NÚMERO 20 | Octubre 2019

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La adolescencia: figuras femeninas de la anorexia nerviosa | María Teresa Cena

En este artículo la doctora Marité Cena profundiza el análisis de uno de los aspectos vinculados a la anorexia nerviosa: el ayuno. Realiza un seguimiento histórico acerca de esta conducta que ubica en algunos textos antiguos religiosos. A lo largo del trabajo, la autora despliega articulaciones teóricas que vinculan al ayuno en tres vertientes: ayuno como purificación, ayuno como poder y ayuno como desafío y rebelión. 

Los trastornos de la alimentación se dan generalmente en la adolescencia, y también son trastornos que pertenecen en gran medida al género femenino.

La ecuación comida-madre es también sabido que presenta facetas complejas que debemos investigar. O, dicho de otro modo, ¿cuáles son las historias secretas (madre-hija) que debemos develar?

Cuando el síntoma se manifiesta, tiene las características de un enigma. En realidad es un enigma que se presenta también en el ayuno.

En este camino hemos encontrado una reliquia histórica: se trata del ayuno, no como en nuestra época ligado a la imagen que se quiere lograr y también a lo mediático, sino al comportamiento frecuente en el medioevo de religiosas que lograban, a través del sacrificio, un poderío más allá de lo que su género les permitiría.

Debemos considerar que hay una diferencia entre el cuadro de la anorexia como estructura (neurótica, perversa, psicótica) en las adolescencias, del ayuno como medio o modo de conseguir poder.

El ayuno como purificación

El ayuno es una de las primeras formas de purificación. La lucha contra los deseos incestuosos, contra las redondeces del cuerpo que lo denuncian es una lucha constante que se presenta en el comienzo de la pubertad.

El ayuno contra la tentación o las tentaciones sexuales vividas como tentaciones del demonio lo encontramos en la vida religiosa de Santa Teresa de Ávila. En el libro Su vida (1562), relata los estados de éxtasis en los momentos de máximo ayuno.[1]

Santa Teresa parece inconciente de un éxtasis amoroso y sensual que acompaña el máximo ayuno. Ella se producía el vómito con una ramita de olivo.

Aquí encontramos una paradoja que contiene la mujer anoréxica: el ayuno imaginarizado como purificación, un triunfo sobre la carne, se convierte en los estados límites en un goce.

Ginette Raimbault postula que hay “un goce del hambre” que podría inscribirse como rasgo de perversión. Sensaciones voluptuosas que acompañan el ayuno extremo.[2]

Algunos autores relacionan el éxtasis místico de las religiosas de la antigüedad con los estados de euforia de las anoréxicas comunes.

El ayuno como poder

Rudolph Bell estudió la conducta de 260 santas reconocidas oficialmente por la Iglesia, que vivieron entre el 1200 y la actualidad. Ciento sesenta tuvieron síntomas de anorexia nerviosa[3]. Sigue diciendo: “Las religiosas desafiaban las reglas de la Iglesia a través del ayuno y se comunicaban directamente con Dios salteando los mediadores-sacerdotes y alcanzando, a través de sus privaciones, autonomía y autoridad.

Santa Catalina decía ser la esposa mística de Dios y, desde allí, señalaba a los papas lo que debían hacer. Vestía harapos y comía sólo la hostia, o sea, el alimento divino. Hostilizaba la jerarquía eclesiástica masculina.

Santa Catalina quería reformar las costumbres de la Iglesia que consideraba corruptas. Quiso reunificarla y tenía mucho predicamento entre los papas. Tras fallar en uno de sus intentos, dejó de tomar agua también. Así entró en colapso y murió.

En esta descripción encontramos con toda su fuerza el poderío fálico que confiere el ayuno en otras formas de histeria femenina.

El ayuno como desafío y rebelión

El ayuno como desafío también es patrimonio de las adolescentes anoréxicas.

Es conocido el ayuno en la gesta heroica de Ghandi, quien lo usó como un medio conciente y político para rebelarse frente al poderío británico en la India.

En algunas anoréxicas el no comer es la forma que toma la rebeldía contra el poder materno. Muchas veces encontramos en materiales clínicos madres melancólicas que toman a la hija como rehén: ellas deben dedicarse a cuidar a estas madres en vez de ser cuidadas por ellas.

El ayuno como desafío y rebelión (inconsciente) es un intento de salvación: salvar la subjetividad de la devoración del otro.

En algunos casos, atrapadas en la relación con madres fascinantes y poderosas, no encuentran otro medio de salvarse de la explotación materna.

Pero es una rebelión frustra ya que caen en una relación de mayor dependencia.

Ricardo Rodulfo en una conferencia habló sobre el estatuto metapsicológico del género femenino y desarrolló el tema del apoderamiento del hijo. Y surge un interrogante: ¿el apoderamiento del hijo es un atributo exagerado del género madre? ¿O les confiere la sociedad y la familia el derecho de apropiación?

En el tema que nos ocupa, figuras femeninas de la anorexia nerviosa, presentaremos otra versión adolescente que hemos llamado “la novia” mediante un breve relato clínico: La madre tiene un taller de costura donde hace trajes de novia. El padre cada quince días la visita y el taller se convierte en una cámara nupcial. El ambiente es severo y perfeccionista y solamente es interrumpido por esta apetitosa escena primaria repetida como en un escenario del que la niña y sus hermanas quedan excluidas y envidiosas. En un viaje que hace esta joven a casa de unos primos, tiene su primer “atracón”. Dice: “En La Plata salíamos todas las tardes. A la noche, después de comer, nos poníamos con los primos a mirar televisión arriba de la cama y a comer golosina. En casa “eso no se hace”, dice mi mamá. Comemos y cada una tiene que ir a su cuarto a estudiar y dormir.”

En este primer atracón, aumenta entre seis y ocho kilos. No podía parar de comer dulces. Cuando vuelve a su casa, se encuentra nuevamente con una madre a la vez represora y exhibicionista. Comienza un ayuno estricto, aparentemente como compensación del aumento de peso anterior, pero luego pierde mucho peso y estalla la anorexia. Debe ser internada.

La apetitosa escena primaria repetida y negada que, al mismo tiempo, diríamos “no se puede tragar”.

En esta niña la sexualidad está íntimamente anudada al síntoma. El primer “atracón” en casa de los primos nos habla de una sexualidad oralmente desatada después de años de inhibición. “Eso no se hace”, dice la madre. Y podríamos agregar “eso no se mira”. Sólo se puede “tragar”.

El dilema que se presenta acá es: “no tragar” o “no ser tragada”.

Otras consideraciones

Es importante señalar la vulnerabilidad narcisista de estas niñas, la dimensión de la dependencia y la encrucijada donde la dependencia extrema puede llevarlas a la muerte.

Mencionaremos una situación paradojal: generalmente las anoréxicas cocinan mucho y lo hacen bien. Pero al mismo tiempo rechazan el objeto alimento que, como decíamos, es representante materno no simbolizado. Dan de comer y ellas no comen o comen “nada”, como diría Lacan. Tiene todo el tenor de una simbiosis donde hay atracción-rechazo.

En la clínica de estos casos, la situación transferencial es sumamente compleja.

Si es una situación transferencial masiva, se corre el riesgo de un “ataque de pánico” y un acting que tiene dos vertientes: o un abandono inesperado de la paciente o una “mejoría engañosa” donde todo va bien en las sesiones, pero “no come”. Esta relación dual con la terapeuta (que reproduce la materna) debe ser mediada por una función tercera. No se trata de un tercero que intervenga al modelo edípico, sino de otro profesional que tenga una función de límite al vínculo simbiótico que puede derivarse en una relación sado-masoquista instalada en la relación analítica.

Postulamos entonces una terapia bi-focal con la característica que se sostengan ambos espacios.[4]

La terapia psicoanalítica por sí misma no alcanza, así como las terapias que contemplan sólo el aspecto alimentación fracasan si no va acompañada por un psicoanálisis profundo.

Notas al pie

[1] Teresa de Jesús (2014). Libro de la vida. F. S. Mediavilla (edición, estudio y notas). Madrid: Real Academia Española.

[2] Raimbault, G. y Eliacheff, C. (1991). Las indomables figuras de la anorexia.  Buenos Aires: Nueva Visión.

[3] Bell, R. (1985). Holy anorexia. Chicago,  University of Chicago Press.

[4] Jeammet, P. (1994). El abordaje psicoanalítico de los trastornos de las conductas alimentarias. n/A : Psicoanálisis con niños y adolescentes, (6), pp. 25-42.

Bibliografía

Bell, R. (1985). Holy anorexia. Chicago,  University of Chicago Press.

Jeammet, P. (1994). El abordaje psicoanalítico de los trastornos de las conductas alimentarias. n/A. Psicoanálisis con niños y adolescentes, (6), pp. 25-42.

Raimbault, G. y Eliacheff, C. (1991). Las indomables figuras de la anorexia.  Buenos Aires: Nueva Visión.

Teresa de Jesús (2014). Libro de la vida. F. S. Mediavilla (edición, estudio y notas). Madrid: Real Academia Española.

Acerca del autor

María Teresa Cena

María Teresa Cena

Comentarios

  1. Quisiera saber a qué se refiere con “transferencia masiva” o si puede ampliar ese término. Gracias. Muy buen artículo.

  2. Romina:
    Te agradezco tu lectura y comentario.
    Con relación al término transferencia masiva lo ubico dentro de la clínica de estos pacientes, clinica sumamente compleja.
    El término Tranferencia masiva se refiere a un tipo de fenómeno transferencial no simbolizado.
    En estos casos la terapeuta no representa la madre, sino que ES LA MADRE con toda la carga de atracción-rechazo.
    Relación dual, decíamos donde también se da el alimento=madre cuyo contacto produce y re-produce un contacto traumático que debe ser evitado.
    Estamos en el orden de fenómenos inconcientes y como tal muy difíciles de tramitar en la terapia psicoanalítica y agregamos en todo tipo de terapia.
    Un Saludo.
    Marité Cena

  3. Muy interesantes sus puntuaciones. Pensaba si ese profesional que cumpla la función de tercero podría ser el nutricionista , cuando la paciente se realiza controles médicos llevadas por algún familiar, o eso sería reforzar las conductas del tipo acting o pasaje al acto.
    Saludos.

  4. Renata:
    Efectivamente, en la mayoría de lo casos tratados por mí, o en el hospital, ese tercero es el nutricionista quien está en contacto muy cercano con el paciente y la familia. Lo que señalaba en el articulo es que no funcionan como un tercero edipico.
    Un saludo.
    Marité Cena

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