NÚMERO 29 | Mayo 2024

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Explorando el mundo interno: intimidad y apego | María Casariego de Gainza

María realiza un recorrido, desde la construcción del mundo interno, el logro de la mentalización afectiva y la conexión de la mente con otras mentes, para acceder a los mundos internos de los otros. Para esto, plantea como el tipo de apego es fundamental para lo que pueda acontecer.  Nos muestra también el tipo de intimidad que se observa en los vínculos actuales.

Pensar la intimidad nos adentra en un pensamiento complejo. Desde esta mirada quisiera poner a jugar diferentes abordajes que nos ayuden a su comprensión. Propongo interrogarnos sobre la noción de mundo interno como una interfaz entre lo externo y lo interno es condición necesaria para la intimidad. ¿Qué relación y cómo influye el mundo externo, tanto en la génesis del mundo interno como en los posteriores encuentros con el otro? ¿Cómo se vinculan el mundo interno y la intimidad? ¿Qué podría aportar la Teoría del apego con sus nociones: tipos de apegos, conducta de apego, resonancia, ¿respuesta sensible? ¿Qué suma la Teoría de la Mente de Peter Fonagy para pensar el encuentro con el otro. ¿Cómo habita nuestra mente la mente del otro?, finalmente preguntarnos ¿qué pasa con la intimidad en los tiempos actuales? 

La intimidad es un encuentro especial intersubjetivo, se comparten sensaciones, vivencias, acciones. La intimidad no es sin otro, la presencia del otro es condición necesaria; se da en un espacio relacional que los une y convoca. Es un estar en estado de comunión, pero sabiéndose sujetos separados, diferentes. En este espacio se habilitan intercambios y procesos que están relacionados con lo profundo del sujeto, con su mundo interno, a su vez estos intercambios afectan y modifican las configuraciones de este mundo interno.

Lo particular de esta experiencia relacional es que conecta tanto lo intrasubjetivo como lo intersubjetivo. Va más allá del lenguaje, remite a estados preverbales del desarrollo del sujeto y sucede en un espacio interafectivo, Sucede en un espacio intencional que legitima lo que allí ocurre. Cuando se comparte ese estado de intimidad sobreviene un encuentro entre dos mentes donde también surgen las vicisitudes que traen la unión y la separación, dos sujetos que se funden en un tiempo y espacio sin fusionarse, sin perderse en el otro. Estas experiencias intersubjetivas afirman estados de existencia del self. El otro me confirma en mi estado mental.

Hasta aquí he mencionado varios conceptos que querría desarrollar, la intimidad no es el mundo interno, pero si lo incluye. El mundo interno, lo íntimo es lo más propio del sujeto y a su vez proviene de afuera, lo conforma un otro. No existe intimidad sin desplegar el mundo interno, pero puede existir el mundo interno sin intimidad, sería lo íntimo, lo privado.

La prematurez de la cría humana al nacer hace imprescindible la asistencia para su supervivencia. Para la Teoría del Apego ese otro es la figura de apego. El bebé desde el mismo momento que nace activamente busca el contacto y cuando la figura de apego disponible accede empieza un encuentro. Esto evidentemente no es una relación sino solo un comienzo de intercambios donde sucede una reciprocidad y una influencia mutua basada en las acciones que el adulto ejerce sobre el infans. Gradualmente se va instalando en el aparato psíquico del bebe el sistema motivacional de apego, y de esta manera construyéndose una regulación emocional incipientes, a esta altura una relación asimétrica, el niño irá encontrando en los sucesivos intercambios una figura reguladora de sus emociones, se irán ajustando cada momento y a su vez desajustando, generando una sintonía y una mutualidad.

La figura de apego le ira mostrando de manera especular al niño sus sensaciones, emociones, afectos, dará sentido a esos estados, los nominará y en este juego vincular se ira construyendo un mundo interno que decodificará sus estados emocionales relacionándolo con representaciones que quedaran atesoradas. Se construyen así los “modelos operativos internos” que son mapas o guiones cognitivos-emocionales que el sujeto tiene de sí mismo y de su entorno. Estos mapas se construyeron en el espacio intervincular con las figuras de apego, se van introyectando. son modos de conocimiento del mundo y maneras singulares de habitarlo durante este proceso se van haciendo propios.

Desde las experiencias tempranas se va fundado un vínculo que estará marcado por el tipo de apego que lo caracteriza. Sabemos que no siempre estos encuentros construyen un apego seguro; las otras categorías como el apego inseguro evitativo y el apego inseguro ansioso afectaran claramente el mundo interno; en la cuarta categoría de apego desorganizado veremos un mundo interno fragmentado y los vínculos seriamente afectados.

Retomando la idea de modelo operativo interno como mapa cognitivo-emocional entendiendo que es inconsciente y si bien es lo más propio del sujeto no es interno ni externo; lo que se representa es una relación, es un “estar con”. No es propio del sujeto ni viene solo de afuera, es la metabolización que resulta del intercambio vincular. ¿Podríamos decir que los MOI (modelos operativos internos) son el mundo interno? Para Bowlby son los modos vinculares primarios que se pondrán en juego en los sucesivos encuentros a lo largo de la vida. El afecto, el ritmo, la coherencia y la consistencia con que el otro se vincule dará el grado de comunicación entre las representaciones mentales y el apego, proveyendo la sensación de integración y seguridad. No olvidemos la frase de Winnicott cuando nos dice que el terror al derrumbe es un terror que alguna vez se experimentó, esta guardado como huella del daño.

Las figuras de apego transmitirán sus modelos de apego, sus representaciones mentales internalizadas. Si observamos una madre interactuando con su bebe observaremos que va traduciendo sus estados emocionales a través de la respuesta sensible; la respuesta sensible como lo pensó Bowlby no es empatía, es la interpretación de los estados del bebe que va a hacer esa madre según su recorrido emocional, lo hará y sólo podrá hacerlo desde su propia experiencia emocional, desde sus propios modelos operativos internos. No siente lo mismo que el bebé, en esta respuesta sensible hay una “marcación” cuando la madre especulariza las acciones del bebe lo que le muestra al niño no son sus propios sentimientos sino una representación de la percepción que ella tiene de su experiencia con el bebé. Las madres atribuyen pensamientos y sentimientos a su bebe y su propia conducta es afectada por medio del mecanismo de identificación proyectiva. A su vez esta interpretación reflejara sus propias preocupaciones, conflictos, fantasías y vivencias primarias. 

Otro punto para tener en cuenta es que jerarquizamos lo verbal sobre lo preverbal dando más pregnancia a los simbolizante, sin embargo, autores como Stern (1988) plantean la importancia del conocimiento relacional implícito que no precisa de la verbalización para producir un efecto. Es una conducta no reflexiva que no precisa del lenguaje verbal, estas interacciones actuadas dejan inscripciones como memoria en acción de interacciones con otros. 

Bollas hace referencia a lo “sabido no pensado” no hay que subestimar el papel que desempeña la identificación proyectiva donde los niños contienen partes no queridas o atesoradas de los padres, justamente desde una comunicación inconsciente a inconsciente. Por lo tanto, no solo habrá en ese mundo interno aspectos queridos sino aspectos desconocidos relacionado con angustias primordiales de los propios padres. “El objeto puede arrojar su sombra sin que un niño sea capaz de tramitar esta relación mediante representaciones mentales o de lenguaje” (Bollas ,1997).

En síntesis, la conducta de apego se va organizando con un objeto de autoconservación, con un objeto del narcisismo, de la sexualidad, de las regulaciones de las necesidades psicobiológicas, en todos y cada una de estas características hay una fantasmática: la búsqueda de placer, huida del displacer y la necesidad imperiosa del ser humano de ser protegido que lo impulsa y a su vez lo organiza a través de la memoria procedimental.

Es a través de este recorrido que se va construyendo el mundo interno, en este juego relacional donde lo que se internaliza es un modelo vincular que pasará a ser, a pesar de venir de otro, lo más propio. Pero como hemos visto esto propio tiene recónditos lugares desconocidos para el sujeto porque incluso lo tiene para sus propias figuras de apego, portando una información de lo transgeneracional. 

Esta mirada nos recuerda al concepto de Lo ominoso en Freud, lo más familiar puede resultar lo más siniestro, en estas vicisitudes se despliega el mundo interno, lo más genuino de nosotros.

La intimidad nos remite a un plus en relación al mundo interno que es el anhelo de cohabitar el espacio emocional con otro, donde la emoción por este intercambio es la característica fundante. El placer que provee la intimidad no está relacionado con la sexualidad, ni la autoconservación algo más ocurre en ese intercambio. Sin embargo, a algunos sujetos les es suficiente la sexualidad o el apego auto conservativo y no entra en sus mentes la intimidad, es más se defienden de ella.

Quisiera destacar la diferencia entre “objeto de la intimidad corporal” del “objeto del apego corporal”. Como objeto de apego corporal observamos una necesidad de contacto de cuerpo con cuerpo, calor, sensualidad. En cambio, en el objeto de intimidad corporal requiere que la mente del otro, el cuerpo del otro sienta, perciba al cuerpo del sujeto. Los cuerpos son “excusa” para la conexión de dos mentes que viven un momento deseante de anhelo de intimidad, donde los afectos son expresión de estados internos compartidos.

Si pensamos la intimidad como esa búsqueda de contacto profundo de dos mentes, encontrándose desde sus mundos internos, lleva implícito una investidura de añoranza, como nos planteó Freud en 1926. Es un reencuentro ilusorio entre esas representaciones internas y el sujeto con quien se comparte ese momento, algo de afuera se conecta y reencuentra con nuestras representaciones internas que no son ni más ni menos que aquellas relaciones infantiles de apego internalizadas. Ese estado espontaneo nos conecta con una satisfacción de dejar fluir al gesto espontaneo lo más verdadero del self. Estas experiencias intersubjetivas afirman y reconocen estados de existencia del self que se satisfacen a partir de compartir los estados emocionales con otro.

Mencione antes la importancia en el vínculo de apego de lo preverbal, que da cuenta de una memoria sensitiva, hecha cuerpo; el encuentro intimo es sin palabras algo de lo sabido no pensado se comparte desde la emoción, desde el idioma de lo tácito gestual.

ESPACIO TRANSICIONAL – ESPACIO DE INTIMIDAD

El espacio transicional es un tipo de experiencia ilusoria en donde se desdibuja o es irrelevante la barrera entre externo -interno, subjetivo-objetivo, yo – no yo, espacio de creatividad donde la madre, el analista permiten que esa ilusión se mantenga introduciendo muy paulatinamente la desilusión y presentando la realidad. Parte de este juego es no cuestionar al sujeto si fue él el que creo al objeto o lo encontró en la realidad, se permite el borramiento entre lo interno, la fantasía y la realidad. Winnicott nos plantea que en este estado ilusorio el bebé cree que creo a la mamá y lo más importante es que la madre sostiene esta ilusión 

Por el contrario, el espacio de intimidad surge en relación y con otro que se reconoce diferenciado, separado, existiendo en la realidad y simultáneamente se comparte algo importante de la mente del otro: sus emociones, sus ideas, sus intereses. Es un profundo sentimiento de unión, pero reconociendo la separación, no es un estado de fusión. Es justamente esto lo placentero, saberse diferentes, pero sintiéndose igual en compartir estados de la mente. Este compartir se da a través de la sintonía y resonancia afectiva, es un fluir, un “estar con”. Es la tensión entre separación y unión lo que posibilita el placer de la intimidad. La intimidad nos lleva a la teoría de la mente. Porque justamente no es solo un encuentro con otro sino es un intercambio entre representaciones mentales.

INTIMIDAD Y TEORIA DE LA MENTE

Como he venido planteando la intimidad es un estado de la mente, esto nos lleva al concepto propuesto por Peter Fonagi: mentalización afectiva. Es necesario haber salido de estados prementalizados para poder compartir estados de nuestra mente con otro. Los estados prementalizados son etapas del desarrollo evolutivo acordes a una etapa infantil. Cuando hay fallas en el vínculo de apego, (que es el facilitador del pasaje de la prementalizacion a la mentalización), observamos fijaciones en estos estados prementalizados en adultos que no adquieren la mentalización afectiva. 

Haber logrado una mentalización afectiva implica la capacidad para diferenciar los propios pensamientos de la realidad efectiva. El sujeto aprehende el carácter representacional de sus pensamientos y la comprensión de la mente ajena en términos de estados mentales.

La comprensión de la propia mente está relacionada con el yo observador que planteo Freud lo cual implica el registro, identificación y diferenciación de los propios sentimientos y finalmente la regulación emocional que es una adquisición que se logra a través de la internalización de la regulación afectiva que fueron ejerciendo las figuras de apego durante la crianza. La dimensión autorreflexiva de la capacidad de mentalización permite registrar e identificar los propios sentimientos y, deseos, pensamientos, no de un modo intelectual sino con una profunda conexión afectiva. 

La internalización de la respuesta reflejante de la figura de apego a los estresores del niño viene a representar las vivencias de su estado interno. El niño internaliza la expresión obtenida de la respuesta sensible de la madre y desarrolla una representación secundaria de su estado emocional. La cara empática de la madre como significante y su propia activación emocional como significado.

 La capacidad de mentalización no es innata se desarrolla en un contexto de apego seguro. Son las relaciones tempranas las que crean la oportunidad para que el niño aprenda acerca de sus estados mentales. Es evidente que cuando nacemos nos somos conscientes de nuestros estados emocionales ni tenemos la posibilidad de regularlos, es un manojo de señales fisiológicas indiferenciadas, aprendemos a diferenciarlas a partir del encuentro con el otro y las señales retroalimentadoras que nos envía la figura de apego ante la expresión de las emociones.

Si el cuidador no cumple esta función de modo adecuado y en muchos casos habla de la propia imposibilidad por sus propias fallas, el niño vivirá una sensación de perturbación, sus sentimientos no estarán simbolizados, serán confusos y difíciles de regular. Podemos prever que la conexión con este mundo interno será sumamente amenazadora en la vida adulta.

INTIMIDADAD Y LAS VICISITUDES DE LA ACTUALIDAD

Hemos hecho un recorrido desde la construcción del mundo interno, la importancia de haber logrado la mentalización afectiva para el conocimiento de ese mundo interno y la conexión desde la mente con otras mentes para acceder a los mundos internos de los otros. En todos estos caminos el tipo de apego es determinante de lo que y como acontezca.

Sin embargo, en los tiempos actuales parece que compartir la intimidad presenta una mayor dificultad. Las representaciones internas del encuentro con el otro están cargadas de temor, resulta menos comprometido compartir el deseo sexual que el deseo de intimidad. Surgen fantasías de sentirse invadido, contagiados con ansiedad, perturbados en sus ritmos, desorganizados. El “ touch and go” pone los cuerpos en juego pero retira las mentes del escenario. Pareciera menos peligrosa la sexualidad que la intimidad.

Por su parte muchos sujetos siguen en estados prementalizados lo cual imposibilita el acceso a un estado de intimidad: el primero de los estados prementalizados es el de “equivalencia psíquica” donde los estados mentales propios no se consideran representaciones sino una correspondencia exacta de la realidad. La realidad externa e interna tienen la misma categoría. No hay barrera para contener el mundo interno; la segunda categoría “modo aparente o simulado “la realidad psíquica no se vincula con la realidad externa, la realidad se vuelve atemorizante”. Puede existir lo privado, intimo, pero no podrá intercambiar en una dinámica con otro ya que lo vivirá como amenazador. Se presentará con una máscara como defensa para que justamente no se acceda a su mundo interno; y la tercera y última “teleológica” es el modo que conocemos como acting out, la descarga sirve como sustituto de la mentalización.

Todo encuentro es un re-encuentro. En la intimidad la puesta en juego del mundo interno conecta con las huellas de la relación de objeto primaria, del objeto de apego, dependerá como se haya dado ese vínculo lo que retornará en el presente. Por lo tanto, puede haber un impacto traumatizante frente a la afectividad del otro, se movilizarán defensas que bloquean la posibilidad de poner la mente a disposición del encuentro con otra mente. La intimidad tiene un aspecto bifaz conecta con lo más propio del self y con la afectividad del otro. Si las huellas del mundo interno han dejado marcas traumáticas se reactivarán, por esta razón es que se evita.

Fonagy plantea que cuando el niño tiene conciencia de la malignidad del cuidador y esta es excesiva se inhibe la capacidad de reflexionar sobre los estados mentales del self y del otro. Esta inhibición dejará su secuela en la vida adulta donde el sujeto experimentará la intimidad como un espacio peligroso que sorteará, en muchos casos transformándolo defensivamente en sexual o aislados evitativamente.

Hoy asistimos a un “como si” de lo íntimo, lo que P. Sibila llamo “La intimidad como espectáculo”, pero que no lo pensaría como intimidad sino como espectáculo de lo íntimo. Observamos a los sujetos mirar, opinar sobre la vida de los otros a través de este panóptico generalizado que son las redes, pero justamente lo que no ocurre es la intimidad. Es un mostrarse como objeto a ser mirado y evaluado frente a otros virtuales, sin cuerpo, eterios. En este exponer lo íntimo se ha borrado la necesaria distancia entre lo público y lo privado. Enormes esfuerzos por ser aceptado por otro ilusorio que absorto miran, pero que no da sentidos, dejando al sujeto solo con un imaginario idealizado. 

La imagen no es la intimidad, no es un encuentro de mentes queriendo compartir un espacio común sin perder la individualidad. El esfuerzo por ser aceptado con un like no es compartir los estados mentales, es más no compartimos estados mentales con la virtualidad sólo exponemos lo privado en un intento fallido de ser aceptados.

Sin embargo, es evidente que estas modalidades han producido cambios en la subjetividad, exponer lo íntimo nos deja vulnerables y en estado de anhelo de intimidad. No hay peor soledad que la que transcurre acompañados, entonces nos enfrentamos a los tiempos actuales donde la vivencia de vacío es un común denominador. Surge como respuesta a la falta de un intercambio autentico. 

Se observa como modo vincular el mimetismo, pero el mimetismo no es intimidad, tomo algo del otro y lo hago propio, borro la diferencia, parasito, pero la vivencia de plenitud que surge de la verdadera intimidad no ocurre. El falso self, las personalidades como si, dan cuenta de este autoesfuerzo que los deja desamparados y aislados.

Estamos con el otro cuando hemos podido internalizar que han estado con nosotros y la vivencia es de placer de ese encuentro. La virtualidad ha invadido el espacio vincular de eso no hay dudas, pero quizás habría que repensar la construcción de los vínculos primarios como facilitador de esta invasión. La investigación sobre el apego proporciona un soporte empírico al constructo psicoanalítico de “objetos internalizados”. La internalización ocurre en un nivel presimbolica, con anterioridad a la capacidad de evocar imágenes o representaciones verbales del objeto. La forma primaria de representación tiene que ser no de palabras o imágenes sino de procedimientos relacionales actuados, que gobiernan el “cómo hacer” (Lyon -Ruth,1998); el cómo hacer se refiere a como estamos desarrollando los modelos de crianza. Como los adultos referentes miran y acompañan el desarrollo del niño.

En el ritmo feroz de la actualidad, en el desquicio de la vida cotidiana, en tiempos que son de urgencia dejamos de focalizar conscientemente nuestra atención en los estados mentales del otro, pero sin embargo el ser humano no puede desarrollarse y sostenerse sin relacionalidad, es una condición de la vida mental, necesitamos leer los estados mentales de los otros y compartir aspectos de nuestros estados mentales a través de señales afectivas. Cuando estas señales son compartidas se experimenta una plenitud que sólo la experiencia de intimidad lo logra, es particular de la especie humana, condición de nuestra existencia, no puede ser encendida ni apagada sólo inhibida con un alto costo para el aparato psíquico.

Bibliografía

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Winnicott, D. (1971) Realidad y juego. Barcelona. Ed. Gedisa.

Acerca del autor

María Casariego de Gainza

María Casariego de Gainza