NÚMERO 11 | Noviembre, 2014

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Travesías del cuerpo: Ciencia y Subjetividad | Graciela Reid

«La cultura está, hecha, ante todo, de nuestro cuerpo,
de nuestros cuerpos sacrificados, rechazados, trabados, de nuestros cuerpos soñadores, sensuales».
Carlos Fuentes

Pensar el cuerpo en el siglo XXI exige un trabajo, para las distintas disciplinas, de diferenciar el estatuto y representación del cuerpo humano para cada una de ellas. Por ejemplo, las ciencias médicas actuales tienen un gran campo de intervención sobre los cuerpos biológicos, sobre los organismos, producto de los adelantos en biotecnología y farmacología. Pero, ahora bien, es discutible también si todo progreso tecno-científico es efectivamente un avance y en ese sentido debemos, tal vez, preguntarnos ¿en qué términos y para quién son estos avances?

La clínica, en nuestra práctica psicoanalítica, nos sirve de apoyo, nos interpela y estimula a pensar «los cuerpos» en sus condiciones biológicas, simbólicas y reales en la relación con el entramado del cuerpo social. En ese sentido, aparece como necesario repensar los dispositivos tecno-científicos: si tomamos las nuevas técnicas reproductivas, los trasplantes de órganos, las cirugías estéticas, entre otros, podemos —al menos sugerir— que no todas ellas miden sus avances en términos sociales de equidad y justicia. Del mismo modo, en los procesos salud-enfermedad-atención es importante y necesario contribuir a incorporar al modelo médico, practicas integrales en salud para que las mismas no sean objetivizantes, sino subjetivizantes.

Cabe resaltar, que dentro del campo de la salud el debate sobre la indicación médica y quiénes son beneficiarios/as de estas prácticas aún está abierto. Sabemos que algunas de ellas permiten alcanzar una mayor expectativa de vida —trasplante de órganos, medicación de ingeniería genética, etc.— y otras, como las cirugías estéticas no reconstructivas, solamente tienen un valor imaginario, no «alargan» la vida, pero sí el tiempo, la ilusión de ello, reproduciendo e intentando conservar estereotipos estéticos de un aquí y ahora fugaz.

Avanzando sobre la misma cartografía nos preguntamos ¿entonces, cuándo se intervienen los cuerpos? Podemos al menos sospechar de la mano de la perspectiva del biopoder que en la contemporaneidad se sustrae el cuerpo-objeto al valor de mercado y el mismo se transforma en mercancía de alto valor para el acceso a algunas de estas prácticas.
En consideración de las posiciones éticas que surgen al respecto de lo antes mencionado, aunque no sea tema principal de este artículo, debemos tener en cuenta que hay ciertas discusiones que nos interpelan a la hora de posicionarnos en nuestras prácticas. Como punto nodal debemos sostener el principio fundamental de «no dañar» y, en segundo lugar, comprometernos con un pensamiento crítico que nos mantenga siempre atentos/as a las diferencias que nos atraviesan entre las creencias, la moral y la ética.

Por lo tanto, el objeto de este breve escrito, frente a estos acontecimientos de gran impacto tecnológico y de alcance global, es incentivar la tarea de discutir ventajas, riesgos y complejidades de estas producciones biomédicas-tecnológicas a partir de un caso real de trasplante de órganos, específicamente, uno de corazón.

Para tal fin, se le propuso a un paciente que realizáramos juntos un recorrido por su experiencia personal de ser trasplantado y del proceso terapéutico que pudiera contribuir en este momento como testimonio y como parte de la labor analítica dado que, por diferentes motivos en el último tiempo, no fue posible tener encuentros presenciales. El paciente acepto con mucho compromiso y eligió tramos de lo recorrido que fueran significativos para compartir. Sabemos que el trabajo de escritura puede ser una estrategia de subversión, una enunciación deseante, crítica y creativa dando lugar a nuevas relaciones de sentido para ambos protagonistas. Aquí la voz del paciente torna infinita la letra en el cuerpo.

Presentación: Paciente* (que identificaremos como P) de 64 años, licenciado en Recursos Humanos, desempeñándose con gran reconocimiento en una empresa del Estado. Fue trasplantado del corazón en diciembre del año 1999. En un principio, los inmunosupresores suministrados para evitar el rechazo al nuevo órgano funcionaron sin mayores complicaciones. Con el pasar del tiempo, aparecieron los herpes, una catarata en el ojo izquierdo asociado a los corticoides y otras manifestaciones de efectos no deseados. En el año 2007 sufrió una luxación de cadera, cirugía y posoperatorio que se complicó por una infección.
Es derivado a la psicoanalista por sus intensas angustias, cambios del humor, ira fundada en el temor de que la pérdida de la movilidad física le hiciera perder el trabajo o que lo jubilasen con la consiguiente pérdida económica y de cobertura social actual. Pasar a la del Estado con otros médicos a cargo, no es una situación menor para un paciente que tiene una dependencia de años a un equipo especializado de un centro de trasplante que hacen su seguimiento. Sumado a esto, la pérdida de amigos del ámbito laboral que iba generándole aislamiento social. Sobre esto decía:

P: Estoy de lesión en lesión.

¿Qué pasa con aquel que fue el pilar de la familia y hoy está paralizado? Más allá de sus dificultades para movilizarse y seguir trabajando, él se sentía encerrado en su propia biología. Nada era como había pensado que debía o podía ser.

P: …en realidad no se debate desde el punto de vista de la ética los temas citados en la introducción de este escrito; en el caso de los trasplantes no se evalúa realmente la calidad de vida posterior. Así, te diré que el paciente queda librado a su decisión de trasplantarse o sin el debido conocimiento de causa-efecto. Para el cuerpo médico es un logro estadístico, para el paciente es otra cosa…

En el proceso de trasplante intervienen muchos factores; desde el anuncio constituye una esperanza de vida o de sobre-vida como suelen significarlo los mismos pacientes y, por el otro, el equipo médico que también es el que decide ponerlo en la lista de espera y todo lo que conlleva estos procedimientos. Luego, el azar jugará su ficha: que llegue el donante justo.

¿Cómo fue su decisión de trasplantarse?

P: Decidí trasplantarme para que mi hija no sufriera lo que sufrí yo cuando perdí a mi viejo. No es cierto que dejás que tus hijos sean guerreros de su propio destino, siempre le vas a ayudar.

El paciente perdió a su padre, que murió del corazón, en sus brazos cuando él tenía 16 años; relataba que no quería que la historia se repitiese como un destino trágico al cual hay que someterse sin dar pelea.

P: Lo triste es ver que en el desgaste del cuerpo, la decrepitud te va dejando sólo sos una molestia, algo que no se quiere ver…

La angustia era una reacción intensa cada vez que se encontraba en un estado de desamparo y sometido a las excitaciones de origen externo o interno. Se sentía muchas veces incapaz de controlar, de responder adecuadamente a esas exigencias, era el cuerpo el gran protagonista que impactaba en lo psíquico.

P: Tengo artritis reumatoidea con «compromiso sistémico», «una anemia recurrente, una médula espinal que no responde» …una hija que no soporta la enfermedad de su padre y mi hermano que es un espejismo…. Y miedo a morirme… decime cómo se hace para seguir…

Había sido un hombre proveedor en su familia, gerente de recursos humanos, inteligente y orientado a fines. En estos momentos sentía ser «un general sin ejército», debía enfrentar una batalla en un territorio hostil, invadido por todo aquello que lo mantenía vivo y a la vez se convertían para él en sus peores enemigos: los efectos colaterales de los medicamentos inmunodepresores, corticoides, etc. Sumado a esto, un estado emocional ambivalente con la familia y también con los equipos que lo asistían. Sus estados de ira no eran en ningún momento reprimidos, los jugaba abiertamente, en ese oleaje convivían las fuerzas de Eros y Tánatos constantemente. En la transferencia emergían una gama de estados emocionales y demandas de satisfacción pulsional siempre al borde del estallido.

P: La psicología aún no sabe manejar el hecho de la sobre-vida de un trasplantado que vive con la idea de muerte como una sombra absolutamente presente y, en muchos casos, del dolor de las pérdidas de sus capacidades… ni se los prepara para tal caso, muchas veces el psicólogo se transforma en un vocero del médico al cual se somete…, salvo contados casos que saben del dolor y lo que significa vivir las pérdidas carnales directas, pérdidas que se sienten en la carne, en los huesos, la realidad de ya no ser el que se era…nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, …. Quizás alguna vez los psicólogos, psiquiatras y neurólogos se dediquen a explorar estos temas…quizás no sea muy rentable, pero cumplirán con una necesidad insustituible de hacer la vida más vivible a los que pasamos por esto…. Mi estimada terapeuta, no hay enojo con usted, solo me hubiera gustado que conocieras al hombre divertido y jodón que fuí…no a este guerrero en una sociedad en donde la épica no paga… uno, para bien o para mal, eligió este camino y tiene que recorrerlo…el final siempre es solitario…

Entonces se cuestiona si el esfuerzo valió la pena ¿cuándo el cuerpo se volvió in-vivible? El precio es el sufrimiento que la técnica no dio aviso. Vale la pena por el solo hecho de estar vivo…

P: La muerte es un proceso que se vive solo, nadie te aclara que el corticoide te hace caer los dientes, te produce hernias, los herpes son muy dolorosos…no hay aviso, entonces la duda es entre morir con dignidad o ver este triste, solitario y final… En realidad yo he vivido, o trato, como el coronel de Perfume de mujer que siente su final como Bob Fosse en All that Jazz.

Ambos personajes de ficción son fuente de identificación con su vida, sobre todo la de Bob Fosse que se parece bastante a sus propios excesos. Vivió intensamente, apasionadamente cada cosa que hacía, su biología también, a los 24 años tuvo una miocarditis aguda, a los 36 sobrevino la artritis.

P: Nadie me dijo que a los 40/50 iba a necesitar un trasplante; mi hermano y mi médico lo sabían, pero nunca me avisaron… nunca me dijeron la verdad, sin embargo, yo sentía que mi vida sería corta…

Tiene sueños con cárceles, callejones sin salida, desde que le bajaron la medicación de inmunosupresores, teme no poder seguir, asocia que tiene un corazón Mercedes Benz y una carrocería de un auto de porquería. Miedo por la sucesión de acontecimientos que se iban desarrollando, no volvió al trabajo, no podía ir de vacaciones ni podía manejar más su auto, su sexualidad se vio alterada, un corazón de 25, pero cada vez más alejados de su pareja. Se sentían agobiados, extrañados, desencontrados. Él también, como el coronel Frank, está movido por la intensidad de sus pulsiones ¿por qué sobrevivir, para qué? Él es un provocador, quiere manejar una Ferrari estando paralizado, él también desea bailar Por una Cabeza con una bella Donna con la que no se animó… A esto proclamaba… la suerte está echada.
En otros momentos del proceso, luego de una internación prolongada y difícil de la cual salió nuevamente, escribe Kon Tiki (1). El trasplante y el trasplantado tomando esa historia como referencia habla de los años que lleva de ser un trasplantado.

P: Soy Thor Heyerdal llegando a Polinesia… esperando la ola 13 para cruzar el arrecife de coral con su balsa ya media podrida y lograr su hazaña… Así estoy yo con mi cuerpo lleno de heridas aferrado a mi vida, a mis huesos podridos esperando la ola 13 (en referencia a los años de trasplantado) que me deje llegar a Polinesia o al Valhalla (2) o al cielo….

Por lo vivido y no vivido
Por lo que tuvimos que decir y no dijimos
Por lo amado que no amamos
Odín ábreme las puertas del Valhalla
Para descansar con mis hermanos.

P: Todos nos aferramos a algo, a una cruz, al antiguo testamento o a decir que luchamos por la vida cuando en realidad tenemos terror a la muerte… «gracias a la vida que me ha dado tanto» como decía Violeta Parra… Ahí viene la ola…

Fueron días de furiosa tormenta durante la última internación. Había que mantener la tripulación unida, la esperanza firme y la mente clara en una instancia donde la contratransferencia no permitía la distancia instrumental. Esa tarde, en el sanatorio, la lluvia se había empecinado a ser una acompañante melancólica, persistente y no hubo otra cosa que abrir la ventana, para que nos acompañara la garúa, después de todo, si a los dos —en esta aventura— nos gusta el tango, tal vez cantar era una buena idea de juntar los sentires.….Garúa… tristeza, hasta el cielo se ha puesto a llorar… ambos esperábamos íntimamente parafraseando el final del tango que todavía pasará el viento empujándonos (3).

P: Para soportar un trasplante debes tener un deseo de vida muy grande, muchas veces el inexorable paso del tiempo, la mezquindad del sistema de salud y el cansancio de los que te quieren te hacen el camino más pesado… como dice el poeta Serrat… «si el ayer no se olvidase tan a prisa, si tuviesen más cuidado en donde pisan …y los ángeles de la guarda diesen señales de vida… Si no estuviese tan oscuro a la vuelta de la esquina… o simplemente que todos entendiésemos que todos llevamos»… (4) diría un trasplante encima para llegar a viejo…

En muchos momentos, los recuerdos se presentaban haciéndose lugar entre las muchas necesidades cotidianas que siempre ocupaban mucho espacio en el relato. Eran su esposa y él para resolver muchas de las demandas de atención en un sistema de salud que tiene sus límites de cobertura y tiempos de atención no siempre adecuados para las necesidades de estas enfermedades de alta complejidad. Para ello, se requiere consolidar redes de profesionales, cuidadores, de asistentes de salud, de afectos cercanos para contener y asistir tantas problemáticas y tantas ganas de vivir como tenía el paciente.
Por momentos recordaba:

P: De mi lado lloré desconsoladamente por un amor roto, por priorizar la familia olvidando mi corazón… De mi lado sufrí los tremendos dolores de una enfermedad artera, la artritis desde muy joven…de mi lado me desperté el 19 de diciembre de 1999 encandilado por el sol de verano y llorando de alegría… todavía estoy aquí a pesar de los paros y de los síncopes…

Estaba vivo, el trasplante había sido un éxito, respondía sin mayores dificultades a los primeros signos de aceptación del órgano donado. Tenía palabras de reconocimiento hacia su donante anónimo:

P: Viejo amigo que me donaste tu corazón, tu joven corazón, quisiera minar la tierra hasta encontrarte y besar tu noble calavera y regresarte y agradecerte por lo vivido, lo bueno y lo malo …no fueron los médicos solamente los que me dieron estos años de sobrevida, fuiste vos y en tu honor intentaré hacerlo con valentía y un maremoto de furia por lo vivido por mí y por lo que no viviste… mi lado siempre estará pintado de las grandes pasiones y desgracias. El amor volverá a tejer enredaderas de pasión dejando el odio en la puerta…mi lado será testigo mudo de hechos ya vividos porque el trasplantado no es un héroe, es un luchador….

La realidad siempre termina golpeando a la puerta… reparar el pasado es una ilusión….

P: Me gustaría, como dice el poeta W. Whitman (5), «Solo Una hora de alegría y de locura»

¡Una hora de alegría y de locura! ¡Oh furiosa alegría!
¡Oh, no me retengáis!
Corazón de las tempestades, ¿qué es lo que late en ti para
desencadenarte en mi ser de esta suerte?
¿Qué son mis clamores en medio de los relámpagos y de
los vendavales?

P: Espero que Dios me permita ver el sol de octubre y sentir el calor de diciembre…

El guerrero mantiene firme su deseo de renacer cada diciembre, mes de su doble natalicio, por primera vez el 24 de diciembre de 1950 y el 19 de diciembre de 1999 después de recibir un nuevo corazón.
Con este relato hemos intentado ir más allá de los encuadres tradicionales, de los tiempos pautados, de lugares donde se armaba la sesión, consultorio, domicilio y, a veces, sanatorios. En este viaje asistimos a tiempos sin tiempo, a zonas infernales de la materia orgánica, a los efectos de los avances científicos que hicieron posible esta experiencia, al carácter arbitrario del deseo que fue soporte de ese mantenerse vivo y de este testimonio, que tiene como la balada … «ese qué sé yo, ¿viste?…»

 

Notas al pie

* Licenciado Guillermo Poggi

(1) Kon-tiki fue el nombre de la balsa utilizada por el explorador noruego Thor Heyerdahl (1914-2002) en su expedición de 1947 por el océano Pacífico desde Sudamérica hasta la Polinesia.
(2) En la mitología nórdica, Valhalla (del nórdico antiguo Valhöll, «salón de los muertos») es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de Asgard gobernada por Odín. Elegidos por Odín, la mitad de los muertos en combate viajan al Valhalla tras su fallecimiento guiados por las Valquirias mientras que la otra mitad van al Fólkvangr de la diosa Freyja. en el Valhalla los difuntos se reúnen con las masas de muertos en combate conocidos como einherjer, así como con varios héroes y dioses germánicos legendarios, mientras se preparan para ayudar a Odín en el Ragnarök, la batalla del fin del mundo. Ante la gran sala, cuyo techo está cubierto con escudos dorados, se halla el árbol dorado Glasir. Alrededor del Valhalla moran varias criaturas, como el ciervo Eikþyrnir y la cabra Heiðrún, que pacen el follaje del árbol Læraðr sobre
el Valhalla.

(3) “Garúa” de Enrique Cadícamo – Aníbal Troilo.

(4) “Llegar a viejo”. Joan Manuel Serrat

(5) Walt Whitman se enfrentó al hecho que cambiaría la historia de su tiempo y que terminaría de forjar el imaginario que lo volvería el gran padre de la poesía norteamericana: la Guerra de Secesión. http://www.whitmanarchive.org/

Acerca del autor

Graciela Beatriz Reid

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