…Explosión de lenguaje en el curso del cual el sujeto llega a anular al objeto amado bajo el peso del amor mismo…lo que sujeto ama es el amor y no el objeto.”¹
Roland Barthes
Sin caer en la traducción convencional, a mí me conmovió el estado anímico del amor que plantea esta película.
Intento describir las sensaciones que me produjo verla, también en otras de sus traducciones podemos leer: Con ánimo de sentir amor.
La fotografía nos revela su belleza verdadera y metafórica, la transmisión lo que las imágenes sensibilizan con miradas, la escucha, estética, la memoria.
Me dejo llevar por lo envolvente, por momentos abigarrada con las tonalidades del diseño oriental de flores que adornan la ropa que visten las mujeres protagonistas, como también las escenas enteladas que cuelgan por las paredes. Telas que cubren, que abrigan.
Espacios pequeños, unidos por pasillos pequeños y angostos, recovecos investidos de erotismo y sublimados artísticamente.
La música que acompaña son solo tres canciones que se van repitiendo como en un loop, a medida que transcurre la trama aprovechando a describir aún más la intensidad de sus brevísimos diálogos, enlazando el recuerdo de unos ojos a los que no pudo besar, o la duda que no supieron resolver.
-Es un momento intranquilo, ella mantuvo la cabeza inclinada para que él se acercara.Pero él no pudo, por falta de valor. Ella da media vuelta y se aleja.-
Se compone de miradas y roces también estrechos como sus espacios, que conducen a encuentros con vecinos entre comidas y juegos armoniosos que propagan alegría entre las soledades. El comer hace lazo en el desamparo esencial de los personajes.
Me dejo llevar frente a lo que miro, son repetidas escenas demoradas, lentas, para apreciar la capacidad de sentir a partir de ojos que ven, de pisadas que llevan siempre a un mismo lugar. Puestas en escena las prendas de época, los calzados orientales modernizados en los años 60 y de los hitos por los que la historia de esta película transmite, Hong Kong, Francia de Charles De Gaulle, Cambodia.
Una historia que va descubriendo a ambos en un enamoramiento mutuo a partir de ensayar entre ellos el duelo de pérdida frente a la desilusión que cada uno tiene en sus respectivas parejas.
Compartiendo un lenguaje de sexualidad simbólica a través de la escritura.
Roland Barthes dice: “muéstrame a quien desear…El ser amado es deseado porque otro u otros han mostrado al sujeto que es deseable…el deseo amoroso se descubre por inducción”².
Sometidos a una cultura de época, la represión de sus sentimientos es inevitable.
Las lluvias nocturnas y permanentes de sus escenas a través de mínimas iluminaciones, parecen llorar a sus personajes que caminan y caminan en espacios reducidos como en un laberinto sin salida.
-Él recuerda esa época pasada, como si mirara a través de un cristal cubierto de polvo, el pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto ve está borroso y confuso-.
Para finalmente quedar cada uno de ellos librado al desamparo del otro.
Ilusionaron proyectando sus propios sentimientos de ternura y de comprensión otorgados al otro como compañero posible del dolor.
Lacan dirá: el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no es.
Ilusión: voz derivada del verbo latino illudo, “divertirse”, “recrearse”.
En castellano ilusionar. Fue un vocablo que fue evolucionando, desde causar una impresión engañosa, o suscitar la esperanza de algo deseable³.
Mientras elaboran el duelo por lo perdido, se van conociendo a través de encuentros breves, así entre miradas, se irá dando el diálogo entre ellos, el conocimiento en el otro, con el otro, a alguien con quien volver a ilusionarse.
Película de 2001
Coproducción Hong-Kong y Francia
Música Michael Galasso


