NÚMERO 17 | Mayo, 2018

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La fragilidad, potencia y creatividad de las instituciones en crisis: el encuentro clínico interinstitucional | Ezequiel Alberto Jaroslavsky

En este trabajo, presentado en el Ciclo “Miércoles en la Escuela” organizado por la Comisión Científica en junio de 2017, Ezequiel Jaroslavsky parte de la idea de que en la actualidad las sociedades y las instituciones que la componen están en crisis y que, en consecuencia, los individuos también. Sostiene que sólo se puede salir, en cierta medida de la crisis, en un trabajo colectivo que incluya la dimensión de lo inconsciente que juega en todo momento en la vida colectiva e institucional. Para reflexionar acerca de esta temática recorre aspectos de la Modernidad en su relación al Capitalismo y cómo sus transformaciones van orientando la conformación de nuevos tiempos históricos que, según Kaës, corresponderían la Posmodernidad e Hipermodernidad. Este es un artículo en el que su autor recupera conceptos de Bion, Bleger, Freud, Kaës y Elliot en un análisis profundo del sujeto, lo colectivo y la institución.

La Crisis

La crisis es una mutación considerable que puede conducir al agravamiento o a la mejoría… la importancia de una crisis refiere a la subsistencia en riesgo pero también a la oportunidad de reparar. (Mezzano, 2007)

En la actualidad las sociedades y las instituciones que la componen están en crisis, en consecuencia los individuos también.

Solo se puede salir, en cierta medida de la crisis, en un trabajo colectivo que incluya la dimensión de lo inconsciente que juega en todo momento en la vida colectiva e institucional. Para ello es preciso contar con herramientas tanto teóricas como técnicas y dispositivos de abordaje de la misma.

La modernidad y el Malser contemporáneo

 La Modernidad es un período de la historia de duración y comienzo variable. Según los historiadores marca una ruptura con la Edad Media inaugurando los tiempos modernos. A partir del siglo xvi (del Renacimiento) la modernidad instaura la valorización del individuo y su capacidad de pensar racional y autónoma. Se producen entre los siglos xvii y xviii grandes cambios políticos, sociales y económicos. El surgimiento simultáneo del capitalismo, la industrialización, la urbanización, las revoluciones burguesas, la democracia política y el desarrollo de la ciencia y de la técnica (la invención de la imprenta, la revolución copernicana) engendraron la concepción universal, secular y racional de la Ilustración. Sus categorías espirituales de referencia son la moral, la razón, el pensamiento crítico y la idea del progreso de la humanidad.

Se renueva la filosofía y nacen las ciencias humanas: historia, sociología, psicología y el psicoanálisis.

Podríamos mencionar una segunda modernidad que se inicia en 1914 con el comienzo de la primera guerra mundial hasta el final de la segunda en 1945, incluye dos genocidios masivos (armenio y la shoah) y el auge de los totalitarismos (nazi, estalinista, etc.).

Luego de 1945 comienza el Estado de Bienestar en Europa y América del Norte hasta 1968.

Según R. Kaës (2012) la postmodernidad comienza a partir de 1968 hasta 1989.

Es de recalcar que en el período subsiguiente a 1945, que propició el Estado de Bienestar, se inventaron nuevas regulaciones e instituciones a escala planetaria como la ONU y el Consejo de Seguridad, para tratar de resolver los conflictos y las guerras por medio de la diplomacia; los tratados de no proliferación nuclear para impedir una catástrofe nuclear; creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario internacional para tratar de controlar e impedir una crisis financiera y monetaria como la de 1930; creación de la UNESCO y otras organizaciones mundiales con el objeto de propender al cuidado de la salud, la educación etc.; creación del Tribunal Penal Internacional para penalizar los delitos de lesa humanidad (genocidios, etc.); creación de la Comunidad del Acero y el Carbón, que fue la base de la actual Comunidad Europea.

Pienso que estas regulaciones e instituciones internacionales contribuyeron, en gran medida, a la generación de un progreso en la humanidad, y que los nuevos desafíos de la hipermodernidad actual requieren la invención y creación de nuevas estructuras y regulaciones, lo cual es un trabajo de la cultura.

Para René Kaës la hipermodernidad (2012) comenzaría a partir de la caída del muro de Berlín a fines de 1980, incluyendo el ataque al World Trade Center de New York el 11 de septiembre 2001, con las consecuencias planetarias que siguieron hasta la actualidad. Se caracteriza por la exacerbación de ciertos aspectos de los períodos precedentes (modernidad y postmodernidad) y se la puede calificar como la cultura del exceso, la excitación, la sobredimensión de toda cosa o acto (hiperestimulación, hipercomunicación, hiperconsumismo, hiperdesarrollo). Se produce la pulverización de los límites, con desregulaciones, y las formas extremas del capitalismo hiperliberal y financiero.

Se caracteriza también por un mundo inestable, sin reglas, frágil, con vínculos efímeros e inestables.

Las diferencias culturales (la tercera diferencia) que se producen entre culturas de características distintas, algunas que no han evolucionado hacia la modernidad, generan perturbaciones que cuestionan la identidad y la estabilidad del psiquismo, produciéndose violencias sin control.

Es importante consignar que las instituciones características desde los comienzos de la Modernidad se fragilizan y entran en crisis dejando de dar seguridad a sus integrantes. Un ejemplo de ello fue la Argentina que sufrió la grave crisis económica, política e institucional de 2001, similar a la de Alemania de la hiperinflación luego del fin de la primera guerra mundial. En esta última, la población no pudo acceder al dinero depositado en las instituciones bancarias que no cumplieron el rol de garante de los depósitos generando en la población sentimientos de pánico y angustia colectiva.

Quiero aclarar que lo escrito es una síntesis y un gran recorte del tema de la Modernidad y su evolución actual que es en sí mismo complejo.

El Malser (Le Malêtre)[1]

Hablar de “malêtre” es hablar de lo que sacude los fundamentos mismos de la vida psíquica. El “malêtre” pone en cuestión la capacidad misma de existir. René Kaës (2012, p. 4) define el Malser (Le Malêtre) como «La cuestión que nos ocupa, es aquella de los mayores obstáculos que contrarían el proceso de subjetivación, el devenir yo, la capacidad misma de existir, de anudar los vínculos y de hacer sociedad. Formo el neologismo “Malêtre”, sin guion, como se dice maltrato o malformación o “de ser” (désêtre), porque se trata de dolor, de desamparo y de mal en el ser mismo de la humanidad. Sin duda grandes palabras, pero también grandes males que obligan a coexistir el análisis clínico, la construcción metapsicológica y la interrogación ontológica» (Benhaim, 2015).

Los cambios profundos producidos en la cultura y la sociedad occidental en la hipermodernidad (cuyos efectos y consecuencias se difunden por la globalización al resto del mundo) son una de las fuentes importantes de le malêtre contemporáneo.

La transformación rápida de los vínculos entre las generaciones, en las relaciones entre los sexos, la transformación de las estructuras familiares, los vínculos sociales (sociedad de la información y del espectáculo), cambios en las estructuras que garantizan la autoridad y el poder, son fuente de nuevos conflictos. Estos conflictos se intensifican pues las nuevas regulaciones aun no fueron inventadas.

La Institución en la Modernidad

Es de recalcar que en la Modernidad se generaron y crearon instituciones con diversos fines: instituciones educativas, no confesionales, para la alfabetización y educación, que posibilitaron el acceso a los conocimientos y, por ende, al pensamiento racional y crítico; la creación de bibliotecas que posibilitaron el acceso libre a la lectura de los textos y, por lo tanto, a la cultura; los hospitales y las instituciones para el cuidado de la salud de la población; las instituciones dedicadas a la investigación; la creación de universidades con sus laboratorios de investigación y estudios específicos en diferentes áreas del conocimiento; los museos como un medio para el acceso de la población al arte, el conocimiento histórico y arqueológico; etc.

La creación de las instituciones en la modernidad es amplia y diversa, son estructuras imprescindibles para que la Modernidad pudiera haber podido tener el desarrollo que ha tenido hasta la actualidad.

El punto de vista psicoanalítico

Nuestra vida psíquica depende de la continuidad, estabilidad y ensamblaje biológico, social, político, religioso y cultural. Estas continuidades interrelacionadas forman el trasfondo prevalentemente inconsciente de nuestra vida psíquica. Las instituciones garantizan estas continuidades, son el zócalo cultural que con nuestra base biológica posibilitan la estabilidad de nuestra psiquis. Los cambios disruptivos de las instituciones pueden trastornar el espacio de la psiquis individual y producir efectos deletéreos en ella.

Por lo tanto, es necesario conocer sus funciones y sus efectos tanto conscientes como inconscientes que producen en el psiquismo de las personas.

La institución la podemos definir como la organización por la cual se funda una actividad colectiva con el objetivo de realizar una tarea útil y necesaria para el funcionamiento social (Kaës, 2004).

La institución según J. Bleger es una formación de la sociedad y de la cultura, dotada de fines para regular su relación. (Fischetti, 2014).

José Bleger (1971) utiliza la palabra institución en dos sentidos diferentes, uno se refiere “al conjunto de normas, pautas y actividades agrupadas alrededor de valores y funciones sociales”. El otro, es una organización con una disposición jerárquica de funciones que se realizan en un edificio o espacio delimitado. Prefiere a esto último denominarlo organización.

Bleger también estudió los efectos inconscientes de los grupos institucionales en sus miembros.

Es de aclarar que W. Bion (1948) observó en los grupos (terapéuticos y comunitarios) que, al plantearse una tarea específica, sus integrantes tenían actitudes y métodos que no conducían al fin propuesto. Había falta de riqueza intelectual, disminución del juicio crítico, conductas irracionales y un incremento de las emociones en los mismos. Esta observación no era compatible con la riqueza intelectual que tenían sus miembros fuera de dicha situación grupal. Observó también dos tendencias en los grupos: una centrada y dirigida a la realización de la tarea propuesta y otra más regresiva, emocional primitiva que se oponía a su realización.

A la centrada en la tarea propuesta la denominó grupo de trabajo, implica esfuerzo, madurez, entrenamiento y cooperación entre sus integrantes. Prevaleciendo un estado mental grupal en contacto con la realidad, tolerancia a la frustración, con control de las emociones y utilización de medios racionales para cumplir sus fines. También son prevalentes los procesos secundarios (Freud, 1900) con identidad de pensamiento, energía ligada, inhibición de la descarga y predominio del principio de realidad sobre el principio del placer. En cambio en el grupo de supuesto básico los miembros participan de una forma automática (valencia), no necesitan entrenamiento, ni madurez mental (Grinberg y col., 1991).

En ciertos momentos, el grupo funciona como una unidad unánime y común sin que sus miembros tengan conciencia de ello. Esta mentalidad grupal puede tener diferentes contenidos que son los supuestos básicos.

Bion (1948) observó que los supuestos básicos son emociones intensas de origen primitivo experimentadas por los grupos. Son fantasías grupales mágicas y omnipotentes, inconscientes e irracionales para satisfacer los deseos comunes del grupo. Existen tres supuestos básicos: de dependencia (sbD), de ataque y fuga (sbAF) y de apareamiento o expectativa mesiánica (sbA).[2]

Los supuestos básicos son reacciones defensivas grupales ante ansiedades psicóticas que emergen en los integrantes de los grupos.

Los integrantes de los grupos de supuesto básico tienden a evitar la frustración y el dolor psíquico que se experimenta en el aprendizaje a través de la experiencia en el contacto con la realidad.

Bion (1948) planteó también que en los grupos sociales se presentan fenómenos de supuesto básico (podríamos decir que se producen en todo agrupamiento humano) y que para poder contenerlos e instrumentarlos se conforman en la sociedad grupos especializados de trabajo, por ejemplo, la iglesia (predominio del supuesto básico de dependencia); el ejército (supuesto básico de ataque y fuga; y la aristocracia (supuesto básico de apareamiento)

José Bleger considera que un grupo es un conjunto de individuos que interaccionan entre sí compartiendo ciertas normas en una tarea (Bleger, 1998, p. 65). Pero en toda constitución, organización y funcionamiento grupal existen estratos de la personalidad sincréticos, no discriminados que generan una comunicación pre- verbal, subclínica que no es accesible al observador (salvo en situaciones de crisis o de desestabilización del encuadre).

En todo grupo existe una matriz, una relación no discriminada, una sociabilidad sincrética que se impone como la estructura basal, conformando el trasfondo simbiótico del mismo.

Bleger diferencia esta sociabilidad sincrética de la sociabilidad por interacción en la cual los sujetos están individuados (subjetivados) y pueden manejarse con procedimientos racionales, podríamos decir freudianamente, con identidad de pensamiento. El sentimiento de pertenencia grupal es una dependencia de los niveles de la sociabilidad sincrética. En ciertos agrupamientos como las sectas esta dependencia es prevalente.

Los grupos tanto terapéuticos como los institucionales (grupos de estudios, de equipos de salud, etc.) tienden a estabilizarse como organizaciones y, al necesitar inmovilizar el nivel de sociabilidad sincrética, requieren estabilizarse de una manera fija posibilitando que el grupo adquiera características estereotipadas en sus normativas y pautas de funcionamiento. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en los grupos de las instituciones psiquiátricas en las cuales los objetivos explícitos de tratar de curar o mejorar el estado psíquico del enfermo mental pasan a segundo plano y predominan, para asegurar la inmovilización de la parte psicótica de la personalidad (la sociabilidad sincrética) del grupo, la perpetuación de la organización y la rigidez de su funcionamiento institucional.

Esta situación transforma los equipos de salud mental, se pierden los objetivos terapéuticos que tiene la institución predominando, según Bleger, la burocratización de la institución.

La burocratización se produce cuando en una organización (hospital o institución educativa, etc.) los medios se transforman en los fines, alejándose de los objetivos fundacionales como curar o educar, Si bien Elliot Jacques afirma que la institución es una defensa contra las ansiedades psicóticas, Bleger agrega que al ser la institución la depositaria de la parte psicótica de la personalidad (sociabilidad sincrética), esto determina la resistencia al cambio y la tendencia a la burocracia institucional.

Según Bleger (1988, p. 82): “En las organizaciones, uno de los problemas básicos no sólo es la demanda intragrupal sino la dinámica intergrupal, y nuestro objetivo puede no ser los grupos sino el organigrama” de la institución para relevar la burocratización que posibilita la resistencia al cambio de la misma.

Por otra parte, Bleger amplía el concepto de institución en su trabajo “Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico” (1972). La define así: “Una relación que se prolonga durante años con el mantenimiento de normas y actitudes no es otra cosa que la definición misma de institución. El encuadre es entonces una institución dentro de cuyo marco o, en cuyo seno, suceden fenómenos que llamamos comportamientos”.

Desde mi punto de vista, esta ampliación del concepto de institución tiene importancia como veremos más adelante en el ejemplo clínico.

Para Eugene Enríquez (1987), a diferencia de Bleger, las organizaciones tienen como objetivo la producción de bienes o servicios, los cuales son contingentes. Por lo tanto, si las organizaciones desaparecen no tienen consecuencias importantes en la dinámica social. En cambio las instituciones, a diferencia de las organizaciones, implican una modalidad de relación social que busca formar y socializar a los individuos de acuerdo a un patrón, siendo su finalidad colaborar en el mantenimiento o la renovación de las fuerzas vivas de la comunidad, posibilitando a sus integrantes vivir, amar, trabajar, cambiar y crear el mundo a su imagen. Por lo tanto, su finalidad es de existencia y no de producción. Se centra en las relaciones humanas y en la trama simbólica donde se inscriben, y no en las relaciones económicas. En ese sentido podemos considerar como instituciones la Familia, la Iglesia, el Estado, las instituciones educativas y terapéuticas. Las instituciones posibilitan el ingreso de los seres humanos a un mundo de valores, con normas particulares, sistemas de referencias (míticos o ideológicos) los cuales organizan la vida psíquica y social de sus miembros. Las instituciones tienen mitos fundacionales, un fin común.

Es de remarcar que todas las instituciones tienen normas de organización, regulación, transmisión y también de transformación. El orden institucional tiene reglas jurídicas y juegan en él un papel importante el poder, la política, la jerarquía, la cultura y la economía.

Según C. Castoriadis (1975) las instituciones presentan dos aspectos que están en contradicción uno con el otro, un aspecto impulsado por el deseo instituyente que es innovador y creativo, el cual entra en conflicto con el orden instituido tendiente a la estabilidad; y la inmovilidad, pudiendo ocurrir la burocratización de la institución.

Toda institución ejerce una presión coercitiva sobre sus integrantes, asignando a cada uno la realización de tareas específicas. (Goffman, 1961).

La tarea primaria de la institución asegura la identidad de la misma y participa en la de sus miembros (educativa, o de cuidado de la salud tanto corporal como mental, etc.). Por lo tanto, el objetivo de la tarea primaria no es el mismo en cada institución, pues puede ser la producción de objetos inanimados (automóviles, etc.) o con seres humanos, lo cual influye en las características de los sufrimientos que viven sus integrantes.

Kaës (1987) caracteriza a las instituciones como una formación de la sociedad y de la cultura que se opone a lo establecido por la naturaleza. También se puede pensar como un conjunto de las formas y de las estructuras sociales instituidas por la ley y la costumbre que regula e impone las relaciones entre sus miembros, nos preexiste, y una característica importante es su permanencia y estabilidad. Cada institución tiene una finalidad y funciones que la caracterizan: funciones jurídico-religiosas, defensivas o de ataque, productiva/reproductiva, etc.

La institución es una formación social, por lo tanto, participa de los procesos de producción y reproducción de la sociedad y ejerce tareas que son socialmente necesarias (formación, asistencia médica, educación, etc.). Se organiza dentro de un marco jurídico que regula las relaciones tanto intra-institucionales como interinstitucionales, por ello, interviene la Ley como regulador. También ejerce un poder político que sostiene la realización de los objetivos institucionales, que también posibilita la toma de decisiones regulando las relaciones entre los intereses individuales y los fines propios de la institución. Además hay una dimensión cultural, con sistemas de representación y de interpretación que organizan el sentido de la institución a partir de creencias comunes, valores y normas que definen la identidad de la institución y, al mismo tiempo, funciona como un referente identificatorio para sus miembros. Todas estas dimensiones son diversos órdenes de la realidad.

Podemos agregar otra dimensión que es la realidad psíquica que se forma en la institución que cumple también funciones para sus integrantes como la satisfacción de deseos inconscientes, identificaciones, apuntalamientos narcisísticos e ideales compartidos.

La tarea primaria de la institución asegura su identidad institución y, por ende, la de sus integrantes. Esta realidad psíquica institucional es fuente de placer en la medida que se pueda cumplir con la tarea primaria, la cual está sostenida por fantasías inconscientes e ideales. Pero también puede ser fuente de sufrimiento cuando no hay reconocimiento de las capacidades de sus miembros o incumplimiento del encuadre institucional.

La tarea primaria define y delimita un lugar, es una fuente de identificación que genera un sentimiento de pertenencia de sus miembros al conjunto institucional (ideales, conocimientos comunes, profesión).

La realidad psíquica institucional es compleja; una parte está constituida por las representaciones inconscientes en relación con la institución, fundamentalmente en relación con la tarea primaria de la institución (enseñar, cuidar enfermos, etc.). También existen espacios psíquicos comunes y compartidos institucionales que corresponden a las alianzas inconscientes (Contrato Narcisista Institucional, pactos y denegaciones compartidas). Las instituciones alientan ilusiones de coincidencia para mantener cohesionados los vínculos y la realización de la tarea primaria. Esta realidad psíquica institucional puede interferir las otras dimensiones de la institución (jurídico, política, social, económica, cultural) generando conflictos.

Los garantes metasociales y metapsíquicos

El prefijo meta (Kaës, 2012) indica un cambio de lugar, de ubicación (metáfora), de condición (metabolismo), de nivel de organización de un proceso (metalenguaje) o de reflexión teórica (metapsicológico). E. Jacques (1955) considera que las instituciones son utilizadas como metadefensas por sus miembros ante sus ansiedades psicóticas.

Bleger (1972) designó meta-yo (no-yo) al telón de fondo del yo, o sea, la parte no diferenciada de los vínculos simbióticos primitivos del sujeto. (Fischetti, 2014). Bleger considera que las instituciones son depositarias de la parte psicótica de la personalidad, esto es, la parte no-yo del sujeto. El desarrollo del Yo depende de la inmovilización del meta-yo. Es decir, “que la identidad depende de la forma en que es mantenido o manejado el no-yo” (Bleger, p. 243).

Según Kaës (2012) las formaciones meta aseguran varias funciones para las formaciones que ellas encuadran, fundamentalmente las funciones de apuntalamiento, de sostén y de garante estructurante. Se pueden distinguir dos formaciones meta: las formaciones metapsíquicas y las formaciones metasociales.

Un ejemplo de formaciones metapsíquicas son las alianzas inconscientes (Kaës, 2009) tanto estructurantes como defensivas, las referencias identificatorias, los enunciados de certeza que aseguran una representación confiable del mundo interno y del medio ambiente. Estas formaciones metapsíquicas cumplen funciones de apuntalamiento, de encuadre y de garante para la formación y el funcionamiento de la psiquis (están en una posición meta con respecto al psiquismo). Por lo tanto, juegan un papel decisorio en los procesos de subjetivación y del trabajo de simbolización.

Estas formaciones son inconscientes y similares al encuadre mudo descripto por José Bleger. Por lo tanto las formaciones metapsíquicas se revelan en situaciones de crisis y de ruptura de la estabilidad de la vida psíquica. Esto ocurre cuando las instituciones entran en crisis, por ejemplo el cierre de un servicio hospitalario o de una fábrica, etc.

Las formaciones metasociales también son implícitas, constituyen un marco, conteniendo y regulando las formaciones sociales y culturales. También emergen en ocasión de grandes mutaciones que conmocionan las estructuras sociales y los procesos que constituyen el encuadre de la vida social. Alan Touraine mostró que estas formaciones metasociales cumplen una función esencial de garante pues legitiman las organizaciones sociales sobre principios órdenes que la trascienden: la autoridad, la Constitución, la Ley, los mitos, las ideologías.

Según R. Kaës (2012), las fallas y las desorganizaciones de las formaciones metasociales afectan a las formaciones metapsíquicas. “Pienso que los mitos y las creencias colectivas, las estructuras legitimadoras del poder están analógicamente en una posición meta, con respecto a las organizaciones sociales (las instituciones por ejemplo)” (Kaës, 2010).

Las instituciones psicoanalíticas

Las instituciones psicoanalíticas comparten similares características a lo descripto con respecto a las instituciones tal cual lo he detallado anteriormente. Pero a diferencia de las empresas comerciales, instituciones públicas o de servicios, las asociaciones psicoanalíticas se fundan en la adhesión voluntaria de sus miembros a un objeto social que los identifica y legitima.

No se trata de un reclutamiento profesional, sino una adhesión a un conjunto de proyectos, de valores, suficientemente compartibles y más o menos objetivables, contribuyendo sus miembros con una cotización para el mantenimiento de la asociación.

También se caracterizan porque la decisión de aceptar un nuevo miembro se produce en general al final de un curso de formación, supervisión y evaluación de acuerdo a las normas institucionales. Esta afiliación implica un contrato de reciprocidad en el cual un elemento central es el contrato narcisista (Kaës, 2009). Este contrato genera referencias identificatorias y marcas de pertenencia, también con respecto al objeto fundador de la institución y con respecto a los fundadores de la entidad.

Es igualmente importante la tarea de transmisión de este acervo de conocimientos psicoanalíticos a los miembros que ingresan que, en alguna medida, están mediatizados por las alianzas y pactos que se generan en la institución desde su fundación. Si se incrementan estos pactos denegativos defensivos pueden dificultar o imposibilitar el acceso a la información, generando cierres endogámicos e ideológicos en la institución.

Como las instituciones psicoanalíticas no son empresas, o sea, no son lucrativas y la remuneración esta únicamente dedicada a los empleados de la asociación, no implica dependencia económica entre sus miembros.

Pero no hay que dejar de lado un equivalente a la remuneración o al salario que es el reconocimiento social y el compromiso que genera. También hay una remuneración narcisista por pertenecer a la institución psicoanalitica. Si bien es una característica general de toda asociación la satisfacción de necesidades narcisistas, reviste una gran importancia al producir efectos específicos en las instituciones psicoanalíticas.

Para los conflictos y las tensiones que se producen dentro de la institución el rol decisorio lo tienen el consejo de administración o la asamblea general de sus miembros. Sin embargo, existe una manera de “resolver” los conflictos que no es común en otras instituciones, por medio de la escisión. Se dividen en dos o más sobre la base de requisitos ideológicos y no económicos. En las instituciones psicoanalíticas prevalece la ruptura de las alianzas inconscientes que han sostenido la afiliación, fundamentalmente el contrato narcisista y el pacto narcisista (Kaës, 2009) con sus enunciados fundamentales valorativos que proveen a sus miembros referencias identificatorias decisivas. No hay generalmente una separación, sino una ruptura y es una lástima que, al no tomar en cuenta estos efectos del inconsciente que circula en las instituciones, no se pueda elaborar y hacer consciente las causas que provocan los conflictos y tensiones institucionales que muchas veces desembocan en una ruptura.

El encuentro clínico interinstitucional

Quisiera referirme a una institución “El encuentro clínico interinstitucional” que se implementó luego de una crisis económica y política muy grave que comenzó a fines del 2001 en la Argentina.

En diciembre de 2001, con motivo de una corrida bancaria hacia monedas fuertes (dólar, euro) por una falta de reservas monetarias y otras cuestiones económicas, se impidió que la población pueda disponer de sus depósitos provocando una gran crisis económica ante la desesperación de no contar con dinero para sus necesidades. Además hubo sectores políticos que incentivaron el pánico colectivo generando reacciones violentas en la población lo que motivó la renuncia del gobierno en medio de un caos ingobernable. Luego se sucedieron diversos presidentes provisorios que fueron incapaces de resolver la crisis hasta que lentamente se pudo establecer un gobierno estable con una devaluación brusca de la moneda. Al cortarse la cadena de pagos y cobranzas los empleados, comerciantes, jubilados y profesionales no disponían de su dinero y tampoco de sus ahorros (por el cierre indeterminado de los bancos); esta situación generó una crisis colectiva.

Por ejemplo, los jubilados con desesperación vanamente golpeaban las puertas cerradas de los bancos, que no entregaban sus ahorros ni pagaban su jubilación, dejando de ser garantes del dinero depositado en ellos. Esta situación también repercutió en los profesionales de la salud (psicólogos, psiquiatras etc.) que, al ser convocados por las instituciones psicoanalíticas a las cuales pertenecían, una de ellas fue la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, buscaban consuelo y apuntalamiento en los grupos y asambleas colectivas constituidas a tal efecto. Podríamos decir que los garantes metasociales (Touraine, 1965) entraron en crisis y repercutieron en la estabilidad psíquica de las personas al entrar consecutivamente en crisis los garantes metapsíquicos (Kaës).

A partir de estos sufrimientos, se vio la necesidad de fomentar los encuentros entre los psicoanalistas con el fin de preservar su identidad y el desarrollo de su profesión.

Tuve ocasión de ser uno de los que participó en la creación del Encuentro Clínico Institucional desde su fundación y, en parte, en el diseño de la misma, y he podido ser testigo de su crecimiento y desarrollo hasta la actualidad. Mientras preparaba este trabajo pude resignificar la importancia de su creación, pues era una manera de unir a los psicoanalistas y a sus instituciones de pertenencia frente a la debacle y el brutal desapuntalamiento económico y psíquico que significó la hecatombe de la crisis en mi país.

El primer encuentro clínico interinstitucional se realizó en septiembre de 2003 a partir de una propuesta de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG) de Buenos Aires, institución a la cual pertenezco.

La Secretaria Científica de la AEAPG, la doctora Graciela Bar de Jones, me propuso trabajar en equipo con ella y Osvaldo Maltz para implementar y diseñar un encuentro de instituciones psicoanalíticas, centrado en la clínica, su idea era investigar si la pertenencia institucional marca un modo peculiar de pensar la clínica psicoanalitica y por otra dar curso a una ilusión: la de que podamos estar “todos juntos”, estrechar lazos sociales entre nosotros más allá de las rivalidades institucionales, siempre incrementadas en tiempos de crisis  (Bar de Jones, 2003, p. 13).

Formamos un equipo de trabajo para diseñar la propuesta que fue elevada en una reunión que se realizó el 26 de octubre de 2002. A esta reunión se invitó a las instituciones psicoanalíticas de Buenos Aires con un criterio totalmente abierto y no excluyente. Aceptaron participar en la reunión fundacional representantes de 16 instituciones.

Se convino utilizar como material clínico, a partir de mi propuesta, un material de Raymond Kaspie titulado Historia del tratamiento psicoanalítico de la señora Oggi[3].

La propuesta de la AEAPG era que cada institución generara sus conclusiones con respecto al material clínico, para ser publicadas en un libro que luego se distribuiría previamente a los inscriptos a la Primera Jornada que se realizó en septiembre de 2003.

Quiero aclarar que este encuentro sigue realizándose en forma bienal hasta la actualidad, o sea, lleva 14 años de continuidad y 7 libros publicados. La organización de los siguientes encuentros se efectúa en forma rotativa entre las instituciones componentes, por elección de sus representantes. Es poco común que un encuentro de estas características dure tanto tiempo. Mi experiencia en la práctica psicoanalitica con grupos terapéuticos e institucionales contribuyó al armado de la propuesta grupal.

Una de mis inquietudes en esa época (que mantengo en la actualidad) es el problema de los encierros endogámicos que se producen en las instituciones psicoanalíticas alrededor de ciertos autores excluyendo a otros. Esto contribuye al aislamiento y a la burocratización institucional y sería deseable que los profesionales de diversas instituciones pudieran conocerse e implementar un diálogo e intercambio basado en la clínica y en la terapéutica.

La propuesta que hicimos desde la AEAPG como institución convocante fue:

1) La realización de un encuentro clínico cada dos años y que rotaran las instituciones en la organización de cada evento.

2) Las instituciones convocantes elegirían (en una reunión por votación) un material clínico pre-publicado (en libros o revistas psicoanalíticas) para trabajarlo un año antes de la realización del encuentro. Cada institución decidiría libremente como implementar la realización del trabajo (hubo diferentes formas de hacerlo). Luego los trabajos respectivos y el material clínico en el cual se basaban se publicarían en un libro. La propuesta era que, previo al encuentro, los inscriptos leyeran y que lo discutieran en un espacio grupal (un dispositivo grupal) diseñado a tal efecto.

3) El dispositivo grupal: los inscriptos se iban a incluir y participar en grupos pequeños simultáneos (entre 15/20 integrantes).

Con el fin de generar una heterogeneidad de pertenencia institucional en cada grupo, para favorecer el intercambio interinstitucional, una condición fue que no pudieran participar más de 2 ó 3 miembros de una misma institución. Cabe aclarar que también se inscribían profesionales y estudiantes avanzados que no pertenecían a las instituciones convocantes. Algunos profesionales se conocían ahí en los grupos y otros se reencontraban luego de años de no verse, generándose ligámenes libidinales favorecedores de la apertura y la solidaridad.

Propuse que el dispositivo grupal funcionara con una libre participación de sus integrantes (sin lista de oradores) en relación con el material clínico tomando en cuenta los aportes teóricos y técnicos acerca de los grupos: de W. Bion (1948) el grupo de trabajo y grupo de supuesto básico; grupos de reflexión (De La Rosa, 1979); L. Edelman, D. Kordon (1994 y 2010), los grupos de formación (Kaës, 1978) y los grupos operativos de Enrique Pichon-Rivière (1975), (Fischetti, 2014). Algunos de estos aportes los he desarrollado al comienzo de este trabajo. Los coordinadores (monitores) tenían como función fundamental favorecer la cadena asociativa grupal (Kaës, 1994).

La reunión en grupos pequeños, simultáneos (no más de 15 ó 20 personas) de psicoanalistas de diversas instituciones psicoanalíticas y otros miembros no institucionalizados, en un clima afectivamente agradable y lúdico, permite un intercambio personal y grupal que posibilita atenuar las identidades por pertenencia institucional e incrementar la subjetividad propia de cada analista y, por lo tanto, su capacidad de pensar en el encuentro con las ideas y el pensamiento de los otros colegas en el grupo. El encuentro, por ello, es interpersonal lo cual posibilita conocer a otros psicoanalistas de otras instituciones. Es este el fundamento de la heterogeneidad de los grupos de trabajo.

Es importante que la coordinación simplemente coordine, o sea, que solo permita el decurso asociativo del intercambio científico grupal a la manera de una conversación espontánea de amigos. Es de destacar que es necesario que el coordinador conozca la dinámica consciente e inconsciente de los grupos pequeños y su potencialidad creativa para poder, de esa manera, establecer una eficacia en su tarea.

El primer encuentro grupal

Se propone, al comienzo de los grupos, el encuadre de trabajo en la primera hora y media (en forma no directiva). La tarea es trabajar el caso clínico y lo escrito por las diferentes instituciones en el libro que se les proporcionó con la inscripción al mismo. Se explica al comienzo el encuadre de trabajo y las consignas de cómo se va a trabajar en el grupo y la presentación de sus integrantes.

Dentro del encuadre grupal, en los últimos 15 ó 20 minutos, se solicitará que sus integrantes confeccionen una pregunta, por consenso, a partir de lo elaborado en la dinámica grupal. Esta pregunta será un emergente del pensamiento grupal/individual de sus miembros.

Las preguntas, emergentes de los diferentes grupos, serán elevadas al coordinador general que las distribuirá entre los coordinadores de cada grupo para ser leídos al comienzo de la segunda parte del grupo inicial.

El segundo encuentro grupal

Luego de un paréntesis de unos 30 minutos el grupo volverá a reunirse en el mismo espacio durante una hora y media, para trabajar las preguntas elaboradas por los otros grupos que serán leídas al comienzo. El grupo decidirá qué preguntas trabajará en dicho lapso.

En cada grupo, colaborando con el coordinador, hay un sintetizador que tiene como tarea relevar y escribir acerca de lo producido en la tarea grupal, para que luego su síntesis como la de los otros sintetizadores sean publicadas en el sitio web del encuentro interinstitucional y, por ende, estar disponibles para los inscriptos en la Jornada. Esta propuesta fue aprobada y este dispositivo grupal se realizó en cada uno de los siete encuentros clínicos.

Evaluaciones del encuentro clínico interinstitucional

Las evaluaciones del dispositivo grupal efectuadas por los integrantes de los grupos fueron siempre positivas, destacándose el clima afectivo y elaborativo generado.

Es de destacar la atenuación de la competencia, la rivalidad y el narcisismo de los participantes.

En la evaluación del encuentro interinstitucional, efectuada por sus representantes, después de su finalización se destacó positivamente el dispositivo grupal.

Por otra parte, se invitó y participaron en los diferentes encuentros estudiantes y profesionales de instituciones psicoanalíticas extranjeras (Uruguay, Chile, Brasil, Perú y Francia).

Una dificultad

Durante la presentación a los representantes institucionales de la propuesta para crear el encuentro, hubo una modificación planteada por dos de ellos. Deseaban incluir, a posteriori de los dispositivos grupales, una asamblea en la cual todos los integrantes del encuentro debatieran sobre el caso clínico y los trabajos presentados. Esta propuesta fue aceptada y votada por las otras instituciones.

Retrospectivamente, pienso que estaban influenciados por las asambleas barriales que los habitantes de Buenos Aires realizaban en las calles y las plazas para poder sentirse acompañados, contenidos y apuntalados psíquicamente en los encuentros espontáneos multitudinarios que se producían.

En lo personal, me opuse, pues pensaba y pienso que una asamblea en la cual participarían unos 300 miembros era un colectivo en el cual se desencadenarían los efectos de la Psicología de las masas descriptos por Sigmund Freud (1921), con los efectos masificantes y desubjetivantes que generarían una pérdida de la capacidad de producción y de elaboración. Además se incrementarían los narcisismos individuales e institucionales como defensa a la desubjetivación y el incremento de las pertenencias narcisísticas institucionales.

Al ser aprobada, se institucionalizó y formó parte de lo instituido (Castoriadis, 1975). Lo que pude observar en las asambleas, por ejemplo, era que los miembros de cada institución se sentaban agrupándose juntos, y que la producción simbólica y elaborativa de este colectivo era de muy bajo nivel. Esto fue corroborado por las evaluaciones de los representantes que reiteradamente consideraron que no eran productivas las asambleas. Luego del primer encuentro colectivo, estas asambleas se transformaron en un discurso ideológico al conformarse un panel donde cada entidad organizadora con sus líderes más conspicuos planteaba sus posturas científicas. Sin embargo, pese a estas evaluaciones, que continuaron siendo negativas, fue difícil poder eliminar la asamblea que recién se pudo efectuar luego del cuarto encuentro interinstitucional, a partir de la aceptación de los efectos deletéreos que esos colectivos producían en la subjetividad y la producción científica de sus integrantes. Pienso que también influyó el desconocimiento por parte de los psicoanalistas “de divan” de los fenómenos regresivos grupales.

Luego de la eliminación de la asamblea, para dar lugar a los trabajos producidos por las instituciones acerca del material clínico, propusimos que luego de los dispositivos grupales se hicieran varias mesas simultáneas donde se pudieran leer y discutir los trabajos de los equipos. Esto permitía proporcionar un lugar a las pertenencias y narcisismos institucionales en un espacio que posibilitaba el intercambio y la discusión de sus ponencias. Estas mesas fueron evaluadas positivamente por los representantes.

En síntesis quiero mostrar que la creación de una institución El encuentro clínico interinstitucional ha generado diversos efectos positivos: una relación afectiva y libidinal entre sus integrantes y también en las reuniones grupales de las comisiones organizadoras; una producción simbólica que se concreta a través de los libros publicados; y un intercambio productivo, creativo y confortable en los integrantes de los dispositivos grupales. La unión de todos en la defensa y difusión del Psicoanálisis no solo entre las instituciones componentes, sino también en los ámbitos universitarios y profesionales. Pienso que la creación de una institución (el encuentro clínico interinstitucional) proporciona un apuntalamiento y pertenencia institucional, con ideales compartidos por sus integrantes y por las instituciones participantes; es una repuesta, quizás pequeña, a los desafíos que nos plantean los cambios y las crisis de la hipermodernidad.

Notas al pie

[1] El término malêtre es de difícil traducción al español, de acuerdo con René Kaës, prefiero traducirlo como neologismo Malser.

[2] Gaburri (1981) planteó una similitud entre los supuestos básicos y las fantasías originarias freudianas (Grinberg, y otros 1991). La fantasía de castración tiene analogía con el supuesto básico de Ataque y fuga, la escena primaria equivale al supuesto básico de apareamiento y el supuesto básico de dependencia tiene su símil en la fantasía de seducción. Es de destacar que previamente fue desarrollado por R. Kaës y los grupalistas franceses (Bernard, 1991)

[3] Kaës R. (comp.) (1979). Ruptura y Superación. Buenos Aires: Ediciones Cinco.

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Ezequiel Alberto Jaroslavsky

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