NÚMERO 31 | Mayo 2025

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Licenciatura en Artes de la Escritura. Un nuevo espacio entre nosotros | Carla Magaldi y Mariana Salamone

Nos acercamos a la Universidad Nacional de las Artes (UNA), para informarnos acerca de la nueva Licenciatura en Artes de la Escritura, que al fundarse hace nueve años se convirtió en la primera carrera de grado, pública y gratuita destinada a formar escritores. 

Con una currícula pensada para ser cursada en cinco años, Artes de la Escritura ofrece formación académica para quienes desean escribir profesionalmente. Se trata de una carrera universitaria diseñada para preparar técnica y teóricamente a sus estudiantes en distintos ámbitos del “arte” de escribir, con el objetivo de que sus egresados logren incorporar una experiencia firme en la producción de distintos espacios creativos de la escritura y la lectura. Se dicta de forma presencial en su sede central ubicada en el centro de la Ciudad de Buenos Aires y se inicia con un primer año de Ciclo Introductorio de Nivelación y Orientación (también llamado CINO). 

Comenzó a funcionar en el 2016 y rápidamente superó las expectativas de los equipos de escritores que habían soñado y proyectado la estructura de la carrera, que al inicio ya contaba con más 1700 postulaciones de inscripción.  

Su originalidad, según nos cuenta Roque Larraquy -escritor, guionista- quien fue su primer director, reside en que otorga una formación inclinada al trabajo en equipo en modalidad de talleres, enfocados en la producción de escritos artísticos con diferentes ámbitos textuales, a partir de una enseñanza intensiva y dinámica que permita la experiencia práctica, ejercitación, y reescritura. Además, nos cuenta Roque, ofrece una formación teórica y metodológica para la investigación, que aporta a los estudiantes la apertura necesaria  para identificar tradiciones culturales a partir del reconocimiento de la circulación de distintas producciones textuales. 

Lucrecia Labarthe, egresada y docente de la carrera, sostiene que esta novedosa licenciatura tiene como objetivo profesionalizar la escritura. La producción de un encuadre que ofrezca a sus alumnos transitar y experimentar todos los géneros. Obtener un entrenamiento con fuerte sustento teórico que les permita, con fluidez académica, una capacidad narrativa concisa frente al desafío creativo de cualquier tipo de producción que se les requiera.  Lo interesante para ella es la apertura hacia diversas perspectivas de la escritura, lo que produce una diferencia en relación con carreras aledañas como la Licenciatura en Letras. Artes de la Escritura es un recorrido que apunta a la formación de escritores y no de críticos literarios. Menciona también otra gran diferencia con otras formaciones al ofrecer un plan de estudios y una modalidad de cursada menos teórica y más práctica. Está estructurada en gran parte en talleres, espacios grupales en los cuales los alumnos comparten los textos que van construyendo y en donde circula la posibilidad de una construcción conjunta.  Remarca el interés marcado en este intercambio que se produce del encuentro entre pares y docentes, confía en la pluralidad de voces, en las diferencias etarias, en los distintos orígenes académicos y profesionales de quienes la cursan, y le parece sumamente interesante lo que se produce allí.

Además de su lugar como docente dentro de los talleres, Lucrecia escribe. Para ella la escritura “ocupa un lugar de satisfacción, un lugar de existencia, de interrelación con lo real. Al escribir uno se conecta con todo lo que se es. “Uno es y existe en el momento de escribir. Escribir es existir”, dice.  Con relación a lo que transmite la escritura, Lucrecia propone que lo que sucede entre escritor y lector es un nuevo saber que se construye a partir del encuentro, aportando distintos significados a través del tiempo, es decir, la transmisión no es asimétrica- de quien escribe a quien lee- sino una producción conjunta. Es el lector quien finalmente define un sentido. 

Pensando en psicoanálisis, escuchamos a Lucrecia y resuenan algunas de las palabras que elige para pensar su escritura: satisfacción, existencia, conexión con lo real. La definición que ella nos acerca sobre la transmisión mucho tiene que ver con lo que sucede en el espacio analítico. Así como el lector es quien otorga un sentido nuevo a lo que lee, entre paciente y analista en transferencia aparecen nuevos sentidos producto de un encuentro en esa asociación libre de inconscientes en danza.

Roque Larraquy es escritor, guionista y docente.  Fue convocado en el año 2015 por la UNA para ser parte del equipo profesional y creativo que puso en marcha el primer plan de la carrera Artes de la Escritura. Junto con otros especialistas conformó el equipo que gestó una versión inicial que dio lugar a la arquitectura fundante de la carrera. En el año 2016 fue el primer director de la Licenciatura en Artes de la Escritura junto a Tamara Kamenszain, poeta y ensayista argentina (ya fallecida) con quien pensó los grupos docentes, los diversos talleres y el plan de estudio general. Estuvo a cargo de la dirección durante siete años y fue parte de las modificaciones que vivió la carrera en sus comienzos, ya que el programa tuvo varias actualizaciones en consejo de alumnos y docentes.

Actualmente es docente y coordina el taller en el cual los próximos egresados producirán un texto propio como Proyectual de Obra (Trabajo Final o Tesis).

La perspectiva que nos presenta Roque de esta Licenciatura es que, a diferencia de lo que ocurre en la formación de la Licenciatura en Letras que promueve fundamentalmente una formación de lectura crítica de gran robustez teórica, esta novedosa carrera es la primera de grado en Argentina dedicada a la escritura como práctica profesional. Sostiene que la intención de su formación académica es la promoción de una producción artística con estilo e identidad autoral, por lo que el equipo docente que acompaña el proceso de formación no trabaja dentro de los marcos rígidos del mercado editorial, sino que busca estimular un perfil creativo y autónomo. Este equipo docente del que nos habla Roque está conformado por escritores y escritoras que se han sentido interesados en encontrar otros espacios de expresión académicos más amplios y menos teóricos que los que habían encontrado en sus respectivas carreras universitarias. Los escritores formados en las universidades tradicionales, sostiene, habían salido al mundo a escribir a contrapelo de la fuerte autocrítica que resultaba del estudio sistemático de textos ajenos, sin el necesario permiso de exploración de la propia literatura. La propia voz. 

Nos cuenta que en la carrera coexisten diversas modalidades de escritura artística: narrativa, poesía, narrativa audiovisual (guion), dramaturgia, crónica y ensayo, entre otras. La mayoría de las materias son Teórico/ Prácticas, es decir; una aparte de taller y otra teórica donde se leen distintas teorías al respecto y se desarrollan herramientas teórico prácticas (Taller de Narrativa I, II, III / Taller de Poesía I, II, III/ Taller de Ensayo I, Taller de Crónica I, Taller de Dramaturgia I, Laboratorio de investigación). El resto de las materias son teóricas (como Narrativa Argentina; Narrativa Latinoamérica; Narrativa Universal, Estética, Semiótica, Historia de la lectura y la escritura) porque la formación académica tiene una relevancia institucional de gran escala.

Para Roque, en lo personal, esta carrera ha sido muy cuantiosa afectivamente y deseada desde su inicio, y ello ha dado sus frutos. Cada año se postulan más ingresantes, tal vez por ser la única en Argentina (aún) en ofrecer un trayecto universitario enfocado en escribir y en promover un espacio apto para que cada alumno tenga la posibilidad de encontrar su propio estilo.  

Pero, además de su recorrido y compromiso con la historia de la carrera como exdirector y actual docente, Roque es escritor. Le preguntamos qué significa la escritura para él: “Un lugar de expresión. Se escribe porque no se puede no escribir, es un acto vital. Luego, el texto se emancipa de su autor y uno aprende de él, aprende de uno mismo y del mundo. Es lo más cercano a la telepatía, es el acceso a una voz que me proporciona unas ideas que no estaban antes en mi vida cotidiana”. La literatura tiene una función social, dice, un lugar para encontrarse con el otro en el lugar más íntimo, en la conciencia, en las ideas, de una manera muy particular, sin esa dimensión de la imagen que tiene por ejemplo la producción audiovisual”.  La literatura como puente entre mundos internos y externos, en el contexto de un tiempo histórico y social. 

Pensando en psicoanálisis, escuchamos a Roque hablar con pasión y profundo compromiso. Lo que dice del solitario e íntimo acto de escribir y de su posterior encuentro con sus propias palabras, invita a recordar ese lugar de escucha entre analista y paciente, lugar que en la intimidad de un análisis abre a una dimensión donde el inconsciente se deja ver “entre” las palabras y los silencios.  Escuchamos a Roque hablar de la escritura y podríamos -tal vez- pensar en la privacidad del consultorio, del diván, en la atención parejamente flotante, en las voces y las palabras nuevas que emergen a la luz allí donde antes no estaban. Un decir distinto, como el de una creación narrativa, que, a la manera de un texto en el análisis, luego encontrará una nueva voz y un nuevo sentido en el encuentro con el otro. Con los otros.