NÚMERO 9 | Septiembre, 2013

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Nuestra Gente

¿Cómo llegué a la Escuela? | Ada Rosmaryn

¿Cómo llegué a la Escuela? Voy a contarles:

En 1980 fui expulsada de una institución psicoanalítica. Había ingresado allí hacía unos diez años, si mal no recuerdo, de la mano del que era mi analista en ese momento que estaba entre los directivos. Cursé los seminarios y me gradué. Luego fui tesorera de la institución, directora de la escuela y otros cargos directivos que no recuerdo ya. El grupo funcionaba como una secta: todos éramos pacientes, analistas, supervisores, coordinadores de grupos de estudio, etc., etc., de todos. ¿Cómo?, van a preguntar ustedes. Explico: cada uno podía ser analista, supervisor, coordinador de grupo de estudio, etc. de cada otro, que a su vez podía ser paciente, supervisado, discípulo, coautor de trabajos científicos, etc. de cualquier otro; todo al mismo tiempo. ¿Se entiende? Yo, por ejemplo, podía analizar a otro analista cuyo hijo era mi supervisado y coautor de trabajos científicos, al mismo tiempo que mi paciente (su papá) era también mi supervisado y formaba parte de uno de mis grupos de estudio. La nuera de mi paciente podía ser mi supervisora y yo también la analista de su hijo, o sea, el nieto de mi paciente. ¿Está claro? Los honorarios eran altísimos y los fijaba el jefe de la institución de acuerdo a una escala de jerarquización en la que todos estábamos incluidos. Por supuesto, los honorarios del jefe eran los más altos de todos. Este sistema de “multifunción” hacía posible que todos y cada uno fueran transparentes para todos los demás en lo que decía y hacía, especialmente en lo concerniente a posturas críticas respecto a los directivos y a la institución misma. Había premios y castigos según la actitud positiva o negativa hacia los que “mandaban”. Se leían sólo los textos que dictaminaba el líder y según su interpretación de los mismos. Los pacientes iban y venían como moneda de cambio, como premio (cuando era derivado) o castigo (cuando se lo instaba a cambiar de analista). ¿Por qué fui expulsada? Porque en una asamblea general detallé la estafa moral y económica que el sistema sectario al que estábamos incluidos, permitía. Respuesta: en una semana mi consultorio fue desmantelado. Todos los pacientes abandonaron sus tratamientos, fui destituida como profesora de la escuela y, finalmente, expulsada de la institución a causa de haber proferido “agravios gravísimos y públicos contra los directivos”. Para legalizar la expulsión fue armada una asamblea con miembros “truchos”.

Fue tan traumático que, aunque yo sabía de antemano lo que iba a producirse y que decidí mi conducta a total conciencia de las consecuencias, no pude sustraerme del efecto lesionante de los insultos brutales que recibía diariamente. Esto sucedía al mismo tiempo que me sentía orgullosa de mi decisión.

 A los pocos días de que mi consultorio y mis actividades profesionales hubieron sido destruidos en forma total, de pronto, en medio de lágrimas y suspiros, me acordé de Marcelo Muntaabski. Marcelo había estado en la secta por un corto tiempo y se fue rápidamente. Ahora estaba formando parte de la Comisión Directiva de… la Escuela de Psicoterapia.  Antes de que se organizara la secta, yo había intentado ingresar  allí, pero me rechazaron después de las dos entrevistas de evaluación que me hicieron Gela Rosenthal y Moisés Tractenberg. Me dijeron que debía esperar todavía un año para entrar. Al tiempo me enteré de que había sido rechazada porque el que era mi analista estaba en la APA, en el grupo político opuesto a los que me habían evaluado.   (¡) “¡Otra vez sopa!”, pensé. Y a los pocos días recibí una llamada de Gela ofreciéndome ingresar a uno de sus grupos de estudio mientras “esperaba que se cumpliera el año de espera”.  Pensé: “en todos lados se cuecen habas”  y “sigue la sopa”.  Rechacé la invitación. Mi analista, ofendidísimo porque habían rechazado a su paciente (yo), decidió crear su propia escuela en la institución que lideraba.

Volviendo a Marcelo Muntaabski, conseguí su teléfono y le pedí verlo. Cuando llegué y lo vi, nos abrazamos y rompí a llorar. —Marcelo— le dije, —yo necesito enseñar. Me preguntó cuál era el seminario que dictaba en la institución de la que había sido expulsada. Le dije: —Melanie Klein.

—Hay un lugar para vos que te está esperando en la Escuela—. Eso fue en 1980. Todavía conservo la carta firmada por Rodolfo D’Alvia en la que me informaba que había sido aceptada como integrante del cuerpo docente de la Escuela. Esta vez lloré de alegría. Cuando empecé a dar clase, ese mismo año, tenía la fantasía de que, entre los alumnos, alguno estaba espiándome para pasar el dato a la comisión directiva acerca de cómo enseñaba Melanie Klein, si la criticaba o no, por ejemplo. A lo largo del año, me fui convenciendo de que nadie me “espiaba” ni controlaba mi manera de enseñar. Sólo los alumnos. Como yo venía de “detrás de la cortina de hierro”, me resultaba asombroso de  que todos dijeran lo que pensaban y de que hubiera kleinianos, freudianos, lacanianos, y nadie se peleaba.

Pasé a formar parte del Área de Niños y Adolescentes. En 1987 escribí un artículo que titulé “Las sectas psicoanalíticas” y que presenté en el Encuentro de Discusión de ese mismo año. Recuerdo que fue en el Hotel Plaza y que me dieron el salón más grande para la lectura. Como todos habían leído el trabajo, media APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) había ido a escucharme. Tenía un susto por el que no podía articular palabra. Llevé a mis hijos, adolescentes, para que estuvieran en el público por si alguien “me atacaba”. Otra vez era una denuncia. Pero nadie me apedreó. Al contrario. Mi escrito está publicado en una revista de la Escuela.

¡Ah! Fui a la APA a hablar con el que era presidente en ese momento, en 1980. Le conté la historia de la estafa y le dije que quería hacer una denuncia en la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional). Me dijo: —¿Para qué?— Deje las cosas como están… Después me enteré de que los directivos de la secta eran votos influyentes para que este señor fuera relecto. Así que había que cuidarlos…

¡Y bueno! En la Escuela fui coordinadora del Área de Niños y Adolescentes, dicté muchos años Melanie Klein desde una postura crítica y valorativa al mismo tiempo, y luego otras materias de textos de Freud y otros autores. Siempre tuve muchos alumnos. Actualmente soy asesora del Curso Superior en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes: “Versiones contemporáneas de la infancia y de la adolescencia”. Compilé el libro Niños del psicoanálisis con autores de la institución de varias corrientes psicoanalíticas. La edición está agotada. Ahora estoy compilando Adolescencia, hoy también con todos los especialistas sobre distintas problemáticas adolescentes y que trabajan en la Escuela. Sólo un año dejé de dictar seminario y fue por enfermedad. Podría decir que en el año 2013 se cumplen 33 años de mi docencia ininterrumpida aquí. Para mí, venir al seminario, es una fiesta.

Participé en las obras teatrales que escribió y dirigió Alfredo Grande, tomándole el pelo al psicoanálisis y a la institución. Me divertí muchísimo.

Bueno, espero que todos estos recuerdos sirvan para que conozcan un poquito más a nuestra institución y al psicoanálisis en la Argentina. Yo la siento muy mía a la Escuela. Siempre recuerdo con mucha gratitud y cariño a Marcelo Muntaabski que murió después de unos años de haberme invitado a la Asociación.

Acerca del autor

Ada Rosmaryn

Ada Rosmaryn

Comentarios

  1. Gracias Ada por este relato, me sentí muy identificada porque cuando yo llegue a la escuela estaba en una búsqueda similar, y trasmitís muy bien lo que uno encuentra, la diversidad coexiste en una clima de tolerancia y respeto, por sobretodo el reconocimiento mutuo, te hace sentir que tenés un lugar, soy una admiradora de todo lo que han logrado los integrantes de esta institución. un abrazo.

  2. Estimada Yasmina, desde el comité de redacción agradecemos el comentario. Transmitiremos a la autora para que le de una respuesta.

  3. Yasmina: me alegra mucho que mi relato coincida con lo que vos sentiste al entrar a la Escuela. Te diré que después de muchos años he visitado muchas instituciones psicoanalíticas, y de muy pocas podría decir lo que vos y yo decimos de la Escuela: respeto mutuo, ganas de trabajar sin vedetismo. Gracias por tu comentario.

  4. La intachable Gela Rosenthal no quedará en la memoria de nadie como quien transa con lo incorrecto.

  5. ante todo pido perdon por ser un extraño en este foro, esta discusion de escuela vs. APA, resuena aun en mis oidos cuasi infantiles y recuerdo el afan de mi viejo en poder acercar posiciones, y cerrar esa “grieta”…saludos, Dr .Pablo Muntaabski

  6. Estimado Pablo Muntaabsky,
    Desde el Comité Editorial agradecemos el haberse contactado así como el comentario a la reseña de la Lic. Ada Rosmaryn.
    Queremos informarle que lamentablemente la licenciada ha fallecido recientemente y es por tal motivo que no ha recibido respuesta de la autora.
    Esperando contarlo entre nuestros lectores habituales, lo saludamos muy atte.

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