NÚMERO 26 | Octubre 2022

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Influencias de Ferenczi en Melanie Klein | Luis Mario Minuchin*

En este trabajo Luis Minuchin realiza un exhaustivo análisis comparativo de algunos conceptos fundamentales de la obra de Melanie Klein y en ellos encuentra huellas de la influencia del pensamiento de Sándor Ferenczi. Destaca la enorme gratitud de Melanie Klein hacia su primer analista, quien la estimuló a trabajar con niños pequeños. Presentación en el marco del Ciclo «Miércoles en la Escuela», junio 2022.

Sin duda, Sándor Ferenczi ha ejercido una intensa influencia en Melanie Klein, tanto emocional como científica-conceptual.

Influencia emocional

Esto tiene que ver con toda la experiencia vivida en su análisis personal en Budapest, sobre todo en sus circunstancias personales y familiares. Recordemos que, al iniciar su análisis, tenía un cuadro de profunda depresión que se incrementó por la muerte de su madre —persona muy autoritaria y de inmensa influencia en Melanie Klein—. También, una vida conyugal no muy satisfactoria. Si bien ella nunca se llevó bien con el Sr. Klein, se casó con él, y considero que Ferenczi tuvo influencia en su separación. Además, fue importante el apoyo que le brindó en relación con la muerte de su hijo, en todo el proceso de duelo, que posteriormente ella desarrolló en sus artículos sobre el duelo y su relación con los estados maníacos depresivos.

Ferenczi la apoyó y estimuló en sus decisiones personales y en su desarrollo científico conceptual. Esto guarda relación con los aportes e influencia que tuvo Melanie Klein, en especial, en temas tales como el desarrollo del análisis de niños y el de otros conceptos teóricos: el de introyección, transferencia temprana, formación temporal del superyó —diferentes estos a las ideas freudianas de «moral esfinteriana» y o «precursores del superyó»— como también la ampliación del concepto psicoanalítico sobre simbolismo. 

Por otro lado, la influencia de Ferenczi fue tan intensa que la impulsó a presentar su primer trabajo científico, en julio de 1919, con el que tuvo acceso a la categoría de miembro de la Sociedad Psicoanalítica Húngara. Fue presentado al año siguiente en la Internationale Zeitschift fur Psychoanalyse con el título: «La novela familiar in statu nascendi», donde trataba el caso de su propio hijo Erich, cuya verdadera identidad se suprimió en versiones posteriores. 

Ferenczi la estimuló a analizar niños, algo que Freud no consideraba probable. 

Freud no quería o no estaba de acuerdo con la posibilidad de realizar el análisis de niños, pero no estaba en contra. Pensaba que no sería viable hacerlo por el lenguaje escaso y por no haber desarrollado la conflictiva edípica en su totalidad. Melanie Klein se dio cuenta de que no necesitaban palabras y que sus emociones y fantasías simbólicas se expresaban a través del juego. Por ello, inició el análisis de niños pequeños, tarea en la que fue estimulada y apoyada por Ferenczi. 

En la biografía Melanie Klein, su mundo y su obra que Phyllis Grosskurth realizó, explica Melanie Klein:

Durante el análisis con Ferenczi, este me llamó la atención acerca de mis grandes dotes para comprender a los niños y de mi interés en ellos y alentó mucho mi idea de dedicarme al análisis, en especial al análisis de niños. Yo tenía, por supuesto, tres niños propios en ese momento… No he visto… que la educación pudiera cubrir la totalidad de la comprensión de la personalidad y que, por lo tanto, tenga la influencia que uno desearía que tuviera. Siempre sentí que detrás había algo que nunca llegué a percibir.

Ferenczi alentó también a otras colegas a que se concentraran en el análisis de niños, como a Ada Schott e incluso a Anna Freud. Parecía constituir un trabajo apropiado para una mujer y, en el caso de Klein, es posible que Ferenczi le sugiriera observar detenidamente a los niños como un medio para penetrar en el núcleo de sus propios problemas. 

Tempranos precursores del superyó

Melanie Klein plantea la idea de un superyó temprano en su artículo «Los estadios tempranos del Complejo de Edipo» (1928) en Contributions to Psycho-analysis. Allí desarrolla la idea de un superyó temprano —previo al descripto por Freud— y aceptado por sus discípulos, entre ellos, Ferenczi. Ella no sólo presenta la emergencia del Complejo de Edipo en forma más precoz que al establecido por Freud, sino que también manifiesta la existencia de un sentimiento de culpa inconsciente en los niños a partir del primer año de vida, y que encuentra en la clínica expresado por la culpa en sí y también por los «accidentes» que sufren. Es decir, que los sentimientos de culpa de los niños están ligados a la relación edípica con sus padres y a sus deseos de atacarlos en coito como una expresión de ese superyó temprano que produciría un sentimiento de culpa inconsciente. «Pero es frecuente ver que estos sentimientos de culpa jueguen un gran papel en el aprendizaje del control esfinteriano y podemos reconocer en ellos los principios del superyó».

Ferenczi en su artículo «Psicoanálisis de los hábitos sexuales», de 1925, había hablado de la moral esfinteriana y Melanie Klein lo retoma. Ferenczi entendía a la moral esfinteriana como el precursor fisiológico del superyó. A esta postulación, los seguidores freudianos plantean que en realidad se trata de lo que «denominan» precursores del superyó y no la instancia misma. Podríamos pensar que lo que dice Melanie Klein es más psicoanalítico que fisiológico, según comentaba H. Etchegoyen. Aunque resulta obvio pensar que el control esfinteriano deja una marca muy grande en la moral del chico dado que es la primera instrucción a la que es sometido. Klein veía las consecuencias del sentimiento inconsciente de culpa, no el sentimiento inconsciente, como golpes, caídas o heridas de los niños, o los castigos que se infringen a sí mismos. Para los seguidores freudianos, esto no se trataba de un superyó temprano, sino de lo que llaman «precursores» con un sostén biológico, como el control esfinteriano, que es anterior a la situación edípica y que no se puede transgredir sin consecuencias. De forma semejante, las instalaciones de los «diques freudianos» de las zonas erógenas no se los podrá transgredir sin el advenimiento de sentimientos de culpa, vergüenza, etc. Es decir, que el malestar que siente un niño no proviene de la existencia de un superyó, sino de la transgresión de alguno de dichos diques. 

Ya tenemos allí un desarrollo, pero en este sentido, divergente. Es decir, la emergencia no solo del superyó, sino del Complejo de Edipo que Melanie Klein anticipa gradualmente hasta llegar a plantear su emergencia en la segunda mitad del primer año de vida que por supuesto Ferenczi no comparte. 

También podemos resaltar el artículo de Ferenczi, «Estadios en el desarrollo del sentido de la realidad», de 1913, publicado en el International Zeitschr fur Psychoanalyse y en Sex in Psychoanalisis, libro editado por Hogarth Press. Melanie Klein, a la manera de dicho autor, realiza una estratificación en la constitución del superyó, ya que así como el yo evoluciona en diferentes etapas y estadios, algo semejante acontece con el superyó: al no ser heredero del Complejo de Edipo, no sólo está primitivamente desarrollado, sino que también tiene etapas en su evolución. Y plantea que, cuanto más temprano sea, contendrá mayor sadismo, siguiendo el modelo presentado por Abraham en su clásico artículo: «Un breve ensayo de la evolución libidinal, considerada a la luz de las enfermedades mentales», de 1925, en Selected papers of Karl Abraham, Hogarth Press. 

Simbolismo

Otro concepto donde Ferenczi ejerció su influencia fue en relación con la idea de simbolismo. En 1913 escribió su artículo sobre el simbolismo: «La ontogenia de los símbolos», publicado en el International Zeitsch fur Psychoanalyse, y en Sex in Psychoanalysis, Hogart Press. Plantea, ampliando las ideas de Freud para quien el símbolo era filogenético y limitado, que el simbolismo se da por identificación y que —a diferencia de Freud— no es filogenético, sino ontogenético, es decir, una construcción del sujeto. Dicho en otras palabras, el niño va creando sus símbolos que lleva a cabo por un proceso de identificación, lo realiza a través de una equiparación de los órganos propios con los objetos que encuentra en el exterior. Básicamente está el cuerpo de la madre como comparación, pero ese no es el objeto. Entonces plantea que el niño equipara el propio cuerpo o los órganos de su cuerpo con órganos exteriores y, sobre la base de esa identificación, va formando una cadena simbólica. En ese momento expone que los símbolos son muy acotados. Lo que se puede simbolizar está representando los órganos del sujeto —la anatomía en su totalidad o aspectos del cuerpo—, como también las relaciones consanguíneas, es decir, las relaciones vinculares familiares. 

Jones toma las ideas de Ferenczi y dice que el principio de placer hace posible esa ecuación. Se equipara por el propio interés (del principio del placer) una parte del propio cuerpo con un objeto externo y afirma, entonces, que ese simbolismo será la base de toda sublimación. 

Melanie Klein amplía y enriquece esta teoría al plantear que el simbolismo es una creación individual del sujeto y que es múltiple, o sea, que todo podrá ser simbolizado a través de un mecanismo de identificación. Ella dice:

A través de la identificación, el niño, que desea destruir los órganos: pene, vagina, pecho, comienza a temer a estos últimos. Esta angustia contribuye a que equipare dichos órganos con otras cosas y, debido a esta equiparación, se van convirtiendo en objetos de angustia. Entonces el niño se siente impulsado constantemente a hacer nuevas ecuaciones simbólicas, que constituyen la base de su interés de los nuevos objetos y así del simbolismo.

Equipara como creación propia y permanente el propio cuerpo con objetos externos y en esa equiparación va desplazando otros objetos y va produciendo la formación de diferentes símbolos. Esto es lo que afirmaba E. Jones en «The theory of symbolism», publicado en Papers on Psycho-analysis, Reprinted in 1977 by Karnac limited: 

Es a partir del principio de placer que, por ejemplo, un individuo equipara el pene con el brazo y el brazo con la máquina, etc. Que por interés o por semejanza a través del principio de placer se puede equiparar un objeto con otro. Es decir, por semejanza, dado que el pene, por su forma, se asemejaría a un brazo y entonces, por el principio de placer, le es más cómodo al sujeto pensar en función del brazo que en función del pene. Como todavía la cadena de significante o de desplazamiento es muy directa, puede ir desplazando posteriormente del brazo a otro objeto externo, que puede ser un paraguas, luego un avión y así sucesivamente. 

Es decir, el sujeto realiza la comparación entre algo del propio cuerpo y un objeto externo por semejanza y eso le da a la libido del sujeto un cierto placer y, aunque le genere angustia, huirá y de alguna manera irá buscando nuevos objetos para simbolizar dada la angustia que lo inunda. Para Melanie Klein, es la angustia la que permite desplazar y crear símbolos. Esto sería muy parecido al mecanismo de una fobia. Si bien el mecanismo es semejante, en la angustia de la fobia, lo que la determina es la represión. Es decir, el objeto del deseo original está reprimido. En cambio, en esta concepción, es decir, en la simbolización, se produce un desplazamiento de algo que está representando a otra cosa que no está reprimida, sino que lo está representando. Por ello, Melanie Klein plantea que el simbolismo será el basamento de la creación de ese mundo exterior. 

El mundo exterior no es tal cual, sino que es una creación del sujeto. Crea la realidad externa basada en su propia fantasía. Es en sus propios deseos donde reproduce el exterior, en un mundo simbólico. En consecuencia, el sujeto se mueve en un mundo simbólico, imaginario —en términos de Lacan— porque tiene que ver con las fantasías del bebé, pero no toma la idea de lo real, sino que es una construcción fantástica del bebé. En la medida en que el yo del bebé pueda ir funcionando con símbolos, su yo irá creciendo porque tiene una mayor riqueza de funcionamiento y de modos de expresión.

Primitivos fenómenos psíquicos

Ferenczi presenta en «Notas y fragmentos», de 1930, en Further contributions to the Theory and technique of psychoanalysis, Hogart Press, que «posiblemente todo organismo viviente reacciona a los estímulos displacenteros con fragmentación yoica, la que sería expresión del instinto de muerte». Melanie Klein desarrolla y amplía este concepto en su artículo «Notas sobre algunos mecanismos esquizoides», pero plantea que la defensa inicial contra el instinto de muerte sería la disociación yoica, y así desarrolla la base de su concepto sobre disociación tanto del yo como del objeto.

Mientras que la posición de Ferenczi sugiere que: 

  1. El trauma es un fenómeno real, más abundante de lo que a simple vista parece; 
  2. Se implica con la dinámica mental del sujeto, pero es real, ha sucedido en la realidad; 
  3. Puede ser de tipo sexual, pero también de otros tipos; 
  4. Destaca como traumáticas las malas relaciones con los progenitores;
  5. Una característica fundamental, que acaba de dar peso patógeno al trauma, es la falta de resonancia del entorno para con la víctima del sujeto; 
  6. Las consecuencias del trauma afectan profundamente la estructuración de la psique y quizás del soma del sujeto; 
  7. El sujeto se defiende en forma desesperada ante esta desestructuración, incluyendo la identificación con el agresor y la asunción de las proyecciones patológicas de los adultos; 
  8. El analista puede retraumatizar a su paciente si no es capaz de establecer una relación diferente él (por ejemplo, si no reconocela verdad de sus asertos o permite que el paciente se identifique con sus defectos). 

En 1927, con su trabajo «Adaptación de la familia al niño» (1927), Ferenczi apunta lo patógeno que puede haber, en muchas ocasiones, en las relaciones entre padres e hijos. Comienza lanzando un velado reproche a la comunidad psicoanalítica cuando señala que se ocupa sólo de la adaptación del niño a la familia y no de la de la familia al niño, y sugiere que el psicoanálisis debe esforzarse en comprender mejor a los niños a los que, dicho sea de paso, tanto debe la Psicología. Para Ferenczi, los niños se encuentran con una dificultad al ser atendidos por sus padres: ellos han olvidado su propia infancia. Los padres ni la recuerdan ni la comprenden y esta falta de comprensión de su propia infancia es el principal obstáculo que les impide entender las cuestiones esenciales de la educación. 

Ferenczi sabe que el olvido —la amnesia infantil— no es superable. Pero para suplir este déficit propone algo así como ponerse en el lugar del niño. El psicoanalista que años más tarde se pone en el lugar del paciente —en el sentido figurado mediante la empatía y también literalmente mediante el análisis mutuo— propone tratar de ver el mundo con los ojos y la mente de un niño. 

Desde ese punto de vista, puede considerar que aspectos como el destete, el aprendizaje esfinteriano, la represión de la masturbación o el propio crecimiento pueden constituirse en traumatismos si el instinto de los padres falla en su adecuado acompañamiento. De esta forma llegamos al año 1929 y al trabajo titulado: «El niño mal recibido y su impulso de muerte», obra que representará un salto cualitativo muy marcado en el pensamiento ferencziano en cuanto al traumatismo. En este artículo Ferenczi estableció un nuevo tipo de neurosis llamada neurosis de frustración, cuya etiología era fundamentalmente de índole traumática. La novedad radica en que el trauma es visto aquí no sólo como generador de la más variada patología mental, sino también como inductor de severas complicaciones orgánicas que pueden llevar al sujeto a las puertas de la muerte. Epilepsia con coma profundo, asma bronquial, anorexia, etc., entre otras condiciones, son consideradas como un reflejo de un impulso de muerte extraordinariamente activado por las frustraciones afectivas recibidas por los niños: 

Al nacer ambos pacientes fueron huéspedes no queridos en la familia. Uno por ser el décimo hijo de una madre sobrecargada de trabajo y el otro porque descendía de un padre afectado por una enfermedad mortal, que efectivamente murió poco después. Todos los indicios confirman que ambos niños captaron perfectamente los signos conscientes e inconscientes de aversión o de impaciencia de la madre, y que su voluntad de vivir quedó destrozada. Por motivos fútiles, durante su vida posterior, se suscitaba en ellos la voluntad de morir, incluso cuando estaba compensada por una fuerte tensión de la voluntad”. (Ferenczi, 1929, p. 87) 

Ferenczi ya no vacilará en lo más mínimo: hace responsables a los adultos del traumatismo, no a los factores intrapsíquicos: 

Tras haber concedido toda la atención precisa a la actividad fantasiosa en cuanto factor patógeno, me he ocupado en estos últimos tiempos, cada vez con más frecuencia, del traumatismo patógeno propiamente dicho. He descubierto que el traumatismo es mucho menos a menudo la consecuencia de una hipersensibilidad constitucional de los niños, que puede reaccionar de manera neurótica incluso frente a dosis de desagrado banal e inevitable, que un tratamiento verdaderamente inadecuado e incluso cruel. Las fantasías histéricas no mienten cuando nos cuentan cómo padres y adultos pueden ir muy lejos en su pasión erótica por los niños, y cuando nos dicen que tienen la tendencia, si el niño se presta a este juego del inconsciente, de infligir al niño inocente castigos y amenazas graves, que le trastornan y le quebrantan, causándole un violento choque y siendo totalmente incomprensibles para él. Actualmente siento la tentación de atribuir, junto al complejo de Edipo de los niños, una enorme importancia a la tendencia incestuosa de los adultos, rechazada bajo la máscara de la ternura. (Ferenczi, 1929, p. 103-104). 

Para Ferenczi, entonces, el trauma se desarrolla en dos momentos sucesivos: el de la experiencia propiamente dicha y el de la posterior reacción de los adultos frente al niño cuando se acerca en busca de algún tipo de consuelo. 

Melanie Klein planteó el concepto de «tic» de una forma diferente de Freud y Ferenczi. Para estos autores el «tic» era una expresión sintomática sin el correlato de una fantasía, es decir, una expresión narcisística, mientras que para Klein se trataba del correlato mental de una fantasía inconsciente y, por lo tanto, objetal. 

Ella está de acuerdo con la observación hecha por Ferenczi en su artículo «Observaciones psicoanalíticas acerca del tic», de 1921, a saber de que el tic es el equivalente de la masturbación, pero no coincide con él en calificarlo de síntoma narcisístico primario, pues ya por entonces estaba convencida de que «el tic no es accesible a la influencia terapéutica, hasta que el análisis haya logrado descubrir la relaciones de objeto en las que se basa» mencionándolo en su artículo «Una contribución a la psicogénesis de los tics» de 1925 . 

Finalmente, otro concepto de Ferenczi, el de introyección —concepto tomado por Freud—, Melanie Klein también lo toma, pero lo amplía y desarrolla como la base del desarrollo mental. Plantea que la base del desarrollo psíquico se dará a través de los mecanismos de introyección y proyección, como los primitivos mecanismos de funcionamiento del yo temprano para su desarrollo y constitución.

En el artículo de 1913, «Estadios del desarrollo del sentido de la realidad», Ferenczi sostiene que el niño adquiere el sentido de realidad mediante la frustración de sus deseos omnipotentes. Llama a los estadios de omnipotencia y de realidad «estadio de introyección y estadio de proyección» respectivamente, terminología y conceptos que posteriormente Melanie Klein adoptó, modificó y elaboró, tal como antes señalé. 

Conclusiones remarcables

Sabemos que Klein citó con mayor frecuencia a Abraham que a Ferenczi, aunque en sus notas autobiográficas menciona mucho a su primer analista. Dice ahí:

Es mucho lo que debo agradecer a Ferenczi. Una de las cosas que me transmitió y consolidó en mí fue la convicción de que el inconsciente existía y de su importancia en la vida psíquica. Gocé también del contacto con alguien que poseía extraordinario talento, tenía también una vena de genio. (Phyllis Grosskurth, Melanie Klein, su mundo y su obra)

Podría finalizar diciendo que de los trabajos finales de Melanie Klein en especial resaltaría «Envidia y gratitud» donde describió el concepto «gratitud» y que considero que es lo que ella mantuvo con su primer analista, Sandor Ferenczi.

 


Miércoles en la Escuela – Conferencia ONLINE

15 de junio de 2022

Trabajo libre

Mesa:«Sobre las influencias de Ferenczi en Melanie Klein»

Autor:

Dr. Luis Minuchín

(Miembro de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados)

Comentador:

Dr. Luis Cabré

(Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Madrid)

Coordina:

Lic. Iliana Giménez

 

Puede acceder a esta conferencia en nuestro canal de Youtube:

 

 

Notas al pie

* Capítulo 4 del libro: Minuchin, L. M. (2022). Consideraciones clínicas y teóricas en el psicoanálisis. Diálogos íntimos entre arte y psicoanálisis. Buenos Aires: Antigua.

Bibliografía

Abraham, K. (1959). Psicoanálisis clínico. Buenos Aires: Hormé.

Ferenczi, S. (1959). Sexo y psicoanálisis. Buenos Aires: Hormé.

Ferenczi, S. (1981). Psicoanálisis. Madrid: Espasa-Calpe.

Grosskurth, P. (1990). Melanie Klein. Su mundo y su obra. Buenos Aires: Paidós.

Jones, E. (1980). La teoría del simbolismo. Buenos Aires: Letra Viva.

Klein, M. (1975). Estadios tempranos del conflicto edípico. M. Klein, Contribuciones al psicoanálisis (pp. 179-189). Buenos Aires: Paidós.

Acerca del autor

Luis Mario Minuchín

Luis Mario Minuchín

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