INTRODUCCIÓN
Este artículo de nombre homónimo se desprende de la tesis de Maestría en Psicoanálisis presentada en la Universidad Nacional de La Matanza y defendida en noviembre de 2018. Me propongo expresar brevemente el recorrido del trabajo de investigación y los resultados a los que arribé, partiendo de supuestos iniciales que fueron estudiados a la luz de un conjunto de tragedias griegas cuyos personajes femeninos sirvieron de base para el análisis.
Me planteé el tema de investigación tratando de encontrar respuestas a un interrogante que me presentaba mi trabajo clínico, fundamentalmente en la escucha atenta a mujeres que relataban su dolor psíquico vinculado al sentimiento de “ser nada”: momentos de cierta ausencia de sí, con una relación extraña con el infinito donde falta el límite que posibilite, por ejemplo, extraer al sujeto femenino de un sentimiento de incompletud radical, o sujetos en donde se pone de manifiesto que la función estabilizadora del fantasma ha fracasado. Fui testigo, muchas veces, de un padecimiento aferrado a un destino trágico, en donde había algo que me hacía pensar que era el causante de producir cierta descarga directamente en el cuerpo, un modo de proponerse al sufrimiento entregando el cuerpo para ser inmolado. Escuchar esos relatos traía a mi memoria cierta sonoridad de similitud con las tragedias griegas y este fue el motivo por el cual fui a buscar ahí cuestiones que me ayudaran a pensar la clínica de manera gradual, continuista, una clínica de lo Real o también llamada clínica del goce. Así fue que mi investigación estuvo orientada por la pregunta de investigación que sigue: ¿Cuáles son los efectos de la ferocidad femenina en los personajes elegidos de la tragedia griega?
Comencé a leer tragedias de autores como Eurípides, Sófocles, Esquilo y también relatos de Homero y Ovidio, en donde había protagonistas mujeres y estos autores plasmaban maravillosamente su sufrimiento. Decidí tomar sólo las tragedias de mujeres mundanas, dejando de lado aquellas que eran sacerdotisas o diosas y, por este motivo, me quedé con seis de ellas: Medea, Antígona, Niobe, Electra, Ifigenia y Fedra planteándome un primer desafío, saber si estas mujeres eran las indicadas para tomar como muestra, es decir, si ellas eran mujeres feroces, dolientes y trágicas. Para atender a esto, me propuse como objetivo general comprender los efectos de la ferocidad femenina de los personajes de las tragedias griegas elegidos. Fui recortando entonces, en cada una de ellas, lo feroz como rasgo femenino y comencé a indagar cómo esa ferocidad producía diferentes modos de estragos, ya sea sobre el propio cuerpo con su partenaire, guiada por dos interrogantes: 1. Si lo que yo definía y entendía por feroz era un rasgo de lo femenino y 2. Cuáles eran los efectos de la ferocidad. A partir de esto, formulé dos objetivos específicos: caracterizar cómo aparece la ferocidad en esos mismos personajes de los relatos de esas tragedias e identificar el modo en que cada uno de esos personajes femeninos encarnan un rasgo de estructura definible como feroz. También tenía la intención de rescatar en cada una de esas mujeres trágicas y dolientes ese rasgo necesario de aislar para explicar lo feroz y estragado en cada una de ellas y utilizarlo como medio para pensar la clínica del goce, en donde el cuerpo ocupa un lugar de estrago.
SOBRE EL DESARROLLO DE LOS CAPÍTULOS
Organicé el trabajo en torno a tres hipótesis, cada una desarrollada en un capítulo. Así es que propongo en el capítulo 1, bajo el título “Ficción, cuerpo y texto”, trabajar la primera hipótesis donde planteo que la ferocidad femenina como exceso no elaborado produce efectos de estrago en el cuerpo o en su relación con su partenaire. Este capítulo se divide en dos partes: la primera, en donde expongo la importancia que tuvo la literatura para el psicoanálisis, cómo utilizó esas fuentes para explicar muchas veces procesos psíquicos. De esta manera argumento por qué tomo estos textos de tragedia con la finalidad de pesquisar allí lo que me interesaba rescatar para mi investigación. También contextualizo las tragedias en una época histórica y cultural; a esta primera parte la subtitulé “La ficción entre literatura y psicoanálisis”; y a la segunda parte, “El cuerpo en psicoanálisis”. Lo que me interesa puntualizar aquí es el lugar del cuerpo como sustancia gozante, si bien no dejo de lado otros conceptos psicoanalíticos en torno a qué es un cuerpo para el psicoanálisis y cómo se va haciendo el armado del cuerpo. Y es en este capítulo que ejemplifico, por medio de estas mujeres, lo que es el exceso definiéndolo como eso “en más” que significa un algo en relación con la femineidad y al goce de lo femenino.
Así es que llego a la conclusión que lo que no se elabora tiene que ver con eso que traspasa de forma directa y sin mediación ni interrupción, es decir, aquello que no es pesquisado ni registrado por el significante. Eso que “desborda”, “eso demasiado” hace posible que se presente el estrago siendo este el efecto de la incidencia del goce desenfrenado, no acotado por el falo. Es decir, que lo evidenciable de ese estrago es el vaciamiento, el instante de sólo cuerpo. Voy a traer aquí algunos de los recortes de tragedias que fueron utilizados en mi tesis para justificar esto que estoy diciendo.
FEDRA. — (A las sirvientes) Levantad mi cuerpo, enderezad mi cabeza. Se ha soltado la ligadura de mis queridos miembros. Tomad mis hermosas manos, cruzadas. Pesado me resulta el velo sobre la cabeza, ¡quitádmelo!, ¡que mis trenzas vuelen sobre mi espalda! (Eurípides, 2000, pág. 200)
Ese goce desenfrenado derrama sobre el cuerpo afectándolo o poniéndose en el lazo afectivo con el partenaire sexual. La ferocidad femenina es justamente esto, el exceso no elaborado. De esta manera queda mi primera hipótesis validada.
El segundo capítulo está guiado por la segunda hipótesis que planteo, a saber: que lo feroz es un exceso que se evidencia en lo femenino. A este capítulo lo titulé “Enigma y misterio de lo femenino” y lo desdoblé en dos partes: una de corte teórico y otra de análisis. Lo que me parece interesante comentar aquí es que todo lo que venía desarrollando desde la teoría, trabajando diferentes conceptos, me posibilitó poder plasmar en este capítulo qué entendía por feroz y por ferocidad, diferenciarlos teóricamente ya que para mí no son sinónimos. Es así que defino ferocidad como la puesta en forma de lo feroz, involucra los efectos de lo feroz, es lo evidenciable de eso que funciona como feroz. Y defino feroz como sustantivo, rúbrica teórica según la cual lo conceptualizo como aquello que es inabordable, sin sentido, no admite el plano de lo imaginario, tampoco puede ser aprehensible por la palabra, por lo tanto, no corresponde al linaje del significante. Lo feroz es el fin, nos dice “no hay más”, no entra en la cadena de la sustitución. Lo feroz se juega en la escena de la ferocidad y tiene la particularidad de carga o quantum.
En el análisis de las mujeres, pude situar la ferocidad femenina materializada en los rasgos propios de cada uno de los personajes que había seleccionado: Niobe convertida en piedra; Fedra, en su inanición; Electra con su piel rasgada; Antígona en su terquedad; Ifigenia en su entrega; Medea con su acto enfurecido.
Pude comprender así que la particularidad de la lógica femenina construye un lugar propicio para la expiación de un exceso que se coloca directamente en el cuerpo o en el lazo con su partenaire, es decir, que la lógica de lo femenino hace de canal para posibilitar la expulsión muda de una ferocidad que no se atiene a la discontinuidad que se aplica a la lógica fálica. Por esto es que en el centro del estrago está localizado ese goce femenino produciendo efectos de aniquilamiento, destrucción y angustia.
JASÓN. —¿Y los mataste?
MEDEA. —Para causarte dolor (Sófocles, s/f b, pág. 92 y ss)
Nuestra clínica nos demuestra que lo feroz no es algo que se da exclusivamente en la particularidad de la lógica femenina, pero creo que allí es lo más evidenciable debido a que el goce femenino no tiene amarra y este es el motivo por el cual el resto no elaborable puede ser más evidenciado allí. Esta segunda hipótesis, si bien es válida, deja un punto de vacancia para poder seguir investigando qué pasa en caso de varones, además, atender a la particularidad de lo femenino ya que no se puede generalizar, es caso por caso, no es para todas iguales sino que es singular. Por este motivo, la hipótesis debería reformularse de la siguiente manera y plantear: La lógica femenina posibilita que lo feroz como exceso no elaborado produzca estragos.
Una pregunta que me planteo acá es si todas las mujeres que había elegido eran feroces. Una vez definido lo feroz como ese quantum que sólo se puede suponer por la ferocidad del estrago sobre el propio cuerpo, cuando se consume el objeto, hay una evanescencia del objeto por lo que puedo decir que NO TODAS SON FEROCES. Así es que Ifigenia y Medea no lo son. Ellas hacen estragos sobre el partenaire sexual (Medea) y sobre el Otro materno (Ifigenia). Este estrago es “algo en más” que los deja en la privación en lo real, algo que no cesa de doler, no hay forma de expiar la pena por la pérdida. Para ejemplificar esto, tomé el siguiente párrafo de Metamorfosis de Ovidio.
NIOBE: A mí los pueblos me temen Frigia; debajo de mí, su dueña, el real de Cadmo está, y reunidas por las liras de mi esposo, estas murallas con sus pueblos por mí y mi marido son regidas.
A cualquier parte de mi casa al volver mis ojos inmensa riquezas vence; advienen a esto mismo, digna de una diosa, mi faz; aquí mis nacidas pon, siete, y otros tantos jóvenes, y pronto yernos y nueras. (Ovidio, pág.180)
Y seis dadas ya a la muerte y diversas heridas padeciendo la última restaba; a la cual con todo su cuerpo su madre, con todo su vestido cubriendo: “Ésta sola y la más pequeña deja; de muchas la más pequeña te pido”, clamaba, “Y ella sola”, y mientras suplicaba la que rogaba muere. Huérfana se sentó, entre sus exánimes nacidos y nacidas y marido; y rigente quedó por sus males; cabellos mueve la brisa ningunos, en su rostro el color es sin sangre, sus luces en sus afligidas mejillas están inmóviles, nada hay en su imagen vivo.
Su propia lengua también interiormente con su duro paladar unida se congela y las venas desisten de poder moverse; ni doblarse su cuello, ni sus brazos hacer movimientos, ni su pie andar puede; por dentro también de sus entrañas roca es. (Ovidio, s/f, pág. 300-305).
Por último un tercer capítulo, referido a la tercera hipótesis, la cual atiende que el goce de Medea, Fedra, Antígona, Electra, Niobe e Ifigenia, mujeres de los relatos de las tragedias griegas elegidas, entendiendo que la mortificación de sus cuerpos o en el vínculo con su partenaire son efectos de lo feroz de la estructura. Estructura entendida como lenguaje. En este capítulo, al que titulé “Atrapados por el goce”, retomo el concepto de superyó y cómo este se emparenta con el concepto de goce. Definí goce como eso que se entromete, es compulsivo y se escabulle, al cual el sujeto no puede controlar, vinculado a la pulsión de muerte y a la repetición. Superyó y goce femenino se presentan de un mismo modo: ambos son imperativos. El superyó tiene la facultad de transformar los ideales benéficos en imperativos mortales. Cuando el imperativo es ¡Goza! la búsqueda de satisfacción vuelve miserable la vida del sujeto. Y esto es lo que encontré todo el tiempo en esas mujeres de las tragedias. Por ejemplo:
Antígona: esto al cabo de un buen rato, aparece la muchacha, que lanza agudos tonos como un ave entristecida, cuando ve el nido con el lecho vacío y privado de los polluelos. Exactamente así, también esa muchacha, al ver limpio el cadáver, prorrumpió en lamentos y lanzaba funestas maldiciones contra los responsables de tal acción. Y enseguida lleva con las manos polvo seco y elevando un aguamanil, de bronce bien forjado, corona al muerto con abluciones vertidas tres veces. Y nosotros, al verlo, nos abalanzamos y entre todos la apresamos enseguida, sin que ello le afectara lo más mínimo, y la responsabilizábamos de los dos hechos, el anterior y el actual. Pero ella adoptó la actitud de no renegar de la más mínima inculpación, …(Sófocles, s/f a, pág. 10-11).
ELECTRA: Ciertamente, tengo vergüenza, ¡oh, mujeres!, de que mis lamentos os parezcan demasiado repetidos; pero perdonadme, la necesidad me obliga a ello.
SOBRE ALGUNAS CONCLUSIONES
Puedo concluir que hay sujetos que pueden hacer algo con los que les acontece y otros no pueden soportar esos acontecimientos. Cuando lo feroz se instala genera tal nivel de odio que arrasa con todo su ser. La ferocidad se comporta como la parte más real de la pulsión. Algo insiste, pero con cierta particularidad. Lo feroz de la estructura va a depender de lo que se entienda por ferocidad y sabemos que esa ferocidad se manifiesta en el estrago ya sea en el cuerpo o con el partenaire, pero fundamentalmente con el goce y el modo de gozar es de cada uno, ese modo de gozar es lo singular de cada sujeto.
Es mi deseo que este trabajo contribuya al campo académico y posibilite la articulación entre teoría y clínica tan necesaria para nuestra formación como psicoanalistas. Como Freud y Lacan nos enseñaron, no debemos desestimar los aportes valiosos de la literatura y del arte y de allí que he demostrado, una vez más, que en estas fuentes podemos encontrar respuestas a aquellos interrogantes que nos abren nuestros pacientes y analizantes.
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