…son muchos los caminos que pueden llevar a la felicidad
tal como es asequible al hombre,
pero ninguno que lo guíe con seguridad hasta ella.
(Freud, 1930)
La finalización de la escuela media —para quienes han tenido la posibilidad y el privilegio de hacerla— es sin duda un momento de inflexión, sobre todo si hablamos de un adolescente y su familia. Hasta dicho momento, los pasos a seguir estuvieron determinados por la regulación del sistema educativo, que fue marcando las distintas instancias de formación, todas ellas obligatorias según las leyes argentinas.
Llegado ese punto, antes o después, aparece la pregunta: “¿qué vas a estudiar?” o “¿qué vas a hacer?”, y así se pone en evidencia que, desde ese momento, las decisiones y las responsabilidades que estas impliquen quedan del lado del joven.
Es claro que no hay trayectos uniformes para decidir algo tan personal como es el camino a transitar para ir construyendo un proyecto de vida, porque, al fin y al cabo, de eso se trata. No es sólo elegir una carrera, sino articular en esa elección algo de lo más propio de cada joven, que lo lleve a tomar “esa” dirección en vías de insertarse en el mundo de los adultos, a través de un estudio y/o una ocupación.
Pero… ¿cómo arribar a una conclusión semejante y más en estos días en que la incertidumbre frente al futuro lleva a cuestionarse si el trabajo y el esfuerzo invertidos en la formación académica seguirán teniendo valor al alcanzar la meta?
Estas circunstancias propias de la época que nos toca vivir inciden en las condiciones de elección y se agregan a las ansiedades que caracterizan la etapa adolescente y particularmente a las dudas que genera la pregunta por “la vocación”, por aquello que motiva suficientemente como para emprender el viaje y correr el riesgo de seguir un camino, aunque no se tenga “la seguridad” de que lleve a la meta, como expresa Freud en el epígrafe.
¿Qué mueve a un adolescente a hacer esta apuesta? Si bien esta pregunta será a descifrar con quien nos consulta, podemos ensayar una respuesta haciendo propias las ideas de Piera Aulagnier cuando sostiene que “…la investidura de un tiempo futuro tiene como condición la esperanza de que él permitirá la realización de una potencialidad ya presente en el Yo que inviste ese tiempo y ese placer diferidos”. (Aulagnier, 1991, p. 445)
¿Qué es elegir?
Elegir no es algo que comienza en el último año de la escuela media. Desde niños vamos optando y construyendo nuestra historia con las marcas que esas elecciones nos van dejando.
Tampoco es algo que ocurre de una vez y para siempre, sino que denota un constante movimiento. Elegimos permanentemente y una multiplicidad de cosas; avanzamos y retrocedemos si nos equivocamos; aprendemos en el camino —muchas veces por ensayo y error— y en función de ello vamos eligiendo nuevos rumbos. Es decir, que continuamente podremos preguntarnos por eso que nos causa, que nos convoca, e ir encontrando “objetos” —en plural— que den cierta apoyatura a algo del deseo y, de esa forma, permitir su circulación.
Elegir supone un proceso, un tiempo en el que se irán produciendo transformaciones. Ese proceso transita por un nivel consciente, pero tiene también su correlato a nivel inconsciente. Desde lo manifiesto, para un adolescente que se propone elegir una formación, supone el reconocimiento de las propias motivaciones, deseos, intereses y habilidades, así como el acercamiento a la información sobre el mundo académico y laboral; y, desde lo inconsciente, la elaboración de las problemáticas propias de la adolescencia que, en el mejor de los casos, llevarán al joven a un nuevo posicionamiento subjetivo en relación con su deseo y al Otro.
Es decir, que puede ser un tiempo de hallazgos y realizaciones, pero también de ansiedades y sufrimiento psíquico, sobre todo si se ve alterado en el fluir de su continuidad.
Desde esta perspectiva, la consulta por Orientación Vocacional puede seguir distintos caminos, si es posible escuchar algo más que la literalidad del motivo de consulta. Es decir que, si el adolescente se presenta desbordado por lo que le sucede, podría ser necesario instrumentar un dispositivo que permita escuchar ese sufrimiento como un síntoma que va más allá de la desorientación vocacional[1], planteándonos, eventualmente, la derivación a un dispositivo terapéutico.
¿Qué se pone en juego cuando el que elige es un adolescente?
En la adolescencia los padres ya no pueden ocupar tan perfectamente ese lugar de Otro como lo habían podido hacer durante la infancia; pierden su consistencia y su fiabilidad; ya no pueden decir qué hay que hacer, ni responder a preguntas tales como: ¿cuál es mi lugar?, ¿cuál es mi valor? Y, mucho menos, ¿qué quiero?
Así las cosas, el adolescente y sus padres se verán exigidos a reconocer que la mutua sobreestimación que caracterizaba la modalidad de relación anterior[2] cae por su propio peso.
El camino de la separación será iniciado por el adolescente, en un proceso de ruptura del statu quo ante, pero requerirá también un trabajo por parte de los padres, que tendrán que ceder su parte, lo que implica permitir que el joven se corra del lugar de ser quien debe cumplir sus expectativas insatisfechas. Es decir que, el trabajo de separación, tendrá lugar si el corte se produce de ambos lados.
La adolescencia, entonces, es el momento en que la autoridad parental será inicialmente cuestionada y, en el mejor de los casos, el joven logrará desasirse de la misma para desprenderse del imaginario parental y, de ese modo, construir sus propios ideales y hacer sus elecciones y sus apuestas.
¿Qué puede aportar la Orientación Vocacional?
La ética surge del hecho de que, al considerar al hombre sujeto de elecciones, consideramos que la elección del futuro
es algo que le pertenece
y que ningún profesional por capacitado que esté,
tiene derecho a expropiar.
(Bohoslavsky, 1984)
La Orientación Vocacional ya no se propone, como en sus inicios, correlacionar las aptitudes de los individuos con los requerimientos que los diversos puestos de trabajo van poniendo en evidencia. Hoy en día la Orientación Vocacional es considerada por la ley como un derecho de los jóvenes[3] y, en general, es abordada desde un punto de vista clínico, sobre todo para los que la enfocamos desde el marco teórico del psicoanálisis. Desde esta perspectiva, la posición ética de quien conduce el proceso, como plantea Bohoslavsky, es central en la manera de encararlo.
De ello se desprende la necesidad de ofrecer al adolescente que nos consulta un dispositivo donde pueda desplegar sus inquietudes y preguntas, alojando sus fantasías sin censuras ni críticas, sin obturarlas ofreciendo respuestas anticipadas y/o arbitrarias, entendiendo que es por esa vía que podrá aventurarse a la construcción de un proyecto futuro. En ocasiones, también ubicar cuál sería la problemática que no le permite elegir.
Es decir que, cuando recibimos a un adolescente que demanda Orientación Vocacional, nos preguntaremos: ¿cómo se ubica frente a lo que le sucede?, ¿en qué medida ha podido desasirse de la autoridad parental?, ¿qué se pregunta y que no?, ¿quiere concurrir o lo hace para satisfacer el requerimiento de sus padres? ¿Viene a que le hagan “el test” (buscando una “respuesta mágica” que no lo implica) o está comprometido con su proceso de búsqueda? ¿Qué expectativas tiene respecto al trabajo a realizar en conjunto? ¿Qué espera del Otro, representado en ese momento por el analista que dirige la orientación vocacional? ¿Espera que este “le garantice” una salida a sus incertidumbres; que le dé “la” solución a sus conflictos?
También, y teniendo en cuenta que la “desorientación vocacional” supone un conflicto, tendremos que esclarecer cuáles son los términos del mismo. Por ejemplo, y por nombrar sólo algunos, trataremos de analizar con nuestros consultantes si éste se da entre ¿deseo y mandatos?, ¿intereses y conveniencia?, ¿gustos y habilidades?, ¿salida laboral y expectativas narcisista?, ¿esfuerzo y temor al fracaso?
Descifrar estos enigmas será un desafío para ambos, aunque diferente para cada uno. Para nosotros, representará la responsabilidad ética de ayudarlo a transitar un recorrido que le permita “encontrarse a sí mismo”; para quien consulta, lograr ubicarse como sujeto de su elección. Si puede situarse en esa posición, será capaz de enunciar “su” predicado, y pasar de “la carrera ideal”, por ejemplo, a “un estudio y/o empleo posible” que satisfaga suficientemente sus expectativas y que le permita a su vez insertarse en el mundo adulto.
La Orientación Vocacional, enfocada desde la perspectiva que he ido planteando, apunta a la apertura de un campo de interrogaciones más amplio que no sólo remite a la elección de un estudio o trabajo, sino al ser del sujeto que elige —en este caso un adolescente— poniendo en evidencia la imposibilidad de pensar una futura elección sin tener en cuenta la singularidad de “ese” joven que nos consulta y su particular manera de transitar su adolescencia dentro de un determinado contexto familiar y social.
En el marco de una escucha analítica, la Orientación Vocacional ofrece al consultante la posibilidad de localizar, entre sus representaciones, los trazos que puedan develar los proyectos implícitos en ellas para luego articularlos con la oferta educativa y laboral, en un proyecto factible.
Para concluir
Cuando hablamos de hacer una Orientación Vocacional clínica, nos referimos a una práctica que, teniendo como marco teórico al Psicoanálisis, nos lleva a pensar una ética en juego y un determinado lugar para el orientador, quien estará allí, escuchando y dejándose tomar por el discurso del consultante en la transferencia, buscando subrayar aquellos significantes que lo atan a su historia, que lo marcan y determinan como un sujeto deseante, respetando al sujeto que consulta en su deseo, sin escapar a la responsabilidad que significa y al riesgo que implica enfrentarnos y enfrentarlo con lo desconocido.
Significa, además, entender nuestra práctica como una práctica ética que supone sobre todo dejar a un costado lo ideal.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, en el momento de la decisión se pone de manifiesto la presencia ineludible de la castración, no sólo en la exigencia de renunciar a “todas” las carreras —menos a una, la que se elige—, sino también en la ausencia de garantías, en este caso, sobre el éxito futuro de la elección realizada.
Ayudar en el pasaje que va de un sujeto que responde a un llamado (vocatio) o que espera que se le dé la respuesta a la pregunta por su vocación, a un sujeto que explora y busca un camino en pos de su deseo, que construye una elección y toma una decisión, son las coordenadas que me orientan, como una brújula, cuando armo un dispositivo, cuando elijo una técnica, cuando hago una intervención.
Puede un OV llevar a cabo la orientación cuando percibe que el adolescente no evolucionó adecuadamente en los correspondientes cierre de ventana evolutivo y que solo una OV no sería adecuada y si una propuesta de PSA x ejemplo? Debe este derivarlo o puede ponerse el en ese lugar y llevar a cabo ese desafío de acompañar
Es muy difícil ponerse en el lugar del que define qué se puede y qué no, en cualquiera de las prácticas que hacen a lo “psi”. Y menos aún sin conocer el caso.
Puedo decirte que, si se encara la OV desde una perspectiva psicoanalítica, no hay una “condición evolutiva adecuada” para escuchar a un joven que consulta. Considero que cualquiera sea la situación en que se encuentre el adolescente, su pedido merece ser escuchado en sus aspectos más genuinos y ser puesto a trabajar. Sin perder de vista el motivo de consulta -la elección de un estudio u ocupación- y a través de las propuestas de trabajo de quien dirige el proceso, seguramente irán apareciendo las cuestiones que hacen obstáculo a la elección deseada. Es desde ahí que la necesidad de un tratamiento puede cobrar sentido para el consultante, como algo propio y no como “venido de afuera”.
Aclarado este punto, serán el joven y su familia quienes tendrán que decidir quién es el profesional indicado para ponerlo en práctica.
Muchas veces, la transferencia que se ha establecido con el orientador, puede llevar al adolescente a solicitarle que sea él quien continúe con el trabajo de análisis, para lo cual se le propondrá un cambio en el dispositivo. Un saludo. Inés