NÚMERO 10 | Marzo, 2014

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Investigaciones

La experiencia de tesis | Alejandra Lo Russo

Esta nota fue escrita y revisada para su difusión y publicación. Una versión preliminar fue presentada como ponencia en las Jornadas del Foro de Psicoanálisis y Género en el año 2006 bajo el título: “La experiencia de tesis o como iniciarse en el oficio de investigación”.

Presento aquí un pequeño relato que reúne algunas reflexiones en torno a la experiencia de escritura de una tesis de maestría.

La experiencia de escribir y, en particular, la de producir un proyecto de tesis y su implementación, se compone en un proceso colmado de emociones y fantasías. Sabemos que el conocimiento se produce por el efecto de múltiples tentativas y aproximaciones. Y este proceso no ocurre sin llevar en su rodeo angustia, dudas, entusiasmos y decepciones. Freud diferencia entre “tener sabido o conocido y tener vivenciado o experimentado” (1). Entregarse a este proceso de elaboración genera un cambio cualitativo fundamentalmente en su autor/a. En estas líneas intentaré dar cuenta de algo de ello.

El trabajo de producción se halla atravesado, en primer lugar, por las circunstancias personales del o la tesista. Desde el momento mismo de decidir hacer la tesis y seleccionar el tema, se manifiesta aquí su disponibilidad física, cognitiva y emocional para emprender la tarea. Esta experiencia despierta una variada gama de afectos y cavilaciones. Y de esas circunstancias del o la tesista, de su historia subjetiva y de su actualización depende, en algún sentido, cuáles sentimientos e ideas tendrán preponderancia y el resultado del proceso.

Situar las circunstancias personales más generales, circunstancias de vida, coyuntura e historia, permite humanizar una tarea muy frecuentemente ardua, no solo por las actividades, dedicación y tiempo que implica su elaboración (factores sumamente relevantes), sino también porque la situación de tesis converge, fuerza a medirse con las propias capacidades, medirse con los ideales que encarnamos y con lo que cada quien puede hacer en cada caso, y en dicho tiempo. (2)

Sobre la idea de hacer la tesis ronda, en segundo lugar, la sensación subjetiva de tiempo. De un tiempo que concluye, el tiempo de cursar los estudios, el tiempo de recibir y aprender junto a otros compañeros y compañeras en esa vía. Este momento de concluir obliga a una decisión, la de emprender la experiencia de tesis, decisión que en última instancia se toma de manera solitaria, aunque mucho se dialogue con colegas, con investigadores e inclusive con el posible director de tesis. (3) Situación que marca un sello en la experiencia. Sea con lápiz y papel o frente a la pantalla de una computadora, definitivamente, el tesista se aventura a un trabajo solitario.

En tercer lugar, los imaginarios, vacilaciones y contradicciones que entraman en este proceso. Cuando se inician los estudios, cursos o seminarios, pensar por primera vez en la tesis nos acerca un poco a las primeras ansiedades. A veces, posponer es la respuesta, sosteniendo la creencia que “Falta mucho para eso”. Y esta tendencia puede ser la posición en distintos momentos del recorrido. Luego, querer abandonar a mitad de camino. Arrepentirse del tema elegido. Embarcarse en infinitas correcciones. Darle a este trabajo el trato de un trámite, desentenderse, o finalmente jugar a un “como si”. Minimizar el punto planteando hacer un argumento “breve, fácil, y ya.” Será esto posible?

Una vez tomada la difícil decisión de iniciar el proyecto. Un dilema con el que debe lidiar el/la tesista es la elección del tema. A veces la fantasía puede consistir en sentirse incapaz de encontrar un tema. Esta fantasía se anuda a otros temores por los cuales se ha de atravesar en este camino. Cabe aclarar aquí que no es mi intensión desarrollar de modo exhaustivo los imaginarios, fantasías y temores en relación a la tesis, sino situar algunos puntos recurrentes de los cuales he tomado nota en mi propia experiencia como tesista de maestría, en mi trabajo actual como directora de tesis, o las vivencias de otros colegas en similares circunstancias.

Si bien el/la tesista por el solo hecho de haber cursado sus estudios tiene múltiples áreas de interés, aparece esta fantasía de imposibilidad para elegir uno. Y de este uno se trata. Elegir un tema y formular un interrogante, de alguna manera consiste en darle forma y contenido a las grandes expectativas que se generaron al iniciar los estudios, implica un paso y una renuncia. En ese instante cada quien se mide con esas expectativas y lo que puede hacer en cada caso. Lo que fue en principio un sueño alcanza realidad y, en tanto tal, se opaca el brillo de esa ilusión inicial.

Es así que una vez definida el área temática sobre el cual versará el proyecto, sucede que el/la tesista se dedica a buscar ávidamente bibliografía, a conversar con sus colegas, y con quienes se han dedicado a esa materia con anterioridad, comienza a ocupar todo su tiempo y energías en ello. Una vez allí, con frecuencia suele vacilar y puede, eventualmente, padecer el temor al encasillamiento, una especie de fantasía de fusión entre el objeto y sujeto de conocimiento. Entonces intenta dejar en claro, para los demás y para si mismo, que su interés intelectual por el tema no lo/la reduce al mismo, que el/la sujeto no se limita o se confunde con ese tema. Acontece una contradicción posible, que en el mundo académico y profesional los/las sujetos son reconocidos por los temas que investigan y disertan.

Abocados a la temática y los objetivos, habiendo atravesado la intimidación que genera la página en blanco, las cosas no resultan ser más llanas. Exigen los protocolos académicos preocuparse en la relevancia de la propia producción para el resto del mundo científico. El/la tesista novato/a atraviesa comparaciones inevitables con aquellos a quienes se admiró como maestros y cae, se hunde por momentos en considerar que la propia tesis nunca será comparable o significante.

También he oído por allí (en el otro extremo de la posición subjetiva anterior) la idea de convertirse a partir de la tesis, en un “especialista” e investigar ese tema largamente. Conocer de éste todos los rincones y facetas posibles. El o la gran especialista, por lo tanto, debe definir una tesis de ambiciosas dimensiones. Que en su propia definición conlleva la imposibilidad. Es así que seguidamente aparece la tan extendida premisa del “si yo tuviera más tiempo…haría algo mucho mejor, más productivo, más creativo, etc.” Algunas coartadas más tiempo, más dinero, más conocimiento, buscan dar en apariencia garantías.

Extremos posibles, nudos narcisistas, el trabajo vivencial implica pulir y atravesar alguno de estos enlaces.

Para concluir: resta decir que la experiencia de tesis de maestría, más allá de cualquier temática, da la oportunidad de iniciarse en el oficio de investigación. Aprender a definir un problema, recortar objetivos y plantear el método por el cual estos serán alcanzados. Problemas en términos de investigación, en términos de un lenguaje compartido por una comunidad profesional. Lo cual no se aprende exclusivamente en cursos y seminarios de metodología, sino en la propia experiencia.

Fundamentalmente se trata de formarse junto a un/a maestro/a o tutor/a, lugar oportuno a desempeñar por el director de tesis, o bien, alternativamente distintos referentes durante este proceso. ¿Cómo se redacta un objetivo? ¿Cuantos capítulos deben integrar una tesis? ¿Cuantas páginas? ¿Qué instrumentos? ¿Qué se hace con los datos? A cada paso como un/a aprendiz de oficio (4) o como un artesano se va cultivando la destreza para dar forma a aquello que se encontraba en principio en la imaginación.

A diferencia del doctorado u otros proyectos de investigación, la particularidad de la experiencia de tesis de maestría consiste en que habitualmente se constituye en la primera investigación del/la aprendiz de oficio y no en la última. Por lo cual, el/la joven investigador/a deberá ajustar sus expectativas.

Con la tesis de maestría el/la autor/a por lo general aporta más conocimiento para sí mismo, que lo que eventualmente pueda contribuir a la comunidad científica. Si bien todo el tiempo se halla en diálogo con esa comunidad en el intento de enhebrarse en la cadena de aquellos que se dedicaron a ese tema y que comparten un universo simbólico. Insertarse en esa red también confronta a las imágenes que los otros devuelven y el complejo juego de reconocimientos.

Sea pequeño el aporte a la ciencia o la contribución al estado del arte. La tesis tiene la lógica de un acto final en un proceso de aprendizaje. Es un acto que, al mismo tiempo, no se reduce al espacio académico, a la incorporación de saberes, al orden del conocimiento. Es el punto del ciclo donde el recorrido marca una diferencia, marca del orden de la vivencia, que no se agota meramente en la elaboración cognitiva. Tiene un efecto más allá, una vivencia que adquiere una significación singular y diversa para cada sujeto en relación a su historia y que es interesante desentramar.

Finalmente y, solo a veces, es un proceso que implica el ensayo de intentar dar o aportar algo luego de haber recibido de otros. Así como sucede en distintos espacios donde se intenta con gratitud devolver algo de lo recibido.

 

Notas al pie

(1) Freud, S (1914): “Lo inconciente”, A. E., VIII. Freud en su investigación acerca de lo inconciente establece la siguiente distinción “El tener-oído y el tener-vivenciado son por naturaleza psicológica dos cosas por entero diversas, por más que posean idéntico contenido.” Y plantea que no hay identidad entre la comunicación que el analista pueda dar al paciente sobre un saber inconciente, y el contenido mismo de lo reprimido. La simple comunicación en el marco de la técnica analítica se revela ineficaz, el estado psíquico del paciente en nada se modifica. El resorte efectivo del cambio psíquico será pues lo vivenciado en transferencia.

Me interesa señalar esa diferencia psicológica fundamental que Freud puntúa para el trabajo analítico. Lo retomo aquí extendiéndolo a otras exigencias de trabajo impuestas a lo psíquico, como en el caso de la particular experiencia que me ocupa en esta nota. El tener vivenciado excede ampliamente el conocer intelectual.

(2) Circunstancias personales, léase los procesos de salud y enfermedad, los avatares del amor y desamor, los hitos en el ciclo vital, como la llegada de los hijos e hijas, entre otras cosas, que toman en mayor o menor medida a las subjetividades y que atañen diversamente a la condición femenina y masculina.

(3) La cuestión de la dirección de tesis merece una nota aparte, las características singulares y académicas del Director/a de tesis, marca radicalmente el proceso, el acompañamiento, el tiempo de dedicación, los ajustes necesarios, su disponibilidad intelectual. Este punto no es eje de esta nota pero importa señalarlo por su relevancia, y porque en el contexto de las instituciones académicas actuales muy rara vez es valorado y retribuido.

(4) La idea de aprender a investigar junto a un “maestro” es formulada por Catalina Wainerman (comps.) en La trastienda de la investigación, Lumiere S. A., 2001. ISBN 950-9603-41-4.

Bibliografía

Freud, S (1914): “Lo inconciente”, A. E., VIII.

Wainerman, C.; Sautu, R. (compiladoras): La trastienda de la investigación, Buenos Aires, Lumiere, 2001.

Acerca del autor

Alejandra Lo Russo

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