NÚMERO 11 | Noviembre, 2014

VER SUMARIO

Síntesis de la Tesis de Maestría en Psicoanálisis: Psicoanálisis y ficción: trajes imposibles. La Bruja y el vampiro | Martina Edurne Recalde

Síntesis de la tesis de Maestría en Psicoanálisis, Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG) en convenio con la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), defendida en abril de 2014. Director de tesis: Carlos Repetto. Jurado: Perla Albaya, Perla Frenkel y Perla Sneh.

De modo poético, Martina Edurne Recalde nos acerca a los caminos de su trabajo de tesis de maestría. Más que una síntesis formal, comparte con nosotros, con un estilo original al modo de una breve pieza literaria,  su recorrido por  las ficciones de la Edad Media y cuentos de vampiros del siglo XIX. Propone la articulación conceptual psicoanalítica con los personajes de estas historias y con el vampiro, muy especialmente. En un estilo bello y profundo esta propuesta de psicoanálisis y ficción invita al lector a adentrarse en la cautivante «mordida del vampiro».

 

Hay muchas palabras. Pocas son bellas. Escribir puede ser un ritual ingenuo de transmisión o un acto que aspire a la cercanía de esa belleza. Escribir lo que sea, linda en ese barranco, porque la belleza de la palabra se escabulle en lo verdadero que no se aprehende.

Durante mucho tiempo escribí en mi tesis —digo en Ella y no de ella—, pero lo que me llevó a escribirla era la lejanía de su conclusión. Cada párrafo era la apuesta a un encuentro, de algo que aunque dependiera de mí, se mantenía huidizo. Escribía en ella como superficie, una explanada blanca que se deleitaba —Ella, no la que escribía— en un derrotero por sí mismo inasible. Lo último fue el título Psicoanálisis y ficción: trajes imposibles. La Bruja y el vampiro, porque un título es desfallecer, el último aliento en esa aspiración; y debe ser bello.

Primero fue el impulso y después las preguntas que poco ayudaron; porque la irrealidad, la irrealidad personificada, vampiros y brujas con sus cuerpos de nada, de nada porque son de literatura, estaba ahí, secreta, muda, haciéndose oír: lo que escribí fue sobre ficción; de una ficción que siempre en el estando —del vampiro, porque los vampiros están—, se escabullía en el siendo —de ese poco necesario, para que no sea, en lo que se escapa— para concluir formalizándola como la nervadura verbal de lo que no existe, tal como es. Los vampiros son del lenguaje, así como el cuerpo de esa dama negra, la bruja; ambos espejismos en el desierto son los que dan la clave para asir, lo que como ininteligible estructura y se procura en y por la ficción. La literatura empecemos a decir, no es ajena al mundo, sino que aloja lo ajeno, procurándolo tolerable, en la medida que no traduce ni revela; sino que hace existir lo irrealizado con semblante de enigma. La clave del enigma, de ese efecto que mi tesis ahonda, está en el silencio resguardado en el acantilado de cuerpos que hace borde a las sirenas.

Esa superficie escrita, escribe sobre un borde imposible. Escribe en el borde y es borde de un imposible que el lenguaje deja suspendido en el pliegue del cuerpo. Cuerpo que flota y la literatura funde en el sin-sentido de la ficción: las brujas y los vampiros son eso, el sin-sentido —no por eso menos existente en su efecto— que hace escribir una trama, en eso que de borde establece el significante (Es evidenciable en su insistencia hasta aquí: hay el lenguaje, el cuerpo y la ficción, y Ella, la literatura). ¿Qué establezco, entiendo por literatura? Una pregunta imposible. Pregunta que se recorta en un espacio que es de literatura. Porque ese espacio, el espacio literario, es un lugar imposible, donde la muerte y la ausencia se articulan forzando un acto de existencia: crear un objeto que está vinculado a lo extraño de la existencia que el ser ha repudiado.

Escribir en esta distancia, en ese surco que cava en el lenguaje, que se entromete en sus intersticios para toparse con la carne marcada por el silencio de lo que no puede ser dicho, no es sin la ambigüedad de la palabra, el cuerpo del lenguaje, lo real que se escapa. Para enlazar estos conceptos me hundí en la ciénaga de la Edad Media y de ese fango, a la luz de los relatos sobre vampiros del siglo XIX. Esos cuerpos mastiqué para poder salir al ruedo y teorizar gracias a Lacan, gracias a Blanchot, entre algunos de los muchos (Klossowski, de Certeau, Deleuze, Pastoureau, Michelet, Le Goff, Milner, Ranciére, Barthes, Darnton, Ariés, Foucault, Saer…) sobre y en un imposible de la estructura subjetiva.

La investigación es demasiado extensa, ese es el motivo de que la tesis sea breve: cuatro capítulos y una conclusión —y una bella, más que bella Introducción—. Capítulos que proponen una interrupción entre uno y otro, así como un tratamiento de la lengua —al mejor estilo Saussureano— para los efectos de la transmisión, que precisamente no se inclina en las mesetas de la transparencia; la claridad lo aporta la metáfora: escribir en ese borde no admite a la palabra en su transparencia, sino que la palabra se perfila al sesgo de eso innombrable, por indecible.

Trabajé leyendo cuentos sobre vampiros del siglo XIX —un privilegio necesario, para poder sostener una investigación durante tantos años: Le Fanú, Gautier, Raupach, Polidori, y claro Stoker—. Esa lectura trabajosa nada tiene de aplicada, porque lo que leí se guía en la operatoria de una lógica, y digo en consecuencia sobre el personaje: primero es una sensación, después la marca en el cuerpo, y sólo después se escribe vampiro; un vampiro es una presencia que se escribe sólo a condición de que se interponga el cuerpo. Este personaje, en lo que se lee, se describe más allá de los años y sus creadores, bajo una cantidad de características, cuatro; están ahí, escritas siempre igual. Leyendo esa insistencia, de lo que se repite como una constante en su caracterización, es que desarrollo un aspecto de la operatoria de la lógica subjetiva.

No resto interés si planteo: el personaje, el vampiro, no es un fantasma devenido de lo pulsional. Y agrego también, un vampiro hace sentir. Primero se siente, después se dice, y el dicho se vuelve mensaje invertido, el vampiro no requiere un cuerpo, ya lo tiene, es sólo eso que se escribe cuando se le adjudica la búsqueda de sangre, lo orgánico en su inmediatez. La sensación invade, rapta al sujeto, lo arrastra en su sujeción y lo arroja al abismo del cuerpo. La mirada queda tan cautivada como sesgada la razón: allí donde el cuerpo es sólo audiencia de sin-sentido, sólo las brujas y el vampiro tienen asidero. ¿Por qué? Si lo irreal cobra existencia, si se hace existir lo que no existe, esa inexistencia existente debe poder sostener el enigma, ni cubrirlo, ni opacarlo. Sostener, soportarlo en esa irrealidad. Allí radica la función de la ficción, traer lo imposible del lenguaje, para nombrarlo y alojarlo Afuera —un afuera que es un más allá de eso que podemos escribir como borde, porque para ese Afuera, ni más cerca ni más lejos, es gracias a Blanchot que puede conceptualizarse—.

Sostener ese enigma es la función de ésta mi tesis, y eso lo logro a condición de formularlo y no de resolverlo. Formular un enigma, en el armado de preguntas, dónde la más compleja se articula en la literatura. La pregunta por la literatura empuja hacia un espacio en donde un vacío arma una escena posible para situar un objeto imposible: aquello que del lenguaje se repite hasta el infinito. Se cuela en este pequeño comentario algo de mis conclusiones: la literatura es el espacio por excelencia que permite escribir lo imposible de la inscripción de lo irreductible del cuerpo. ¿Cómo lo escribe? Lo escribe como ficción.

Para concluir, bienvenida una salvedad. Ésta tesis es para ser leída, porque está escrita. El espacio literario es lenguaje sin sentido en donde se realiza el lenguaje como ficción. La palabra literaria revela el ser en su inexistencia, construye un objeto del lenguaje que no expresa nada, sino que se presenta como no-todo, no-todo siendo, en la medida que es la reiteración inagotable de que es imposible decirlo todo. Los vampiros y las brujas hacen hablar, son hablados por los que hablan para no decir nada, porque nada puede decirse, porque no es… en consecuencia se escribe. En eso que se escribe, de lo que no puede ser enlazado por la palabra, ahí donde el borde de las sirenas silenciosas adscribe su enigma.

Acerca del autor

Martina Edurne Recalde

Martina Edurne Recalde

Comentarios

  1. Sirenas silenciosas, interesante oxímorón para rematar esta sintesis de tesis!
    “Si lo irreal cobra existencia, si se hace existir lo que no existe, esa inexistencia existente debe poder sostener el enigma, ni cubrirlo, ni opacarlo. Sostener, soportarlo en esa irrealidad. Allí radica la función de la ficción, traer lo imposible del lenguaje, para nombrarlo y alojarlo Afuera” esta idea me resulta sumamente interesante para pensar, en los efectos que produce la creación de ficciones en la realidad humana, el texto va dando existencia a lo inexistente, que luego al existir, se va entramando a la realidad, a lo cotidiano, produciendo efectos, efectos que no dejan de vincularse con sexualidad y muerte, tomando uno de los personajes que trabaja la autora, las brujas, si no existen… que cazaba la inquisición?
    Muy interesante el planteo, gracias Edurne!

  2. Sirenas silenciosas, interesante oxímorón para rematar esta sintesis de tesis!
    “Si lo irreal cobra existencia, si se hace existir lo que no existe, esa inexistencia existente debe poder sostener el enigma, ni cubrirlo, ni opacarlo. Sostener, soportarlo en esa irrealidad. Allí radica la función de la ficción, traer lo imposible del lenguaje, para nombrarlo y alojarlo Afuera” esta idea me resulta sumamente interesante para pensar, en los efectos que produce la creación de ficciones en la realidad humana, el texto va dando existencia a lo inexistente, que luego al existir, se va entramando a la realidad, a lo cotidiano, produciendo efectos, efectos que no dejan de vincularse con sexualidad y muerte, tomando uno de los personajes que trabaja la autora, las brujas, si no existen… que cazaba la inquisición?

    “Hay, dicen, tres elementos en la naturaleza de las cosas: la lengua, el eclesiástico y la mujer, que no saben mantener justo medio en cuanto a la bondad y la malicia.”
    Sprenger- Institoris. Malleus Maleficarum ó El martillo de las brujas para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza.
    La Inquisición no cazaba brujas, a saber, su tarea era mucho más piadosa y fructífera: hacía existir un cuerpo. El golpe de la maza, ese “soporte de la palabra divina”, cincelaba una erogeneidad en la que lo femenino –su en mas- se esforzaba por ser apresado, nombrado. Inviable, indecible; después en la derrota, el cuerpo desfallecía y el alma afloraba.
    Las ficciones no son una creación, son efecto del lenguaje, desde allí que las sirenas no hablen: las sirenas como lo más sublime y feroz, en el horror de su dentadura, parece que hablaran, pero no, puede ser que canten, pero ni así. La creación, en todo caso se da en la trama de la ficción, de eso escribe mi tesis. Ahora bien, lo ficcional “soporta”, lo imposible –ahí en lo que de muerte y sexo podemos aprehender- del lenguaje, donde ese Afuera blanchoteano, esa ciénaga de nadas y noche, donde acecha lo que no se nombra pero existe, precisamente porque si de ficciones se trata, hay una o dos, tanto como tres y contando, que se dejan decir, henos aquí, esto es.
    El texto es lo que existe en cuanto de escritura se escribe. Lo lee la ficción, y desde eso que no, que nada de eso no, desde ese puntapié, se inscribe la realidad.
    La Historia escribe “la Inquisición cazaba brujas”. El discurso, ese que era el que hacía decir, “ahí el mal, de eso brota la malicia”, ese discurso no daba cuenta de cazas. La Edad Media batallaba contra el mal, lo diabólico, la desmesura podríamos decir nosotros. En esa guerra había cuerpos, y así también, esa mixtura de lo pagano y la Palabra. La Inquisición, si algo hacía, era escribir. Escribía en hybris.
    Gracias por tu comentario. Por tu lectura. Edurne

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *