NÚMERO 22 | Octubre 2020

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Reflexiones sobre el cuento «La Pradera» de Ray Bradbury (a cien años de su nacimiento) | Área de Niñez y Adolescentes / AEAPG

En este artículo encontrarán las reflexiones del Área de Niñez y Adolescentes de la AEAPG sobre el cuento «La Pradera» de Ray Bradbury (a cien años de su nacimiento).  Lo analizan y trabajan desde diferentes ángulos. Se hicieron preguntas y escucharon —en las entrelíneas de su texto— las resonancias de los dichos de sus pacientes y sus familias. Y las transformaron en reflexiones y en diferentes escritos breves que comparten en este espacio de la Revista.

No estaba prediciendo el futuro,

estaba intentando prevenirlo.

Ray Bradbury

 

Introducción

Imaginemos que un escritor se encuentra con un caminante. Y que ese caminante está tatuado con miles de imágenes que concentran múltiples sugerencias que le despiertan todo tipo de preguntas. Y que ese escritor comienza a plasmar las historias que aparecen en su mente a partir de las ilustraciones. Pero no se trata solo de imaginaciones. Sucedió que Ray Bradbury escribió un libro llamado El hombre ilustrado en el que relata un encuentro similar, en el que las imágenes se animan y nos relatan. Y, al transformarse en cuentos, dan lugar al primero de ellos al que llamó “La pradera”. Habla allí de las imágenes que “todos quieren ver pero nadie quiere ver” de los deseos cumplidos casi al mismo tiempo de haber surgido, de la fascinación y del peligro que esta conlleva. Habla de las relaciones entre padres e hijos, de las preguntas, los miedos y los riesgos que se corren…

Nosotros, analistas del Área de Niñez y Adolescencia de la AEAPG, trabajamos sobre este cuento y lo analizamos desde diferentes ángulos. Nos hicimos preguntas y escuchamos, en las entrelíneas de su texto, las resonancias de los dichos de nuestros pacientes y sus familias. Y las transformamos en reflexiones y en diferentes escritos breves que queremos compartir con nuestros colegas de la Escuela.

 

Los invitamos, pues, a compartir estas reflexiones

 

«Un mundo ideal y sus consecuencias» |  FABIÁN ACTIS CAPORALE

Enfocaré el análisis del cuento desde la perspectiva de los vínculos entre padres e hijos. Me centraré en la fractura entre lo esperado y aquello que queda en evidencia en tanto sufrimiento. A esa fractura, a esa diferencia la podemos denominar como “síntoma” o considerarla como “motivo de consulta”, aunque no siempre coincidirán. En el cuento nos encontramos un primer momento de orgullo parental respecto a las comodidades que han logrado con el dinero y la tecnología. Es decir que el “estatus alcanzado” es presentado como valioso y orgullosamente sostenido. Se trata del “logro” de delegar, en manos de la tecnología, funciones parentales que supuestamente no resultan esenciales. En donde lo importante para los padres pareciera recortarse a garantizar la provisión del dinero necesario para que las “máquinas eficientes” desarrollen de modo “inmejorable” dichas funciones. Así, el modelo discursivo pareciera desenvolverse sin malestar alguno, todos lo disfrutan. El placer de la facilidad y rapidez con que se obtiene aquello que se ha empezado a desear y su “realización virtual” maravilla a todos. Pero el monstruo-robot comienza a desplegar un germen inadvertido que evidencia un poder agresivo y destructivo negado. Los niños se muestran “cebados” al modo de los leones devoradores de hombres quienes, una vez que experimentan ese placer y esa facilidad, comienzan a resultar demasiado peligrosos.

La figura del psiquiatra Mc Clean —psiquiatra al estilo de los que nombra Winnicott en sus escritos— surge como el representante de la posibilidad de reflexión ante lo conflictivo. Su lugar resulta ser depositario de aquel que registra un problema y que podría transformarlo en bisagra en una continuidad, pero con un giro, un cambio de posición, ya que se sospecha que la dirección hacia la que la dinámica de la situación se encamina resulta riesgosa. El placer de la respuesta totalizante y segura, sin conflictos, va transformándose en malestar. Malestar que consideramos basado en la búsqueda de evitar a toda costa enfrentar la agresividad filial. Y si, como dice Winnicott, enfrentar la agresividad y sobrevivir es la función saludable de los padres —y que el problema familiar y social no se trata del exceso de agresividad, sino el de reprimirla (Winnicott, 1999)—, podemos ver que el modo de ejercicio que se viene desplegando desvirtúa la función así considerada sin dar lugar a elaborarla para dirigir su caudal hacia fines culturales valiosos. En vez de ello, los padres han tomado la consigna de que es necesario evitar la lucha con sus hijos, para emprender un modo “fetichista” de funcionamiento en el que la tecnología garantizaría la posesión del falo. Aquello incuestionable y valioso que puede ser poseído en su totalidad —riesgo representado por el conflicto y la pregunta por el otro— surgiría la vivencia de humillación y de carencia. Esa es la razón por la que cualquier duda o cuestionamiento resulta escrupulosa y radicalmente rechazada.

Se trata allí del angostamiento del espacio de procesamiento psíquico de sus conflictos. Sin registrar que el mismo proceso facilista y consumista evita la puesta en juego de funciones parentales más sutiles. Despliegues ligados a lo afectivo del que disfrutan en un primer momento, pero que ocultan en su interior un efecto nefasto que transforma a sus amados hijos en monstruos sádicos y destructores.

 «Reflexiones» | TERESITA BO

Siempre pensé que las casas tienen múltiples caras. Las casas de la infancia pueden ser acogedoras, cálidas, con olor a comida, con música y canciones, con juegos, deberes y tardes de merienda. Bueno, no tanto…, pero un poco deben ser así, lugar donde se gestan los vínculos tempranos, se despliegan pulsiones y también se acotan los goces.

Y luego… que alguien abra la puerta para ir a jugar… ¡al mundo!

Pero hay casas atrapantes, bufandas que antes abrigaban y ahora asfixian. Cuidados que antes aliviaban y ahora encapsulan, inhiben, prohíben.

Y en este tiempo de tecnología y cuarentena, ¿cómo son las casas?

¿Qué dinámicas se juegan, qué estrategias se elaboran, qué puertas se abren para evitar la clausura que asfixia y nos habiliten para ir a jugar?

En el cuento hay un psicólogo para estos niños neuróticos infinitamente satisfechos. Pero parece que no entiende nada. Se pliega al capricho deseante de todo, sin castración, y habilita formas de goce mortíferas.

Y, aunque me pasé por pocas líneas, pienso que también nos tocan hoy, como analistas, diversas tareas. Un gran desafío que demanda imaginación, cercanía, escucha sin olvidar la teoría que sustenta nuestra práctica.

«Reflexiones» | LILIANA CARBONE

Y Peter no era otro que Peter Pan, aquel niño, homenajeado por Bradbury, que no quería crecer y que odiaba el mundo de los adultos porque no quería saber nada de límites y reglas. Y Wendy no era otra que Wendy Darling, su compinche, aquella que encontró la sombra de su amigo y se la cosió para que no la volviera a perder.

A lo largo de la historia, lo virtual se va progresivamente entretejiendo con lo real hasta la disolución de toda diferencia. Y en la virtualidad el sol llega a ser realmente abrasador y los leones capaces de atacar ferozmente.

¿Cuántas de las fantasías del cuento son hoy ya realidad? ¿Acaso no hay luces que se encienden a nuestro paso? ¿No hay sillones que masajean? O ¿”Comunicación televisada” tal como llama el autor a nuestras video-llamadas? Cada vez con mayor velocidad los cambios tecnológicos van entrando en nuestra cotidianeidad. Resulta muy significativo que Bradbury rechazara tenazmente la tecnología ya que su padre había sido precisamente un instalador de teléfonos.

Para Peter y Wendy el cuarto de juegos era su país del “Nunca Jamás”. Y tal, como dice el psicólogo del relato, ese cuarto fue reemplazando progresivamente a la madre y al padre al punto que, ante el anuncio de que desconectarían todos los aparatos, los niños quedan envueltos en una terrorífica crueldad homicida para impedirlo.

¿Pero en esta distopía de Bradbury no son en realidad los padres los primeros seducidos, atrapados por la tecnología? Aquellos que concibieron la idea de una casa que les cumpliera a sus hijos todas sus fantasías con libertad absoluta y a ellos mismos una casa que satisficiera cada necesidad a medida que iba surgiendo, ¿no son ellos los que en su encandilamiento narcisista fueron destruyendo, desde los cimientos mismos, los vínculos entre padres e hijos?

…Hasta que, finalmente, pero ya demasiado tarde, se dan cuenta de que la casa se ha convertido en una verdadera pesadilla.

«Reflexiones e interrogantes» | ANGÉLICA CASADO SASTRE

Lo primero que me impacta es el silencio, la falta de palabra, el lenguaje descriptivo de los actos, despojado de sentimientos. Los padres perciben que algo falla, parece que no cuentan con las herramientas para descifrarlo. ¿Esto estaría expresando una falla en la construcción simbólica? Los padres pueden apelar a un otro (psicólogo) para que los ayude a comprender y codificar la situación en la que se encuentran.

El cuarto para “jugar”: no parece un espacio transicional, remite a lo crudamente pulsional, REAL, sin velos. ¿Hay juego simbólico o funcional? ¿Hay deseo?

Por momentos el cuento transmite una sensación de “quietud, silencio, vacío, un ambiente desértico”, mortífero como anticipo del desenlace. Repentinamente aparecen fuertes estímulos “olores, calor, sonidos” imposibles de soportar, al punto que perturbaron esa quietud. Podríamos pensar en el texto “Mas allá del principio del placer”. Los personajes apelan a la casa para lograr un estado de tensión mínimo. La casa funciona como un gran útero mortífero, que todo lo provee, que inhibe así las vivencias necesarias para la constitución subjetiva y promueve el desamparo de un otro humano que los pueda contener para inscribir amorosamente códigos, que den representación a estas vivencias. Parecen cuatro hijos con una madre casa que sólo ofrece estímulos pulsionales reales.

La asimetría en el vínculo parental parece no darse en el vínculo de padres e hijos en esta familia.

El limite poco consistente, que finalmente ponen los padres en este caso, hace estallar la falla en la constitución del sujeto en relación con la ley y con la castración (“Tótem y Tabú”).

Podría ser esta debilidad fruto del desamparo de los padres como adultos, actuando como pares de sus hijos, otorgándoles a los hijos un poder ilusorio. Por otra parte, los hijos quedan atrapados en el “yo de placer” arcaico y en el “yo ideal” y buscan desenfrenadamente satisfacer la pulsión, sin deseo, con voracidad. Muerte real de los padres, son devorados.

«El título más acorde al relato sería “La sabana africana» | JOSÉ CERNADAS

Bradbury parece advertirnos sobre los resultados siniestros de querer tecnologizar la ternura y los cuidados de los padres. Una máquina te da de comer, una madre erogeniza.

La crianza que intenta responder, desde el cumplimiento de deseo de los hijos y darles, por lo tanto, “todos los gustos”, se funda en el temor a las reacciones de descontento y de violencia que ellos puedan tener hacia sus progenitores con la consecuente amenaza de perder su amor. Dado que el cumplimiento de deseo siempre es parcial, la demanda no cesa y puede generar o producir lo temido.

¿Por qué se presentan dificultades para hablar de estas cuestiones con el Analista? Cito:

Porque hay algo que está circulando en un anudamiento narcisista, complaciente, proveniente del adulto que, en muchos casos, si bien busca la ayuda de un tercero, no tolera las fisuras narcisistas en la relación con el hijo, lo cual le ha dificultado, de hecho, realizar las acciones precisas para abrir el camino hacia las renuncias pulsionales del niño. (Bleichmar, 1999).

En Winnicott la madre “suficientemente buena” no remite a la Moral, sino al posicionamiento ético frente a la natural dependencia inicial del niño y su acompañamiento de las conductas propias del niño para lograr la adecuada autonomía como sujeto en una cultura dada. Tecnologizar este proceso, suponiendo una facilitación maquínica, es evitar “un rodeo para el cumplimiento de deseo” (Freud, 1900). Se trata de procesos y problemáticas que son inherentes al compromiso y al responsable ejercicio de las funciones parentales como vía para alcanzar los genuinos logros personales, alejados del narcisismo parental, en la crianza de los hijos.

El cuento también remite a una superposición de “realidades”. Estamos viviendo en una suerte de “conciencia ampliada”, por un lado, la “realidad mundana o estado de vigilia”; por el otro, “la realidad onírica” de los sueños y el desafío de “la realidad virtual”. Esta comparte con los sueños la búsqueda del cumplimiento de deseo, en el caso de los niños: “no privarlos de nada”. Mientras tanto, nuestro Yo tiene la ardua tarea de vérselas con el Ello y la realidad evitando el displacer con la adecuación de las conductas al principio de realidad. La imposición del cumplimiento de deseo, creando una realidad virtual que proponga su reinado, seguramente nos llevará a la entronización de la omnipotencia y la producción de niños “Tiranos” y, por otro lado, Dependientes.

El tema no es la Tecnología, el problema es cómo la aplicamos.

«Comentarios» | LILIANA DIAMENT

Hay un tiempo en que los niños comienzan a pensar en la muerte de sus padres y fantasean sobre ello. Esto nada tiene que ver con enojos por demandas insatisfechas por los padres, es necesario que se vayan sucediendo vivencias en donde pueda producirse el nivel de intimidad necesario y creciente que les permita a los niños ir transcurriendo hacia la independencia; esto no sucede sin tropiezos y titubeos de ambas partes, pero si el odio o la crueldad aparecen en ese proceso, hubo una falla parental en la libidinización.

En el cuento, el delegar el cuidado de los hijos a “una casa inteligente” implica una imposibilidad y hasta una desmentida de las funciones parentales que con cierta inocencia comienzan a percibir en algún momento ¿Qué cambió para que algo le llame la atención a la madre? Le pide al padre que mire el cuarto de juego de los niños, NO a los niños.

¿Será que descubre que la pantalla solo refleja las fantasías de los niños y no la de los padres?

La falta de culpa de los niños sería una consecuencia lógica al desamparo en que los dejaría la falta de la pantalla, considerándola una repetición en acto de una falta de libidinizacion, ya que cuando hablamos de desamparo no nos referimos solamente a los cuidados cotidianos que necesitan los niños, sino al que proviene de una falta de acogimiento psíquico que los ubica precisamente en “la ley de la selva” y para la lógica de estos niños, estos padres “deben morir” por traicionarlos en sus “necesidades básicas”.

A poco de comenzar el cuento, un comentario del padre nos da una idea de cómo son con sus hijos: “Pero nada es demasiado bueno para nuestros hijos”, es decir, son padres que los quieren y los consienten.

Podemos relacionar este tema con algunos conceptos de S. Freud en su artículo “Introducción del Narcisismo”:

El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse.

Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. His majesty the baby.

 

Una pareja de hermanitos que son criados como los reyes de la casa, ningún sacrificio económico es nada para darle el gusto a los chicos sin ninguna restricción de sus deseos.

 «Reflexiones» | HÉCTOR GARCÍA

“Viven para esa habitación. Un exceso de algo a nadie le sienta nunca bien. Hay que cerrarla con llave, eso es todo lo que hay que hacer”, dice el padre. Como cualquier padre haría con una Play Station.

No falta nada de la vida moderna que Bradbury quiera caricaturizar: los padres dándole todos los gustos, un psicólogo…

Esta habitación es su madre y su padre, y es mucho más importante en sus vidas que sus padres auténticos.

—Sin embargo, desconéctalo todo. Empieza de nuevo —dijo el psicólogo.

—George —dijo Lydia Hadley— vuelve a conectarla, sólo unos momentos. No puedes ser tan brusco. No seas tan cruel.

—Sólo un momento, sólo un momento, sólo otro momento en el cuarto de jugar —gritaban los chicos.

—Muy bien… muy bien, siempre que se callen —dice George.

 

Ante la fantasía de asesinato “…se abdica en el preciso momento en que ellos vienen a matarlo a uno … lo mejor que pueden hacer es sobrevivir … sin abandonar ningún principio importante”. (Winnicott, 1971, p. 188)

Los chicos los dejan a los padres adentro con los leones.

El poder de la imaginación y la materialización de las fantasías parricidas de los chicos, fantasías de matar a los padres. Ellos lo programan con la imaginación. Fantasías inconscientes.

Freud describió las fantasías parricidas del padre (Complejo de Edipo) y Melanie Klein, de la madre (Psicosis maniaca depresiva, 1934)

La utopía era proveerle de todas las comodidades para que pueda tener todos sus placeres.

El goce es seguir jugando y poner en acto las fantasías (en los casos de enuresis, llega un momento que quiere más a los juegos que a sus padres se hacen pis por no dejar de jugar y el padre quiere que controlen).

No podemos dejar de pensar en la similitud de ciertas condiciones del cuento con el contexto en el que estamos viviendo, podríamos decir, como le dijo el psicólogo en el cuento al padre: “Sin embargo, desconectemos todo. Empecemos de nuevo”.

«Reflexiones» | SUSANA MINDEZ

“Las películas nacen de los paisajes”, explicó una vez Wim Wenders. La historia que escribió Ray Bradbury nace a partir de ese paraíso, la Pradera, donde la naturaleza puede ser un paraíso, pero también el peor de los infiernos. Al igual que las familias. Lejos del imaginario placentero que nos genera el paisaje de una pradera, el cuento nos introduce en un espacio cerrado y asfixiante, no muy lejano al contexto actual en el que la humanidad se encuentra sumergida. La casa imaginada y diseñada por los adultos me recuerda al proyecto de familia que cada pareja sueña cuando deciden “crear ‘una familia’”. El destino de aquel sueño en nuestra historia se transformó en un cuento de terror o ciencia ficción que se hizo realidad.

Mientras me sumerjo en la lectura, me acompañan asociaciones de historias fílmicas donde se invierte la asimetría adulto/niño como la serie “La Tribu” que nos cuenta que un virus de procedencia desconocida diezma a todos los adultos de la Tierra y los niños deberán crear sus propias leyes para sobrevivir. En el film The Truman Show, un niño es víctima de un experimento, una mentira, una ficción para sostener un mundo de fantasía.

Nuestra historia rompe con la idea “romántica de familia” como sede de amor, cuidados y armonía. Nos cuenta como a veces el hogar familiar y los sujetos que habitan sienten la peor de las asfixias y se impone el deseo de huir como una salida posible.

Los padres desconocieron sus propios límites y, al final del camino, convocan al psicólogo, un extraño, un diferente, un otro que representa la otredad. Lamentablemente llega tarde, al menos para los niños. Como bien sabemos los tiempos de infancia prescriben. La constitución psíquica y la subjetividad no quedan por fuera de los tiempos evolutivos y contextos sociales que la conforman y consolidan. Hubo un intento, pero resultó fallido. ¡Suele suceder y cómo!

El cuento me remite al presente por el que atraviesa la humanidad que enfrenta un enemigo invisible y poderoso y me pregunto:

¿Cómo saldremos de este laboratorio social?

¿Cómo mutaremos como individuos/sociedad luego de este experimento?

«Comentarios» | JUDITH ROITENBERG

Muy leído y querido en mi adolescencia, R. Bradbury es un autor de ficciones, que se pueden apreciar en las variadas tonalidades que se abren en cada narración. Podemos ensayar distintas miradas sobre la vida y la familia. “La Pradera” fue publicada como El Mundo hecho por los Niños. ¿Es posible un mundo creado y habitado “solo” por chicos y Sin Padres? ¿Cómo pensar en elecciones de vida y de crianzas? ¿Dar mundos sin bordes? La creatividad del narrador para pensar los sentidos del desarrollo humano y el lugar cuestionado del psicoanalista es singular. Padres confundidos con sus deseos narcisistas (Yo ideal sin límite) convocan a un psicoanalista-tercero-adulto proyectando en otro la molesta función de habilitar, acotar o coartar deseos con un propósito. Constituir el ideal del yo como protésico. La tensión entre estas polaridades se debate en las escenas familiares y en el devenir de los adultos.

Asumir ser tutor/orientador, repudiado por el niño en proceso de crecimiento y convertirse en donante de una función reguladora, mediadora. ¿Frenar los impulsos es más violento y costoso para los padres? ¿Sería renunciar a un “todo posible” sin freno? Pareciera que estos padres están más a gusto al sentirse menos culposos, entonces otorgan placeres “automatizados”, directos. Con su necesidad de sentirse “buenos” y con la Ilusión de dar todo van generando un imaginario de tenerlo todo. ¿Sus hijos son prolongación de ellos mismos? El cumplimiento de deseos, ilusoriamente totales, ¿convocan la voracidad de los niños púberes y llevan a su muerte?

El pasaje a la adolescencia (otra relación con el ideal del Yo) ¿permitiría conservar un narcisismo intacto, sin renuncias? El enfrentamiento con el tope a un placer ilimitado parece abrir un dique cuya fuerza permite el ingreso de un odio feroz (Yo ideal arrasador). En la sabana, los niños del cuento acaban con los padres y con el terapeuta al dar a los felinos y a su voracidad la satisfacción de sus apetitos. Freud habla del mito del asesinato consumado del padre de la horda por los hijos. En acuerdo entre hermanos. Winnicott nos habla del asesinato simbólico de los padres, en la adolescencia, para transitar el pasaje hacia la adultez. Recomienda a los padres mantenerse vivos frente a los ataques de los hijos adolescentes. Sobrevivir.

En «La Pradera» los adultos sucumben ante la voracidad de los hijos enredados con sus apetitos salvajes; ataque, asesinato y muerte son aludidos en el cuento. Si los adultos no sobreviven, los hijos quedan atrapados en sus propios apetitos irrefrenables, y la dificultad de constituir un superyó flexible está en peligro.

«Comentarios» | ELVECIA TRIGO

Hay un dicho muy conocido que dice: ¡Ojo que te va a comer el león o te comió el león!

Y al leer este cuento me acordé rápidamente de este dicho que te lo dicen cuando uno es ingenuo y está pensando en realizar cosas imposibles.

Este para mí es un cuento de ciencia ficción porque quién no ha querido tener una casa que se limpie sola, que cocine, donde el ama de casa no tenga tantas responsabilidades. Me acordaba de la serie “Samantha” que, con un movimiento de nariz, limpiaba, acomodaba, hacía la comida, etc., etc.

Creo que se trata de un cuento macabro y de terror por la forma en que termina, devorados los padres por los leones que de ser imaginarios aparecen en el cuento como reales. La realidad en todo su apogeo y los aplastó.

También me recordó en estos tiempos a nuestro querida, repetida frase: “Su majestad el bebé”. ¿Cuantos problemas nos hubiéramos ahorrado si hubiéramos puesto límites a la hora adecuada en tiempo y forma a los niños? El padre dice: “Nada es demasiado bueno para nuestros hijos”.

Trampa mortal en la que muchos padres caen.

Me pregunto: ¿de qué ficción habla el cuento?

Esta es una casa en la que falsamente se contiene amorosamente, porque destruye, te reemplaza y te vuelve inútil, sin autoridad y sin desarrollo de habilidades personales.

“La habitación víctima de la rutina”, esta frase me hace pensar en tiempos de pandemia: ¿la casa es la que se vuelve rutinaria? ¿O somos nosotros que llevamos la rutina dentro de nuestro espíritu y no sabemos a veces cómo lidiar con ella?

Otra reflexión de los padres: “Le hemos dado a los niños todo lo que quieren y esa es nuestra recompensa ‘secretos y desobediencia’”.

Lo que estos chicos viven es ¿libertad o soledad, abandono, despreocupación? Sólo quieren: “mirar, oír, oler”; no hacen algo por ellos mismos están abandonados a las decisiones de la casa. Y, a través de lo que ellos piensan, están abandonados a sus deseos más profundos e infinitos (pulsión del ello en su máxima expresión). No hay borde, no hay fin, no hay contorno. Mis deseos se cumplen con lo cual solo hay puro placer, ¿no? El principio de realidad no existiría.

En un momento los padres se asustan, y quieren desconectar la casa y llamar al psicólogo quien les dice que “las cosas han ido demasiado lejos y han dañado a sus hijos”.

El padre quiere desconectar, los hijos no quieren y a los padres se los come el león.

«Comentario» | ABEL ZANOTTO

Fecha de publicación: 1950 en un diario estadounidense. Se anunciaba que sería incluido en un futuro libro de R. Bradbury que se titularía The world the children made (muy sugestivo el título del libro en tanto el cuento refleja un mundo donde reina el niño quien se devora a los padres y seguramente al psicólogo. El triunfo de las nuevas generaciones devorándose a las anteriores), pero se incluyó al año siguiente en el libro El hombre ilustrado.

Aportes de un blog: en el que se analiza el significado del apellido de los padres y del psicólogo. Hadley contiene had, el pasado de to have (tener). Pregunta: ¿qué tuvieron, qué perdieron? MacClean contiene clean (limpiar). Pregunta: ¿qué tiene que limpiar el profesional?

Lo ominoso de la infancia: Wendy y Peter llegan de una salida. No quieren comer porque están satisfechos. Se los describe inocentes, infantiles: “Mejillas como caramelo de menta… (ojos) brillantes como bolitas”. Pero han preparado minuciosamente el asesinato de los padres. Ya no es ese asesinato “simbólico” en la adolescencia (aunque los niños tienen 10 años) mencionado por Winnicott, sino un asesinato en lo real, premeditado, diseñado con el auxilio de la tecnología. Extraordinaria profecía de RB sobre la omnipresencia de la tecnología décadas después y el reinado absoluto de lo infantil y adolescente. Prefiguración del adolescente encerrado en su cuarto con su computadora. “La cultura de la habitación” señala R. Morducowicz. El caso extremo de los hikikomori japoneses,.

El cuarto infantil: no es ni familiar ni doméstico ni infantil. No es el lugar para dormir y jugar. Y ahora, para mirar tele y usar la compu. Es un cuarto despersonalizado. Paredes sin adornos. Dimensiones insólitas. Paredes de cristal. Y un cuarto que va cobrando protagonismo…

La preparación del parricidio: la valija de George y la chalina de Lydia en medio de la pradera con restos de saliva animal indicarían cómo los niños fueron preparando el terreno del asesinato parental. Padres que ya estaban “muertos” tal vez en el ejercicio de la autoridad parental. Dice George: “Le hemos dado a nuestros hijos sólo lo que quieren. Y esta es nuestra recompensa: secretos, desobediencia. Nos tratan como si los hijos fuéramos nosotros”. Inversión de roles. Desmentida de la castración en el intento de creer que se da “todo”. Y la furia narcisista infantil como reacción a la negativa adulta: Lydia le dice a George que tal vez todo empezó “desde que les prohibiste tomar el cohete a Nueva York”. Tal vez este parricidio fue preparado por los propios padres cuando desplazan a una máquina sus funciones: “la casa es la esposa, la madre, la niñera” … “también estás empezando a sentirte innecesario”. (¿Se acuerdan cuando se metaforizaba a la tele como “el chupete electrónico”? La tecnología suplantando a lo humano).

La concreción del parricidio: el desplazamiento de las generaciones mayores. En la estructura del cuento se va desplegando esta hipótesis: comienza con una charla entre los padres y culmina con el protagonismo de los niños. Wendy al ofrecer una “inocente” taza de té en medio de una paradera africana al psicólogo puede ser también pensada como representante del colonialismo imperial. El “té” inglés en medio de los calores infernales de África y la India.

 La voz creciente de los niños: se van acallando los argumentos adultos a medida que avanza el cuento y van creciendo las despóticas voces infantiles. Imponen sus reglas de juego. Retan a los adultos. Una inversión de la escena típica de los hijos que se quedaron solos en la casa, armaron lío y los padres los retan. Va creciendo el despotismo infantil: His majesty the child. “No quiero que cierrees el cuarto… Nunca”, le dice Peter al padre. El autor usa la palabra “fríamente”: el mundo teconologizado produjo subjetividades que funcionan como robots. Fríos. Maquinales. “Será mejor que no lo pienses más, papá”, insiste Peter.

 

Bibliografía

Bibliografía | Reflexión F. Actis Caporale

Winnicott (1999). La agresión en relación con el desarrollo emocional. En Winnicott. Escritos de pediatría y psicoanálisis (pp. 275). Buenos Aires: Paidós.

 

Bibliografía | Reflexión A. Casado Sastre

Freud, S. (1986): Pulsiones y destinos de pulsión, En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 14, pp. 105-134). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1915).

Freud, S. (1986)). Más allá del principio de placer. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 18, pp. 1-62). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1920).

Freud, S. (1991): Tótem y tabú Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 13, pp. 1-164). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1913 [1912-13])

Lacan, J. (19812). La báscula del deseo. En J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan Libro 1: Los escritos técnicos de Freud 1953-1954 (pp. 243-260). Buenos Aires: Paidós.

Winnicott, D. W. (1987). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.

 

Bibliografía | Reflexión J. Cernadas

Bleichmar, S. (1999). Clínica psicoanalítica y neogénesis (p. 99). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (2005). Sobre la psicología de los procesos oníricos. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 5, p. 558). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1900).

 

Bibliografía | Reflexión Héctor García

Freud, S. (1991). Introducción del narcisismo. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 14). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1914).

Winnicott, D. W. (1971). Realidad y juego, Buenos Aires: Granica.

 

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