NÚMERO 29 | Mayo 2024

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Es posible dialogar con un fanático | José Fischbein

José Fischbein propone en su texto un abordaje psicoanalítico del fanatismo. Se diferencia del fanático al abrir interrogantes allí donde este solo porta certezas. Brinda ciertas características sobre el fanático, relativas no al contenido de sus ideas sino a una pobre estructuración narcisista, que precisa apuntalarse externa y constantemente.

ALGUNAS PALABRAS PREVIAS

Abordar el tema del fanatismo es enfrentarse a un tópico universal, de todas las épocas y de todos los lugares. La necesidad de imponer sus oportunas ideas como un bastión para sostener la propia identidad es una condición humana.

Un objeto de estudio no tiene una sola lectura ni interpretación, depende desde que disciplina se haga y de las hipótesis implícitas de quien lo estudia. Para su comprensión sería necesaria la intersección de diferentes lecturas, aunque nunca encontraremos su comprensión total.

No es un postulado pesimista, sino que deja la posibilidad que a posteriori aparezcan nuevas resignificaciones de importancia. La diversidad de ideas es enriquecedora.

Su tema nos interroga constantemente a los psicoanalistas. No solo a nosotros sino también a los seres pensantes y hablantes (con posibilidad de diálogo) de otras disciplinas.

Una postura pluralista es antagónica y hasta rechazada por    el objeto hoy enfocado: “el fanatismo”, fenómeno mental en el cual se defienden en forma inamovible ideas, constituyendo un estado cognitivo y emocional que marca la vida de quienes la sostienen. Más allá de su polimorfismo, la ficción fanática está basada en una estructura altamente organizada con una fijeza difícil de ser movilizada.

El estudio del fanatismo se puede dar desde distintas disciplinas. En este trabajo trataré de explicitar un enfoque psicoanalítico. Si bien tendrá un sesgo psicológico, ya que desde ese enfoque me es posible enfrentarlo, no dejaré de estar influido por el contexto político, ideológico, religioso, económico y social.

DEFINICIONES DE LOS CONCEPTOS EN ESTUDIO

Este trabajo, estará plagado de interrogantes.

Considero al interrogante como una forma de cuestionar las ideas fijas e inobjetables que sostiene el fanatismo. La constante duda se contrapone a la fijeza e imposibilidad de objetar que domina el fanático.

La intolerancia y rechazo de la duda se convierte en una de las puertas de acceso al fanatismo. El mundo de la duda es el opuesto al de la certeza. La certeza que pone en claro el que desde ella es que se puede enfrentar lo imposible de lo real.

Comenzaré preguntando:

¿Qué quiere decir fanatismo?

En el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) encontramos la siguiente definición:

Apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas. Supone una adhesión incondicional a una causa que llevara hacia una finalidad utópica.

Eso nos llevaría a una segunda pregunta:

¿Cómo es una persona fanática?

Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.

Una tercera pregunta que podríamos hacernos es:

¿Quién puede advenir fanático?:

Y a ella podríamos responder que por lo general se trata de sujetos con un narcisismo primordial mal estructurado, basado en experiencias originales deficientes.

La escasa libídinización en las relaciones primarias los convierte en sujetos que necesitan constantemente de un apuntalamiento externo para regular su frágil autoestima. La vida los enfrenta a un recurso ineludible que es dejarse influir y dominar por las ideas de un grupo que los ampara.

Las ideas no son en sí mismas fanáticas si no que se convierten en tales para cumplir con el objetivo de la dominación que remite a la réplica de la indefensión primaria  y a la necesidad absoluta de dependencia de un objeto auxiliar al cual queda sometido el neonato.

Así como el neonato no puede sobrevivir sin el auxilio del objeto primario estos sujetos no pueden seguir su derrotero vital si no es a través de la dominación fanática e idealizada del grupo al cual se siente pertinente y perteneciente, utilizando la denigración a otros, que no pertenecen a dicho grupo. Es posible que afirmen con certeza qué los demás nunca tienen la razón; descalificando firmemente toda opinión ajena.

Otro fenómeno que podemos observar es que incluso el silencio del interlocutor, basado en la impenetrabilidad del fanático, es interpretado como una dominación de sus ideas sobre la mente de su supuesto adversario convertido en enemigo.

Además, considera falsa toda apreciación contraria a sus ideas, sin que necesariamente esta haya sido sometida a un análisis mínimamente profundo. La emoción y los sentimientos se anteponen al raciocinio, de forma que se descarta toda alternativa posible de acción.

Este rasgo también puede adoptar la forma de una potenciación de los aspectos “positivos”, y una minimización (o absoluta negación) de los negativos, sobre todo cuando el objeto de este fanatismo es una persona o grupo. Se traza una imagen inmaculada de lo que ha sido investido como ideal, sin defecto o falla, que se equipara a una forma de idolatría ciega.

La creencia indubitable del fanático funciona como una suplencia que obtura los desgarros de su narcisismo. A esta suplencia la podemos considerar como un fenómeno restitutivo, de recontacto con los objetos de la realidad, después de la desorganización por regresión narcisista o regresión al narcisismo primario luego de un trauma o de una situación intolerable. Se inscribiría dentro de los fenómenos restitutivo descriptos por Freud en el caso Schreber para explicar sus delirios, siendo estos considerados como formas erróneas de curación.

Por ultimo una pregunta en torno a la palabra “fanático”, de donde viene y que significa. Su origen es latino y se usaba en la antigua Roma para designar a aquellos ciudadanos afectos a recurrir al templo “fanum” para invocar a los dioses favores o perdones. El ser devoto los hacía sentirse a unidos a otros iguales y protegidos tanto en lo personal como en su vida social. Su devoción los hacía sentirse invulnerables por la protección de un ser superior. Esto muestra la apoyatura dogmática, religiosa, que subyace en las posturas fanáticas actuales. Podemos concluir que el fanatismo se configura como dogma religioso.

DESARROLLOS Y RECAPITULACIONES

Se me impone comenzar estas reflexiones con una interrogación, desde ya reiterativa, ya que la duda y los cuestionamientos marcan mi camino frente al discurso fanático.

Es decir, se puede defender con tenacidad desmedida y apasionamiento exagerado, creencias opiniones con un dogmatismo cuasi religioso sintiéndose infalible dentro de ellas. Las ideas, las teorías, las culturas, los estilos de vida, la alimentación, los deportes, e infinidad de otros objetos pueden convertirse en la fuente de intentos de proselitismo basado en la idealización y certezas.

El fanático puede sostener ideaciones políticas, religiosas y porque no científicas. Dogmas que no admiten contrastación y son sostenidas como verdades absolutas. Son un entramado de ideaciones y creencias enunciadas con tal coherencia y convicción que no admiten la confrontación.

Estas cualidades les permiten a quienes sostienen las certezas juntarse con otros que sostienen y comparten los mismos ideales y les otorga la tranquilidad y aval que tienen dentro de dicho grupo, protegiéndolos de las vivencias de desamparo inherente a la individualidad y soledad que esto conlleva.

Sigmund Freud en Psicología de las Masas y Análisis del Yo trae el efecto de masa por la adhesión a un líder que aparece  como generador de dichos dogmas, como verdades absolutas. Defienden y se entregan complacidos a las ideas del líder, convertidas individualmente en certezas consensuadas, donde predomina la tranquilidad defensiva del sostén ilusorio del cumplimiento de las peticiones y sometimiento que impone del líder. La racionalidad y la libertad de opinión son abolidas y quedan esclavos de una forma de pensar -las certezas dogmáticas- alejados de la libertad de opciones de la libertad de pensamiento.

No es al azar que usé como primer verbo jerarquizado imponer. Ya que la interacción intersubjetiva, es casi imposible que se establezca con un fanático. Éste se siente que es sujeto activo de un monólogo que se le impone en forma imperiosa. Por el contrario, un diálogo, crítico y ecuánime queda excluido al hablar con quien no puede escuchar y solo tiene por objetivo imponer su punto de vista

Portador de un discurso único su misión es establecerlo e imponerlo para lograr alguna salvación tanto personal como social.

La defensa irreflexiva de una idea, desde la que se anhela la protección del sujeto y su entorno social, excluye las nociones consensuadas y compartidas en el contexto general, e impone imperativamente una idea específica, característica de su grupo que adquiere cualidades mesiánicas, dentro del cual el dolor inherente a la condición humana es desmentido y se lo considerará inexistente si se lograran sus objetivos.

En este proceso imperan las emociones, el pensamiento mágico que atempera las frustraciones y el desconsuelo infantil. Se sustenta sobre creencias precarias que, falsean insistentemente la realidad, facilitando la reubicación del sujeto fusionado con algún objeto ubicado en la posición de ideal.

Lo opuesto al fanatismo es el humanismo con su componente de solidaridad y respeto por el otro. Para comprender mejor este complejo campo de pensamientos disímiles también hay que cuestionar el mito de que el progresismo – ideario que también se puede fanatizar- se basa en una concepción de igualdad entre las personas como un valor más justo y superior que la desigualdad y oposición. Debiéramos incluir las posiciones singulares y particulares de cada cual y su grupo social para poder comprender la pluralidad de enfoques sobre la realidad que caracterizan al conjunto humano.

Luchar por los ideales propios no necesariamente tiene que corresponder a una posición fanática. Esta adviene como tal cuando se la considera inobjetable y el camino hacia una utopía que se impone como único camino.

Desde un punto de vista psicoanalítico, considero que el fanatismo es una forma de apuntalar con el ideario fanático, ideario muy estructurado y rígido, un narcisismo frágilmente estructurado.

El fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana como base de la fantasía de una salvación inmediata y redentora, fundado en ínfulas de una superioridad moral, basada inconscientemente en una posición emocional y subjetiva; excluyendo cualquier enfoque alternativo establecido en la lógica y la racionalidad.

El sostener un pensamiento único salvador, que asegura un futuro más radiante, cuya imposición justifica algunos atropellos, que se justifican porque suponen que devuelve la tranquilidad ante una posición pluralista con convergencias y divergencias de ideas, que puede crear un estado de luchas, de enfrentamientos, violencias y peleas.

En el discurso del fanatismo siempre existe un pasado irreal e idealizado proyectándose en un futuro ilusorio y también idealizado. Resultan escasas las alusiones al presente. Las ideas del fanático se basan en un pasado añorado, un presente repudiado y desmentido y se proyectan hacia a un futuro ilusorio como una posibilidad mesiánica y resurrectiva.

Hay en ellos, una búsqueda y tendencia constante a la victimización para justificar el estado social del momento y su participación personal y de su grupo en la gestación de aquello que repudian, acusando a una sociedad, por fuera de ellos, que interpretan como decadente, inmoral y corrupta; convirtiéndola en responsable del estado de cosas  y transformándola en la enemiga de su ideario fanático. Este ideario, al que se lo basa en la fantasía de estar fundamentado en verdades reveladas con una fundamentación dogmática cuasi religiosa.

Otro elemento muy importante para tomar en cuenta en este ideario fanático es la finalidad utópica. Su imposición llevará a una posición paradisíaca en la que todo estará resuelto. En el pasaje de la lucha por los ideales a una posición utópica es que aparece el fanatismo.

La utopía es el objetivo perfecto para el fanático ya que en ella quedan satisfechas todas las imperfecciones de las realidades sociales.

Los fanáticos suponen que la imposición y el imperativo de sus ideas son la tabla de salvación de una sociedad que consideran adolece por haber abandonado valores que ellos intentan recuperar desde ese pasado ideal y perdido y su objetivo es volver a instalarlo mejorado en el futuro.

Intentan hacer prevalecer con sus ideaciones como una forma de restablecer un sistema dentro del cual cualquier problema societario quedará resuelto y reconstruirá una realidad sin conflictos.

Considero, además que el fenómeno fanatismo se basa en una defensa inconsciente extrema en personas que padecen de una debilidad particular para tolerar la ofensa que para ellos constituye la alteridad, es decir, no toleran la diversidad del otro y se protegen con la idea de un universo de idénticos. Es por ello por lo que no aceptaran y se vuelven impermeables a cuestionamientos o refutaciones.

Solo consideran válidas sus ideas y consideran falsa toda idea contraria a la suya. Solo toman como postulados positivos su manera de pensar y sus consecuencias, negativizando lo que queda por fuera de ellas.

Reniegan de lo distinto no solo por no entenderlo, sino porque haría caer la defensa que los sostiene frente a su vivencia de su indefensión y carencia en la autoconfianza que se vería minada si se plantease alguna duda.

El enfrentamiento que generan los desafíos de la realidad representa una ofensa narcisista, que puede generar un repliegue a dicho estado. El sistema de pensamiento fanático – cercano por su fijeza e inmovilidad a un delirio- que a la manera de formaciones restitutivas implican una reconexión con los objetos de la realidad luego de un repliegue narcisista por respuesta a una vivencia excesiva, que no pueden sostener con un yo frágil y que resulta equivalente a un trauma.

En términos generales sostendré que el fanatismo es una formación reactiva de un Yo débil que amparado en una ideología no admite contrastación con otras modalidades de pensamiento.

Sus ideologías funcionan como una verdad revelada que les permite luchar contra el retraso, la pobreza y el dogmatismo, descargando toda la culpa en una civilización a la que los consideran decadente, inmoral y corrupta; basándose principalmente en una idealización de algún hecho histórico al que adhieren sin cuestionar, ni ubicar en el momento y contexto en el que se dio.

FANATISMO Y DESMENTIDA

El ideario fanático incuestionable tiene como base la desmentida. Se crea así una doble realidad, la de lo desmentido -que figura como ausencia en su psiquismo consciente y la sostenida por él con la fijeza de un fetiche que captura y obtura sus heridas narcisistas y siendo esta la sostenida por él. Esta se presenta como una “tabla de salvación” y que propaga convicciones absolutas e incuestionables frente a la realidad. Le otorgan la fortaleza necesaria para que tolere su fragilidad estructural.

Estableciendo una batalla con otras ideas y valores, instituye un enfrentamiento entre el bien (yo) y el mal (otro) generando un hiato entre las dos perspectivas.

Es por lo que no aceptaran y se vuelven impermeables a cuestionamientos o refutaciones. Solo consideran válidas sus ideas y consideran falsas toda idea contraria a la suya. Solo toman como elementos positivos sus ideas y consecuencias negativizando lo que queda por fuera de ellas. Reniegan de lo distinto no solo por no entenderlo sino porque haría caer la defensa que lo sostiene de/en su indefensión y carencia en la autoconfianza que caería si se plantease alguna duda.

Por ello que el objetivo fanático es la imposición de su posición que supone una lectura de lo real en la que se jerarquizan sus emociones y sentimientos – ilusoriamente tomados como un factor mesiánico que resolvería aquellos elementos de la realidad que generan sufrimiento dentro de la sociedad, imponiéndolos por encima de los razonamientos que pudiesen llevar al diálogo.

Para el fanático la posibilidad de enfrentar un cambio, un pensamiento nuevo, una opinión distinta puede sumirlo en una profunda confusión. Basándose en la de desmentida, repudia aquello sobre lo cual se apoya con sus certezas, viviendo en un estado de constante escisión.

Estas certezas le dan una inquebrantable seguridad basada en sus interpretaciones que desmienten las contradicciones que anularían su sentimiento de certeza.

La desmentida refuta cualquier hecho comprobado, aunque eludido por el fanático y su grupo. La confrontación con lo diferente los lleva a una profunda desconfianza con aquello que le es ajeno, generando así, un campo paranoide del que se defiende con sus convicciones. En este sentido el fanatismo es a su vez tanto la defensa frente a sus sufrimientos como una apelación omnipotente a evitar su desorganización psíquica.

FANATISMO COMO FENÓMENO GRUPAL

Considero que el fanatismo es en su desarrollo multifuncional y multicausal, donde la influencia de lo real es ineludible. Si bien está basado en diferentes ideas e ideologías tanto políticas como religiosas económicas y sociales, las diferentes bases tienen como objetivo la imposición sobre el resto de la sociedad el ideario sostenido por su grupo. El fanatismo tiene como objetivo obligar al otro a cambiar, para que la homogenización con sus ideas ayuden a producir cambios que el fanático supone beneficiosos en la realidad.

El fanatismo es un fenómeno grupal que sostiene con una pasión desmedida y tenaz una idea personal o grupal. La sensación que tiene el fanático es de un altruismo extremo y generoso pues su objetivo es cambiar el alma del otro hacia una visión redentora y salvadora; siendo parte del grupo que le da pertenencia y sostén.

Las consignas del grupo al que el fanático adhiere apuntalan  y sostienen su endeble estructura narcisista, haciéndolo sentir fuerte gracias a sus convicciones y certezas, certezas compartidas con el resto de los integrantes del grupo que se constituye en una suerte de tribu que otorga pertenencia.

La búsqueda de adeptos tiende a convertir el sostener de las ideas con fijeza para transformarlos en un hecho universal ya que no pueden admitir las particularidades del pensamiento múltiple y singular de cada una de las personas, ni las diferentes lecturas de la realidad. La aceptación de la diversidad de enfoques los confundiría.

Las ideas compartidas generan la convicción de que son un universal, la vivencia que son compartidas por todos, generando la ilusión de universalidad. Lo universal crea un lecho ideológico común al grupo que implica la enajenación de los integrantes que lo admiten, borrando las especificaciones simbólicas de cada uno de sus integrantes. Se genera un mundo de certezas bajo la fascinación de un supuesto sostén para individuos, cuando un narcisismo frágil apela a un apuntalamiento en la fijeza de la ideología fanática.

Se crea así, un universo donde predomina la cultura de lo idéntico, borrando las especificidades tanto simbólicas como imaginarias, bajo la idea de que si se aceptase dicho ideario este estará sostenido por un proyecto ideal y muy fuerte basado en el mesianismo y pureza, y mantenido en el rigor y la intransigencia.

Podríamos parafrasear, basado las ideas del fanático:

“Si no hay un otro que difiere y se opone a lo que pienso, como puedo defender vehementemente mi discurso. Si admitiese lo que el otro dice no puedo defender obstinadamente y con la consiguiente generación de violencia que mi certeza conlleva, aunque a veces no soy consciente de la misma, y si no lo hiciese como el riesgo de sentirme aislado y marginado de mi grupo, dentro del cual no solo me siento amparado, sino que también me siento seguro y protegido de los embates de lo diferente. No puedo defender mi identidad personal pues lo que me sostiene es la colectiva, basada en una obediencia estricta a lo que el grupo y sus líderes me imponen. No puedo dudar ya que las ideas de mi grupo son las únicas válidas y las mejores para salvar a nuestro mundo de la destrucción y llevarlo por un buen camino”.

El fanático repite y no tiene posibilidades de tener pensamiento propio que salga de la certeza ni aceptar el pensamiento ajeno diferente. El silencio del otro ante la imposibilidad de intercambio con él, es vivenciado ilusoriamente como su triunfo. “Lo convencí ahora adhiere a aquello de lo que estuve instruyéndolo”.

Considero que el fenómeno fanatismo se basa en una defensa inconsciente extrema en personas que padecen de una debilidad particular para tolerar la ofensa que para ellos constituye la alteridad, es decir no toleran la diversidad del otro y se protegen con la idea de un universo de iguales.

LAS IDEOLOGIAS REIVINDICATORIAS

Aparecen en este punto series de pensamientos que pueden considerarse como ideologías reivindicatorias. Llamamos así a un conjunto de ideas que se presentan como una unidad imposible de fragmentar en sus componentes parciales a partir de cualquier sistema de análisis.

Una acción muy importante para estos sujetos consiste en sancionar sus propias ideologías reivindicatorias. Lo hacen basándose sobre alegatos cuyo núcleo es un pensamiento que podría expresarse de la siguiente manera, según el decir de uno de ellos: “A mí me corresponde hacer esto porque sufrimos tal o cual daño y podemos, y debemos recompensarnos a través de tal o cual acción. Esa acción que usted puede tomar como transgresiva e inadecuada a nosotros nos cabe ejecutarla”.

Suponen que el imperativo de sus ideas son la tabla de salvación de una sociedad que consideran adolece por haber perdido valores que ellos intentan recuperar desde un pasado idealizado y su objetivo es volver a instalarlo en el futuro.

Intentan hacer prevalecer con sus ideaciones como una forma de reestablecer un sistema dentro del cual cualquier problema societario quedará resuelto y reconstruirá una realidad gratificante, justa, y sin conflictos.

Otro interrogante que el fanático nos plantea está relacionado con el modo en que se sostienen estas ideaciones y se hacen compatibles con el devenir del sujeto.

Caracterizan a sus creadores en tanto que tienen la particularidad de colocarlos en la posición de reclamar o recuperar un derecho perdido pero que sienten que les pertenece, y justificar sus actitudes inexorables e imponer sus necesidades.

Los sujetos que mantienen a estas ideologías como soporte de sus vínculos e inserción en la sociedad, actúan desde una supuesta legalidad, incontables veces creada por ellos mismos y actuada en privado. Al implementarlas tratan de recuperar un estado de bienestar perdido por obra de su tensión endógena, y aún a costa de su propia integridad ya que muchas veces terminan en actos autoagresivos. Para sostenerse como grupo apelan a la existencia de un agresor que siempre es externo.

Por lo general, intentan involucrar y aliar al interlocutor en su proyecto privado para respaldar su accionar, convalidando alguna norma que, aunque sus instancias críticas les marcan que es transgresiva y, por lo tanto, lesiva para sí o    su entorno, de todos modos, necesitan llevarla adelante compelidos por la ilusión de desembarazarse de su tensión.

Desde una supuesta pertenencia a una minoría homogénea negadora de la posibilidad de diferencias plurales se consideran perjudicados, exigen una demanda de ser exceptuados de las exigencias legales del consenso. Forman los pequeños grupos en los cuales la participación se basa en que en ellos circula tal o cual cosa siempre vinculada al mesianismo salvador.

Ubicados en una posición marginal, por la pérdida de algún don, que suponen el resto posee y que permitiría eludir la angustia, tratan de resarcirse a partir de dicha actividad. Ubican lo que no pueden dejar de anhelar en el lugar de lo faltante, tratando de lograr algún estado ideal de completud.

Las ideologías reivindicatorias constituyen el sostén intelectual y racional de los procesos de desmentida y desestimación de los límites del sujeto. Son formaciones racionales sostenidas por la sobreinvestidura de la conciencia a los efectos del repudio del conflicto inconsciente e instauran la ilusión de un estado paradisíaco de goce y salvación del sujeto que es portador, militante y rehén de ellas, al excluirlo (aparentemente) del enfrentamiento con su sufrimiento que la realidad siempre aporta.

Se defiende con fanatismo la necesidad de un objeto/tivo que es concreto y fijo; es decir, no intercambiable por desplazamientos simbólicos que ilusoriamente completarían lo faltante en el sujeto como en su grupo de pertenencia.

Otro hecho significativo, es la ausencia o adormecimiento de los criterios de autoconservación, por eso el sujeto se puede unir a situaciones que lo pueden poner en riesgo. A través de esta forma de pensar, quedan desvirtuadas y desautorizadas las evidencias que su propio aparato perceptual les marca y busca apoyarse en una complicidad negadora con el otro idéntico.

Cuando sus ideaciones se constituyen en los representantes más poderosos del objetivo de la actividad cotidiana del sujeto, nos preguntamos si es el sujeto quien abusa de ellos o es abusado, desde una supraestructura que le brinda esa oferta y necesita de él para sostenerse.

En el campo de quien abusa o es abusado operan situaciones fusionales, en las que termina perdiéndose la discriminación entre sujeto y objeto. Entre la persona y las ideas que lo dominan. El límite entre ambos comienza a ser impreciso, como así también la dirección de la intención del vínculo, el interrogante es si se inicia desde un sujeto con un terreno predispuesto o desde una presión externa que vulnera su integridad; generando sensaciones ambivalentes entre la necesidad idealizada y el odio por la extrema dependencia.

Para poder mantener el restablecimiento del objeto idealizado y sostenerse en esa posición se mantiene fusionado a dicho objeto eludiendo de esta manera las frustraciones cotidianas, inherentes al vivir, que amenazan con la pérdida del lugar ideal y reinician el circuito regresivo que enmarca al sujeto en lo demoníaco de la repetición.

Volviendo a la pregunta inaugural de este escrito queda en claro la imposibilidad de interacción con un sistema que desmiente la condición humana inherente a la falta de completud narcisista y ausencia de reconocimiento del otro como distinto reconociendo la alteridad.

Bibliografía

Fantini, C. (2005). La sombra del fanatismo. Más acá y más allá del Islam. Planeta.

Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo, en Obras Completas, Tomo XVIII, Buenos Aires, Amorrortu.

Haddad, G. (2022). Psicoanálisis del fanatismo. Mandragorazur. 

Oz, A. (2004). Contra el fanatismo. Ciruela.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed.

Sahovaler, J. R. (2022). De fanatismos y carismas. Encrucijadas psicoanalítica. APA editorial.

Acerca del autor

José Eduardo Fischbein

José Eduardo Fischbein