NÚMERO 10 | Marzo, 2014

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Investigaciones

Síntesis de la Tesis de Maestría en Psicoanálisis: El fenómeno psicosomático de la psoriasis en relación a la transgeneracionalidad | Stella Maris Rode

Síntesis de la Tesis de Maestría en Psicoanálisis, Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG) en convenio con la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), defendida en diciembre de 2013. Directores: Dra. Lydia Sorti. Jurado: Mag. Rodolfo D’Alvia; Dra. Beatriz Rodriguez; Lic. Gloria Perello

El objetivo central de esta investigación es interpretar la marca que en la psoriasis se manifiesta en la piel en términos transgeneracionales. Para lograr dicha interpretación esta investigación, estará sustentada en primer lugar, por la formulación de un marco teórico cuyo hito inicial lo constituyen las conceptualizaciones freudianas. Ya que si bien en relación a la afección psicosomática, no hay referencias directas en su obra, sus teorizaciones en relación a las neurosis actuales, son las precursoras ineludibles de los desarrollos que los autores postfreudianos realizaron en relación a las afecciones de la piel –en tanto fenómeno psicosomático- como así también en relación a la transgeneracionalidad. Ya que si bien, en relación a la herencia y el tema de las identificaciones, Freud recién va a plantear a partir de 1923 -desde una nueva perspectiva dada por la segunda tópica– que el sujeto del inconsciente es, además de un sujeto de la pulsión, un sujeto de herencia, introduce con ello, un cambio paradigmático en el modo de concebir al sujeto que le interesa al psicoanálisis. Ya que marca que la subjetividad está también instituida por identificaciones adquiridas en el seno de una matriz familiar que otorga lugares, plantea ideales, propone ejes axiológicos con prescripciones y proscripciones, prefigura conflictos, modalidades defensivas. Sentando también a partir de estos desarrollos metapsicológicos las bases sobre las que otros autores van a teorizar lo transgeneracional.

En segundo lugar y ya en relación a los aspectos metodológicos, la tesis tiene un enfoque eminentemente clínico, ya que se procederá a presentar un caso ejemplar, en virtud de lo cual, dado que el material a interpretar surgirá de entrevistas libres, el diseño más adecuado para alcanzar el objetivo general y los objetivos específicos que orientan la presente investigación, es el diseño interpretativo.

Tema

Descripción interpretativa de las marcas que en la psoriasis queda en la piel como fenómeno psicosomático a través de la noción de transgeneracionalidad.

Hipótesis

El fenómeno psicosomático de la psoriasis como signo de una transmisión transgeneracional negativa, retornaría en la piel como marca muda del encuentro con el otro en los tiempos primordiales.

Desarrollo

El motivo de la presente investigación está relacionado con el interés que despertó en mí, la escucha de pacientes con psoriasis crónica.

Sabemos que en sentido estricto el trastorno psicosomático no da cuenta de una solución de compromiso -como el síntoma neurótico, que emerge a partir de un elemento reprimido en el in­consciente- pero que sin embargo, está determinado por algo del orden de un malestar psíquico. Malestar psíquico, causado por una insuficiencia en la simbolización para capturar una vivencia displacentera (traumática), que busca su resolución a través de la “disfunción” corporal.

El displacer tiene un límite en el aparato mental y funciones reguladoras internas como el “Principio de Constancia”. Estos límites van a tender a mantener la cantidad de excitación en el nivel más bajo posible (inhibición, reducción de tensión endosomática). Esta constancia se obtiene mediante la organización de la descarga de energía o mediante la evitación del objeto que la provoca, a través de variadas formas defensivas. Estas defensas abarcan una serie de mecanismos que en la evolución psicogenética van adoptando distintas formas, transformación en lo contrario, vuelta contra sí mismo, represión, negación, desmentida, proyección, disociación, escisión y evitación. Este conjunto defensivo, le permite al individuo en su desarrollo ir creando adaptaciones útiles para el desarrollo del yo.

Ahora bien, cuando ante situaciones traumáticas ingresan en el aparato quantums energéticos provenientes de excitaciones externas o internas, que la corteza de protección antiestímulos no puede filtrar por la falta del apronte angustiado, se produce un desborde excitatorio que arrasa la capacidad defensiva del yo.

Este desborde, que ante la imposibilidad de ligadura simbólica siempre tiende a la descarga automática, genera en el individuo una serie de disfunciones psíquicas y disturbios en su armonía psicosomática estaría relacionado con déficits primarios, basados en un estado de desvalimiento infantil propio del lactante, en el cual aún no se han organizado sus capacidades defensivas.

Según J. McDougall (1995), estos déficits representacionales se originan defensivamente a partir de angustias arcaicas (histeria arcaica) surgidas de las fallas en los vínculos somatopsíquicos preverbales arcaicos entre la madre y infans, produciendo en el individuo dificultades en la posibilidad de discriminar los afectos y manifestarlos o verbalizarlos (alexitimia) y las fallas en la relación con el objeto y la realidad externa.

Por su parte P. Marty y M´Uzan (1967), señalan que las manifestaciones psicosomáticas, son indicadores de disturbios en la economía del sistema preconciente. Disturbios que dan lugar a una estructura neurótica mal mentalizada, en las que se evidencias carencias en el mundo representacional, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo. Y, en las que el pensamiento es operativo, deslibidinizado, fáctico y reproduce modalidades infantiles sobreadaptadas.

Ahora bien, en el caso de los pacientes afectados de psoriasis, las fallas en la economía preconciente se manifiesta por medio de escamaciones en la piel que, los mismos pacientes atribuyen de manera directa a la “herencia”, como condición determinante. Esta mención a la herencia, y la presencia de psoriasis en la familia de alguno de los progenitores de mis pacientes, ¿estarían dando cuenta de que esas manchas podrían ser manifestación de cuestiones traumáticas que podrían no haber sido tramitadas transgeneracionalmente a nivel simbólico?

Sabemos que el aparato psíquico no es innato sino que es producto de lo histórico vivencial. Ni la biología segrega por sí misma representaciones, ni las representaciones pueden por sí mismas producir alteraciones biológicas que consistan en transcripciones discursivas a lo somático. Si bien lo pulsional, como materialidad representacional, está profundamente enraizada en lo somático —como lugar de excitación y transmutación económica— ello no quiere decir que provenga necesariamente de lo biológico, sino que deriva de la sexualidad (externa) proveniente del otro humano (Bleichmar, 1993).

A causa del desvalimiento inicial del infans para derivar tensiones endógenas es que se produce una fisura por la cual se introduce el otro auxiliar. Ya que es a través de la provisión del elemento autoconservativo, que el bebé se encuentra con el objeto pecho –objeto sexual de inicio en la medida que es ofrecido por el otro humano- que inunda de energía no cualificada al infante, propiciando, en el real viviente un traumatismo por el cual la cantidad exterior –estímulo– logra conmutarse en excitación, en cantidad endógena.

Pero es la misma madre, que es a su vez soporte de otros vínculos de parentesco, y quien aún siendo la que penetra traumáticamente al viviente como portadora de significantes enigmáticos inconscientes y sexuales, cuyo sentido ella misma desconoce, quien -si su aparato está clivado- transmite, trasvasa desde sus propias representaciones yoico narcisistas una trama de ligaduras y modalidades colaterales de investimiento para ligar simbólicamente lo que ella misma desliga. Modalidades que no se agotan en la pura actualidad ya que a través de ellas, el bebé, recibe vivencias, registros ya efectivizados en otras escenas psíquicas.

El niño en un 1º tiempo recibe estos significantes enigmáticos, en forma pasiva, y sobre ellos operarán las primeras tentativas activas de ligazón. Luego en un 2º tiempo, estos significantes ligados a representaciones palabra, caerán bajo la represión primordial. Pero no todo lo que se inscriba, pasará a formar parte del inconsciente reprimido. Los significantes enigmáticos que no logren un estatuto en el entramado inconsciente, permanecerán como signos perceptivos, como representaciones “de cosa”, que irreductibles a toda traducción, repiten compulsivamente y se tramitan bajo el imperio de la pulsión de muerte, en el soma.

Con lo cual, para que el auxiliar materno opere generando condiciones de ligazón, su narcisismo trasvasante, debe estar en funcionamiento pleno durante la crianza. Fallas ocasionales o traumatismos severos por depresiones, duelos, persecuciones, exilios, etc., que impacten en el narcisismo trasvasante de la madre, pueden impedir su operancia y dejar al cachorro humano, librado a facilitaciones no articuladas que lo expongan a una repetición traumática- compulsiva que al no encontrar vías de ligazón por medio de las que derivarse, retorna en un circuito displacentero inevacuable.

Así el infans se verá compelido a un exceso de excitación traumática, “… que inevitablemente dará lugar a trastornos duraderos en el funcionamiento energético” (Laplanche Pontalis, 2006: 448). Lo cual, consecuentemente, no tendría las características necesarias para la estructuración ni del aparato ni del yo.

En relación al yo, Freud señala que: “El yo es ante todo un yo corporal, no es solamente un ser de superficie, sino que él mismo es la proyección de una superficie”; agregando: “O sea que el yo deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que parten de la superficie del cuerpo. Cabe considerarlo, entonces, como la proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además de representar como se ha visto antes, la superficie del aparato psíquico”. (Freud, 1923: 27).

Por su parte, D. Anzieu (1994), señala que en los inicios de la vida, el carácter fundamental de la relación madre-hijo se mediatiza por la piel, que como superficie de inscripción de huellas, irá envolviendo sutilmente a este nuevo ser que deviene inicialmente en un yo piel. Será a partir de este yo piel inicial que se dará luego la emergencia de un pre-yo corporal, que se irá inscribiendo como persona con una imagen coherente del cuerpo, no fragmentada, provista de límites que aseguran su rol de frontera entre lo mío y lo otro.

Este logro de un cuerpo como “frontera” entre lo mío y lo otro, planteado por Anzieu, es homologable con el logro de un buen yo corporal que permanezca fuera del continente materno propuesto por S. Bleichmar (1993). Quien señala además, que la unidad del yo, es el efecto de la derivación directa de una propuesta identificatoria y de una derivación libidinal ligadora propiciada por el discurso y el accionar por trasvasamiento narcisístico del adulto significativo, que introduce al infans en el horizonte de la castración.

El yo entonces, constituye el núcleo de su identidad identificatoria invistiendo objetos que otras psiques invistieron, produciéndose así un anudamiento complejo entre la generación actual y las que la precedieron.

La familia en tanto primera institución portadora y transmisora, no solo de lo cultural, es la que permite el advenimiento de un sujeto humanizado. En esta transmisión nada se pierde, no hay fuga posible, por lo que el acto es el canal privilegiado de la transmisión en materia de lo no representado (Gomel, 1997).

Las modalidades de transmisión que no tienen carácter simbólico, como vemos, son más bien de un orden pulsional, ya que se transmiten cosas en bruto que no fueron inscriptas a nivel simbólico. Este tipo de transmisión es traumática, negativa, ya que si a través de las sucesivas generaciones estos signos no logran representación, se transmiten sin solución de continuidad de generación en generación como elementos no transformados, no representados a nivel preconciente (Käes, 1996). En este sentido, los contenidos psíquicos de los hijos pueden estar marcados por el funcionamiento psíquico de abuelos o ancestros que no hayan conocido, pero cuya vida psíquica ha marcado a sus propios padres.

Con lo cual, cuando el entramado familiar se constituye a partir de pactos denegativos y contratos narcisistas (Fustier-Aubertel, 1998) que dificultan el movimiento de separación que promueve la emergencia subjetiva, el sujeto queda impedido para oponerse al designio de convertirse en una simple pieza del tablero familiar, en el cual lo desligado, lo callado, lo mantenido secreto, lo desmentido o rechazado motivado por el vínculo familiar o parental, en suma, “lo traumático transgeneracional”, permanece enquistado en los descendientes, quienes inconscientemente se transforman en los garantes del pacto denegatorio en el que se sostiene el vínculo familiar y a partir del cual el “heredero” constituirá su identidad (Tisseron, 1997). Estas marcas arcaicas que se transmiten transgeneracionalmente y se inscriben en las primerísimas interacciones del infans con el otro, como una materialidad irreductible a la simbolización, a partir de ser producto de experiencias traumáticas inmetabolizables, se tramitan vía la institución de identificaciones alienantes con otros significativos del sujeto, en el soma. Como podría ser el caso de la afección psicosomática que en la historia clínica analizada según los dichos de la propia paciente, “no tiene cura, porque la tuvieron también su abuela materna y su madre”.

Pero, tomando en cuenta la noción de psiquismo abierto, es importante pensar a la adolescencia como un entretiempo generacional porque abre a la subjetivación, proceso que demanda producir nuevas organizaciones psíquicas, un proyecto identificatorio a partir de modelos exogámicos, que da cuenta de que el yo recorrió los procesamientos que se relacionan con el trayecto entre el yo ideal y el ideal del yo, este último como sedimento y producto del desenlace edípico. Permitiendo finalmente al sujeto la posibilidad de gestar cambios tanto en su edificio identificatorio, como en la elección de aquellos objetos que serán soporte de sus investimentos libidinales. Pero, si los trabajos adolescentes se ven impedidos por obstáculos inter o intrasubjetivos, puede ser éste un momento especial para la aparición de patologías.

Con lo cual, la “precedencia del sujeto por más de un otro” teorizada por Kaës (2006), aportará herencia psíquica. Herencia que tomará visos elaborativos en tanto se puedan introyectar aspectos de esos otros, sin que el sujeto quede pasivizado. Logrando consecuentemente, apropiarse de lo recibido por parte de aquellos que lo antecedieron e imprimirle simbólicamente “su” propia marca a lo heredado.

Bibliografía

Anzieu, Didier (1985): El yo piel, Madrid, Biblioteca Nueva.

Bleichmar, S. (1993): La fundación de lo inconsciente, Buenos Aires, Amorrortu.

Bleichmar, S. (2005): “Vigencia del concepto de psicosomática. Aportes para un debate acerca de la articulación entre lo somático y lo representacional” en Maladesky, A.; López, M.; López, Z. (compiladores): Psicosomática. Aportes Teórico-Clínicos en el siglo XXI, Buenos Aires, Lugar.

Eiguer, A.; Carel, A.; André-Fustier, A.; Aubertel, F.; Ciccone, A.; Kaës, R. (1998): Lo generacional, Buenos Aires, Amorrortu.

D´Alvia, R. y Maladesky, A (1991): “Modelos de abordaje en psicosomática. Lecturas de lo psicosomático”, Buenos Aires, Lugar.

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Freud, S. (1921): Psicología de las masas y análisis del yo, A.E., XVIII.

Freud, S. (1923): El yo y el ello, A.E., XIX.

Freud, S. (1926): Inhibición, síntoma y angustia, A.E., XX.

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Freud, S. (1938): “La escisión del yo en el proceso defensivo”, A.E., XXIII

Freud, S. (1938): “Esquema del psicoanálisis”, A.E., XXIII

Freud, S. (1939): Moisés y la religión monoteísta, A.E., XXIII

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Laplanche J. y Pontalis J. (2006): Diccionario de psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós.

Marty, P.; M´Uzan, M (1967): La investigación psicosomática, Barcelona, Luis Miracle.

McDougall, J. (1995): Teatros del cuerpo, Colección Continente/Contenido.

Tisseron, S. (1997): El psiquismo ante la prueba de las generaciones, Buenos Aires, Amorrortu.

Acerca del autor

Stella Maris Rode

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