NÚMERO 27 | Mayo 2023

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Encuadres pensados. Dispositivos posibles* | Liliana Feldberg, Claudia Foks, Viviana Garbulsky, Florencia Groisman, Raquel Spivak y Sandra Vorobechik

Luego de la pandemia por el COVID-19, los terapeutas del Centro Rascovsky renuevan el interés en pensar encuadres dinámicos y acordes a la subjetividad de cada consulta. El Centro trabaja y produce a partir de los interrogantes que plantea la clínica.

Las marcas de orientación teórica contienen improntas invisibles,

pero existentes. Operan como mapas y es tan imprudente viajar sin ellas,

como peligroso viajar por ellas.

Zirlinger, 2013.

 

Las estrategias del «allá y entonces» y la clínica de «aquí y ahora»

A partir de la práctica clínica como psicoanalistas en una institución y desde los desafíos que esto nos plantea, nos proponemos un trabajo de interrogación permanente sobre las teorías que sostienen nuestra tarea. En este sentido, compartiremos algunas reflexiones acerca de las variaciones en el encuadre clínico de trabajo que se van desplegando en la actualidad, conforme a la especificidad de las consultas.

Este artículo es la síntesis de la reflexión cotidiana y permanente que realizamos los colegas de una institución dedicada a la tarea psicoterapéutica. Esta tarea constituye la razón de ser y el pilar fundamental junto a las actividades de investigación y el trabajo comunitario. Trabajamos en equipos integrados por psicólogos y psiquiatras, y atendemos pacientes que pertenecen a diversos grupos de edad. Cada equipo tiene una frecuencia periódica de encuentro. El eje es el intercambio con colegas para supervisar y pensar acerca de los tratamientos en curso que tienen la peculiaridad de desarrollarse en los consultorios particulares de los profesionales. Consideramos que este intercambio y la pertenencia grupal funcionan como una red de sostén y un entramado que permite el procesamiento de las complejidades que propone la clínica en la actualidad. En estos espacios de encuentro, la reflexión sobre los avatares de nuestra práctica es una parte central.

Semanalmente recibimos adultos, adultos mayores, adolescentes, niños, familias y/o parejas que llamamos «consultantes» hasta tanto se conviertan en pacientes y diseñemos un encuadre posible para cada uno de ellos. Y decimos «posible» porque, en este último tiempo, hemos observado que vamos siendo cada vez más flexibles al momento de establecer los encuadres si tomamos como referencia las conceptualizaciones del psicoanálisis clásico. Esto nos llevó a pensar nuevamente acerca del encuadre y a hacernos algunas preguntas: ¿Qué variables permanecen y cuáles cambian? ¿Las estrategias de «allá y entonces» alcanzan a fin de sostener la clínica de «aquí y ahora»?

En la obra de Freud, no encontramos referencia al término encuadre. Tampoco aparece en el Diccionario de J. Laplanche y J. B. Pontalis. En el texto «Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico» (Freud, 1912) se hace mención a una serie de reglas técnicas, resultado de la vasta experiencia freudiana. Estas reglas son: atención flotante y asociación libre como reglas fundamentales, condiciones de tiempo y espacio del análisis, dinero, abstinencia, manejo de la transferencia y otras.

Las reglas para tener en cuenta en el tratamiento psicoanalítico son comparadas por Freud con el juego del ajedrez, dice:

Quien pretenda aprender por los libros el noble juego del ajedrez, pronto advertirá que sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehúsa la infinita variedad de las movidas que siguen a las aperturas. (1913, pág. 125)

El autor es muy claro cuando relaciona las reglas técnicas con su propia individualidad y deja lugar para interrogarse acerca de la generalización de estas cuestiones de la técnica. Freud lo decía del siguiente modo: «He decantado las reglas técnicas que propongo aquí de mi experiencia de años (…) Esta técnica ha resultado la única adecuada para mi individualidad». (1912, pág. 111)

En estas citas, Freud nos invita a pensar que, además de seguir las reglas, es importante no perder de vista la singularidad de la clínica.

Un año más tarde, en «Sobre la iniciación del tratamiento», Freud enunció:

En este trabajo intentaré compilar, para el uso del analista práctico, algunas de tales reglas sobre la iniciación de la cura. Entre ellas habrá estipulaciones que podrán parecer triviales y en efecto lo son. Valga en su disculpa no ser sino unas reglas de juego que cobraran significado desde la trama del plan de juego. (1913, pág. 125).

Más adelante, agrega:

La extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a una mecanización de la técnica psicoanalítica, y hacen posible que un proceder de ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces, mientras que otro habitualmente considerado erróneo lleve en algún caso a la meta. (1913, pág. 125)

No obstante, en una carta que Freud le envió a Ferenczi quince años más tarde, preocupado, dice: «Los analistas dóciles no supieron entender la elasticidad de las reglas que yo les había impuesto. Se sometieron a ellas como si fueran tabúes. Todo esto tendrá que ser revisado alguna vez…». (Jones, 1976) 

A la luz de los escritos técnicos de Freud, podemos encontrar algo que no cambia: su motivación por el conocimiento e investigación, su pensamiento clínico caracterizado por una gran plasticidad, creatividad e inventiva.

Avanzados los años y en pleno auge del psicoanálisis kleiniano, Bleger, en nuestro país, formula sus conceptualizaciones acerca del encuadre. Refiere: «…la posibilidad de establecer como constantes las variables que intervienen en el proceso analítico, como para que éste sea posible y lograr cierta constancia en el proceso» (1966, pág. 20). Así como en el aparato psíquico hay una búsqueda permanente por lograr un nivel estable de las tensiones que permita el transcurrir de la vida, en un tratamiento, la posibilidad de mantener un equilibrio de las tensiones es lo que posibilitará el proceso. De esta forma el autor aseguraba que «el encuadre es el marco propicio para el desarrollo del análisis y es lo que posibilitará el desarrollo de la transferencia». (1976, pág. 22)

Encuadre, encuadrar, encerrar es el marco que permitirá desplegar el trabajo analítico: abrir nuevos significados, mover asociaciones fijas, analizar, descomponer, desandar el camino de la represión que mantiene al sujeto preso de sus síntomas. 

Desde una concepción clínica, podemos pensar el encuadre como un modo de poner entre paréntesis la realidad externa para crear un marco de estabilidad donde las cuestiones se jugarán con relación al mundo interno del paciente y a lo que de ello se proyecte en la figura del analista, tal como plantea Waisbrot en Más de un Otro (2010, pág. 20). Este enfoque se sostiene en una mirada clásica del trabajo de análisis que propicia la regresión, el trabajo en transferencia, la utilización del diván para crear estados de ensoñación, cuatro sesiones semanales, la neutralidad del analista, etc.

Desde otro punto de vista, creemos que es importante recuperar la dimensión de inventiva freudiana, desarmando mandatos superyoicos que obstaculizan y ritualizan la práctica, y pierden la singularidad del encuentro paciente-analista.

Del encuadre al dispositivo

En función de los desarrollos freudianos y de los posteriores, y tomando en cuenta los desafíos que plantea la clínica actual, pensamos que habrá que re-definir las mejores condiciones que tornen posible un análisis. Generar un marco de estabilidad para que el trabajo del análisis pueda desplegarse, replantear contratos singulares, hechos a medida, acorde a la especificidad de cada paciente.

Se tratará de crear el marco particular para el encuentro de ese paciente con ese analista, dibujado a partir de la singularidad del encuentro.

Repensando estas cuestiones y apelando al caso a caso, hace ya tiempo que el término dispositivo viene resonando en el marco del psicoanálisis.

Michel Foucault es quien aporta la noción de dispositivo en un sentido amplio y si bien evita dar una definición precisa, lo describe como «n conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los elementos del dispositivo». (1976, pág. 155)

Creemos que este concepto nos puede servir para pensar en el dispositivo psicoanalítico y en lo que se juega de él en sus diferentes formas de aplicación. Así, la idea de dispositivo psicoanalítico incluye (como conjunto heterogéneo y discursos) a la teoría y a las prácticas, a las instituciones e instalaciones arquitectónicas, a los divanes, sillones y a los diversos escenarios. También incluye a la especificidad de los enunciados científicos.

Por lo tanto, lo que tradicionalmente se ha conocido como encuadre se ve enriquecido y ampliado por un conjunto de elementos que se disponen ante la situación para hacer frente a las cuestiones que aparezcan en la clínica, y que conforman una red.

El dispositivo hace referencia a una disposición, a tener una serie de instrumentos y disponerlos de determinado modo, a una serie de prácticas para hacer frente a una situación y conseguir un efecto.

De modo tal que pensamos en encuadres dinámicos, vivos, que puedan ser repensados y revisados cuando las particularidades de las situaciones clínicas y psicopatológicas lo demanden.

Entonces, en oposición a la rigidez del encuadre clásico, estereotipado, proponemos la construcción de encuadres singulares que dan lugar a lo nuevo, no incluido en la repetición.

Creemos importante rescatar la dimensión profunda del contrato. Dice Brecht:

La mayor parte del tiempo, las relaciones entre los seres humanos sufren, por aquello que en el contrato establecido, no fue respetado. A partir del momento en que dos seres humanos entran en relación recíproca, su contrato, a menudo tácito, entra en vigor, y reglamenta la forma de sus relaciones. (1988, pág. 127)

Así como el analista debe ser una pantalla en donde se puedan reflejar los contenidos que transfiera el paciente, el dispositivo y el encuadre también serán un marco que reciba transferencias del paciente y, como tal, material de trabajo para el análisis. Un encuadre bien establecido posibilitará el despliegue de la transferencia, no sólo como receptor de la transferencia infantil, sino también como creador de transferencia. Se abre de esta forma la posibilidad de transformar la repetición en el trabajo analítico y en la elaboración.

Así, el vínculo con el analista será el punto de partida para crear nuevas matrices y nuevas transferencias. Como dice Aryan: «La posibilidad de crear un encuadre según variables del paciente, cambia al paciente y cambia la visión del analista». (2012, pág. 466)

El encuadre podrá permanecer mudo hasta que se produzcan rupturas, actuaciones, desafíos. Será trabajo del análisis ponerle palabras a aquello que se actúa con relación al encuadre. La posibilidad de establecer un marco, establecer límites será lo que permitirá ir armando un psiquismo con mejores posibilidades de reorganización a partir del establecimiento de diques y acotando el principio de placer.

Nuevos interrogantes

A veces las teorías intentan explicarlo todo, cierran y obturan la capacidad de comprender y pensar. Nos proponemos, más que seguir adoctrinamientos, generar preguntas que interroguen nuestra práctica.

La clínica produce teoría y la teoría la reorganiza, mientras se construye a sí misma. La experiencia clínica posibilita constatar la validación y el cumplimiento de los objetivos terapéuticos.

En la intimidad del análisis, edificada en el escenario psíquico construido por los integrantes del proceso y marcada por el lazo social establecido entre ellos, se podrá actualizar y desplegar la escena transferencial y emerger, para sorpresa del yo consciente, algo inesperado que da curso al trabajo analítico.

Aryan plantea:

Lo que parece en ocasiones novedad clínica dentro de lo ya conocido teóricamente, pronto pasa a observarse en distintos analizantes y a poco andar encontramos colegas con los mismos interrogantes que deben llevarnos a reconsiderar entre otras cosas el encuadre con el que estamos trabajando porque la novedad debe ser enfocada como un problema que ya es también nuestro, y no sólo y fácilmente adjudicable a la psicopatología del o de los analizantes. (2012, pág. 461).

Como analistas, tenemos la necesidad de pensar en los contextos de época que marcan no sólo nuestro trabajo, sino, también, los modos de producción subjetiva. Se van presentando y naturalizando nuevas prácticas sociales, improntas culturales que se insertan en las subjetividades actuales e ingresan en nuestra clínica cotidiana, tanto en los pacientes como en nosotros como analistas, como parte del “campo clínico”. 

Lo novedoso que reconocemos y que lo novedoso que ingresa al consultorio nos convoca a pensar nuevas modalidades de intervención y a elaborar teóricamente nuevas conceptualizaciones que acompañen la trama cultural actual.

Nuestra práctica clínica está atravesada por las vicisitudes de los modos instituyentes de la época. Se pregunta Susana Kuras de Mauer (2014) en «El Psicoanálisis como dispositivo»:

¿Cómo hacer para interrogar críticamente nuestros referentes, nuestros puntos de apoyo? Nuestro desafío es no sólo animarnos a revisar conceptos hegemónicos, des–centrar, de–construir y crear nuevos dispositivos sino también poder reconocer y hacernos cargo de nuestras propias representaciones en conflicto, cuestionando la herencia para permitir su transformación. 

Nos preguntamos: ¿Qué sucede cuando el encuadre se rompe? ¿Qué nos pasa cuando los pacientes intentan manipular, transgredir el encuadre? 

En una ocasión, durante la sesión de una paciente de trece años, suena el timbre. La analista atiende y, para su sorpresa, se encuentra con un delivery. La madre lo había enviado porque la niña fue a la consulta directamente del colegio, sin haber merendado.

Muchas de estas situaciones son sorpresivas y suelen demandar una respuesta inmediata. Aparecen distintas emociones del lado del analista que nos llevan a interrogarnos acerca de cómo posicionarnos. Nos vemos «forzados» a responder e «inventar en situación», poniendo a prueba lo que va ocurriendo entre nuestra intervención y los efectos en el paciente. En esa situación, nos vemos haciendo y diciendo cosas que nos sorprenden. 

En este sentido, cobra relevancia, además del análisis personal y de las supervisiones, el valor del trabajo en equipo y del intercambio entre colegas nos ayudan a legitimar alguna de estas intervenciones que se apartan del modelo freudiano clásico. 

El dispositivo psicoanalítico será, entonces, ese conjunto de herramientas que no implica procedimientos sistematizados y predeterminados a priori, sino que se constituye a partir de la singularidad de la situación planteada y que estará al servicio de favorecer la aparición de nuevas líneas de subjetivación.

El presente escrito fue elaborado en el año 2019. Con la pandemia por el COVID-19, la realidad externa invadió los consultorios y tuvimos que volver a pensar las coordenadas que orientaban nuestros dispositivos. La posibilidad de poner entre paréntesis la realidad externa ya no resultaba posible para pensar la clínica. Una vez más, reforzamos la idea de pensar en dispositivos adecuados a cada situación clínica, de pensar estrategias posibles para cada paciente, que puedan contemplar la singularidad de cada sujeto.

Luego de la pandemia vivida, que conmovió no solo la subjetividad de cada uno de nosotros, sino también la forma de encuentro con nuestros pacientes, creemos oportuno rescatar el valor de la singularidad de cada dispositivo y repensarlo a partir del encuentro de cada analista con cada paciente.


* Este texto es una versión modificada del artículo original publicado en Cuadernos Tópica año VI N°13. Primeras entrevistas y psicoanálisis. Encuadre e intervenciones en la clínica actual, compilado por Ileana Fischer, Ricardo Vergara Ediciones, 2019.

Bibliografía

Aryan, A.: “Nuevos Encuadres. Reconsideración de la transferencia – contratransferencia” Psicoanálisis – Vol. XXXIV – Nº 3 – 2012.

Avenburg, R.: “Sobre el Encuadre en Psicoanálisis”, Psicoanálisis APdeBA – Vol. XXVI- Nº 1 – 2004 

Bleger, J.: “Simbiosis y Ambigüedad, estudio psicoanalítico” en Waisbrot, D.: “Más de un otro” Psicolibro ediciones. 2010 

Brecht, B.: en Hornstein, L.: “Cura psicoanalítica y sublimación”, Ediciones Nueva Visión, 1988

Deleuze, G.: “¿Qué es un dispositivo?” en Michel Foucault, filósofo. Editorial Gedisa. Barcelona.1999

Foucault, M.: (1976) “La voluntad de saber”. Madrid. Siglo XXI. 2005

Freud, S. (1912): “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. Obras Completas, T. XII, Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1979

Freud, S. (1913): “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del Psicoanálisis, I). Obras Completas, T. XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1979

Hornstein, L.: “Cura psicoanalítica y sublimación”, Ediciones Nueva Visión, 1988

Jones, E.: “Vida y obra de Sigmund Freud” 1979 en Waisbrot, D. “Más de un Otro”. Psicolibro Ediciones. 2010 

Kuras de Mauer, S.: “El Psicoanálisis como Dispositivo”, Imago Agenda  www.imago agenda.com. 2014

Waisbrot, D.: “Más de un Otro”. Psicolibro Ediciones. 2010 

Zirlinger, S.: “Nuevos recursos frente al trauma. Experiencias clínicas con Psicoanálisis y EMDR.” Ed. Letra Viva, 2013

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