NÚMERO 31 | Mayo 2025

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Violencia y abuso en la infancia y adolescencia: entre el trauma y la posibilidad de la palabra | Mauro Pinelli ¹

Hablar del abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes (NNyA) confronta con lo  ominoso, de ahí la dificultad de encontrar una nominación adecuada. Abuso sexual  infantil, abuso sexual en la infancia, violencia contra NNyA, abuso contra la infancia,  distintos nombres frente a lo indecible de una de las más graves formas de maltrato a  niños, niñas y adolescentes. 

En lo concerniente a la teoría psicoanalítica, encontramos un antecedente freudiano en el  Esquema del Psicoanálisis (1938), en donde quedan ya ubicadas algunas de las  coordenadas y de los efectos del abuso contra niños, evidenciando, además, que Freud  nunca dejó de creer en su ocurrencia, aún cuando abandonara la teoría de la seducción  inaugurando con ello el psicoanálisis: 

Nuestra atención es atraída en primer lugar por los efectos de ciertos influjos que no  alcanzan a todos los niños, aunque se presentan con bastante frecuencia, como el  abuso sexual contra ellos cometido por adultos, su seducción por otros niños un poco  mayores (hermanos y hermanas) y, cosa bastante inesperada, su conmoción al ser  partícipes de testimonios auditivos y visuales de procesos sexuales entre adultos (los  padres), las más de las veces en una época en que no se les atribuye interés ni  inteligencia para tales impresiones, ni la capacidad de recordarlas más tarde. Es fácil  comprobar en cuán grande extensión la sensibilidad sexual del niño es despertada por  tales vivencias, y es esforzado su querer alcanzar sexual por unas vías que ya no podrá  abandonar. Dado que estas impresiones caen bajo la represión enseguida, o bien tan  pronto quieren retornar como recuerdo, establecen la condición para la compulsión  neurótica que más tarde imposibilitará al yo gobernar la función sexual y  probablemente lo mueva a extrañarse de ella de manera permanente”.  

Siguiendo esa línea, es importante saber que el ASI puede ocurrir en un contexto intra o  extrafamiliar. Según datos de la OMS, (publicados a su vez en la guía de UNICEF) una de cada  5 mujeres y uno de cada 13 hombres adultos declararon haber sufrido abusos sexuales  en la infancia. En el 84 % de los casos, el agresor es un familiar o conocido.  

Las estadísticas también informan que la gran mayoría de los abusos sexuales hacia  NNyA son cometidos por padres biológicos. Al hablar de abuso sexual cometido por padres, partiendo de que la prohibición edípica indica a la madre “no reintegraras tu  producto”, el padre queda también alcanzado por la prohibición en tanto vector de esa  prohibición. En este punto podemos decir que cuando un adulto/a que ejerce el rol  parental agrede sexualmente a su hijo o hija concretando el incesto filial, abandona el rol  transmisor y de agente de la ley que como figura parental le concierne, destituyéndose a  sí mismo de la función que lo nombra. La cuestión es que para el psiquismo y la  subjetividad de quien padece el abuso sexual incestuoso esa operación de destitución (del  Otro parental) no se realiza tan sencillamente, por el contrario, queda tomado por la  confusión en su máxima expresión, confusión de lenguas como bien decía Ferenczi, que  aparece como una de las formas en las que el trauma, como efecto del incesto paterno  filial se expresa. Algunos de ellos son: apropiación de la vida pulsional de la niña o el  niño, arrasamiento de la fantasía psíquica, confusión identificatoria, repetición de la  vivencia, dificultad en la estructuración del psiquismo, indiferenciación de sensaciones,  desinvestidura, desorganización psíquica (Janín, 2002), entre otros.  

Por el contrario, la ley de prohibición del incesto, sobre la que se articulará el Complejo  de Edipo y de Castración, es asimismo la que habilita la posibilidad de nuevos vínculos,  la exogamia y el intercambio, ordena los procesos psíquicos, establece la filiación y el  linaje, regula el vínculo intergeneracional, es decir, la articulación del sujeto con los otros,  y confiere estabilidad a su relación con la palabra y el lenguaje (Dobón, 2007). 

Otro dato para tener en cuenta es la estimación de la OMS respecto de que sólo el 10% de  los casos de ASI serían denunciados, lo que implica un altísimo porcentaje de situaciones  que permanecen en el silencio y la invisibilización. 

El silenciamiento del ASI, su invisibilización como un efecto secundario, y consecuente  dificultad para su detección se nutren de diferentes causas: 

El ASI es silenciado por quien abusa debido a que el silencio le garantiza el  ejercicio de una práctica por fuera de toda ley. 

Es silenciado por el niño, la niña o adolescente porque no hay forma de nombrar  lo inconciliable que resulta para el psiquismo la concreción material del incesto.  En ese punto se extreman los mecanismos defensivos, dado que ya no es una  fantasía la que se debe mantener alejada de la conciencia, sino que es un hecho  proveniente de la realidad,  imposible  de simbolizar, el que debe ajustarse para evitar un derrumbe mayor. La niña, el niño o adolescente se ve compelido/a a  disociar, a fragmentar o escindir todas aquellas percepciones o experiencias  invadidas por el abuso de su sexualidad, por parte de ese adulto/a del que ha dependido y  sobre quien además previamente ha investido pulsiones tiernas e incluso, muy  probablemente, ha constituido identificaciones necesarias para la conformación  subjetiva (Pinelli, 2024). 

El silencio, y más particularmente el secreto se revela como una característica radical y  patognomónica de esta particular modalidad de Maltrato Infanto Juvenil. En este punto resulta ilustrativo lo que Susana Toporosi (2018) sostiene como una de las  claves para comprender el ASI: “el hecho de que el abusador suele realizar un trabajo  que va minando de a poco la subjetividad del niño o niña para que él o ella vayan  empezando a sentir que es su propio anhelo participar de esas acciones”. Continúa la  autora: “Las propias pulsiones de la niña, niño o adolescente son convocadas y puestas  en juego. Es como si la propia pulsión fuera expropiada y usada por el adulto para su  satisfacción. A partir de allí sobreviene inevitablemente la culpa por la participación  subjetiva”. 

El avance sobre la sexualidad de un niño por parte de un adulto que lo toma como objeto  para la satisfacción sexual implica el trastocamiento del orden simbólico que limita y  regula los vínculos parentales o las relaciones de cuidado. Es por eso que el ASI  intrafamiliar conlleva una doble transgresión: la implícita en el placer que extrae un adulto  o una adulta del cuerpo de una niña, niño o adolescente y, al mismo tiempo, la transgresión  de la prohibición del incesto por parte del familiar, en virtud de la desprotección, la  desestructuración y fragmentación de los vínculos primarios. La acomodación, como  respuesta defensiva, y el atrapamiento, como instancia de encierro, los  mecanismos defensivos más extremos, se ponen en juego. Es una línea posible de articular con la propuesta  de Ferenczi de Identificación con el agresor. 

¿Cómo funciona la identificación con el agresor? El niño, esforzándose constantemente  en vivir interiormente y descifrar la experiencia de la otra persona llena el vacío dejado  por la disociación de sus propios sentimientos y percepciones con una inteligencia  sobrecalentada y siempre alerta. De esta manera, trata de anticipar los peligros que puedan  provenir del atacante para poder eliminarlos. 

Ferenczi describió el desarrollo precoz instantáneo de hipersensibilidades, cuyo propósito  es el de valorar el entorno y calcular la mejor manera de sobrevivir. Conocer al agresor  “desde dentro” en un puesto de observación tan cercano permite al niño calibrar con  precisión en cada momento cómo apaciguar, o bien desarmar al agresor. Sin que medie  un pensamiento consciente, descubre rápidamente las habilidades precoces que se  necesitan para la tarea. 

El niño puede incluso compartir el placer que el abusador obtiene haciéndole daño:  Ferenczi (1932) observó que un niño traumatizado puede “volverse tan sensible a los  impulsos emocionales de la persona a quien teme, que siente la pasión del agresor como  propia. Así, el miedo… puede volverse… adoración”. 

Otra importante conceptualización para entender la dinámica subyacente al Abuso Sexual  Infantil cronificado es lo que Perrone y Nannini (2007) llaman “dinámica de hechizo”. En ella hay una transgresión de las barreras que delimitan los espacios de intimidad,  comprometiendo e invadiendo poco a poco esos espacios, levantando los velos de la  protección. Son maniobras que tienden a confundir el Yo y no-yo del sujeto, el adentro y  el afuera. Los autores describen a la Erotización como una de las fases, y explican que  “la niña o el niño que es objeto de la estimulación del adulto/a se halla indefectiblemente  implicado/a: ya sea que coopere, se abstenga o se resista, en ningún caso puede evitar el  estado de perturbación sensitiva. Por otra parte, no puede transferir su excitación a un  objeto sexual integrado a su contexto social. Cuando lo intenta, suele ser rechazado por  las otras niñas o niños y reprobado por las adultas y adultos. Paradójicamente, la  catarsis solo es posible con el abusador. Así se crea la Repetición”

A partir de lo que los autores explican en esta fase, podemos entender, como efecto de la  Erotización, aquellas conductas hipersexualizadas que las niñas y los niños que han  sufrido un ASI suelen presentar en ámbitos de pertenencia o de socialización. Muchas  veces dichas conductas transcurren como comportamientos disruptivos e  incomprensibles, que en verdad responden a un plus de goce impuesto en sus cuerpos,  imposible de tramitar y que por lo tanto busca una catarsis inalcanzable por ausencia de  medios y posibilidades reales. Del mismo modo pueden entenderse otras conductas como  la masturbación compulsiva. Son situaciones que muchas veces provocan la vergüenza y  el escándalo de los observadores que, al no comprender ni poder representarse la  naturaleza del fenómeno, sancionan o castigan a la niña o al niño, sumiéndolo/la aún más en el aislamiento. Comportamiento disruptivo que se estigmatiza o patologiza, allí cuando  lo que requiere es protección. 

Ello se expresará entonces más en el cuerpo que en el decir, dado que el relato está afectado por lo indecible. Aún así, cuando con todas las dificultades psíquicas y afectivas  que implica traducir y expresar en palabras la experiencia incestuosa, suele escucharse su  relato como un decir “tardío, conflictivo o poco convincente” (Summit, 1972). Si la  renegación, la desmentida o la mera incredulidad se imponen en el contexto social, la  posibilidad de la palabra queda nuevamente atacada, empujando a la retractación de ese  relato, como una estrategia de autopreservación frente al retorno de la amenaza del  desamparo.  

Se pueden extraer entonces importantes conclusiones: 

Un acto no es lo mismo que el fantaseo, así como tampoco es lo mismo que la  fantasía sea consciente o inconsciente. La fantasía edípica en el niño es una prohibición para el adulto y debe ser  decepcionada. Esa prohibición e interdicción resulta estructurante (Iuale, 2020).  

La libidinización del cuerpo del bebé no debe confundirse con la erotización  prematura, intramitable y traumatizante.  

Siguiendo esta última línea,es decir la diferenciación entre la libidinización como  operación vitalizante y amorosa, frente a la erotización como acto traumatizante, tomaremos otra referencia freudiana: En Tres ensayos de teoría sexual (1905) Freud dice:  “El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación  y de satisfacciones sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de  que esa persona –por regla general la madre– dirige sobre el niño sentimientos que  brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como  sustituto de un objeto sexual de pleno derecho. La madre se horrorizaría, probablemente,  si se le esclareciese que con todas sus muestras de ternura despierta la pulsión sexual de  su hijo…” 

Esa función de sustituto es crucial porque ubica la función de la represión de las pulsiones  sexuales (de la madre), es decir que hay una distancia dada por la posibilidad simbólica  de la metáfora, que como señala en otro texto, Pulsión y destinos de pulsión (1915), son pulsiones sexuales de meta inhibida, es decir que no alcanzan a desarrollarse en su  totalidad, y adquieren expresión vía la manifestación de la ternura, en lugar de  manifestarse como deseo sexual .Advienen como afectos tiernos dirigidos a ese objeto que  concentra su interés y deseo de cuidado, favoreciendo además la subjetivación y posición  deseante del niño. 

Reflexiones finales

El abuso sexual infantil (ASI) impacta profundamente en la constitución subjetiva de las  niñas y niños. Fernández Santos (2024) describe cómo, al cronificarse, produce en ellos terror psíquico y sentimientos de encerrona trágica o sea: “tener la convicción de que el  padecimiento traumático no tiene salida”. 

Para concluir, podemos decir que frente a la violencia y la crueldad que se expresan en  las diversas formas de maltrato a la infancia, y más precisamente en el Abuso Sexual  contra NNyA, resulta fundamental señalar que el psicoanálisis puede contribuir a la  creación de dispositivos analíticos de intervención que respeten al niño como sujeto pleno  de derechos y lo alojen también en la transferencia y sus efectos. 

Las posibilidades de reelaboración estarán dadas a partir de la protección y el  restablecimiento de las condiciones de cuidado, que funcionen como sostén (holding) del  sujeto deseante desde el lugar de la ternura, y les permita habitar el registro de lo  inconsciente y de lo infantil (Wanzek, 2019).  

Se trata de generar condiciones, en oposición a la crueldad y en los términos propuestos  por Eric Laurent (2002), “para que reinventen a su Otro después de un trauma”.  

Ello habilitaría la posibilidad de un futuro distinto al de la repetición.

Notas al pie

  1. mauropinel12@gmail.com / mauro.pinelli@pjn.gov.ar

Bibliografía

Dobón, J., & Otero, F. (Comps.). (2004). Infancia, vulneración de derechos e intervenciones en la urgencia. Espacio Editorial.

Ferenczi, S. (1933). Confusión de lengua entre los adultos y el niño. En Obras completas, psicoanálisis (Tomo IV, cap. IX). Espasa-Calpe. (Ed. 1984).

Fernández Santos, O. (2024). Abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Topía.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas (Tomo VII). Amorrortu.

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. En Obras completas (Tomo XIV). Amorrortu.

Freud, S. (1939). Esquema del psicoanálisis. En Obras completas (Tomo XXIII). Amorrortu.

Guías UNICEF, OMS. (2017). Abuso sexual infantil.

Luale, L., et al. (2020). Alzar la voz. La Docta Ignorancia.

Laurent, E. (2002). El revés del trauma. Virtualia, (6).

Pinelli, M., & Bringiotti, M. (Comps.). (2024). Reflexiones acerca de la violencia familiar e institucional desde una mirada interdisciplinaria. Ed. Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

Toporosi, S. (2018). En carne viva. Topía.Wanzek, L., et al. (2019). La infancia intervenida. Lugar Editorial.

Acerca del autor

Mauro Pinelli

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