardío reencuentro lo aterrorizan.

Luego serán las despedidas en transferencia las que reediten esta angustia.

Así me veo convocada en más de una oportunidad a correr a la par de él para evitar que entre solo a un ascensor o trabe una puerta. Un estar a solas que lejos de construir subjetividad confirmaría el estado de emergencia en el que se encuentra.

Al no haber un yo constituido sólidamente, momentos de confusión desorganizantes lo invaden. ¿Dónde queda él si se va la madre?

Las separaciones, entonces, generan sensaciones de desintegración ya que el yo queda amenazado de destrucción.

“… la capacidad de metabolización del traumatismo, será concebida por Freud como una relación existente entre aflujo de excitación y capacidad de ligazón interna…”. “…la función de ligar es patrimonio del yo…” (Bleichmar, 1993, Pág. 150).

Y el yo se construirá como instancia psíquica, resultado de una relación suficientemente buena, dirá Winnicott, matriz fundante del desarrollo subjetivante. Será función de la madre, tamizar, traducir, acercar el mundo externo de manera que éste pueda ser metabolizado por el niño. Delicado proceso de entonación en un” verdadero encuentro”. Función de “regulación de distancias, presencias y ausencias”.

Quizá: sesión, analista, marco terapéutico, juego, palabras, corridas que se transforman en carreras, tiempo, y espacio, representen ese espacio potencial de creación de aquello que no llegó a cumplir la función constitutiva primaria ( a modo del cordel del que nos habla Winnicott: une y separa a la vez).

Será nuestro trabajo construir un espacio, donde la creación de un ambiente interno “confiable” lo acompañe en sus nuevas conquistas. Jugando, creando, creándose.

Bordear los desbordes. Hacer superficie

La selección de este material clínico surge de mi necesidad de bordear la angustia que muchas veces me sorprendía pensando en él.

El dolor psíquico impacta, deja huellas, en él, en mí.

Ligar y elaborar será nuestro trabajo en transferencia.

Hacer borde y superficie con el pensamiento de otros colegas, con supervisiones y el propio análisis.

Crear un nuevo cuerpo teórico, que me permita nuevos abordajes clínicos. Nuevas modalidades de acercamiento con el aprendizaje, nuevas distancias, habilitadoras y lúdicas.

Lo que excede, desborda; el trabajo con Franco, desborda el espacio del consultorio. El adentro se transforma en afuera, y el afuera en adentro. Excede el horario de la sesión, y así me sorprendo un día con un llamado del niño a las dos de la mañana, asustado, silencioso, sólo escucha mi voz.

Ricardo Rodulfo nos hablará de la fabricación de superficies ininterrumpidas, a modo de la creación de continuidades unificantes (banda de Moebius), donde un Otro Primordial pueda preveer lo que para un niño pequeño es impensable.

De lo imprevisible a lo anticipatorio 

Pienso la función de anticipar como la creación de un espacio y tiempo suplementario, necesario para ligar afecto a representación, hacer borde al desborde.

Ante cada nueva despedida me encuentro abriendo este espacio temporal donde crear juntos formas más tolerables de soportar la ausencia y a la vez ligar.

Entonces le ofrezco ir de la mano hasta el ascensor, con la esperanza de ir transformando ese recorrido en un agradable paseo, y en lugar de escapar podamos jugar y ver quien llega primero al encuentro con su mamá.

En una sesión me pide mi dirección de mail, “así te escribo”.

Intercambiamos papelitos cuidadosamente recortados por él con nuestras direcciones.

Unos días después recibo un llamado de la madre, contando que Franco ante su nuevo interés por invitar amigos a su casa se había fabricado papelitos – cuidadosamente recortados con su número telefónico – que fue repartiendo en el aula a los niños que entusiasmados formaban fila para recibirlos.

El espacio de escritura transferencial se extiende al espacio escolar, y una nueva continuidad esperanzadora envuelve al niño en un nuevo proceso de escritura subjetivante.

Conclusiones

Cada historia se escribe-inscribe de manera singular. En ésta, el entrecruzamiento de diferentes acontecimientos disruptivos, vividos como excesos para un prematuro y desvalido yo, dejaron como saldo negativo una presencia desbastadora y amenazante de aquello sucedido en el pasado pero imposible de ser recordado. Situación traumática.

El dolor psíquico insoportable se hace presente ante cada situación de separación donde el yo queda amenazado de destrucción.

Será trabajo del análisis construir en un “entre” analista-paciente, un ambiente interno confiable y fértil, donde una inédita escritura subjetivante permita dar significado al sufrimiento padecido habilitando otras nuevas conquistas, jugando, creando, creándose.

Resumen

La selección de este material clínico surge de la necesidad de bordear la angustia que contratransferencialmente me ocupaba.
Me propongo hacer un recorrido teórico clínico, donde desplegar y pensar conceptos tales como: angustia señal, angustia automática, traumatismo y función materna.
Se trata de dar cuenta a través de una viñeta clínica, de los avatares que sufre el psiquismo cuando los excesos son los protagonistas, dejando como consecuencia la imposibilidad de ligar afectos a representaciones; y un dolor psíquico insoportable.
Se trabaja con el objetivo de crear, al modo de Winnicott, nuevas escrituras psíquicas, nuevos bordes al desborde, nuevas modalidades de soportar las ausencias y a la vez ligar, construyendo continuidades que le permitan otras escrituras psíquicas, en un “entre”, analista-paciente, donde el despliegue de: juegos, palabras, tiempo y espacio, los encuentre a ambos en una inédita creación subjetivante, que tiene como propósito esperanzador exceder los límites del consultorio, habilitando otras nuevas conquistas.

Notas al pie

Marcela Zagara: alumna del Curso superior en psicoanálisis con niños y adolescentes “Versiones contemporáneas de la infancia y de la adolescencia” AEAPG.

Bibliografía

Bleichmar, S.: En los orígenes del sujeto psíquico. Buenos Aires, Amorrortu,1993.

Bleichmar, S.: La fundación de lo inconciente, Buenos Aires, Amorrortu, 1993.

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Rosmaryn, A.: Juego, creatividad y sublimación en AEAPG, 2010.

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Acerca del autor

Marcela A. Zagara

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