NÚMERO 27 | Mayo 2023

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Una siniestra y reveladora experiencia al visitar los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau | Eduardo Mandet || Comentario del trabajo | Perla Frenkel

Eduardo Mandet nos relata su visita a los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau: una siniestra y reveladora experiencia. En el comentario, Perla Frenkel dice: «El texto de Eduardo convoca, conmueve, testimonia y trasmite». Lo analiza de forma respetuosa y meticulosa, y se focaliza en algunos puntos del escrito que nos ayudan a pensar en lo impensable.

 Introducción 

 ¿Qué es el hombre? Es esa fuerza que termina siempre

por balancear a los tiranos y a los dioses.

 Albert Camus, Cartas a un amigo alemán (1948)

 

Es importante poder pensar acerca del nazismo y de los siniestros hechos acaecidos en la Europa de fines de los treinta y principios de los 40 desde una perspectiva psicoanalítica. A tal fin, propongo un viaje hacia el dolor y el terror que significa acercarse a sucesos del pasado que siguen gravitando sobre el presente. En este caso, asistir a los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau. 

Cuando hoy los visitamos, lo que acontece es extremo, penetrante, impredecible. 

Ambos campos ocupan una gran extensión y, en su momento de auge, se encontraban delimitados por alambres de púa y rejas electrificadas. Auschwitz fue un campo de concentración y de exterminio que contaba con cinco cámaras de gas, varios hornos crematorios y una capacidad para dos mil quinientos prisioneros. 

Campo de Auschwitz 

En varias películas se observa cómo transportaban a los prisioneros en vagones de carga, hacinados, sin recibir agua ni ninguna clase de alimento. Al llegar eran seleccionados y, aquellos que no estaban en condiciones de trabajar eran conducidos a las cámaras de gas (el veneno utilizado era Zyklon como lo muestran las «latas» expuestas en vitrinas) y se les explicaba que iban a recibir «una ducha para higienizarse». A los otros se los enviaba a campos de trabajo o se los utilizaba para realizar experimentos de investigación.

Luego de cruzar el portón de entrada de Auschwitz, ninguno de los que formábamos el pequeño grupo de visitantes emitía el menor sonido. Este campo de concentración y de exterminio fue construido, en la primavera de 1942, bajo la dirección del jefe de las SS, Heinrich Himmler. En el ingreso se encuentra el conocido cartel con la expresión Arbeitmacht Frei (El trabajo libera).

La atmósfera que nos rodeaba era de un intenso respeto, así como se percibía el temor que causaba la vivencia de un tiempo pasado, siniestro e ilusoriamente recreado en el presente. Marcel Proust diría que podríamos parecer historiadores que emprenden la búsqueda de alguna forma de verdad oculta hasta ese momento:

Son huellas persistentes del pasado, difíciles de percibir en el presente…y que se dirigen, en su presentación, casi directamente al espíritu, exaltándolo con el asombro de aquello que retorna de un tiempo enterrado. (Proust, pág. 69)

La voluntad nazi de dominación 

La naturaleza otorga a los animales la facultad instintiva y sensorial de conocer el mundo que los rodea, en otras palabras, tienen la necesidad de objetos singulares y predeterminados por el instinto. Mientras que el humano, en su ingreso al mundo simbólico, se diferencia por su capacidad deseante, es decir, manifiesta su deseo en pos de devenir sujeto del lenguaje. 

Sin embargo, también existen seres que pretenden ser fundadores de actos, muchas veces sacrificiales y justificados en su ley. Por otro lado, al pretender esclavizar y dominar al Otro, pueden llegar a despedazar cuerpos en busca de una supuesta apropiación de sus fragmentos. 

Para Freud, el asesinato del padre de la horda primitiva determina el fundamento de la ley y la instauración del lazo social con la evidente connotación de un más allá del principio del placer absoluto e imposible. Sin embargo, siempre podrán establecerse figuras o estados que se arroguen el derecho de tomar decisiones gozantes que repiten delitos contra la humanidad. Se trataría del capricho narcisista del amo para perpetuarse en la complejidad institucional. 

Además, tengamos en cuenta que la sumisión a una supuesta ley suprema de un estado totalitario supone el control de la población y de sus instituciones mediante la propaganda y el poder policial y/o militar que desembocan en el desprecio por los derechos individuales y la exaltación del estado como suprema entidad histórica. Al respecto, René Girard expresa que el ser humano puede ejercer violencia, con una mayor facilidad, cuando la experimenta desde el imperativo de una orden proveniente de una autoridad. 

En Auschwitz, el horror alcanzó una ciega brutalidad. En otros términos, la violencia es irracional, aun cuando se puedan llegar a establecer sus posibles justificaciones. En esta dirección, se observa cómo determinados hombres logran expresarla como no propia, sino como un imperativo, bajo la exigencia de un dios o de la orden de una autoridad pretendidamente legal. 

Al respecto, Goebbels expresó: «La política es el arte de hacer posible lo que parecía imposible (Politikist die Kuns, das unmoglichScheinengemoglichzu machen)». 

El vocablo «holocausto» es de origen griego y, en el ámbito religioso, se refiere al sacrificio religioso de animales, que consistía en la cremación como ofrenda. Sabemos que luego fue utilizada, por extensión, en alusión a la persecución y exterminio de los judíos en la Alemania nazi. 

Los nazis sostenían la creencia en el derecho de las llamadas razas superiores, de sojuzgar y hasta de exterminar a las supuestamente inferiores con el ideal de realizar una defensa y depuración de la sociedad alemana. De esta manera, los judíos fueron definidos como una «raza» que buscaba su expansión económica o geográfica. Otro tanto, sucedió con otras culturas, como la gitana. Podríamos también recordar que los nazis suponían sostener una cruzada para salvar a la civilización occidental y cristiana, además de imponer el deber de defender y proteger la pureza de la «raza» aria. 

Así, se produjo la sumisión a una pretendida legalidad, a una ley suprema y soberana del mencionado estado. 

En esta dirección, cuando la ley tiene como objetivo la sumisión al deseo absoluto de un Gran Otro y no deja resquicio alguno para ningún tipo de sentimiento para con la víctima o hacia el diferente, se impone la pulsión de muerte, que no es otra cuestión que el deseo mortífero de un supuesto orden de pureza. Deseo que intentaría alcanzar su descarga absoluta, deseo entonces de muerte sin ligazón a una posible representación unida a la pulsión de vida. 

Los integrantes del grupo visitante caminábamos en silencio por una amplia calle principal abierta a distintas construcciones de ladrillo a la vista que, en algún punto, me parecían todas iguales. Están muy bien conservadas y permiten fácilmente acceder a las cámaras de gas, a los hornos crematorios, a las celdas y a las distintas dependencias con una considerable colección de objetos robados a los prisioneros que luego eran asesinados. 

La guía nos explicaba la ideología de los nazis —a la que ya nos hemos referido— basada en el odio al comunismo, a la democracia y a la cultura judía y, a su vez, que se glorificaba en la férrea convicción de la superioridad del pueblo alemán. 

En una de las salas, se podían ver las pruebas de los crímenes y de los robos. La primera vitrina exponía infinidad de anteojos; la segunda, prótesis; la tercera, objetos de uso cotidiano; la cuarta, maletas de los deportados al campo; la quinta, zapatos; la sexta, brochas de afeitar, cepillos de dientes, toneladas de pelos, etc. Todas presentaban la intolerable situación vital de los prisioneros en los momentos previos a ser ejecutados.

En otro edificio, estaba expuesto todo lo relativo a la vida cotidiana en el campo de concentración. A través de fotografías, se podían observar los procedimientos perversos de recepción de los nuevos prisioneros, a los hombres y a las mujeres con el número que les había correspondido, el apellido y la fecha de nacimiento. También, en paneles vidriados, se exhibían fotografías con los nombres, las edades y las profesiones de los prisioneros que murieron allí. Las condiciones de alojamiento y sanidad eran deplorables. 

En otras dependencias más alejadas, estaban las cámaras de gas con latas vacías, que eran las que contenían los diferentes venenos utilizados, y los hornos individuales en donde hacían ingresar a algunos de los prisioneros. Se podían incinerar hasta más de trescientos cuerpos por día. 

En otra sala había fotos y trajes de niños.

Sé que había más dependencias, pero hubo un momento en el que no pude seguir el recorrido establecido por los guías. Necesité salir al exterior del edificio para respirar. Estaba tan sofocado que, al volver a la calle donde la nieve caía copiosamente, recordé imágenes de la Divina comedia, de Dante, en el noveno círculo de las profundidades del infierno, donde el frío intenso tiene el efecto del fuego. 

Un poco más sereno, pude observar con detenimiento los grandes edificios de ladrillos, construidos prolijamente por los prisioneros y que, por la época del año, estaban cubiertos por la persistente y abundante nieve.

Hacia el fondo, se realizaban experimentos médicos bajo la dirección de Mengele. No pudimos entrar a ese pabellón porque estaba cerrado al público, y esto provocó que me imaginara algo insoportable de ser visto.

Al final de la visita, llegamos a un lugar de horca colectiva, frente a la plaza de armas, donde además se pasaba lista a los prisioneros desnudos todas las mañanas. También se realizaban allí ejecuciones públicas por ahorcamiento (a veces con horcas portátiles) o por apaleamiento.

En total fueron deportados a Auschwitz más de un millón trescientas mil personas, y pudieron recuperar su libertad unos pocos. El 27 de enero de 1945, el ejército ruso liberó a los que quedaban en el campo de concentración, hambrientos y, la mayor parte de ellos, enfermos.

Se levantaban a las 4.30 en verano y a las 5.30 horas en invierno. Luego de que pasaran lista, realizaban trabajos físicos duros y trasladaban los cadáveres de los compañeros que habían muerto o los que habían sido asesinados. Una vez finalizadas las tareas del día, una orquesta formada por músicos judíos solía tocar marchas elegidas por los nazis en un espacio cercano al edificio de la cocina. Desde el pensamiento nazi, la música ayudaba a perfeccionar la disciplina cuando los «obreros» regresaban de las actividades realizadas durante el día.

Es de destacar que Auschwitz era considerado como un campo de trabajos forzados, pese a que su función principal fue la de un genocidio masivo. En 1944, las SS aniquilaron a los pocos reclusos que quedaban. 

A la salida, todos los del grupo de visitantes seguíamos en silencio, estábamos anonadados y extenuados. Y estos mismos sentimientos son los que vuelvo a tener cuando escribo este relato. No solo me queda una memoria visual, sino también auditiva de sonidos que imaginé oír, de gritos de auxilio, de ruidos de proyectiles, de órdenes…

Campo de Birkenau 

Comenzó su construcción a tres kilómetros del campo de Auschwitz con la intención de realizar el campo de concentración más grande de la Alemania nazi. Entre los años 1942-1944, en las cámaras de gas, asesinaron a más de un millón de judíos (niños, mujeres y hombres).

Queda muy poco de los edificios porque eran de madera. Además, con la intervención de los aliados, los nazis trataron de destruir las pruebas de su siniestro accionar. Por ejemplo, hoy sólo existen ruinas de las cámaras de gas y de los crematorios IV y V.

Era el lugar desde donde se realizaba la función de control y guardia principal de los SS. Por la gran puerta de entrada del edificio —que hemos visto en varias películas— ingresaban los trenes con los prisioneros deportados. Se detenían frente a una gran plataforma de descarga antes de cruzar los 30 km, que los visitantes a los campos hicimos de a pie. 

Al final de esta plataforma y a 800 metros de la puerta principal, o sea, próxima a las ruinas de las cámaras de gas, se encuentra un monumento en honor a las víctimas. Tiene veintitrés placas conmemorativas, cada una de ellas escrita en la lengua que predominaba entre los deportados.

Culminando el año 1944, Himmler ordenó que los establecimientos de Auschwitz y Birkenau fueran destruidos. El 27 de enero de 1945, en el momento de la liberación permanecían aún dos mil detenidos. 

En 1947, por una ley del Parlamento de Polonia, Auschwitz-Birkenau se convirtió en un museo de estado. Habría que advertir que, sobre más de un millón de personas deportadas y asesinadas entre 1940 y 1945, la mayoría eran judíos originarios de países de Europa. 

Ultimas consideraciones 

Los grandes movimientos en el orden social y político producidos por los seres humanos se diferencian de los sucesos trágicos que desembocan en finales funestos y que son realizados por grupos con etnias particulares, religiones o ideologías que degradan y humillan a otros que pasan a ser victimizados.

En ese momento, el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán había asumido el poder y Hitler ocupó el lugar de canciller luego de haber obtenido las simpatías de la clase acomodada, los pequeños y grandes comerciantes. El clima de inestabilidad política, la crisis inflacionaria y la gestión política-económica devastadora provocaron una crisis hiperinflacionaria. El nazismo había entrado en auge y tuvo el control absoluto sobre la economía… 

Para Giorgio Agamben la Revolución Francesa y su concepto de nacionalidad permitió eliminar el concepto de súbdito para dar paso al de ciudadano, uno de los primeros conceptos de la biopolítica, pues la soberanía se basó en la idea de suelo y sangre (BlutundBoden). Posteriormente, esta idea llevada al extremo, como ocurre en nuestros días, creó las figuras del ciudadano de primera y el de segunda entre el ciudadano y el refugiado, al tiempo que se observa a los gobiernos totalitarios empeñarse en determinados discursos políticos, religiosos o racistas que parecieran garantizarles sus planes. 

En relación con esta última consideración, es importante decir que Hitler tomó la decisión de exterminar a los judíos sistemáticamente («La solución final») para enviarlos a los campos de exterminio, donde se los privaba de su nacionalidad. Cuando la política se radicalizó y transformó estos espacios en campo de concentración, se legitimó la generalización del totalitarismo. Desde este punto de vista, no podemos mirarlos como algo que brotó espontáneamente. Ellos constituyen la consecuencia lógica de un mundo capitalista preocupado por el control de los cuerpos, mientras que el totalitarismo antes de reinar se imponía paso a paso. 

Los nazis estaban orientados por principios a manipular la muerte del tercero que no estuviera involucrado en la causa y, además, se erigían en ser la fuente de una pretendida ley que los convertía en autores de un goce dirigido por su propia voluntad. El resto de los mortales respetan la barrera de la ley del lenguaje articulada a la prohibición del incesto, al tiempo que se apropian y responsabilizan de la energía vital de su deseo. 

Al respecto, D. Rosenfeld, en su ensayo Del mal, sostiene que la naturaleza del hombre está indeterminada por el lugar central que le da al concepto de libertad. Sin embargo, considera de suma importancia al enfrentamiento del mal, ya que «el hombre es un diseño inacabado, quizá incompleto por siempre jamás». (pág. 209). 

Por último, y en consonancia con Albert Camus, diré que los humanos, si bien no somos seres virtuosos, algunos rechazan formar parte de proyectos conectados con aquello que sería «lo más miserable de la razón humana». (pág. 264) 

La amarga vivencia de haber asistido a los campos de Auswichtz-Birkenau, siguiendo el pensamiento de Camus, no enfrenta a un sin sentido, sino a un enigma asociado a lo irracional en el humano, en apertura a una cruel y despiadada experiencia. 

 


COMENTARIO de PERLA FRENKEL

Para quienes consideran el psicoanálisis una ética, para quienes se preguntan por el Holocausto, tal vez, en el intento de apalabrar lo no apalabrable, el texto de Eduardo convoca, conmueve, testimonia y trasmite.

Ya en el epígrafe, la cita de Camus del 1948, a tres años de finalizada la guerra, es estremecedora. El hombre como fuerza que tiene que balancear entre tiranos y dioses. Digo yo, poca opción ¿no?

¿Qué le sucede al humano? Esa manifestación a pura pulsión de muerte se evidenció en los campos.

Al convocar a pensar lo impensable, Eduardo nos describe, con todo detalle, lo que vio y vivenció en ese recorrido donde el pensamiento se dificulta, donde el silencio —el silencio de la pulsión de muerte— impera.

Hace un análisis de la voluntad nazi de dominación. Luego de señalarnos que el humano se diferencia del animal por su capacidad deseante al devenir sujeto del lenguaje, luego de hablar de la instauración de la ley, nos dirá: «Sin embargo, siempre podrán instaurarse figuras o estados que se arroguen el derecho de tomar decisiones gozantes que repiten delitos contra la humanidad. Se trataría del capricho narcisista del amo…». Nos dirá que en Auschwitz el horror alcanzó su máxima brutalidad.

Señala también el modo en que algunos humanos aceptan como un imperativo, como la exigencia de un dios, y allí ejercen más violencia contra el otro.

A mi entender, es el imperativo de goce en su máxima expresión.

Si holocausto tiene que ver con ofrenda, diré yo: ¿A qué dioses oscuros fueron ofrecidos estos seres humanos, previamente denigrados, torturados, hambreados, anulados sus nombres, cosificados?

Dirá Eduardo: «Estaba tan sofocado que, al volver a la calle donde la nieve caía copiosamente, recordé imágenes de La Divina Comedia de Dante, en el noveno círculo de las profundidades del infierno, donde el frío intenso tiene el efecto del fuego».

Siempre me pregunté por qué pasó tanto tiempo para que se comenzara a hablar, a escribir. Habrá imperado la ilusión de «que el reprimir los hechos los liberaba de la reviviscencia de experiencias traumáticas y con la secreta ilusión de que lo sucedido no había sido más que una pesadilla a la que era preferible y conveniente olvidar» (aquí cito a José Milmaniene, 1996). Igualmente, señalo el planteo freudiano acerca de la importancia de recordar para no repetir. Pero resulta que, cuando lo real invade la escena histórica, desfallece el orden simbólico y los códigos éticos que le son consustanciales.

Sabemos que, hasta el día de hoy, existen persecuciones a minorías con un nivel de virulencia trágica.

Hubo en el Holocausto del pueblo judío y refiero nuevamente a Milmaniene (1996): «…creo que la sistematización, la organización y la planificación de la masacre llegaron, en el caso del Holocausto, a un nivel de refinamiento perverso sin parangón con otros hechos de este tipo». Entonces, recalquemos que el trabajo de Eduardo da cuenta del horror de un tiempo de espanto, en el cual se ejecutó la masacre sistemática de seis millones de seres humanos por el hecho de ser diferentes.

Cito a Eduardo:

Los nazis estaban orientados por principios a manipular la muerte del tercero que no estuviera involucrado en la causa y, además, se erigían en ser la fuente de una pretendida ley que los convertía en autores de un goce dirigido por su propia voluntad. El resto de los mortales respetan la barrera de la ley del lenguaje articulada a la prohibición del incesto, al tiempo que se apropian y responsabilizan de la energía vital de su deseo. 

 Podríamos también recordar que los nazis suponían sostener una cruzada para salvar a la civilización occidental y cristiana, además de imponer el deber de defender y proteger la pureza de la «raza» aria. 

Así, se produjo la sumisión a una pretendida legalidad, a una ley suprema y soberana del mencionado estado. 

En esta dirección, cuando la ley tiene como objetivo la sumisión al deseo absoluto de un Gran Otro y no deja resquicio alguno para ningún tipo de sentimiento para con la víctima o hacia el diferente, se impone la pulsión de muerte, que no es otra cuestión que el deseo mortífero de un supuesto orden de pureza. Deseo que intentaría alcanzar su descarga absoluta, deseo entonces de muerte sin ligazón a una posible representación unida a la pulsión de vida. 

 El Otro, al perder su dimensión de semejante, deberá ser destruido. Esta es la esencia del pensamiento fundamentalista, el Otro se torna ominoso.  El grito mesiánico del nazismo remite al imperativo de goce.

Las referencias  a autores  están enhebradas de tal manera que logran un valor testimonial. A más del trabajo de elaboración psicoanalítica, se consigue efecto de transmisión. Este escrito convoca al lector y deja marca.

En la articulación de lo histórico, lo psicoanalítico y lo vivencial, Eduardo logra impactarnos en sus palabras finales:  

La amarga vivencia de haber asistido a los campos de Auswichtz-Birkenau, siguiendo el pensamiento de Camus, no enfrenta a un sin sentido, sino a un enigma asociado a lo irracional en el humano, en apertura a una cruel y despiadada experiencia. 

Me parece que vemos en su texto el impacto que recibe, que lo mueve a escribir, a elaborar, a humanizar, a poner nombres en oposición a la brutal cosificación que instrumentó el nazismo sobre los seres humanos en su intento de convertir al sujeto en un mero objeto contabilizable al tatuarle un número en la carne.

En un momento, Eduardo no pudo seguir el recorrido y sale a tomar aire, la nieve cae y él recuerda «imágenes de la Divina comedia, de Dante, en el noveno círculo de las profundidades del infierno, en donde el intenso frío tiene el efecto del fuego».

Refiere Eduardo: «No solo me queda una memoria visual, sino también auditiva de sonidos que imaginé oír, de gritos de auxilio, de ruidos de proyectiles, de órdenes…».  

Cito a  André Schwarz-Bart (1959):

A veces parece que el corazón vaya a estallar de dolor. Pero también a menudo,    especialmente al atardecer, no puedo evitar pensar que Ernie Levy, muerto seis millones de veces, vive todavía, en alguna parte, no sé dónde… Ayer, temblando de desesperación en medio de la calle, clavado en el suelo, una gota de piedad cayó desde lo alto sobre mi rostro; ni un hálito de viento en el aire, ni una nube en el cielo…, sólo una presencia.   

 


MIÉRCOLES EN LA ESCUELA – CONFERENCIA PRESENCIAL

23 de noviembre de 2022

TRABAJO LIBRE

Mesa: «Una siniestra y reveladora experiencia al visitar los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau»

Presenta:

Dr. Eduardo Mandet

Comenta:

Mag. Perla Frenkel

Coordina:

Lic. Stella Maris Cadenas

 

PUEDE ACCEDER A ESTA CONFERENCIA EN NUESTRO CANAL DE YOUTUBE:

 

Bibliografía

Agambem, G. (1998), Lo que resta de Auschwitz, Edit. Adriana Hidalgo-Bs.As., 2017. 

Berezin, Ana N., La oscuridad en los ojos-Ensayo psicoanalítico sobre la crueldad, Edit. Homo Sapiens, Rosario-1998 

Camus, A. (1948), Actuelles-Chronique1944-1948, Edit. Gallimard, Paris,1950. 

Camus, A. (1957), “El revés y el derecho”, Editorial Losada S.A. Buenos Aires. 

Ciceron -“Des termes extrêmes des biens et des maux”  Tome I-Société D’édition Les Belles Lettres-Paris-1928. 

Freud, S. (1920), Más allá del principio del placer, Edit. Amorrortu,Bs.As.,1979. 

Girard, R. (1972), La violencia y lo sagrado” Edit. Anagrama, Barcelona, 1995. 

Kijac, M. (2008), “Los psicoanalistas frente al nazismo” en Los laberintos de la violencia, Editorial Lugar y APA Editorial, Bs.As., 2008. 

Milmaniene, J. E. (1996). El holocausto. Una lectura psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.

Proust, M. (1908), Contra Sainte-Beuve-Recuerdos de una mañana, Edit. Tusquets-Buenos Aires, 2005. 

Ricoeur, P. (1965), Freud: una interpretación de la cultura. -Edit. Siglo XXI-México-1970. 

Rosenfeld, D. (1989), Del mal-Ensayo para introducir en filosofía el concepto del mal-Edit. Fondo de Cultura Económica-México -1993. 

Schwarz Bart, A. (1959). El Ultimo Justo, Seix Barral: Barcelona.

Sibony, D. (1987), Perversiones-Diálogos sobre locuras “actuales– Edit. Siglo XXI-México-1990. 

Acerca del autor

Eduardo Mandet

Eduardo Mandet

Perla Frenkel

Perla Frenkel

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