NÚMERO 21 | Mayo 2020

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Desarrollo temprano e identificación | Alicia Rut Levín

Ponencia de la Mesa «Dos teorías acerca de la Identificación: Freud y Winnicott». Panel previo al XII Congreso anual y XXXII Symposium AEAPG (octubre 2019): «Laberintos Identificatorios: Marcas y Movimientos», septiembre 2019.

Los términos “desarrollo” y “temprano” se encuentran desde el origen en la bibliografía psicoanalítica. Especialmente el psicoanálisis escrito por autores ingleses y rioplatenses le ha dedicado especificaciones. El término “temprano” introduce lo primario, lo arcaico en la constitución del psiquismo al mismo tiempo que “desarrollo” incluye capacidad de maduración en el bebé y nociones de capacidad de integración en el sí-mismo

Es de interés poner a trabajar dichos términos dado que la función madre es fundante, primordial, imprescindible y devienen de esta capacidad efectos diversos en el desarrollo del bebé.

El psicoanálisis contemporáneo actualiza este interjuego de términos acerca de la función madre en el desarrollo del bebé por medio de la revisión de sus términos, así como las modificaciones epocales, las que imprimen huellas en la constitución del psiquismo individual e intersubjetivo

Winnicott rechazaba la creación de nuevos términos teóricos para afirmar, en cambio, la necesidad de “remozar un poco” viejos términos. No obstante, algunos conceptos son novedosos tales como: preocupación maternal primaria”, “madre suficientemente buena”, “ambiente facilitador”, “capacidad de preocupación”, etcétera.

Nuestro autor parece haber encontrado una salida al dilema tradicional que pone el acento en la ausencia o, por el contrario, en la presencia, en el encuentro madre-bebé, considerando el punto de encuentro entre la reunión (presencia) y la separación (ausencia) y mostró cómo, en el momento que precede a la reunión, el objeto era creado justo en el instante en que la separación (el comienzo de la ausencia) podía ser ulteriormente utilizada como espacio de reunión potencial.

Se puede llamar nuevo paradigma a la metapsicología de Winnicott, ya que utiliza categorías propias para nombrar tanto los temas teóricos del psicoanálisis freudiano como para denominar y abordar lo que denomina su concepto de individuo sano y su relación con la creatividad. Como toda teoría psicoanalítica, esta incluye nuevas definiciones de persona, sujeto, identificación y de su psicopatología. Ejemplos de ello son los términos: relación, función, intersubjetividad, espacio intermedio, objeto subjetivo, objeto transicional, gesto espontáneo, agresión y falso y verdadero self.

Es significativo en este paradigma, y para adentrarnos en la relación identificación y relaciones de objeto, interpretar las teorizaciones acerca de los primeros objetos no-yo. Podríamos pensarlos como la matriz de lo que luego se construirán los escenarios de la ilusión y madurativamente, después, la desilusión. Winnicott juega con un lenguaje de pares, interno-externo, ilusión-desilusión, objeto subjetivo-objeto objetivo, etcétera. Entiendo que, lejos de polarizaciones, nos quiere decir acerca del trabajo de simbolización y de la transicionalidad como punto de llegada y no como punto de partida para el psiquismo.

Es esta primera creación del objeto subjetivo, a través de la omnipotencia infantil, la que encierra la paradoja de una realidad creada, pero, al mismo tiempo, encontrada, que no es ni externa ni interna ilusión sostenida por otros.

Es necesario recordar que para este autor en el origen no hay sujeto, no hay bebé. El bebé no existe sino en un “estado disociado de soledad no traumática”. El medio ambiente favorecerá su gesto espontáneo o, mejor dicho, “establecerá está lógica del objeto subjetivo que se sostiene en el movimiento paradojal”. Nos encontramos frente a la primera definición de creatividad primaria contenida en la primera paradoja.

Es decir, el objeto es creado por , pero en verdad es hallado al mismo tiempo que creado. .

Refiere el autor:

(…) el bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho materno. La madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé está pronto para crear, y en el momento oportuno. (pp. 28-29).

 

Esta primera experiencia paradojal de lo creado-encontrado será la base que permitirá al niño ir adquiriendo la sensación de ser una unidad en el espacio con una continuidad temporal, a la vez que le permite aprehenderse como artífice de su propia vida. Esta actividad creadora originaria es la que lo produce y lo transforma, así como la que le otorga la capacidad de ir transformando el mundo que va encontrando.

Los afectos, emociones o sentimientos tienen por definición una “triple faz”. Implican: 1. Un cambio físico perceptible para los demás y 2. Otras dos cosas: el registro propioceptivo de esos cambios corporales y las sensaciones directas de placer o displacer que le dan una cualidad o tono dominante. En consecuencia, toda vez que hablemos de afecto, emoción o sentimiento debemos imaginar que existen, al mismo tiempo, los dos aspectos descriptos: “un cambio físico perceptible” tanto por los demás como por uno mismo, y “una vivencia subjetiva”.

Seguramente el método psicoanalítico, que propone un recorrido en reversa, intenta llegar a aquello que para cada escuela es “lo más temprano”, concepto este que, para Winnicott, “no es lo más profundo”.

Él establece una notable diferencia entre más temprano cronológicamente (el ambiente indiferenciado aún del sujeto) y lo que resulta más profundo (aquello ligado a los fenómenos depresivos y el odio).

“Lo temprano”, entonces, suele no ser parte del self, aunque sí, de la historia del sujeto: se trata de lo que el medio brindó en los primeros momentos de la vida extrauterina, en términos de sostén, manipulación y presentación objetal, “mientras lo más profundo” se va instalando gradualmente como contenido del self. Si en el ambiente inmediato al nacimiento hubo fallas generadoras de situaciones traumáticas, aparecerán luego…

Aquello que resulta más profundo irá apareciendo si posibilitamos la resolución a través del desarrollo de lo tempranamente fallido.

… Profundo no significa temprano, porque el infante debe alcanzar un cierto grado de madurez para poder ir volviéndose gradualmente profundo.

… un infante humano debe recorrer alguna distancia desde lo temprano para tener la madurez que le permita ser profundo.

 

Hay cuatro conceptos en la obra de Winnicott que se relacionan estrechamente con las ideas de afectos, realidad y nacimiento: 1. El objeto transicional, 2. El fenómeno y espacio transicional, 3. El concepto de “Jugando” en términos de “proceso que se está realizando” y 4. El concepto de “necesidad maternal primaria” y “creatividad primaria” en la dialéctica ilusión-desilusión.

Los iremos desarrollando:

El objeto transicional representa el viaje del niño desde la subjetividad pura a la objetividad, desde la indiferenciación con la madre a la aceptación de esta como objeto exterior con el cual puede establecer una relación objetal. Hay que reconocer que este viaje a la realidad no termina nunca.

La tarea de aceptación de la realidad nunca queda terminada”, dice Winnicott, pues “ningún ser humano se encuentra libre de la tensión de vincular, la realidad interna con la externa. El alivio de dicha tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia que no es objeto de ataques (las artes, la religión, etc.).

 

Se trata de una realidad que no es completamente exterior ni interior. La relación objetal misma es un fenómeno transicional, un espacio intersubjetivo. En el mejor de los casos

Esto implica que el espacio de la realidad es pasible de cambio constante, en tanto proceso dinámico, que su característica es fundamentalmente simbólica y que su construcción es vincular. Sin embargo, o, mejor dicho, por esto mismo, su desarrollo es procesual y progresivo en el mejor de los casos y puede incluir un movimiento derivativo desde lo material a lo simbólico con el agregado de que, en un determinado momento, hay una ruptura de esta continuidad o un salto cualitativo cuando el objeto transicional es abandonado.

Lo anteriormente dicho implica una constitución compleja de la realidad que no es completamente externa ni interna, sino que está en un “entre” que conlleva un rango de variaciones de una determinada tensión. Cuando esta tensión se resuelve por la presión del medio ambiente, podemos conjeturar que desembocaría en una sumisión pasiva a la realidad. Cuando en cambio se resuelve por una presión interna, como en los “casos límite” en los cuales el yo organiza y arma defensas contra el desmoronamiento de su propia organización, estas se traducen en una organización defensiva vinculada a una agonía primitiva en tanto “pérdida de la residencia en el cuerpo”, “pérdida del sentido de lo real” o la sensación de que “uno no cesa de caer”.

Esta agonía subyacente, contra la cual se constituye toda tentativa de estructuración, es una agonía que evoca una brecha insalvable o un abismo sin fin y que implica una fractura o una caída de la realidad. Dicho desmoronamiento tan temido como una amenaza que tendría lugar en el futuro, en realidad, ha tenido lugar en el pasado, pero sin haber encontrado un lugar psíquico, es decir, sin haber quedado registrado en ninguna parte y toda concepción de la realidad se ve entonces profundamente modificada.

Por lo tanto, aquello que no ha sido experimentado escapa a toda posibilidad de memorización, pero se encuentra, sin embargo, en el corazón del ser a la manera de afecto coagulado, sin posibilidad de hacer enlaces. Pero este vacío, este blanco, no es el de la represión, sino un espacio desértico que crece y amenaza tragar al psiquismo y es esto lo que debe ser experimentado. Winnicott dice: “Solo a partir de la no-existencia puede comenzar la existencia”.

La creatividad primaria es el gesto espontáneo, el estar solo en compañía del otro, el objeto transicional da un paso más, ya que es el primer acto pre simbólico, es decir, ahora se puede sustraer la presencia de la función materna antes requerida. Mejor dicho, debe sustraerse la presencia materna para dar lugar al objeto que imaginariza su presencia a la manera de creación.

En esta realidad es importante percibir una dialéctica entre ilusión y desilusión. Esta parte de un primer momento llamado de “preocupación materna primaria” lleva a la madre a adecuarse casi perfectamente a las necesidades del niño en las primeras semanas. La rapidez y la adecuación al deseo del bebé con que se repite dicha experiencia crea en el niño la “ilusión” de que el pecho es parte de él. Así, el niño siente que su deseo crea el objeto gratificante cada vez que lo necesita. Y este objeto es no sólo el pecho, sino el conjunto de cuidados que su madre le brinda.

Lo importante es el uso que hace la madre de sus capacidades instintivas; para ello, debe existir una experiencia importante entre la madre capaz de identificarse con su bebé y la dependencia del bebé con su madre.

Dado el marco proporcionado por la madre, el bebé es capaz de concebir la idea de algo que satisface la tensión de su necesidad; a esto lo llama Winnicott “creatividad primaria” que sería el componente subjetivo de la “preocupación maternal primaria”. Entonces, frente a la tensión, se produce en el niño la idea de que algo va a salir al encuentro de esa necesidad; es un momento en que la madre provee el pecho coincidentemente con la necesidad del bebé. Este hecho genera en el niño la ilusión de que él ha creado el pecho, lo que constituye un objeto subjetivo bajo su control omnipotente.

Si bien el resultado de lo antedicho es un “objeto subjetivo” desde la perspectiva de la subjetividad del bebé, es un “objeto objetivo” desde la posición de la madre. En realidad es tanto subjetivo como objetivo, pues se abre una intersección entre la madre y el hijo que supone una tercera zona intermedia que Winnicott nomina “zona de ilusión”, esta es la zona por antonomasia de los fenómenos transicionales. Hasta aquí no hay verdadera relación entre uno y otro en el sentido de intersubjetividad: “El bebé se alimenta de un pecho que es parte de él y la madre da de mamar a un bebé que es parte de ella”.. Con la extinción paulatina de la preocupación maternal primaria, la madre pasa a ser lo que nuestro autor llama una madre “suficientemente buena”. Esta continúa proporcionándole al bebé experiencias de ilusión, pero también le provee frustraciones derivadas de la natural imperfección en la adecuación a sus necesidades.

Esto guía al bebé hacia el reconocimiento de la realidad exterior, pero para Winnicott siempre persiste una zona personal de apreciación subjetiva que se sitúa en relación con los fenómenos transicionales, y que luego se configura como una continuidad con “las intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica creadora” (Winnicott, 1971).

Vemos entonces cómo, en el interjuego de estos cuatro elementos de la teoría winnicottiana, se construye el sistema de la realidad para el aparato psíquico y, al mismo tiempo, vemos cómo su distorsión POSEE EL SENTIMIENTO de la existencia como fútil, vacía o sentimiento de no vida, mórbida.

Estos cuatro conceptos articulados proveen a la teoría de Winnicott de una modalidad de construcción de la realidad que, siguiendo una lógica paradojal, es capaz de explicar tanto el proceso madurativo en términos cronológicos como el aspecto topológico de una zona intermedia que crece y se desarrolla en extensión en tanto el mundo simbólico humano .La agresión inicial, el elan vital bergsoniano, conocida como la agresión de vivacidad innata, es condición inseparable de la aptitud creativa primaria en el bebé

En el desarrollo emocional individual el precursor del espejo es el rostro materno. Si pensamos en los comienzos, ahí, cuando nacen las inmensas complejidades que abarcan el desarrollo mental y emocional del niño, podríamos decir que cuando se encuentra con el pecho no lo mire, lo más probable es que un rasgo característico sea mirar la cara. Cuando la mamá refleja su propio estado de ánimo o la rigidez de sus defensas, allí, los bebés miran y no se ven a sí mismos. Sabemos que hay muchos bebés que tienen una larga experiencia en no recibir de vuelta lo que dan, miran y no se ven a sí mismos. Puede ocurrir como consecuencia que comience a atrofiarse su capacidad creadora y busquen de diferentes maneras que el ambiente les devuelva algo de si. Allí, el rostro de la madre no funciona de espejo, no se convierte en un lugar placentero donde “vivir “.

Si llegamos hasta aquí en el paradigma de Winnicott y leímos sus términos de primeros objetos, quiere decir que entendimos que, por el lado del yo incipiente del bebé con el que se ha identificado primariamente la función materna, tendrá lugar la integración desde dos fuentes: la interna y la externa. El proceso de identificación se realizará en este especie de reunión de pedacitos originales que se irán reuniendo en un yo soy yo. Para nuestro autor serán las técnicas de cuidados, holding, handling y presentación de los objetos, las que favorecerán o no este estado afectivo del yo soy.

La madre, como primera representante del ambiente, es la que debe sostener y al mismo tiempo presentar oposición para que el nuevo individuo pueda ser y sentirse él mismo y la vida como reales.

Cuando esto no ocurre, cuando la madre no reconoce la agresión primera del bebé como parte de su amor y sólo lo siente como un acto agresivo, el infante lo registra como una intrusión. Estas intrusiones reiteradas son las que interfieren en su desarrollo espontáneo y creativo y lo obligarán a reaccionar de manera defensiva a partir de un self falso.

Refiere el autor:

La madre que no es suficientemente buena no es capaz de instrumentar la omnipotencia del infante, de modo que repetidamente falla en dar satisfacción al gesto de la criatura. En lugar de ello lo reemplaza por su propio gesto, que adquirirá sentido por la sumisión del infante.

 

La madre empática, al adaptarse de manera suficiente a las necesidades de sostén del bebé y fallar en el momento oportuno, es decir, cuando el infante puede tolerar la falla, será la que facilite la experiencia de creación propia de este momento transicional.

En síntesis, es la existencia de este espacio subjetivo en el bebé, este origen signado por la pura ilusión y omnipotencia, el cimiento de la vida de un individuo que intenta arribar al estado de persona y, como tal, establecer diferentes relaciones transicionadas al mismo tiempo con personas y objetos de la realidad.

Para terminar, en el pensamiento contemporáneo, las identificaciones nos comprometen como psicoanalistas.

Frente a identificaciones e identidades heredadas del pensamiento metafísico, podríamos hablar hoy de identidades fluyentes, un cruce permanente con las diferencias y la diversidad que permite la posibilidad de una recreación y revitalización de los sujetos

Bibliografía

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Acerca del autor

ALevin

Alicia Rut Levin

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