NÚMERO 31 | Mayo 2025

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La inteligencia artificial entre nosotros* | Verónica Ginocchio y María Inés Gutiérrez

La inteligencia artificial ha irrumpido en todos los ámbitos de nuestra vida, transformando la forma en que nos relacionamos, aprendemos y enseñamos. En tiempos de metaverso e IA, el psicoanálisis enfrenta el desafío de redefinir su transmisión y su lugar en la educación. ¿Cómo mantener el pensamiento crítico y la singularidad en un mundo donde las máquinas también “piensan”?

“Te digo los títulos de esta semana complicada, después vemos dónde hacemos doble click”. 

Esta es una frase representativa de las muchas que hacen a la cotidianeidad de nuestros consultorios. ¿Qué escuchamos en esta frase? Dispositivos, pantallas, web, aplicaciones han ingresado al lenguaje de uso diario para infinidad de expresiones que dan cuenta de cómo la tecnología está inexorablemente presente en todos los aspectos de nuestras vidas. 

Como analistas, los nuevos instrumentos que la tecnología propone e impone nos interrogan acerca de nuestras distintas funciones, especialmente cuando nos abocamos a la transmisión del Psicoanálisis. 

¿Cómo llegamos hasta aquí? 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Turing y Knox se pusieron manos a la obra para descifrar los mensajes secretos de los alemanes, que usaban la complicada máquina “Enigma”. En 1939, Turing inventó la “Bombe”, una máquina que ayudó a descifrar códigos, y se considera el primer paso hacia la inteligencia artificial.

En 1966, inspirado por la noción de empatía, Weinzenbaum (MIT) programó a Eliza, un bot conversacional que, si bien creaba la ilusión de empatía, sólo podía seguir una conversación sobre el mismo tema; no era capaz de memorizar y de aprender de dichas conversaciones, no entendía la ironía, no podía opinar sobre un sinfín de temas. En 1971, se conectaron 23 computadoras  al Departamento de Defensa de EE. UU. lo que originó el nacimiento del correo electrónico. En 1991, se creó el protocolo de la red mundial de computadoras (WWW), lo que llamamos Internet. Estos antecedentes, sumados al avance tecnológico que representó la creación de las nuevas GPU (1999) de la mano de los videojuegos, hicieron posible que la IA irrumpiera en el mundo como la conocemos hoy, produciendo un cambio cualitativo de gran envergadura: las máquinas ya no se programaron con una serie de instrucciones escritas por un humano, sino que aprenderían de forma más parecida a nosotros.

¿Cómo pensar la incidencia inevitable de estos desarrollos sobre la subjetividad contemporánea? 

Eric Sadin (2022) destaca que los avances tecnológicos, especialmente la internet, los teléfonos celulares y las redes sociales, han transformado la manera en que las personas se relacionan consigo mismas y con los demás, con la liberación del “lazo localizado” y el surgimiento de distintos espacios para expresarse, con distintas modalidades en las redes.

Variación 1: Facebook o la máquina de halagar (2004) cambió la forma de entender la intimidad. Se pasó del capitalismo cognitivo (conocer los hábitos de los internautas con fines de marketing) al capitalismo de los afectos (captar la atención de otros y sentirse importante). 

Variación 2: Twitter o la máquina de embriagar (2006) sustituyó el espacio reflexivo por discursos catárticos. La restricción de caracteres lleva a una comunicación más directa pero también a una polarización de opiniones, con poco espacio para la argumentación y la reflexión. Aparece la figura del “follower”, como un modo de subordinación simbólica.

Variación 3: Instagram (2010) o los auto-emprendedores de la vida. Un mundo maravillosamente ficticio se presenta como un espacio donde se construye una imagen idealizada de la vida, a través de filtros e imágenes.

Estas versiones dan cuenta de que las generaciones contemporáneas (generaciones post alfa) (Berardi, 2007) tienen un enfoque menos lineal, en el cual la complejidad y la simultaneidad producen una aproximación diferente a los objetos de conocimiento e información. Este cambio plantea desafíos para el Psicoanálisis y su transmisión, en términos de cómo entender y abordar la subjetividad en la era digital.

¿La información y los recursos “inteligentes” conmueven el lugar del docente en los seminarios? Compartamos unas viñetas:

Docente: – “No reconocemos en el trabajo escrito tu manera de intervenir en el seminario”. Colega: “Es cierto, cuando lo leí, yo tampoco me reconocí en él”. 

  Otra escena: Docente: “nos sorprende tu escrito, ya que la articulación inter-textos no se corresponde con tus preguntas y comentarios en el seminario”. Colega: “Si, usé el chat GPT, ¡es una herramienta!”.

¿Qué nos preocupa de la IA cuando ejercemos la función docente?

La IA generativa y conversacional (chatGPT y otros) está modificando -y seguirá haciéndolo indefectiblemente- nuestro mundo y nuestras vidas en todos sus aspectos, y es difícil anticipar sus efectos. 

En educación observamos la modificación de la clásica asimetría entre los que sabían y enseñaban y los que sabían menos y aprendían, así como un cambio en la relación de autoridad en la sociedad y especialmente en las aulas. 

En particular, la transmisión del Psicoanálisis tendió a horizontalizar el intercambio con el método de seminario, aunque no siempre fue ni es sencillo renunciar al principio de autoridad personal. 

El desafío actual para nuestros institutos de formación radica en poder identificar y decidir qué cambios hay que hacer y cuáles hay que ignorar, siendo conscientes de que es tan riesgoso subirse imprudentemente a la ola del cambio -para vender un producto a la moda- como desconocer a nuestros interlocutores actuales. 

Tendremos que analizar cuidadosamente cuál será el impacto de la IA en los objetivos, métodos y contenidos en nuestras instituciones. 

En cuanto al método, no es novedad que el docente necesita convocar la atención del alumnado para llevar adelante su tarea, lo cual está estrechamente ligado a la motivación. ¿Esto implica devenir un docente “influencer”?  

En cuanto a los objetivos, no podemos renunciar a desarrollar la capacidad de argumentación -no de 140 o más caracteres- y favorecer el crecimiento de una lógica narrativa, que habilite nuevas preguntas, desarrollos originales, en una “conversación” en la que la máquina no se trague al humano. 

En cuanto a los contenidos, no se trata de buscar productos vistosos; no todo es novedad; los clásicos son clásicos por alguna razón. No es lo mismo leer y “hacer camino con Freud” (Braier, 2009) que consultar textos ya digeridos por la IA.  

En este sentido, una de las preocupaciones más recientes en nuestra tarea, se vincula con la viñeta que refiere a la colega que delega la realización de su trabajo de elaboración final a la IA, argumentando que es una herramienta.

Y sí, lo es… ¿pero una herramienta para qué?

En la historia de la humanidad las herramientas fueron haciendo nuestra vida más sencilla, a cambio de perder algunas habilidades. Pensemos cuáles serían aquellas herramientas y capacidades irrenunciables como analistas y como humanos. 

Nos referimos a aquellas que constituyen la base de la cognición y el pensamiento: la capacidad de concentrarnos, la competencia lectora, el buen uso del lenguaje y el pensamiento lógico matemático. Tal vez ello nos permita conservar la autonomía en distintas áreas del pensamiento, y no dejar en manos de las máquinas aquellas habilidades que no deberíamos perder. 

Si compartimos esta idea, ¿podemos aceptar que nuestros alumnos, analistas en formación, renuncien a ellas, y deleguen la tarea de pensar en el ChatGPT?        

¿Tiramos la toalla o incorporamos estas herramientas de un modo diferente? ¿Lo prohibimos? y si no, ¿qué enseñamos y qué evaluamos? 

Si empezamos nuestro análisis por el final del proceso, la evaluación, que nos da una medida no sólo de qué y cuánto se ha aprendido, sino sobre todo de qué es lo que se ha querido transmitir, ¿qué decir de las respuestas de las colegas citadas en las viñetas? 

Esto nos interroga sobre las nuevas demandas para ejercer la función docente. 

Volviendo al tema de la motivación, ¿qué ocurre con el deseo de saber y de crear desde la singularidad del pensamiento y la clínica propios? Esto nos obliga a repensar modos de promover el aprendizaje profundo, aquel que deja marcas y perdura en el tiempo, en oposición al sedentarismo cognitivo que se somete a la recepción pasiva de lo que la IA puede dar. Como se suele decir, “si la respuesta está en Google (o ChatGPT), el problema es la pregunta, no la respuesta”. 

Si recogemos el guante, algo del futuro estará en nuestras manos.

Nota: Dejamos algunas propuestas concretas para seguir pensando: prompt; recuperación de la oralidad; evaluación crítica y formativa; conversación con IA para desarrollar el pensar; trabajo preferente sobre las preguntas. 

 

Notas al pie

* (Trabajo presentado en el XIII Congreso Argentino de Psicoanálisis, Mendoza 2024)

Palabras clave: Inteligencia artificial (IA) – Psicoanálisis – Transmisión

Bibliografía

Aristizábal, P: (2024) Entrevista recuperada de: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/pablo-aristizabal-mas-alla-del-homeschooling-de-milei-hay-que-pensar-una-integracion-de-las-familias-nid28012024/

Berardi, F. (2007). Generación post-alfa. Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón.

Braier, E. (2009) Hacer camino con Freud. Buenos Aires, Argentina: Lugar Editorial.

Han, Byung-Chul (2021) Infocracia. Buenos Aires, Argentina: Penguin Random House.

Han, Byung-Chul (2023) La crisis de la narración. Buenos Aires, Argentina: Herder.

Sadin, E. (2022) La era del individuo tirano. Buenos Aires, Argentina: Caja Negra.

Sigman, M. y Bilinkis, S. (2024) Artificial. Buenos Aires, Argentina: Debate.