NÚMERO 32 | Octubre 2025

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Escritura y Transmisión en psicoanálisis | Osvaldo Ariel Maltz

En el siguiente trabajo, el autor presenta la importancia de la palabra en tiempos donde aparece un marcado desinterés por la misma. Ya sea en priorizar la exhibición de la imagen o por la falta de interés en profundizar sobre el origen de padecimientos psíquicos en los pacientes. Así mismo nos muestra cómo, a partir de la transmisión de la escritura, se pone en juego el deseo y la castración.

Escribir en psicoanálisis es dar lugar al advenimiento de la palabra y, en estos tiempos, nuestra propuesta tiene un valor agregado. Mencionemos algunas formas epocales de acallar la palabra: el repliegue de la palabra por la primacía de la imagen, en una convocatoria exhibicionista donde todo puede ser mostrado; el ocaso de los modelos de la profundidad, que remite al problema de la retracción de la pregunta por la causa. Verificamos esta posición en pacientes poco interesados en saber sobre el origen del padecimiento psíquico, más interesados en resolver rápido sus síntomas, donde el recorrido queda desestimado y el espectacular avance del consumo de psicofármacos da cuenta del triunfo de lo “práctico” sobre el enigma y el atravesamiento del conflicto psíquico, ejes paradigmáticos del psicoanálisis. Por otra parte,el discurso del amo contemporáneo oferta como posible la satisfacción total e inmediata, propone llenar con objetos la hiancia entre el goce buscado y el goce obtenido, sin dar lugar a la falta.

Tales coordenadas complican el deseo de saber, el detenimiento en aquello que no anda, en la causa del malestar, poder vérselas con el efecto de adversidad que implica el conflicto psíquico.

Escribir es transmisión. ¿Qué se pone en juego en la transmisión? Deseo y castración. Deseo porque escribimos respecto a lo que nos causa interrogantes que motorizan nuestro pensamiento; se pone en juego una falta que no pretendemos completar. 

Poder escribir implica enfrentar la castración, en tanto no todo puede ser dicho; siempre habrá una distancia entre lo que deseamos decir y lo que podemos decir de acuerdo a nuestras marcas que nos limitan. Un modo de intentar sortear esta dimensión castratoria en el campo de la transmisión en psicoanálisis es la escritura bajo los efectos de la religiosidad, citando frases teóricas repetidas como consignas absolutas. Citar a Freud y Lacan, hablar en el Nombre del Padre, para darle argumentación a nuestras propias ideas recurriendo al exceso de citas textuales como modo de validación. En la búsqueda de certidumbre que otorga el discurso de los Maestros, queda comprometida la posición del analista que desmiente la castración del Otro. Nasio advierte que la transmisión del psicoanálisis no es una imitación, es decir, el psicoanálisis no se transmite por fidelidad al padre, por la reproducción de un supuesto origen ni por una inocente regresión a las fuentes. Quisiera compartir mi experiencia personal en el armado de la Tesis de Maestría en Psicoanálisis para dar cuenta de algunos obstáculos que puede generar la escritura.

La escritura de la tesis requirió la construcción/invención de un tema para investigar, dar cuenta de alguna hipótesis que no hubiera sido formulada todavía, desafío que implica la promoción de lo singular e inédito. El trabajo de apropiación es posible cuando ya no se trata de responder a demandas formuladas para satisfacer las expectativas de otros y la escritura puede advenir en un camino para formular las ideas propias, como una oportunidad para estudiar y profundizar en aquellas temáticas que comprometen nuestro singular deseo de investigación como psicoanalistas.

El trabajo de apropiación implica el encuentro con cierta originalidad en la temática de la tesis que requiere una apuesta que, en términos de Lacan, pone al sujeto en situación de pérdida, pero para poder ganar. ¿Qué es lo que se pone en juego en el movimiento de la apuesta? Lacan ubica allí a la “nada”, es decir que lo que hace posible el juego mismo es una pérdida, un espacio vacío, la propia falta. Apostar implica despojarse de una imagen otorgada por el Otro como un don, movimiento que no se efectúa sin cierta cuota de dolor e incertidumbre. En este sentido, es una renuncia a las trampas y expectativas narcisistas que pretenden otorgar consistencia a la imagen especular.

La apuesta deseante que supone la escritura deja al sujeto expuesto y comprometido en su jugada que, como toda apuesta, implica un riesgo.Y no hay apuesta si no hay acto porque el movimiento de la apuesta no podrá ser nunca sin riesgos; requiere una tolerancia a la incertidumbre y la falta de garantías.Y la escritura supone una pérdida de garantías en tanto, si bien los referentes teóricos son fundamentales como herencia adquirida, pueden operar como límite a la originalidad del autor e inhibir la producción de nuevas ideas. Es necesario transitar el desasosiego y la soledad que involucran soltar el amparo del saber de los maestros para lograr la autorización del autor y asumir su palabra como propia, reconociendo que su saber es parcial, provisorio, incompleto. La autorización del autor requiere descompletar a los “padres psicoanalíticos” para legitimar su hipótesis personal y sellar su creatividad.

Sabemos que el narcisismo complica la emergencia del deseo. Las pretensiones de éxito y el sostenimiento de una imagen sólida, que satisfaga las expectativas del yo ideal, pueden inhibir la escritura. La búsqueda de elementos identificatorios o imitaciones de modelos idealizados pueden generar un obstáculo al hallazgo del estilo propio, porque en el afán de obtener satisfacciones narcisistas se puede intentar copiar un estilo ajeno, en detrimento del despliegue de la singularidad del autor. La frase de Goethe citada por Freud, “lo que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo”, supone que el sujeto se pueda apropiar de aquello a lo que estaba sujetado. 

En este proceso de apropiación, el sujeto toma posesión de la herencia y, simultáneamente, alcanza cierta separación y corte con respecto al pasado. Asumir la herencia, pero no instalarla en la repetición comandada por la pulsión de muerte, es la dinámica de la transmisión lograda.

Aquello adquirido del padre es poseído, transformado y recreado; va más allá del padre, sirviéndose de él. La promoción de la singularidad estará en juego siempre para los psicoanalistas.

Para el abordaje de la transmisión del psicoanálisis, planteamos que no se puede pensar la trans-misión del psicoanálisis por fuera del hecho de que es una transmisión bajo transferencia. 

La noción de transferencia es inevitable a la hora de pensar en la eficacia de la transmisión del psicoanálisis. Sabemos que es la posición del analista la que determina, favorece, obstaculiza o sesga el despliegue de la transferencia. 

Podemos pensar que esto también sucede en la transmisión del psicoanálisis, que requiere que su enseñanza no sea la reiteración vacía de fórmulas o consignas destinadas a ser repetidas, y poder estar advertidos contra una adormecedora comprensión prematura. En tal sentido, no se trata de un desprecio por la comprensión, sino de no soslayar la complejidad en dicha comprensión.

En la transmisión es necesario evitar la producción de efectos de fascinación mediante frases, consignas y eslóganes enigmáticos con insuficiente explicación, a través de los cuales, al modo de la hipnosis, el docente ocupa el lugar del ideal y sus seguidores quedan embelesados y sacrifican toda capacidad de discernimiento por seguir su canto de sirenas. Transmitir es dejar huella. Siempre se transmite, lo queramos o no, a nuestros hijos, a nuestros pacientes, como nos han transmitido, lo hayan querido o no, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros analistas.

 Estamos marcados y marcamos. Pero tenemos la alternativa de saber por el trabajo analítico cuáles fueron las marcas para reconocer sus huellas y desarmar así lo mórbido de la transmisión. Poder desanudar las cartas que recibimos y decidir con qué cartas queremos jugar. La supervisión ocupa un lugar fundamental en la transmisión del psicoanálisis. Constituye junto al análisis personal y la formación teórica, el pilar de la transmisión. Lo que se anuda entre analista y supervisor es su posición de lectores del mismo texto, descifrando la escritura cifrada que allí se esconde, para producir el inconsciente del paciente. Los efectos de transmisión que se produzcan en la experiencia de la supervisión están regidos por la transferencia, generada por la suposición del “saber hacer” otorgado al analista de mayor experiencia. La transmisión en una supervisión apunta a la escucha psicoanalítica del caso por caso, privilegiando la libre asociación, los sueños, los lapsus, las repeticiones de cada paciente. Posibilita reacomodar la posición de abstinencia del analista para garantizar que prevalezca la subjetividad del analizante y no los fantasmas del analista que pudieran obturar su escucha. Propicia la tramitación de los puntos ciegos del analista que hacen obstáculo y pueden llevar al acting interpretativo o a la inhibición a ocupar su autoridad analítica en la dirección de la cura. Si bien la supervisión no es el espacio para tratar los puntos ciegos del analista, puede recomendarse al supervisado llevar el caso presentado a su análisis personal. Sabemos de la productiva circulación entre supervisión y análisis personal, en la cual la supervisión tiene efectos sobre el análisis y viceversa. En mi experiencia de supervisión, recomiendo escribir el caso para la presentación y lectura en el espacio de supervisión, privilegiando los significantes dominantes del discurso del analizante y poder determinar qué tipo de intervenciones son convenientes en cada caso singular. En cuanto a la formación del analista, es condición necesaria el análisis de quien quiera asumir ese cometido. La función analítica consiste en analizar y transmitir la práctica a aquellos que devendrán analistas.

La transmisión del psicoanálisis se caracteriza por ser una transmisión bajo transferencia y supone que, para devenir analista, habrá que reconocer la filiación, los dones recibidos de aquellos analistas que nos transmitieron la práctica analítica. La transmisión puede tener efectos sintomáticos: idealización, sometimiento, indiferencia, o bien lograr que lo transmitido pueda ser conquistado y transformado en un proceso activo de apropiación que denominamos transmisión lograda, y podemos encontrarla en las bellas palabras de Serrat en su canción “Esos locos bajitos”: …que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós…

Bibliografía

Escars, C. (2008). Efectos de la escritura en la transmisión del psicoanálisis. Editorial Letra Viva.

Fernández, A. (2017). Marcas del analista. Editorial Letra Viva.

Freud, S. (1913). Totem y tabú”. En : Obras Completas, tomo XIII, p. 159. Amorrortu. 

Nasio, J. (1994). El inconsciente es un nudo entre analista y paciente. Ediciones Nueva Visión.

Wechsler, E. (2013). Herencias. La transmisión en psicoanálisis. Editorial Letra Viva.

Acerca del autor

Osvaldo Maltz

Osvaldo Maltz