NÚMERO 31 | Mayo 2025

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Escritura y transmisión en psicoanálisis | Perla Frenkel

La autora propone en su trabajo que la escritura es un acto de libertad. Plantea que los analistas escribimos movidos por el deseo de elaborar y compartir y, por añadidura, transmitimos. La escritura permite poner en escena nuestros fantasmas, con el estilo de cada quien, y nos alienta a los psicoanalistas a que sigamos escribiendo para que el psicoanálisis siga vivo.

       El lenguaje es pérdida, nunca será acceso inmediato a La Cosa, está de duelo… Así, me parece, palabra y escritura  son parientes, hacen de la pérdida una ausencia.
(Pontalis, J. La fuerza de atracción, 1993)

Me gusta pensar la escritura como un acto de libertad. ¿Desde dónde lo pienso? Las tablas de la Ley que Moisés escribe o recibe están grabadas en piedra, en hebreo la palabra que se usa es JARUT; palabra que puede ser leída como JERUT, aunque cambia en el idioma original la última letra. Y hete aquí que JERUT quiere decir libertad.

La escritura también es testimonio y aquí surge la pregunta ¿los analistas, por qué escribimos? Seguramente entre otras cosas para calmar nuestras angustias.

Me parece pertinente la cita de Catherine Millot en su texto La vocación del escritor: “Que la letra viene a tomar el lugar mismo de donde el deseo se ha retirado” es ley común, porque nadie escapa a la represión y a sus efectos de retorno. Y sin duda cada uno, por sus sueños y sus síntomas, se encuentra escrito. Justamente, el escribir añade el acto a la letra cuya marca todos sufren. San Buenaventura decía de la palabra que en ella el acto se agrega al pensamiento. El escritor es hijo de sus obras. Se engendra a sí mismo e inventa la cifra de su origen” Millot C. (1993). 

Ahora, ¿es lo mismo para el psicoanalista?, ¿somos escritores o nos mueve el deseo de transmitir? Freud ya nos lo había dicho: “si quieres saber, pregúntale a los poetas”.

Escribimos movidos por el deseo de elaborar, compartir y como un plus o por añadidura, como en la cura, transmitimos.

Como siempre el apres-coup en nuestra praxis nos lleva a necesitar la reflexión acerca de ella y allí elaboramos la clínica.

En el enfrentamiento con ese vacío que nos habita, buscamos sentido en el sinsentido, a veces pedimos rigurosidad, pero si todo va bien, la escritura será JERUT (libertad) y no JARUT que remite a piedra, a algo estático. Si podemos, nos liberamos de la tiranía del yo y escribimos intentando burlar la represión, las ficciones que el yo intenta ocultar.

En la escritura buscamos una satisfacción que de algún modo se logra pero con lo enigmático de la sublimación.

La escritura permite poner en escena nuestros fantasmas y éste, a mi entender, se despliega en aquello que llamamos “estilo”.

Existen modos diferentes de escritura: el poema, el diario íntimo, el tratado filosófico, y en cada uno observamos las marcas de época. Cuando le preguntamos a un escritor: ¿usted, por qué escribe? suele decir: porque lo necesito. Sigue existiendo en mí la pregunta ¿por qué escribimos los psicoanalistas? ¿Será por el placer narcisista de decir: publiqué un libro? 

Este fenómeno lo observamos en tiempo del confinamiento obligado por la pandemia; hubo en ese momento profusión de textos escritos por psicoanalistas; considero que no fue solo por placer narcisista, sino como declaración: estoy vivo a pesar del encierro obligado, de la circulación de lo mortífero que nos acechaba. Como si hubiera sido una especie de exorcismo.

También, en algunos casos en que un colega convocaba a otros para escribir, considero que se daba esto para fortalecer el lazo con el otro, ante la inminencia de un Otro que acechaba como siniestro amenazador, ese virus del cual no sabíamos cómo defendernos.

Pontalis responde a mi pregunta del inicio, diciendo que en el caso de la escritura del psicoanalista, de lo que se trata es de hacerse un nombre. “En su caso, hacerse de un nombre debe entenderse también en un sentido literal, el de darse un nombre propio, porque, más que nadie, él se ve confiriendo, por el efecto de la transferencia, tantos nombres que no son el suyo, escribir; para él sería un medio privilegiado de dejar de ser un ‘prestanombres’, de verse reconocido (más allá del reconocimiento social). Convertirse en autor también podría entenderse literalmente como aquel que quedó disponible, a lo largo del tiempo, para tantos personajes en busca de autor. ( Pontalis, 1993)

Respecto a la transmisión considero, y acuerdo con este autor, que se trata de poner a prueba nuestras propias reflexiones. El otro se vuelve lector y nosotros nos volvemos lectores de nuestra propia escritura. El otro valida de algún modo nuestra invención.

Así como Freud fue inventor, no descubridor, nosotros somos también inventores, creadores. De algún modo lo escrito y su transmisión convierten en acto nuestros planteos al ser validados por otro; es que desde el vamos necesitamos de otro, por el desamparo, por la pérdida fundante. Escritura y transmisión nos brindan esos momentos fugaces de felicidad o de expansión narcisista. La escritura se convierte en necesidad en nuestra práctica. En los inicios de la tarea observamos cómo los jóvenes analistas escriben todo lo que el analizante les dice. Y cuando les decimos: “escuchá, no escribas”, o “escribí después, confiá en tu inconsciente” tratamos de transmitirles que las palabras importantes quedarán, aunque en desorden, grabadas en su inconsciente, el del analista que escucha, como JARUT grabado que luego devendrá en JERUT, libertad.

La escritura es un duelo, pero un duelo necesario porque así como el duelo es un trabajo también lo es la escritura. En ese duelo habrá momentos de angustia, por ejemplo, ante la hoja en blanco, otros de inmensa alegría, a veces, en el mientras tanto y paradójicamente de tristeza, casi melancólica al concluir la escritura.

Es de esperar que el superyó no nos hostigue demasiado en el sentido de querer transcribir con total fidelidad, lo escuchado en sesión o en un seminario, o en la supervisión. Si esto sucede estamos en JARUT. En cambio si consideramos nuestra ciencia como conjetural y diferenciamos la Cosa de su representación, si estamos advertidos que en el escribir se trata de una ficción, que la pulsión al bordear la Cosa, me refiero al das Ding, es creadora, inventora, allí es JERUT. Accedemos así a la escritura como acto creativo.  Ese momento en que irrumpe das-Ding, para ser luego velado, allí es JERUT. Accedemos así a la escritura como acto creativo.

No buscamos verdades absolutas ni nos proponemos encontrar el objeto perdido; se trataría más de un juego de presencia y ausencia, y la necesaria presencia del escrito que opera como guardián y transmisor de palabras que si no quedaran escritas, se perderían con el tiempo. 

Valoro mucho la transmisión oral, de hecho nuestro trabajo tiene que ver con la escucha; si logramos el pasaje a la escritura aseguramos una permanencia para que así de algún modo la transmisión sea lograda, modificada, ampliada.

En hebreo se designa al escriba bíblico con la palabra SOFER, de la misma raíz derivan las palabras SEFER (libro), SIPUR (cuento), LESAPER (contar).

Digo entonces que para poder seguir contando el cuento, en el sentido de transmitir y también de estar vivos, para que el psicoanálisis siga viviendo ¡Sigamos escribiendo!

Mag. Perla Frenkel

Otoño 2025

Bibliografía

 Millot, Catherine (1993). La vocación del escritor, pág. 8, Editorial Ariel

 Pontalis, J.B.(1993). La fuerza de atracción, pág. 85, Editorial Siglo XXI 

Acerca del autor

Perla Frenkel

Perla Frenkel