NÚMERO 12 | Marzo, 2015

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Diversidad parental. Documental «Homo Baby Boom» | Judith Roitenberg

Ponencia de la Mesa «Diversidad parental. Documental “Homo Baby Boom”» organizada por el Área de Niños y Adolescentes, perteneciente al Ciclo «Miércoles en la Escuela», mayo de 2015.

Mariam Alizade (1943-2013) fue creadora del Comité de Mujeres y Psicoanálisis (Women and Psychoanalysis Committee – COWAP) de la Asociación Psicoanalítica Internacional (International Psychoanalytic Association – IPA). Con una libertad de pensamiento acerca de lo masculino y lo femenino, de las maternidades, sexualidad y subjetividades, inicia su artículo «La liberación de la parentalidad en el siglo XXI» de la Revista Imago Agenda de junio de 2010 con el siguiente epígrafe de Jacques Derridá (2001): «La adaptación a nuevas estructuras parentales está en curso, y proseguirá… aunque aquí y allá puedan preverse reacciones, frenos, desigualdades de ritmo, numerosas mutaciones se hallan en curso…».

Luego, Mariam Alizade nos dice: «Las nuevas parentalidades constituyen una potencial revolución en los paradigmas de origen de la disciplina psicoanalítica. Afirma que debemos repensar las ideas consensuadas hace más de un siglo a fin de renovar las teorías y la praxis para dar cuenta de las nuevas formas de parentalidad en este siglo». Ella plantea que la noción de función se centra en la atribución de roles que nos separa de la biología.

Según J. Raphael-Leff (2003) esta constelación de ideas hacia una futura parentalidad se encuentra precozmente en los niños. Desarrolla el concepto de identidad generativa que consiste en la construcción psíquica de uno mismo en tanto progenitor potencial. Se perfila la tesis de una adopción psíquica universal de mayor alcance estructurante que la filiación biológica, no importaría tanto quién o quiénes sino cómo es ejercida la función y cómo es recibida en el medio ambiente circundante. La parte femenina y masculina de los seres humanos es entendida como el impulso deseante de criar y tener un hijo independientemente de toda maternidad o paternidad biológica. La identidad generativa se agrega a la identidad nuclear de género, al rol de género y a la orientación sexual en la elección de pareja sexual. De este modo el niño logra las representaciones reaseguradoras de convertirse un día en un creador potencial y no ya un mero ser creado, la de obtener potencialidades psíquicas y el pasaje de la procreatividad física a la creatividad en general.

Según Mariam Alizade el deseo de hijo en parejas homosexuales se independiza de la elección de objeto homo o heterosexual.

Las paternidades, maternidades y parentalidades también dependen en mayor medida de inscripciones psíquicas que de realidades corporales. Lo esencial estaría determinado por el lugar en el cual se posicionan con la consiguiente transmisión a la que darían lugar, en el fantasma de la escena primaria importaría más que el sexo de cada uno de los integrantes de la pareja imaginaria, la estructura de exclusión que lo constituye. Sostiene que niños adoptados, que son fruto de una procreación asistida y homo parentalizados, nunca salen indemnes de las perturbaciones ligadas a su nacimiento. Aun así, el psicoanálisis debe, con la mayor justeza posible, dar cuenta de la calidad del daño, su inserción en las series complementarias y consecuencias en la vida comunitaria. Quizá el secreto resida en el buen ejercicio de la función familia (Alizade, et. ál., 2003) que permite la construcción de una familia interna suficientemente satisfactoria para el desarrollo simbólico del niño (ampliando el concepto winnicottiano).

La familia tipo fue el modelo ideal de crianza en los cien primeros años del psicoanálisis. Parecía inamovible. Arminda Aberastury escribió: «Todo niño necesita un padre para poder desprenderse de la madre, y también necesita de una pareja padre-madre para satisfacer, por identificación proyectiva, su bisexualidad». Incluso E. Salas (1984) insistió en la importancia de la existencia de un padre real en la pareja parental para cumplir con dicha función.

La díada heterosexual era hegemónica y las teorías sobre la triangularidad edípica y narcisización en el desarrollo del niño giraban en torno a ella.
En el Siglo XXI tener un hijo implica un derecho humano.

El deseo de formar una familia se expresa en Población Neosexual o no sexualmente convencional como personas deseosas de armar un nido de vínculos primarios, más allá de sus identidades de género o elección de objeto.

La expresión de deseo de generar una organización familiar fuera del marco social y cultural establecido hace siglos, constituye un movimiento de liberación.

Alizade propone denominar liberación de la parentalidad a estos fenómenos de inclusión parental novedosa.

Asi mismo desarrolla el concepto de Cuarta Serie Complementaria (Alizade, 2004) a fin de estimular la investigación en los factores sociales, culturales, históricos, políticos, en la organización del psiquismo: Los mandatos y los imperativos de época del mundo externo se internalizan en la mente a través del super-yo y condicionan los pensamientos y la creación de teorías: La cuarta serie atraviesa las tres series complementarias descritas por Freud. Ideales, ensoñaciones, fantasías, deseos, aparentemente sentidos como propios dan cuenta de la impregnación dominadora de la cultura, de la imposición sutil de creencias y de la alienación identificatoria.

La libertad de pensamiento y acción, la autenticidad de deseo: ¿son condicionamientos de época inconscientes? Así como la anatomía es el destino ¿serán los contextos socioculturales los que conforman nuevos destinos?

Requisitos para nuevas parentalidades

Los elementos fundamentales de una adecuada parentalidad no dependen únicamente de factores externos (matrimonio, heterosexualidad, deseo manifiesto de hijo), sino de la salud mental de las personas que ejercen la función de genitores ya sea en forma conjunta o monoparental. La pareja heterosexual dejó de ser el elemento fundamental para educar a un hijo. Amor, sacrificio y responsabilidad ocupan un primer plano. La noción de una maternidad natural encarnada en todas las mujeres es cuestionada desde hace varias décadas (Badinter, 1980).

La adopción adquiere un carácter universal positivo

Establece que ninguna parentalidad escapa al imperativo de la devoción y el amor hacia el nuevo ser, concebido biológicamente o no.

Ser adoptado es sinónimo de ser amado y cuidado en la travesía del niño/a hacia la vida adulta. La construcción de un hijo (alquiler de vientres, compra de esperma, etc.) ,debido a las invenciones tecnológicas, complejiza aún más el panorama de las parentalidades. Dan lugar a distintas fantasías e interacciones. Estas figuraciones múltiples generan efectos imaginarios, sedes imaginarias de proyecciones y deseos.

La filiación biológica tiene enorme peso en la crianza de un niño. El deseo de hijo suele constituir un atractor narcisista de primera magnitud en cuanto a la trascendencia, la continuidad generacional, la sobrevida imaginaria y simbólica.

La condición de padre o madre en sí misma no implica ni salud ni patología. Cada organización familiar expresa sus singularidades.
Desear ser padre o madre puede ser un deseo tanto saludable como patológico.

La visión romántica de la familia nuclear se confronta con una realidad parental multiforme.

El concepto de función familia: procura al niño el acceso al mundo simbólico y a distintos modelos de crianza. Familia designa subjetividades en red que sostienen (o derrumban) al psiquismo, en un espacio de vínculos que exceden a la familia nuclear convencional. Coexisten filiaciones biológicas con filiaciones de extranjería: con seres significativos que intervienen en el mapa identificatorio y pulsional del niño. Son personas «fuera de familia» que producen efectos psíquicos relevantes en la mente infantil, que contribuyen a la estructuración y desestructuración del psiquismo. Para hacer un individuo se necesita una matriz grupal. El nosotros precede al yo, y modela en situación.
La palabra familia se expande al englobar a personas, instituciones y grupos que influyen en la organización mental de las nuevas generaciones. La sociedad, en aras de proteger la infancia y prevenir perturbaciones, se cuestiona si no debiera limitar ciertas formas de adopción. Solicita una garantía de crianza saludable para toda nueva forma de ejercer el cuidado de un niño/a. La homoparentalidad está actualmente en discusión. El ejercicio de la homoparentalidad es eminentemente heterogéneo. Situaciones clínicas como las consecuencias psíquicas no son homologables. No producen razonamientos deductivos. Joyce Mac Dougall (1988) señala que la sexualidad, polimorfa en todas sus manifestaciones, no puede llamarse perversa en tanto no dañe al prójimo y sea consentida por los integrantes de la situación sexual La reproducción homo parental exige siempre que un tercero (prestador de útero, prestador de semen, adoptante, etc.) acuda a la cita reproductiva. Se establecen combinaciones reproductivas que eran inimaginables tiempo atrás.

Heineman (2004) plantea la existencia de una representación mítica universal independiente de la realidad del sexo de cada genitor. Una línea divisoria entre la sexualidad del adulto y el desarrollo psicosexual del niño, lo cual independizaría la evolución infantil del género de los genitores.

Una determinada persona neosexual tendría derecho al reconocimiento y permiso legal de adoptar hijos en la medida en que las neosexualidades también son heterogéneas y comprenden personas capacitadas para cuidar y sostener a un infans en el recorrido de la vida hacia la adultez.
La liberación de la parentalidad se anuncia como una nueva liberación, tal como lo fuera la liberación femenina en el siglo XIX y, en tanto tal, tendrá ventajas y desventajas, producirá conflictos y controversias. Es un desafío para el psicoanálisis. Merece profundos estudios desprejuiciados.

Bibliografía

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Acerca del autor

Judith Roitenberg

Judith Roitenberg

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