NÚMERO 23 | Mayo 2021

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Entrevista a Nora Rabinovich | Valeria Pegoraro

En la presente entrevista, Nora Rabinovich nos cuenta su recorrido profesional, nos transmite su modo de pensar y abordar la clínica. También nos lleva a momentos históricos que han sido, a la vez, marcas de los avatares del psicoanálisis en nuestro país. Es un gusto compartir con los lectores esto que para nosotros ha sido una experiencia de aprendizaje.

Valeria Pegoraro: Muchas gracias, Nora, por aceptar esta entrevista para la Revista. ¿Nos contarías cómo llegaste a ser analista?

Nora Rabinovich: Es un gusto para mí conversar con la Revista.

Con relación a tu pregunta, recuerdo que tenía unos 16 años cuando llegó a mis manos Moisés y la religión monoteísta de Freud. Por supuesto que los conceptos teóricos psicoanalíticos no los entendí, pero me apasionó que se pudiera hacer una lectura sobre un relato —nada menos que bíblico— que señalara otra cosa que lo establecido, de la misma manera  que el analista lee,  en lo que dice el paciente, lo no dicho. Al año siguiente empecé mi análisis y decidí comenzar Psicología, aunque me tentaba también Medicina.

En la UBA tuve la suerte de tener docentes como Fernando Ulloa que proponían una transmisión del psicoanálisis más allá de los textos. Cuando egresé fui concurrente en el Hospital Finochietto donde Ulloa coordinaba las admisiones grupales de pacientes. Hacíamos participar a todos los pacientes que venían tanto como a sus acompañantes, aunque fueran los vecinos, para escuchar sus malestares. Experiencias que ratificaban mi interés por dedicarme al psicoanálisis.

VP: ¿Qué significó para vos esa experiencia hospitalaria y ese particular dispositivo?

NR: En la facultad, Ulloa, que dictaba Clínica de adultos, le daba al espacio de sus teóricos el formato de asamblea. Nos reunía en el aula magna a todos los alumnos a la manera en que Pichón Rivière hacía esos encuentros multitudinarios en Rosario. Era una experiencia muy rica para nuestra formación. En el hospital se recibía a todos, y después Ulloa se reunía con nosotros, los terapeutas, y discutíamos quién tomaba en tratamiento a cada paciente. El Servicio, a cargo de Silvia Berman, se desarmó con el proceso. Hoy en día, en los hospitales, se trabaja muy bien, pero se perdió mucho tiempo en rearmarlos. Quedó mucha gente sin atención durante un período importante.

VP: ¿Cómo ha sido tu recorrido profesional?

NR: Simultáneamente con mi concurrencia en el hospital, empecé a hacer acompañamientos terapéuticos de pacientes psicóticos y adictos, atendidos por Eduardo Kalina y Raquel Soifer, y también inicié mi formación de posgrado en la AEAPG. En ese entonces, recibía mis primeros pacientes para psicoanálisis. Años más tarde, me incorporé en el Simposio del Campo Freudiano que después fue la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL). Participé en esta institución manteniendo siempre mi pertenencia a la AEAPG donde comencé a hacer docencia.

VP: ¿Cuál ha sido tu recorrido en la AEAPG? Fuiste varios años Secretaria Científica, ¿querrías contarnos cuáles fueron tus coordenadas y/o cómo pensabas los ejes para esa función?

NR: Fui coordinadora del Equipo de Niños y Adolescentes cuando comenzó el Centro Rascovsky. Antes había sido coordinadora del Área de Niños y Adolescentes, teniendo a cargo la organización de varias jornadas del área.

Participé en dos Consejos Directivos: el primero presidido por Luis Córdoba y el segundo, por Alicia Levín, con el cargo de Secretaria Científica. En esa función, mi objetivo fue respetar la pluralidad de las distintas líneas de pensamiento en psicoanálisis. A través de la Secretaría científica, invitábamos a colegas de otras instituciones psicoanalíticas, a profesionales de otras ramas de las ciencias, y a nuestros socios con distintas trayectorias para lograr la mayor apertura posible en cuanto a las visiones sobre el psicoanálisis. En el cargo fui fiel a la filosofía pluriteórica del psicoanálisis de nuestra Asociación.

VP: Hoy sos delegada de a la AEAPG ante FLAPPSIP[1], ¿qué ponderarías de esta experiencia?

NR: Es una experiencia que valoro mucho, me permite escuchar a colegas en contextos similares y, a la vez, diferentes al nuestro. Malestares en la cultura singulares que tienen, al mismo tiempo, incidencias singulares en las personas que acuden pidiendo ayuda para sus dolores anímicos. Me parece muy enriquecedor escuchar los abordajes que toman los compañeros sobre determinadas problemáticas, y la creatividad para tratarlas.  Siempre menciono el impacto que me causó el relato de colegas de Perú que habían realizado entrevistas a mujeres habitantes de la selva. Eran mujeres indocumentadas. Cuando se les preguntaba por qué estaban en esa condición, comentaban que los documentos eran pagos y que dependían económicamente de sus maridos. Ellos no les facilitaban el dinero para que, de esta forma, no quedaran habilitadas para denunciarlos por malos tratos. Es impactante escuchar las respuestas de esas mujeres como también escuchar el efecto que tenían esas entrevistas. Simplemente, contestar las preguntas promovía un efecto subjetivante, el de rebelarse a ese sometimiento. Esto me emocionaba. Por eso sostengo mi entusiasmo por los contactos con las demás instituciones de la Federación.

VP: Sos docente de los Posgrados que se dictan en la AEAPG, ¿querrías compartir cómo pensás la enseñanza/transmisión del psicoanálisis? ¿Qué es lo que más te gusta de la docencia?

NR: La docencia es un excelente ejercicio para seguir pensando los temas del psicoanálisis, seguir admitiendo preguntas, no dar por aceptado ningún conocimiento, ya que se transformaría en dogma. Las preguntas que hacen los colegas que vienen a formarse tienen un valor inestimable, las que hacen los que quieren formarse en psicoanálisis van al corazón de los conceptos claves y fuerzan al docente a pensar y a hacer una transmisión de su práctica. Se trata, como bien lo decís en la pregunta, de una transmisión de la experiencia sustentada en los conceptos prínceps del psicoanálisis que hay que conocer para pensarlos  en función de cómo operan en la clínica.

VP: ¿Por qué elegiste ser analista de niños? ¿Qué te sigue convocando a trabajar con ellos? También atendés adultos, ¿habría algo que quisieras marcar como distintivo o tendrías alguna reflexión al respecto?

NR: Como psicoanalista puedo hacer una lectura de lo que dice el paciente más allá de la edad o de la situación en la que eso se produce. Por supuesto que hay diferencias que tienen que ver con qué marco le ofrecemos al paciente.  Sabemos que no vamos a pedirle a un niño que se acueste en el diván o a un adulto que no juegue, sino con las palabras. Cuando me preguntás por qué opté por ser analista de niños, diría que me eligieron, que fui llevada a atender niños porque me llamaban para hacerlo. Fueron mis primeros pacientes, aunque después ya se trató de mi propia elección continuar recibiéndolos en mi consultorio. Trabajar con ellos me sigue convocando y conmoviendo. Pienso que tal vez sea por la vulnerabilidad que se percibe en el niño, por su dependencia ineludible del adulto.

En los adultos leemos esas posiciones que fueron asumidas como respuesta a sus otros primordiales muy tempranamente en sus vidas y que permanecen inmodificadas cuando demandan un análisis; ahí vemos al  niño presente en el adulto.

Lo diferencial entre una clínica y otra es que en el niño los tiempos de constitución psíquica no están concluidos, lo que da la chance de hacer cambios sustantivos.

VP: Has publicado textos sobre psicoanálisis en los que hay también mucha presencia de autores de la filosofía y de la literatura. ¿Esto tiene que ver con cuestiones teóricas, con intereses personales…?

NR: Freud decía que el poeta se adelanta al psicoanalista, cuestión en la que creo firmemente. Aprovecho mis intereses literarios para visualizar las problemáticas humanas que plantean los autores. La filosofía es una disciplina que me resulta muy difícil, me gustaría que no fuera así porque creo que se puede enriquecer mucho el trabajo del analista leyendo a filósofos, pero prefiero a autores de la literatura que han sido observadores muy exquisitos del alma humana.

VP: Y también en tus textos aparecen cuestiones relativas a la vida social, ¿cómo pensás la relación entre el psicoanálisis y la lectura sobre el mundo/actualidad político-social?

NR: Freud fue un lector de los fenómenos de su tiempo, de los históricos y de los míticos. Creo que nosotros estamos comprometidos a estudiar los malestares en la cultura de nuestro tiempo y de nuestra región para identificar su incidencia en cada uno de los que nos requieren para tramitar sus malestares psíquicos. Por ejemplo,  la incidencia de las nuevas tecnologías, especialmente en los niños y adolescentes, para poder comprender ciertas respuestas a estos fenómenos, deslindando lo que es patológico de lo que se presenta como respuesta a una modalidad cultural epocal.

VP: ¿Por qué elegiste la Escuela Francesa como marco teórico? ¿Qué nos podrías decir acerca de lo que te aporta/significa en tu práctica como analista?

NR: Empecé a acercarme a la lectura de Lacan y a la de autores de esa orientación porque me sentía identificada con una forma de abordar la clínica sin preconceptos, sin pensar que solamente se hace psicoanálisis si el paciente viene a su sesión cuatro veces por semana y usa el diván; eso no asegura que haya efectos en relación con la caída del sufrimiento neurótico. Se trata de una operatoria centrada en leer a la letra lo que se escucha de lo que dice el paciente, cuestión que hacía Freud y que, a mi criterio, sufrió ciertas distorsiones y confusiones.

A lo largo de su obra, Lacan hizo un trabajo de sistematización del pensamiento de Freud a través de distintos modelos y, a veces, fórmulas. Él se decía freudiano reconociendo, muy modestamente, que su aporte original había sido solamente el concepto de objeto pequeño a. Para mí, el estudio de la obra de Lacan tuvo un  efecto muy favorable en mis intervenciones, tanto con niños como con adultos, y en la lectura de sus problemáticas.

VP: ¿Qué pensás del lugar que ocupa hoy en día la Escuela Francesa en Argentina?

NR: Me parece que la Escuela Francesa tiene un lugar realmente importante en nuestro país. Vemos publicaciones a las que todo el mundo psi tiene acceso, con aportes de profesionales mayoritariamente de formación lacaniana. En nuestro país, en nuestra Asociación y en muchas otras, los distintos autores recrean el pensamiento lacaniano, de una manera sumamente creativa, que nos aporta mucho en la clínica para tratar de sacar estereotipos, fórmulas que con frecuencia se repiten sin saber lo que se dice. Hay muchos analistas que se ocupan muy bien y creativamente de quitar ese sesgo de fórmula —tipo oracular— que no colabora para nada. El pensamiento de Lacan es complejo y rico, no es posible adentrarse en él solo. Esto hace que muchos se desalienten. Es recomendable una lectura en compañía, con alguien que pueda ayudar,  por lo menos en el comienzo. Vale la pena. Nuestra Escuela brinda una sólida formación en la obra freudiana que es indispensable para acercarse a estudiar la de Lacan. Hay instituciones que se dicen lacanianas, en las que prácticamente no leen a Freud y que, para mí, esa es la causa de la repetición de fórmulas vacías.  Lacan hace una relectura de la obra de Freud y se detiene en los puntos de impasse, puntos que Freud deja abiertos. Lacan acepta ese desafío.

VP: ¿Qué ves cuando llega un paciente por primera vez?

NR: Veo con mis ojos y mis oídos de la misma manera que lo hago sesión tras sesión con los pacientes que comenzaron hace tiempo, tratando de que sea siempre como la primera vez. Muchas veces un paciente dice algo repetidamente y lo hemos podido «escuchar» tiempo después, por eso es necesario recibirlo siempre como si fuera esa la  primera vez.

VP: ¿Nos contarías alguna anécdota o recuerdo de tu clínica que sentís que te haya marcado o haya significado un punto de inflexión en tu práctica como analista?

NR: Muchas veces sentí que la práctica me marcaba, en especial, en las situaciones difíciles. Estas se dan sobre todo en la clínica con niños justamente por su indefensión, por la vulnerabilidad que representa su dependencia amorosa. Por ejemplo, niños en adopción que finalmente fueron reenviados al hogar de tránsito, o la no aceptación de la patología grave de sus hijos por parte de algunos  padres. Tratamos de que en el niño puedan producirse las operaciones necesarias para constituirse subjetivamente, pero, muchas veces, si es sacado del análisis prematuramente, esto no es posible. Creo que la clínica con niños es la que más nos confronta con esos límites, aunque estos no falten en el análisis con adultos.

VP: ¿Tenés alguna actividad por fuera del ámbito profesional que te apasione o te resulte significativa?

NR: Me apasionan los idiomas y el canto.

VP: ¿Qué te gusta de cantar?

NR: El tema de la voz para mí es apasionante. La voz y la palabra. La voz puede ser el canto de una soprano, su voz puede ser conmovedora, aunque no se entienda lo que dice. Como psicoanalistas nuestro tono de voz tiene efecto a nivel emocional, es decir, pulsional, tanto en el uso y en la interpretación de las palabras de singular importancia para cada paciente. 

VP: Qué interesante eso del afecto que está en juego, manera de cualificar…

NR: Hay palabras que dice un paciente en transferencia y que, al replicarla cuando interpretamos, tiene una resonancia más allá del sentido compartido por una comunidad hablante y consigue que la interpretación conmueva.

VP: Siempre un aprendizaje escucharte. Muchas gracias.

Notas al pie

[1] Federación Latinoamericana de Asociaciones de Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis

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